Disclaimer: Los personajes pertenecen a su casa televisiva y a sus creadores. Lo único que me pertenece es la historia que dedico con cariño a todas las amantes DESTIEL.
Título: Like I'm gonna lose you
Pairing: Dean/castiel
AU = Universo Alterno
Capítulo I: Like I'm gonna lose you
En el corazón de New York, cerca del famoso Central Park se encontraba la casa de sus sueños o al menos la casa que había deseado desde que había terminado la universidad. Estaba ubicada sobre la calle 93 a solo unos cuantos pasos de uno de los maravillosos emblemas de aquella hermosa ciudad, el Central Park. Él, que venía de un pueblo nada cercano y que había alcanzado al fin el sueño de todo profesional.
Le hizo un gesto con la mano a los de la mudanza para que descargaran las pocas cosas que había traído de su vieja casa en Westfield, sabía que tenía que tomarse al menos unas cuantas horas de la semana para poder acomodar sus cosas, aunque estaba cien por ciento seguro que las cajas terminarían apiñadas en una esquina de la sala.
Después de una hora, despidió a los hombres que habían dejado un par de muebles en la pequeña sala y se dejó caer sobre la mullida tapicería, cerró los ojos un instante y sintió la vibración en su bolsillo derecho del pantalón, no tenía que mirar el nombre de la persona que estaba llamando para saber de quien se trataba, pero aun así no evitó sonreír cuando lo leyó.
-Ya lo sé Michael- la voz de su mejor amigo y compañero resonó después de un bufido.
-¿Ya estás instalado?- Michael Milton tenía una voz demasiada dura, probablemente por los años que le costó tener el prestigio que le predecía. Le había conocido cinco años atrás, cuando ambos habían tenido el mismo interés en la especialidad de endocrinología.
-Un poco- levantó los pies para colocarlos sobre la mesita de madera que había comprado en una venta de garaje cerca de la casa de su hermana.
-Recuerda que a partir de hoy estás trabajando Castiel- no había inflexión en su voz, claro, como él era prácticamente su socio mayoritario, le podía hostigar cuanto quisiera. Y no es que se quejara, realmente Michael había sido muy selecto al ofrecerle una mano en la clínica que había abierto solo unos años atrás.
-Lo sé- tamborileo con su mano libre sobre la tela del mueble y miró la última caja que había bajado de su coche, de la caja sobresalía un marco de color azul, su hermana Anna se lo había regalado a su madre cuando había cumplido los quince años, su madre lo había atesorado hasta el día en que habían muerto en aquel fatal accidente.
-Te dejare descansar, pareces distraído. Pasó por ti en dos horas- inquirió con ese tono que no le dejaba para discusión.
-Te veo en dos horas Mike- dijo al final, cortando la llamada cuando su compañero dio un vago "nos vemos". Se puso en pie y tomó aquel marco entre sus dedos, el azul ya estaba despintándose del marco de madera, podía incluso ver como la pintura comenzaba a despegarse, giro el marco para ver la fotografía, en ella se encontraban sus padres, él y su hermana mayor. Todos sonreían a la cámara y él podía ver el brillo de felicidad en los ojos de sus padres. Les echaba de menos después de tanto tiempo, claro que Anna se había encargado de él, cuando sus padres murieron en aquel accidente de auto, tenía solo catorce años.
Dejó con sumo cuidado la fotografía sobre una de las repisas de la sala y se preparó mentalmente para el arduo trabajo que tenía de llevar las demás cosas a su habitación. Le gustaba aquella casa, no era demasiado pequeña pero tampoco era una monstruosidad. Tenía dos habitaciones en la planta alta y una pequeña que utilizaría como biblioteca, la cocina era espaciosa y en la sala había espacio suficiente para sus dos muebles de dos piezas cada uno. Tomó con cuidado la caja que decía habitación a un costado y subió con precaución la escalera. En medio de las dos habitaciones estaba un medio baño, eligió la habitación de la izquierda, había comprado una nueva cama con el dinero que había obtenido de varios trabajos y Michael había insistido en darle por adelantado el primer pago.
Dejo la caja sobre la cama y sacó otros portarretratos, colocándolos sobre el mueble de madera donde guardaba la ropa, acomodó las diversas fotografías, en ellas estaba con su hermana, en la foto de la preparatoria, la universidad y la última en medio de su hermana y cuñado, después de cincuenta minutos, decidió darse una ducha y prepararse para el trabajo.
A la hora pactada, Michael tocó el pequeño botón del timbre. No tardo ni dos segundos cuando le invitó a pasar pero este negó con suavidad, le dedicó su mejor sonrisa y se ajustó la chaqueta, el mes de Noviembre en Manhattan ya estaba en su temporada de invierno, por lo que la temperatura menguaba entre los cinco y diez grados.
-¿Estás preparado?- dijo su amigo, caminando unos cuantos pasos para subir al coche que había estacionado dos plazas más adelante del suyo. Michael venía de una familia adinerada, por lo que sabía, tenía tres hermanos menores que vivían en Los Angeles, de donde era. A Castiel siempre le había parecido interesante y le hubiera lanzado indirectas sino supiera que su amigo salía con las mujeres, como si estás fueran repuestos de focos. Cada que una se adelantaba e insinuaba compromiso, Michael la cambiaba por otra. Así que le había quedado claro que su amigo no era gay como él y aunque este lo sabía, jamás le había reprochado nada.
-¿Por estar en la gran manzana?- le devolvió con una gran sonrisa y subió al coche último modelo que sabía, se había comprado dos semanas atrás.
