Disclaimer: Sólo soy una fanficker más en éste vasto universo, por ende toda serie mencionada, marca y la droga escondida en mi mesita de luz, no me pertenecen.

Beta: Reina Yadis. Aplausos a la muchacha, que se los merece. Pocos betas se animan a betear fics largos, y ella gentilmente lo hizo y con mucha maestría :D


¿Mi cuarto fic de la pareja? :D Parece que me está corrompiendo (pero sigo amando el SanZo, ZoSan).


CAPITULO 1.

Lo vio parado en el dintel de la puerta, fiel centinela, y se acercó a él para sentarse en el borde de la tarima a mirar lo mismo que contemplaba con tanto ahínco.

Mujeres.

—Recuerda, Sanji: las morenas suelen ser las más fogosas, indomables y salvajes, pero te darán amor —explicó, mirando a una dama sentada en una de las mesas más cercana a ellos. —Las pelirrojas son fuego en la cama, y pueden darle calor y color a tu vida, pero no las enfurezcas. Son únicas en su tipo —esbozó una minúscula sonrisa. Cruzado de brazos no se molestó en mirar al crío—Las rubias, oh, las rubias… son las más cariñosas, las más difíciles.

—Es estúpido basarse en algo tan inverosímil como el color del cabello —dicho eso, se ligó un golpe en la cabeza que le descolocó el sombrero de cocina.

—Ahora eres una pequeña berenjena, pero cuando crezcas, entenderás lo que trato de decirte. —Volvió a mirar a los comensales, y fijó la vista en una de las bellas muchachas—Dime, esa chica, ¿te parece bonita? ¿O lo es más el chico que está a su lado?

— ¿Está tratando de averiguar si me gustan las mujeres o los hombres? —bufó molesto. El viejo lanzó una carcajada muy interna, negando con la cabeza.

—La vida es un buffet: tienes que tratar de probar todos los platos.

¿En dónde había escuchado antes eso?

—Deje de hacerse el sabio.

—Y tú deja de hacer el vago, ¿qué haces aquí? Deberías estar trabajando.

—Es mi turno de descanso —reprochó el niño, prestando atención a la figura femenina que el viejo había señalado segundos antes. Era bonita, pero lo que más le llamaba la atención, de alguna extraña manera, eran las piernas.

—Conocerás a muchas mujeres en tu vida, renacuajo… pero habrá una que te robará el corazón, y sólo tendrás ojos para ella.

Desde entonces Sanji empezó a prestarles más atención a las mujeres que visitaban el Baratie. Se quedaba junto al viejo en los momentos de recreo para observar a los clientes. Por supuesto que con él, creció la curiosidad sexual.

Su interés por las mujeres se desarrolló a tal punto que a la tierna edad de catorce años, una muchacha acompañante de un marine, lo corrompió. Era joven, pero para un crío como él, ya era una mujer madura.

Pasaron los años y en su mente seguía guardándose bajo llave las palabras del viejo. No se había molestado en comprobar su teoría de las mujeres y el pelo, ni tampoco había querido prestarle atención a la comparación de la vida con un gran buffet. Sabía que algún día encontraría una mujer que le robaría el corazón, pero le parecía tan imposibletener ojos para una sola. Él lo había intentado, pero amaba a las mujeres, no podía quedarse con tan sólo una.

Y hasta que no pasaron muchos años más, Sanji no comenzó a prestarle atención al consejo del viejo… porque de todas las mujeres del mundo, ella era tan fea que parecía hombre. De hecho, lo era.

Para ser mujer era un espanto, pero para ser hombre, era perfecto. Poseía los brazos más firmes que por accidente el cocinero había podido rozar, un pecho lampiño que invitaba a ser mordido hasta al hartazgo, sin quitarle méritos a vientre tan formado y piernas tan masculinas. Le apabullaba, justamente, que tanta masculinidad le llamase la atención de esa pecaminosa forma. Lamentaba que el bastardo tuviese un solodefecto: ser Zoro.

Al principio no era así, al inicio había nacido como un sencilla curiosidad, pero los dos años transcurridos en la isla de los Okama, la analogía del viejo y la abstinencia le habían jugado una mala pasada, pues al volver, esa curiosidad mutó de manera abrupta a una sincera atracción. Era más que eso: se moría de ganas.

Para colmo ver a Nami y a Robin tan crecidas, alimentaba ese fuego. Qué injusta era la vida. Esperaba que al volver fuera distinto, pero no, Nami seguía viendo en él a un inmaduro, a alguien de quien no podía fiarse, a un Don Juan. A esos era mejor perderlos que encontrarlos. Y por muchas promesas de amor eterno, responsabilidad y fidelidad que le hubiera jurado hasta entonces, seguía sin tomarlo en serio, sin creerle.

