Kagome lo sabía

Carraspeó un poco la garganta intentando que el nudo que se había formado en ella desapareciera por completo. No quería llorar. No, otra vez. Hacerlo no cambiaría la realidad tan clara que vivía. Esa era la verdad y, realmente, siempre la fue.

Inuyasha babeaba por Kikyo, claro estaba. Y con ella Kagome no podría. No quería luchar para luego obtener nada, sólo heridas que nunca sanarían. Ya no quería seguir sufriendo por un amor que nunca le será correspondido, era el momento de afrontar las situaciones y darse cuenta de que estaba enamorada sola, siempre lo estuvo, y siempre lo estará. Inuyasha jamás corresponderá su amor como ella lo anhelaba, por más que lo deseara, por más que lo suplicara.

Limpió con brusquedad una lágrima traicionera que rodó por su mejilla derecha, casi llegando a su nuca. ¡No quería llorar más! Y su cuerpo tendría que entenderlo sí o sí. No quería darle más atributos a Inuyasha, era suficiente con poseer su virgen corazón, su vida si quisiera. Sus lágrimas las dejaría para alguien más…

Kagome lo sabía, y por ello se tragaría rudamente todo el amor que profesaba por el hanyou, había perdido. Y es que la partida siempre estuvo clara, él no era para ella.

Kagome lo sabía, y siempre lo supo.