Percival Dumbledore
5 de Abril de 1891
Tocaba darle de comer a las cabras.
Kendra le había estado insistiendo en que ella no podía cuidar el jardín y los animales con toda la casa desordenada y los niños a su cargo, y como hoy su esposo tenía el día libre podía hacerlo por ella. Aunque con magia una casa tardaba a lo sumo una hora en limpiarse. Pero Percival no le replicó a su esposa, en parte por no empezar una discusión en la que acabaría ganando ella, en parte para salir y airearse un poco.
Seguramente sus hijos no querrían ayudarle, porque Albus estaba encerrado en su habitación leyendo, Abeforth estaba jugando con unos juguetes muggles que le había regalado su tía y Ariana estaría también jugando entre las nuevas flores que ya habían empezado a crecer.
Antes de salir a hacer las tareas de afuera, como alimentar a todos los animales y arreglar el gran jardín cerrado por matorrales, Percival se paró a mirar un momento por la ventana.
Le encantaba ver florecer la primavera: los capullos de vivos colores que pronto se convertirían en hermosas flores, los días cada vez más largos, los pequeños animales que dejaban de hibernar para salir al mundo otra vez... Además de los largos paseos que solían dar él, su pequeña Ariana y su cada día más parecido a su padre Abeforth. Albus ya estaba del todo inmerso en sus estudios, aunque le faltaran cinco meses para entrar en Hogwarts, y ya no quería ''desperdiciar'' su tiempo en dar paseos y recoger flores para su madre si podía pasarlo leyendo en su habitación.
Admirando la bella naturaleza desde la ventana, se percató de algo: su pequeña hija estaba encantado unas macetas, haciendo que éstas cambiaran de color. ''Pero qué lista es mi niña'' pensó el hombre mientras sonreía y se alegraba del gran potencial de su hija.
Pero la alegría se le acabó pronto.
Tres niños, que por lo visto estaban detrás de unos matorrales del jardín, vieron a Ariana cambiar de color las macetas. No alcanzó a oír lo que uno de los niños, el más grande, decía a su hija mientras salía de detrás de los arbustos seguido de sus amigos, ya que si eran muggles los Dumbledore se podían meter en graves problemas. Además de que esos niños no parecían tener buenas intenciones.
Salió corriendo de la habitación, pero antes de alcanzar el umbral de la puerta de salida, lo vio. Vio como ese muchacho, que momentos atrás estaba espiando con su hija, ahora estaba dándole patadas mientras ella yacía en el suelo, inerte.
El hombre, después de quedarse unos momentos petrificado de horror, corrió directo hacia su niña. Se arrodilló junto a la pequeña, mientras la zarandeaba intentando que reaccionara. Pero seguía inmóvil. Le puso dos dedos en el cuello; tenía el pulso muy débil. Su niña. Su pequeña.
Su Ariana.
Percival se irguió lentamente mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas, y dándose la vuelta, posó la mirada en el culpable. Ese crío muggle acababa de tocar a su hija. Y nadie tocaba a su hija.
Sacó del bolsillo su varita, mientras el niño le miraba aterrorizado, con lágrimas de terror en los ojos, e intentaba darle razones y excusas. Percival no le hizo caso. Le apuntó con la varita.
-Crucio.
Los demás capítulos van a tratar sobre los demás miembros de la familia, y serán más largos (palabra de Blooper)
Bueno, dejad reviews (por fi) que no tengo ni idea de si escribo castastróficamente bien o extraordinariamente mal (espera, aquí falla algo...)
Siguiente personaje: Kendra.
¡Saludos!
Bloopercarro