Quizás esos dos factores, la atracción naciente hacia Zoro, y el rechazo sentido de Nami, habían sido el detonante. De hecho, lo fue… pero Usopp no sospechaba, al igual que el resto, los sentimientos arremolinados en Sanji. Por eso hizo el comentario, sin esperar tamaña reacción del rubio.

—Espera, no puedes entrar —lo frenó, aferrándolo de un brazo.

—¿Por qué no? Necesito entrar a la bodega para buscar tabaco —Sanji siguió su rumbo, más allá de haber escuchado con nitidez lo que parecía ser un gemido.

—¡Que no, Sanji! —murmuró el tirador—Están Zoro y Nami…

—¿Haciendo qué? —El cigarrillo colgando de sus labios por poco más cae. Fue tan tonta la pregunta y la respuesta tan obvia que Usopp no respondió, alzó los hombros realizando una mueca algo picaresca.

Lo siguiente pasó muy rápido; Sanji reaccionó, se dio la vuelta y caminó decidido hasta la puerta para destrozarla de una patada, con tanta puntería que alcanzó a darle al espadachín. Nami pudo cubrir su desnudez a tiempo, ante la mirada perpleja de Usopp y la furia del cocinero.

—Oh, lo siento, no quise interrumpir —ironizó con un semblante sombrío—, sólo quería mi tabaco —se estiró para tomar un paquete y marcharse, escuchando a sus espaldas los insultos de Roronoa y las amenazas de matarlo. Nami creyó entender enseguida lo que ocurría y logró frenar a un envalentonado espadachín.

Usopp, en el medio, dio un par de pasos sin saber a dónde ir o qué hacer en semejante final acabó por marcharse y encerrarse con Franky en su taller. Comprendía que algo serio había pasado y sospechaba las razones. Ladeó, sorprendido, la cabeza.

—¿Qué sucede? —preguntó el cyborg extrañado por ese semblante circunspecto.

—No sabía que Sanji quería tanto a Nami —murmuró. Franky lo miró con expresión de no entender a qué iba tan descolocada acotación. Usopp negó con la cabeza, sonriendo, como si le estuviera rogando que lo ignorase. Intentó concentrarse en la conversación que supuestamente había entablado con él, pero acababa por dejar hablándolo solo. No podía quitar de su mente la expresión del cocinero. Suspiró, ¿qué estaría haciendo? ¿Matándose con Zoro? No, de estar sucediendo eso, sería tal el jaleo que ya se habrían enterado.

Se disculpó con su amigo, y se fue del taller para ir a la cocina, sin estar seguro de qué lo motivaba a ir detrás de Sanji. Era su nakama a fin de cuentas. Preocuparse por él le resultaba inevitable.

Cuando la puerta se abrió, el rubio se incorporó y dio la vuelta simulando lavar los platos, Usopp se percató del semblante pensativo que tenía segundos antes del teatro. Terminó de entrar a la cocina sin tener la seguridad de qué decir en un momento como ese. Por empezar eran todas conjeturas suyas, quizás Sanji no sentía más que ese amor efímero que solía tenerle a toda mujer linda que se le cruzara. Tal vez sólo le enojaba que fuera su odiado marimo quien le arrebatase a su adorada Nami-swan. Lo que fuera, era evidente que le perturbaba aunque fuera un poco. Pero Usopp nunca antes había tenido que lidiar con temas de ese estilo, es decir: nunca había estado en esa situación y era la primera vez que la presenciaba. Sabía que el amor podía jugar malas pasadas, pero como todo joven de su edad, lo que creía saber al respecto eran todas afirmaciones oídas, nada experimentado.

—¿Q-quieres… que te ayude? —Titubeó, porque Sanji no le había hablado y seguía dándole la espalda.

—¿Qué haces despierto todavía? —cerró la canilla, indicando que había terminado y no necesitaba de ayuda.

—No me puedo dormir —mintió; tenía sueño, pero más interés por comprobar que Sanji estaba bien. Sin embargo el clima no auguraba ser bueno. El cocinero seguía luciendo esa expresión en el rostro, mezcla de furia con desconsuelo.

—Toma un vaso de leche tibia —aconsejó desganado.

—¿Me la preparas?

—¡Qué vago! —se quejó, era sólo poner la leche a calentar sobre el fuego. Refunfuñando dio la vuelta y caminó hacia la heladera—Siéntate. —Por mucho que le molestase, siempre terminaba accediendo a esos caprichos. Con Luffy era igual, por poco más y no le pide que coma la comida por él.

