CAPITULO ÚNICO


Sonreía de esa forma especial, de la única forma que podía hacerlo un hombre enamorado, sonrisa de oreja a oreja, mirada perdida, sonrojado y con ese brillo en sus ojos.

Esa sonrisa tan solo se dibujaba en su cara cuando la veía a ella.

Adoraba ver esos risos color marrón posarse delicadamente en sus delicados hombros, su rostro de un color claro, tan solo marcado por sus siempre coloradas mejillas, aquellos ojos color avellana adornados con esas pestañas peligrosamente largas y aun mas siendo delimitadas por esas cejas de color obscuro y la pequeña arruga que aparece en medio de estas cada vez que esta concentrada o en su defecto, enojada.

Y no puede evitarlo, mira su cuello color perla, adora ver como su cuello se contrae cada que respira, o cada que la besa en ese punto extremadamente sensible; no puede evitarlo, sentirla tensarse por su contacto es la gloria.

No es que sus caderas, su trasero y por que no, sus pechos no fueran de ensueño pero simple tenia unos minutos para observarla detenidamente, unos minutos antes de que ella sintiera su mirada y levantara la propia de su libro para reprenderlo por perder el tiempo cuando ya iban tarde a la casa de sus padres, igual que cada domingo, y al aparecerse descubrir que tan solo Bill ah llegado a tiempo; jamas lo negaría, cada minuto que tardaban en llegar a casa de sus padres era tiempo bien invertido en llenar de caricias a su esposa hasta que esta lo corriera para poder terminar de bañarse, cambiarse o inclusive maquillarse.

Siempre lo diría, a su angelical rostro, nada le faltaba; el maquillaje la hacia lucir un poco mas extravagante, claro esta, sin embargo ella era perfecta con o sin maquillaje.

Perfecta. No existía una palabra lo suficientemente grade para describir cuan inmaculada era su esposa. Jamas encontraría la palabra que describiera todos sus atributos.

Y entonces paso, tal como él lo predijo, la chica de sus ojos cerro el libro y lo miro de forma severa.

-Ronald, vamos a llegar tarde otra vez, no se como te distraes tan rápido-le dijo la chica mientras le terminaba de abrochar la camisa gris que hacia resaltar de una forma asombrosa los ojos de su amado.

-Si mal no recuerdo hace quince minutos no te escuchaba quejarte-le contesto este mientras le daba un pequeño beso y salía por la puerta antes de que la joven le propinara un pellizco.

La chica lo alcanzo al final de las escaleras y juntos se dirigieron hacia la chimenea, el tomo un pequeño puñado de polvos flu y los tiro al fuego para verlo cambiar de un color rojo a un hermoso verde esmeralda que le recordaba a los ojos de su mejor amigo, de su hermano; tomo la mano de aquel pelirrojo larguirucho y entraron a las llamas mientras claramente pronunciaba "A la madriguera".

De forma pronta sintieron como su entorno giraba y un montón de chimeneas se veían a su alrededor, y él tan solo la miro, por que Ronald Weasley jamas se cansaría de observar a Hermione Granger, desde los 11 años eres era su pasatiempo favorito.