-Por supuesto- Michael le sonrió apenas y se subió detrás del volante, el aroma a nuevo aun impregnaba el coche y aunque la ubicación de la clínica no estaba muy lejos, su amigo se incorporó a la avenida con bastante rapidez. La música de un grupo de rock llenó el espacio –Estoy tan emocionado, tú y yo trabajando.
-Debería ser yo el emocionado, me has dado la oportunidad de colaborar contigo- y realmente estaba agradecido, cuando terminaron la especialidad, Michael le propuso que trabajaran juntos en uno de los proyectos que habían estado realizando, iba ser un avance de la ciencia si al final lograban concretarlo y estaba seguro que lo harían.
-Somos compañeros Castiel, socios y no me pongas esa cara- le regañó mientras ponía la direccional para indicar que iba a girar hacia la derecha, accionó el dispositivo para abrir la puerta del estacionamiento de la clínica y saludo al guardia, aparcó en uno de los seis cajones.
-Sí, socios- refutó con una sonrisilla en los labios.
-Bien, así me gusta- ambos salieron del auto y Michael abrió la cajuela del coche y sacó un maletín, una vez que colocó la alarma al coche, caminaron hacia la puerta de cristal donde tecleó el número de seguridad y una vez abierta, ambos se dirigieron por la escalera hacia el primer piso. La clínica de Michael o en su defecto, la clínica de ambos se llamaba New Hope.
-Buenas tardes, doctores- una bonita y simpática rubia les saludo.
-Ruby, este es el doctor Castiel Novak, trabajara en el consultorio dos –la rubia le sonrió y extendió la mano que no dudo en estrechar.
-Mucho gusto Ruby-
-El placer es mío- la rubia le dedicó una sonrisa encantadora
-Castiel es mi socio, si no estoy yo, él puede asumir cualquier responsabilidad y estará en el área de investigación, cualquier cosa que te pida- el tono duro de su amigo no dejaba para nada a duda y la rubia parecía muy competente cuando asintió.
-Entendido doctor Milton- la joven le pasó un par de hojas que Michael tomó.
-Vamos Castiel- le sonrió por última vez a la rubia y se encaminó junto a su socio hacia la ubicación de los consultorios.
Había estado ahí dos meses atrás, cuando su amigo le había propuesto que trabajaran juntos y le había presentado su nuevo lugar de trabajo, la clínica era enorme, constaba con un solo piso, pero era demasiado grande. El pasillo por el que caminaban se interceptaba con otros tres, uno de ellos los llevaba hacia el área de los consultorios, donde había cinco, el otro conducía hacia un pequeño quirófano y el otro era el área de investigación, donde suponía iba a pasar más tiempo.
-Ruby es muy competente- habló Michael, indicándole con un gesto de la mano el camino que iban a tomar –Puedes pedirle cualquier cosa.
-Gracias, es la recepcionista. Supongo que por algo la has contratado- jugó con una pequeña sonrisa que fue correspondida por un gesto de asentimiento.
-Tienes razón, bueno- Michael se detuvo en el consultorio más alejado y que tenía el número uno, con una placa con su nombre –Hazme saber cualquier duda.
Él asintió, no sin antes notar que ahora había una pequeña sala de espera y había otra mujer detrás de un mostrador, supuso que sería la secretaría de Michael, ya contrataría a alguien en un futuro. Abrió la puerta del consultorio 3 y el aroma a nuevo le impregnó la nariz, estaba el pequeño sitio muy pulcro, había un escritorio de madera reluciente y una computadora de última generación, una impresora debajo en un pequeño cajón y varias de las fotos que había llevado consigo en la anterior visita.
Se sentó sobre la silla reclinable y jadeo de lo cómoda que estaba, movió ligeramente el ratón de la computadora y apareció la pantalla de inicio, tecleo su contraseña y abrió los diferentes archivos en word que tenía en el escritorio, todos eran notas que estaba repasando y como aún no tenía pacientes, se dedicó a leer y hacer anotaciones en otro de los documentos.
Había estado tan concentrado que cuando alguien tocó un par de veces, alzó la vista para ver el rostro que se asomaba, era la rubia con una sonrisa.
-Disculpe Doctor Novak-
-Por favor, llámame Castiel-
-Sí, Castiel ¿Quieres cerrar? Ya es la hora de mi salida- dijo con un tono de disculpa, miró el reloj de la pantalla y se dio cuenta con asombro que pasaban ya de las nueve de la noche.
-Claro- se puso en pie, apenas sintiendo como los músculos de la espalda se estiraban y protestaban por haber estado en una misma posición -¿Michael ya se retiró?
-El doctor Milton tiene más de una hora que pasó a retirarse, me dijo que le había avisado.
Castiel no recordaba exactamente a qué hora había sido, hasta que recordó que efectivamente Michael había tocado y le había dicho que iba a irse y que él recordara apenas le había dicho adiós, cuando se metía en su investigación era como si se desconectara del mundo.
-Gracias Ruby- le dijo a la rubia y esta le dedicó una sonrisa tímida antes de asentir y salir por la puerta, tecleó el número de seguridad y apagó un par de luces, dejando solo la del pasillo encendida. Regresó a su oficina al cabo de unos minutos y movió el ratón de la computadora para que apareciera la pantalla azul para escribir su contraseña, se talló ligeramente los ojos y miró el reloj de pulsera. Era mejor irse a casa antes de que el frío de la noche le calara más, ya regresaría mañana por la mañana, tomo su chaqueta del perchero que tenía en su consultorio y se despidió del guardia que estaba en el estacionamiento y apagó todo a su paso, cerró las puertas de la clínica y se dispuso a caminar por las calles, pero el frío calo sus huesos por la delgada chaqueta que llevaba, lo mejor era pagar un par de dólares para llegar a casa.