Se produjo un profundo silencio en el que Usopp meditó sobre qué palabras usar para tocar el asunto con Sanji de manera delicada; ser sutil no era su estilo, así que se entretuvo practicando en su mente posibles frases para darle pie al rubio a que soltase lo que opinaba al respecto. Sin embargo, pese a tanto practicar y para sorpresa del tirador, fue Sanji quien sacó el tema:

—Ey, Usopp —se rascó la cabeza, posando la mirada en la cajetilla de cigarrillos que estaba sobre la mesa—, ¿desde cuándo Nami y Zoro…? —dejó la expresión flotando en el aire, dio unos pasos y tomó un cigarro.

Usopp tardó en responder; pasada la confusión, arqueó las cejas tratando de sincerarse:

—La verdad es que no sé… —Carraspeó nervioso—Yo me di cuenta cuando nos fuimos de la isla Gyojin… ¿Por qué? —lo preguntó con duda, temiendo ser demasiado entrometido, pero Usopp, que no conocía de delicadezas, acabó por inquirirlo sin anestesia—: ¿Tanto te molesta?

Sanji lanzó una risilla irónica, encendió el cigarrillo y negó con la cabeza.

—Pueden hacer lo que quieran. —Eso dejaba por sentado cuánto le molestaba.

—Nami es… rara —murmuró Usopp, como justificándola. Es que desde su lugar no entendía, porque para todos era claro que Sanji, de todas las mujeres, por la que siempre volvía era por Nami. Que ella no reparase en él los llevaba a pensar que, o la chica era lesbiana, o todavía no estaba en edad para pensar en el amor. Sin embargo eso contradecía su fogoso trato hacia Zoro, tan solapado, tan secreto, pero real.

Eso era al menos lo que pensaba el tirador, por ende no podía tildar a Nami más que como una persona rara, porque no negaba que Zoro era todo un hombre, lo que una chica podía llegar a soñar, pero Sanji le había prometido, de forma implícita, el paraíso.

"Dios le da pan al que no tiene dientes", se susurró Usopp.

—No la culpo, tampoco —dijo con sinceridad. —Zoro tiene una mejor recompensa que yo, así que…

—¿Dices que es por el dinero? —frunció la frente, sorprendido por esa conclusión.

—En algún momento lo va a vender a la marina —dijo sin remordimientos, dándole una calada al cigarro. Sin embargo de inmediato rió con lástima hacia sí mismo. Decía eso porque estaba enfadado, pero sabía que Nami no era esa clase de persona; podía ser un poco bruja a veces, pero era buena chica. —Deja, no me escuches. Digo todo eso porque estoy enojado, pero sabemos que Nami-swan es buena chica.

—Igual, aunque fuera por ese lado —meditó el tirador, cruzándose de brazos—, creo que sale perdiendo. —Notó el desconcierto en la mirada del cocinero y enseguida trató de explicarse—Es decir, puede que a las chicas les llame la atención el dinero, la fama o la masculinidad de un hombre, pero… —posó la mirada al frente, luego de su enérgica explicación—, no tiene sentido compararte con Zoro, mucho menos comparar tu recompensa con la de él.

—¿Dices que el espadachín está sobreestimado? —Arqueó una de las rizadas cejas, asombrado por el pensamiento de su amigo.

—No, Zoro vale eso y mucho más, lo sabemos —aseguró con ahínco—, sólo digo que tú estás subestimado —asintió, y con menos confianza, continuó—: Fíjate, Zoro ya era alguien —argumentó con calma—, era conocido como el cazador de piratas, y se inició con Luffy casi de inmediato, ¿verdad?

—Sí —comenzaba a entender hacia donde apuntaba el tirador, pero quería escucharlo de su boca.

—Y tú te uniste a la tripulación más tarde. Hasta entonces no eras más que el cocinero de un restaurante, y los marines no tenían porqué saber de ti. No tienes las hazañas que Zoro tiene encima, por eso considero que tu recompensa, y la mía, están mal —no podía evitar resaltar cuanto le dolía ser uno de los que menos valía ante los ojos de la Marina, aunque ya lo tenía asumido hacía tiempo. Y pobre Chopper, tener que vivir con el bochornoso valor de su recompensa sobre los hombros.

Sanji esbozó, lentamente, una enorme sonrisa. La primera mueca de felicidad que Usopp podía ver desde que se había acercado a él para comprobar que estaba bien; por fin esa expresión de ira abandonaba al cocinero. No obstante enseguida adoptó una postura seria.

—La leche —reaccionó, notando que la misma había hervido a punto de convertirse en dulce. —Te calentaré más…

—No hace falta, Sanji —el bostezo que acompañó esas palabras lo delataron enseguida.

—Ve a dormir —podía verle los ojos cansados. Usopp asintió y alzó una mano a modo de saludo, dándole la espalda para marcharse.

—Usopp… —lo llamó, pero cuando el mentado volteó, negó con la cabeza —nada. —El tirador alzó los hombros y abrió la puerta, antes de atravesarla alcanzó a oír un nítido "Gracias".

Sanji dejó de torturarse con el tema, acomodó todo en la cocina y se marchó dispuesto a descansar; mañana sería un nuevo día y podría empezar de cero, quizás dedicar todo su amor hacia Robin, en venganza. Claro, como si a Nami eso le afectase de alguna forma. Sería idiota de su parte, además de infantil comportarse así; pero inevitable también.

Por ser el cocinero era siempre el primero en despertar. Lo cierto es que se había acostumbrado, no a levantarse temprano —de hecho odiaba la mañana— pero sí a dormir pocas horas y estar bien. El tabaco era buen aliado para el insomnio.

En cuanto llegó a la cocina, dispuesto a comenzar la preparación del desayuno, la puerta se abrió. Arqueó las cejas, extrañado; los demás solían empezar a despertarse después de una hora, y casi siempre la primera era Robin, siendo uno de los últimos, junto con Zoro y Luffy, Usopp.

—¿Te caíste de la cama?

—Escuché que te levantaste —murmuró el tirador, frotándose los ojos—y vine a desayunar —bostezó estirando los brazos.

—Pero recién empiezo, esto no estará hasta dentro de una hora más o menos —se dio cuenta de que su amigo todavía tenía sueño—, si quieres ve a acostarte, yo te llamo cuando esté.

—No, espero. —Sí, se moría de sueño, pero prefería estar con Sanji; eran pocas las veces que podía estar a solas con él, y en su fuero más interno reconocía que le agradaba su compañía. Porque cuando era en batalla, siempre lo regañaba como un hermano mayor, o como unpadre a un hijo. En cambio en esos momentos, Sanji era otro, uno menos huraño y más distendido. El mentado no se quejaba de la compañía; aunque lo disimulase muy bien, le agradaba estar con el tirador; solía hacer pequeñas acotaciones que alimentaban su ego, como vanagloriar la comida que le preparaba o resaltar lo de los carteles de recompensa, entre tantas otras cosas que Usopp creía no ser evidente de cuánto reparaba en Sanji.

Sin embargo el momento de íntima comunión no duró demasiado, Franky bajó del puesto de vigilancia tapado con la manta.

—¿Cuánto falta para eso, cocinero? —preguntó, sentándose junto a Usopp.

—Poco más de media hora…

Entonces Franky acaparó la atención del tirador contándole cómo podía hacer de Chopper un arma de guerra infalible. Ya había hecho modificaciones de ese tipo en animales; aunque Chopper hubiera rehusado, soñar todavía era gratis.

—¡Chicos! —Nami los llamó, desde la proa un barco pirata se acercaba. De inmediato todos salieron a corroborar si eso simbolizaba problemas. Luffy, aún dormido, trató de visualizar la bandera, pero fue Zoro el que reparó en el detalle:

—¿Soy yo, que todavía estoy dormido, o las velas de ese barco pirata son de color… rosa?

—Ajá —musitó Robin sorprendida—, son rosa, y la bandera es...

—Un corazón —completó Brook a su lado.

En efecto, la insignia pirata no era otra cosa más que un corazón rojo en lugar de calavera, sobre una vela de color rosa.

En cuanto el barco estuvo junto al Sunny, todos seguían viendo perplejos la decoración del navío ocupado por un centenar de piratas quienes, al verlos, se acercaron pomposos a la proa. Dichos movimientos gráciles le recordaron al viejo amigo Bon Clay, que en paz descanse.

—Hola —saludó Luffy, sosteniéndose el sombrero y con una ancha sonrisa.

—¡Yuju!, ¡Piratas, dennos todos sus tesoros!

—¡Y los chicos lindos que tengan a bordo! —gritó uno del fondo. Y el equipo Mugiwara no lograba salir de su asombro.

—Sí que se ven cosas raras en el Grand Line —remarcó Usopp.

—¡Somos los piratas de Míster Love! —El mentado apareció en escena, ataviado en plumas y haciendo toda una pirueta. —¡Somos los piratas que luchamos por el amor y nuestra justicia!

—Eh, bien —dijo Luffy, desentendiéndose de la locura. No entendía el punto—No tenemos oro en el barco.

—¡Oh! ¡Mi Dios! —gimoteó el supuesto capitán señalando la bandera—¡Levent! —llamó a uno de sus hombres—¡¿Eres idiota? ¡Dime, ¿qué bandera es esa? ¡¿No la reconoces? Son los Mugiwara, grandísimo ciego —le dio un golpe en la cabeza—¡Ah!, me exasperas.

—¡Oh! —gritaron las locas—¡Los mugiwara! —el cambio fue abismal. Se les hacía agua la boca al imaginar tener a uno de esos famosos y feroces piratas a bordo de su barco, el Rainbow Rose.

—Somos chicos buenos, no les haremos nada; pink promise —aclaró el capitán—, sólo vamos por el mar, apropiándonos del tesoro de otros, como todo pirata… y reclutando jovencitos que quieran tener una linda aventura con nosotros.

—Ey, cocinero —murmuró Roronoa frotándose el cuello—te vinieron a buscar.

—¡Ah, marimo de mierda! ¡Vete tú con ellos!

—Ya basta ustedes dos —Nami intentó interceder antes de que la disputa habitual diera comienzo.

—Aquí hay unos cuantos que gustosos te acompañarán —bromeó Franky colocando una mano detrás de Usopp y de Brook, empujándolos sutilmente por la espalda.

—Gracias —dijo Luffy, cruzándose de brazos con otra sonrisa amable—, pero mis nakama son mis nakama, y juntos estamos viviendo nuestra aventura. Seguro que en el camino encontrarás gente que quiera unirse a tu tripulación.

—Bien, pero déjame advertirte de algo, Mugiwara —El capitán plantó un gesto sombrío—, ten cuidado en la próxima isla, dicen que los marines más fuertes andan deambulando por allí porque creen que Barbanegra está ahí.

El semblante de Luffy cambió de manera abrupta, ensombreciéndose. Oír ese nombre le hacía sentir la sangre corriendo por sus venas. Lo colmaba un sentimiento extraño, que no sabía definir, mezcla de impotencia, enojo y tristeza. Ese era el hombre que su hermano había querido atrapar.

—¡Bye, bombones! —El barco de los piratas raros siguió su camino.

—¡Mierda! —exclamó Sanji, algunos de esos piratas habían agarrado su brazo y lo estaban arrastrando con ellos.

—¡Nos apropiamos de lo ajeno, somos piratas! —canturreaban las locas. Usopp alcanzó a tomarlo de la mano y con eso fue suficiente para que Sanji tuviese un punto de apoyo y jalar el brazo; se zafó del agarre refunfuñando insultos.

—¡¿Por qué siempre me pasan estas cosas a mí? —bastante había tenido con Mr. Dos, Ivankov y los okama. A su lado, Usopp reía. Se reía de él; pero más allá de enojarse, el cocinero se vio tentado, lanzó una carcajada apagada y enseguida adoptó un semblante más serio. El momento se vio interrumpido con el grito de Chopper, los piratas habían conseguido subirlo a bordo de su barco, pero Luffy lo recuperó con facilidad.

La mentada isla recién comenzaba a estar a la vista. Desayunaron antes de prepararse para desembarcar. Se percataron de que era una superficie rocosa, con escasa vegetación y un pueblo inmenso. Luffy, pese a las advertencias, fue el primero en desaparecer del rango visual apenas lograron camuflar el barco entre grutas. Chopper iba a quedarse en compañía de Brook a cuidar el barco; Zoro bajó y detrás de él, Nami. Sanji pareció dudar un instante, como si estuviera dándoles tiempo de tomar distancia. Lamentaba que Robin ya hubiera marchado en compañía de Franky.

—Ey, Sanji, ¿tienes que ir en busca de provisiones? —preguntó Usopp a sus espaldas.

—Eh —volvió en sí; con un cigarro apagado en la boca, respondió—Sí, ¿por?

—Te acompaño, así te ayudo a cargar —dijo con calma, sin preocuparse por ocultar cuánto le gustaba estar a su lado.

Bajaron a tierra perdiendo de vista a todos sus nakama; el día recién empezaba, y el Log Pose tardaba al menos un día en adaptarse, así que tenían tiempo de sobra para pasear camuflados por el pueblo.

—¡Maldición! —se quejó el tirador haciéndose un lío con la capa que lo ocultaba. Para él no tenía sentido, si en teoría la recompensa caía sobre Sogeking, no sobre él.

Sanji frenó de golpe, observando las tiendas, y Usopp se lo llevó por delante, todavía peleando con la capa.

—Dios, eres peor que un crío —se quejó el cocinero tirando de la capucha para acomodársela.

—Bueno, ¿qué hay que comprar?

—No, primero vamos a divertirnos. Hay tiempo para comprar.

—¿Eh?

—Ya lo decidí —aseguró el cocinero—, todo el amor que le tenía guardado a Nami-swan lo repartiré en todas las bellezas que haya en este pueblo —dijo con emoción.

—Ey, Sanji, tenemos que pasar desapercibidos… —le recordó, pero el rubio ya estaba embobado con una de las mujeres que pasaban por ahí.

—Vamos.

—¡¿A dónde? —se vio arrastrado por el brazo, rumbo a lo desconocido.

—Busquemos chicas —lo miró, con una expresión pícara—¿Has estado con alguna chica antes?

—P-pues… —tartamudeó, incómodo por pregunta tan directa, sin embargo eran amigos y podían conversar de esos temas—Sí, pero no fueron muchas veces —confesó con vergüenza—, de hecho… sólo una —murmuró apocado y bajando la vista a la acera.

—Yo no puedo decir que he dormido con una belleza todas las semanas, pero la época en altamar se equilibra con la época en la que estuve en el Baratie, atendiendo hermosas damas.

Usopp frunció la frente; Sanji tenía fama de pervertido, adorador de mujeres, ya lo habían conocido así, pero no con tanta franqueza; y pese a tener que sentirse orgulloso por ser el confidente del cocinero, al contrario, se advirtió molesto. No le gustaba ese Sanji confidente de sus más bajos instintos heterosexuales.

—Yo te acompaño —aseguró—, pero me quedaré esperándote.

—No, tú te vienes conmigo a buscar chicas lindas —aseguró, contento por tener un compañero de juergas. Necesitaba borrar a Nami de su corazón, y aún más a Zoro de sus fantasías; creía que un poco de sexo despreocupado sería la solución—Mira esas dos bellezas, ¿cuál te gusta más?

—La que se pueda llegar a fijar en mí —contestó resignado—; a caballo regalado no se le mira los dientes.

Sanji se vio tentado areír, pero al notar que su amigo hablaba en serio, prácticamente montó en cólera; le decepcionaba esa manera de pensar.

—¡Quiérete un poco! —le dio una patada en el trasero que casi lo tira de cara al suelo.

—Ser realista es mi peor defecto —No, con el tiempo descubrió que no era negativo; aún peor, era realista.

—Cielo santo —se frotó la frente, nunca había reparado en la baja autoestima de Usopp, tan orgulloso que éste era con otros tantos temas—, mírate —le exigió, reparando incluso él en lo crecido que estaba Usopp. Le había sentado bien a su cuerpo enclenque el cautiverio en el archipiélago Bowin—¿Qué pirata tiene este físico? —asintió conforme, volviendo en sí al dejar de mirar la anatomía de su amigo que tan bien se podía apreciar con ese pantalón y los minúsculos tiradores—Además la belleza es un concepto abstracto —resaltó.

—Lo sé…

—No pasa todo por lo visual —continuó—, a veces una persona transmite deseo o tiene el poder de generarte un hormigueo en el vientre, una tensión muscular. El simple roce o una mirada pueden encenderte mejor que cualquier rostro bello o figura perfecta. La manera de hablar, de caminar y…

—¡Ya entendí! —lo calló, saturado del asunto.

—Bien, entonces… —dio la vuelta para ir a la caza.

Usopp reconoció con cierta gracia que Sanji no era muy bien recibido por las chicas. Lo miraba y no lo entendía, más allá de que tenía cejas raras —eso no se discutía— era un hombre apuesto. Las mujeres estaban todas locas, definitivamente.

—No te preocupes, Sanji —consoló el tirador palmeándole el hombro luego del rechazo número nueve—, desafortunado en el amor, afortunado en el juego —dio la vuelta proponiendo—: ¿vamos a la casa de apuestas?

Sanji se resignó, y lo siguió por detrás.

—¿Será que estoy perdiendo mi encanto? —murmuró más para sí mismo, exhalando el humo con desgano. Desde que había dejado el Baratie para convertirse en pirata, su suerte con las mujeres había sufrido un drástico cambio. Podría llamar a su infortunio: La maldición de Nami; desde que la había conocido, se había convertido en eso.

Usopp lo miró, pero no se atrevió a decir en voz alta lo que atravesó por su mente en ese momento. Sanji nunca había perdido el encanto, al contrario: con el tiempo se hizo más fuerte, maduro y atractivo.

¿Y por qué no se atrevió a decirlo en voz alta? Esa fue la primera vez que lo sospechó. Las palabras del cocinero, esa mañana, quedaron dando vueltas en su cabeza. Recién entendía eso de que no todo pasaba por lo visual, que había sensaciones que iban mucho más allá. ¿Hormigueo, tensión? ¿El ligero roce, la manera de hablar? Tragó saliva; ya no era un niño, entendía lo que le pasaba, pero se negaba a mirar a Sanji con esos ojos, porque Usopp era realista, y sabía que era en vano fantasear con imposibles. Pero un joven de su edad siempre cae fácilmente preso de las fantasías.

Cuando quisieron darse cuenta de la hora, Sanji tenía que volver al Sunny a preparar el almuerzo. Le prometió que irían a la tarde a la casa de apuestas, pero el cocinero se olvidó del mundo cuando Robin aceptó ser su compañía. Era claro que ahora las atenciones estaban más centradas en ella que en Nami; aunque a Nami no dejaba de quererla y agasajarla, pese a que ella siguiese sin reparar en él. Como si nada hubiera ocurrido, como si nada se hubiera quebrado. Incluso Usopp se sorprendía de la postura neutral y estoica de Zoro; pero no le importaba, si los tres estaban de acuerdo en hacer de cuenta que nada había pasado, no era asunto suyo.

El tirador decidió quedarse en el barco, ahora que comenzaban a revelarse en él sentimientos que nunca antes había sentido por nadie, exceptuando unos similares por Kaya —¡y era una chica al menos!—, no quería estar cerca de Sanji, de hecho se mantuvo lo más apartado posible de él. Sanji no tardó en darse cuenta, pues de pasar a estar pegados como sanguijuelas, ahora Usopp parecía huirle. Quizás se había enojado con él; recordaba que le había prometido ir a la casa de apuestas a cambio de haberle acompañado en su funesta caza. Así que a la noche, le prometió que al otro día, después de desayunar, irían juntos.

—No me interesa tanto ir a la casa de apuestas —Usopp le quitó importancia, porque en realidad no se la daba como pensaba el rubio. Se dio cuenta de que no le importaba el destino, le gustaba estar con Sanji, últimamente más que con cualquiera de sus otros nakama. Aunque no negaba que lo pasaba a lo grande con cada uno de ellos, en especial con Luffy y Chopper.

—Bueno, a donde tú quieras.

Usopp sonrió y asintió, parecía una cita; y por advertirse tan cursi tuvo ganas de golpearse, pero tenía a Sanji como público como para ofrecer esa extraña escena.

Luego de esa corta conversación, decidieron que era hora de ir a descansar. De nuevo volvían a ser los últimos en ir a acostarse.

—Me toca a mí lavar los platos hoy —dijo Usopp poniéndose de pie para terminar cuanto antes.

—Entonces yo me voy —el rubio dejó la esponja y dio la vuelta para irse—, que descanses.

—Igualmente —Usopp lo vio irse. Sanji a veces tenía la costumbre de bañarse antes de dormir, para quitarse el olor a comida que igualmente al otro día a primera hora volvería a tener. ¿Y por qué reparaba en ese pormenor? Trató de distraerse, de quitar la idea de su mente, pero de todos modos lavó los platos con rapidez para ir a asegurarse.

¿Qué pensaba hacer? ¿Espiar tras la mirilla? No tenía sentido, en absoluto, pero tampoco pudo evitar caminar hasta al baño y apoyar, desahuciado, la frente contra la puerta, dándose cuenta con más firmeza de eso que había querido reprimir. El ligero toque de la frente apoyándose contra la puerta y su larga nariz pegándose a ella, fueron suficiente para que se abriese apenas, generando un agudo chirrido que alertó al tirador; sin embargo, pese al peligro, no pudo evitar quedarse mirando, embelesado, la imagen del cocinero que podía apreciarse a través del espejo. No alcanzaba a verlo de cuerpo completo, pero sí lo necesario para dar lugar a la imaginación.

Se quedó algo boquiabierto, hasta que el ruido de las canillas cerrándose puso en marcha sus huesos. Se encerró en la cocina, cuya oscuridad lo envolvía relajándolo. Sanji salió del baño y caminó hasta el cuarto de los chicos, notando que Usopp no estaba. ¿Cuánto podía tomarle lavar los platos? No le dio mayor importancia.

En la cocina Usopp seguía turbado, incapaz de poder seguir reprimiéndolo un segundo más. Su pene endurecido era buen referente del deseo que sentía hacia su amigo. Llevó una mano hasta los pantalones, metiéndola dentro para poder alcanzar el miembro y masturbarse. Con calma, lentamente, gozando de cada segundo ocupado en la gloriosa imagen de Sanji desnudo y mojado. Imaginando esos trozos de piel que no había podido conocer.

La cadencia de la muñeca aumentó, y los gemidos se hicieron audibles. Sintió el estómago contraído, un vacío en el vientre, el cosquilleo particular que le invadía cuando se tocaba, pero mucho más intenso al tener una fantasía tan tangente de la cual valerse. El semen brotó, al igual que el ronco gemido, ensuciándole la ropa. Podía sentir el pene palpitar en su mano, aún endurecido. Se quedó estático, como si reparase por primera vez en lo que estaba haciendo, como si volviese de un trance profundo para reparar en que se había tocado pensando en un hombre como Sanji, en un nakama, un compañero con el que pasaba horas, días enteros, con un tipo que adoraba las mujeres hermosas. Cuando la primera lágrima cayó se insultó en voz alta:

—Eres un maricón. —Siempre le había molestado ese lado sensible que contradecía su orgullo. Al final acababa llorando superado por las situaciones, como si fuera Nami o cualquier otra chica. —Los hombres no lloran —se consoló—, menos los piratas. —Era una estupidez, sí, pero lo único que había hallado para intentar frenar la angustia que crecía en su pecho a pasos agigantados.

Se sentó en el suelo, apoyando la espalda en la puerta y escondió el rostro entre las piernas incapaz de contenerse. De todos modos estaba solo, así que podía dar rienda suelta a su dolor momentáneo.

Sanji abrió los ojos, ¿cuánto tiempo había pasado? Conociendo a Usopp, quizás se había desmayado del susto y ahora estaba tirado en el suelo, inconsciente; porque no podía tardar tanto en lavar los platos. Sin embargo desechó esa posibilidad; debía reconocer que Usopp en esos dos años que pasaron recluidos, se había hecho más fuerte y más valiente; ya no titubeaba tanto en el campo de batalla, se lo notaba más seguro.

Suspiró, harto de darle vueltas al asunto. Lo mejor sería ir a comprobar que su amigo estaba bien para así poder dormir tranquilo. Observó que la luminaria del baño estaba apagada y la puerta abierta, en el puesto de vigilancia estaba Zoro, así que no pensaba subir. Fue a la cocina, que era el último lugar donde lo había visto, pero al intentar abrir la puerta esta no cedió, algo había del otro lado que la trababa.

—Ey, Usopp… ¿estás bien?

—¿Eh? —Se sobresaltó—Sí —respondió con torpeza poniéndose de pie de inmediato—, estoy bien. —Se secó las lágrimas y trató de ocultar posibles pruebas que lo dejasen en evidencia. Maldijo su suerte, que justo fuera Sanji el que apareciera en un momento tan bochornoso como ese.

—Abre —exigió con el ceño fruncido—, ¿por qué estás encerrado aquí? —notó que las luces estaban apagadas. ¿Qué hacía sentado en el suelo?

Usopp abrió, tratando de ocultar la mirada, pero la luz de una luna nueva en la claridad de la noche fue suficiente para que Sanji notase la humedad en sus mejillas. Extrañaba sus cigarrillos, pues de tener uno se lo habría llevado a la boca. No hizo mención de un innegable llanto, pensó en preguntarle si todo estaba bien, y en el caso de que Usopp quisiera conversarlo con él, lo escucharía. Sin embargo al entrar no pudo evitar percibir, con pasmosa facilidad, el característico aroma a la semilla del hombre. Era fuerte, era intenso, e inundaba toda la cocina. Ese nuevo detalle le sorprendió tanto que se hizo de los cigarrillos para prender uno, sin saber qué decir o qué hacer en un momento evidentemente incómodo a más no poder.

—Me voy a dormir —musitó el tirador sin atreverse a mirarlo, dándole la espalda.

—Usopp —lo llamó con más seguridad—, ¿qué pasa?

Pero el mentado no respondió. Se marchó al cuarto de los chicos y trató de relajarse para así quedarse dormido. Sanji entonces se quedó solo en la cocina, pensando en qué motivos podía tener su nakama para llorar y, evidentemente, masturbarse al mismo tiempo. Arqueó las cejas, Usopp era tan raro.

Ya habían pasado la edad en donde masturbarse daba culpa, ¿qué era entonces? ¿Qué le atormentaba? A veces el tirador no se daba cuenta de cuánto valía para los demás Mugiwara. Siempre preocupándolos. Siempre preocupándolo.

Chistó en la oscuridad, apagando el cigarrillo. Ver llorar a Usopp no era extraño, todos alguna vez habían reparado en ese lado sentimental, pero en esa ocasión le perturbó. En esa ocasión Sanji necesitó saber qué agobiaba a su amigo, y ver si podía hacer algo para ayudarlo. Afin de cuentas eran como una familia, siempre se cuidaban los unos a los otros.

Cerró la puerta de la cocina, yéndose a dormir. Quizás al otro día tendría la posibilidad de sondear al respecto estando los dos solos.


"Continuará" Brook dixit.


Suena música de telenovela de fondo. Bueno, ¿qué decir? Que no estaba muy segura de publicar éste fic porque sé que no tiene un buen comienzo y pinta ser súper romántico, pero promesa de que más adelante se pone interesante XD (y no, no es sólo romance)

Es el primer fic que sería por capítulos que hago en OP :), siempre pensé que iba a ser un SanZo, ¿quién me iba a decir que resultaría ser un SanUso?

Muchas gracias por haber leído ^^.

10 de febrero de 2011

Merlo Sur, Buenos Aires, Argentina.