Summary:
Tsukishima es un nada prometedor Omega, y él lo sabe mejor que nadie. Incluso desde que descubrió esto sobre sí mismo, ha trabajado persistentemente para esconderlo. Y hasta ahora, ha sido exitoso.
Pero estas dos semanas en el campamento de entrenamiento van a cambiar todo eso cuando su celo aparezca mucho antes de lo planeado. Sin ninguna manera de saber cómo catorce días con supresores de celo van a afectarle, él tiene que imaginarse e intentar alguna manera de sobrevivir las siguientes dos semanas sin dejar su secreto a la luz.
Pareja: BokuAkaKuroTsukki
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Notas de la autora: ¡Omegaverse de Haikyuu! ¡Oh! ¡He alcanzado un nuevo nivel.
Enormemente, inmensamente, gigantescamente inspirado en los duddles de haikyuun's, especialmente este ( haikyuun. /post/95718078059 /tsukishima-i- dont-wanna-be- an-omega -kei-taking).
Normalmente no soy de varios capítulos, pero quiero hace algo construido esta vez. También trato de socavar mis hábitos de PWP y poner algo de historia dentro esta vez. (Sin embargo, esto inevitablemente se deteriorará en sucio, sucio smut, así que no se preocupen.)
¡Comentarios y Kudos son siempre apreciados! ¡Mucho amor! Espero que lo disfruten.
Notas de la traductora:
Declaimer: Haikyuu es propiedad de Furudate y nosotras hacemos esto sin fines de lucro.
Drclaimer 2: Meltdawn es propiedad de Sycophantism. y tengo su permiso para traducir su historia.
Lo único mío es la traducción.
Mil gracias a Zakki por betear esto, tienes un lugar ganado allá en el cielo.
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Capítulo 1: No por falta de planificación.
Era una cosa lenta, tortuosa. Lo conveniente de los ciclos es que siguen un patrón, incluso si es uno imperfecto. Hasta cierto punto, son prescindibles. Para alguien como Tsukishima, fue fácil hacer un seguimiento de su celo. Incluso en algo tan voluble e impredecible como eso, podía manejarlo. Todo era sobre cronometrarlo —lo más pronto y más tarde que llegaría, y estar preparado entre esos dos momentos— y conocer las señales —los síntomas precoces absolutos, y cuánto tiempo antes de que el verdadero celo comenzara a aparecer. A pesar de haber sido un reto difícil que habría derribado a la mayoría, él finalmente había superado a la naturaleza (o al menos, eso fue lo que él había pensado) y comenzado el proceso de hacerse pasar como un no omega.
Eran imperfectos, pero hacían su trabajo. Muchas personas se pronunciaron en contra del uso de supresores de celo —dijeron que era innatural (e injusto para los alfas dominantes, Tsukishima pensó cínicamente)— pero si él iba a pasar la preparatoria sin revelar su verdadera naturaleza, entonces eran necesarios. Además, siguió las instrucciones en la etiqueta de advertencia; no los usó excesivamente, y no los usó para intentar sofocar su celo por completo. Se suponía que eran temporales, por razones de conveniencia para los omegas que llevaban una vida normal y tenían un horario que no siempre podía ser desplazado por el bien de una semana de excitación. No eran una tarjeta de "libérate de tu celo gratis".
No más de una semana, decía, de una manera absoluta. Eso estaba bien. Con las herramientas adecuadas (e hizo una mueca al pensar en esto como herramientas, pero la otra alternativa era admitir que tenía una gran variedad de juguetes sexuales, y eso no pasaría) era fácil estar sin su celo por unos pocos días. A menudo se presionaba a sí mismo, tratando de que sólo fueran dos, y a veces tenía éxito. No podía permitirse el lujo de ir a la escuela, tanto por sus calificaciones y la posibilidad de que alguien sospechara el tipo exacto de enfermedad que padecía. Pero a veces era inevitable, su celo permanecería más tiempo, y perdería un día de escuela para trabajar vigorosamente en la satisfacción de su maldita excitación.
Así podría tomar los supresores hasta el final de la semana de escuela, y luego pasaría el fin de semana follándose a sí mismo hasta el cansancio antes de que las clases comenzaran otra vez el lunes. Esto se había convertido en una rutina para él, y a pesar de que debía esforzarse más esos lunes para asegurarse de que tenía toda su tarea lista para entregar, se las arregló.
Había conseguido arreglársela todo ese tiempo. Incluso después de unirse al equipo de voleibol, había sido un proceso sencillo el perderse ocasionalmente la práctica del viernes; culpando a las tareas, o a algún compromiso, o a los mandados, o incluso a algún resfriado. Había un montón de razones legítimas para salir de una práctica, especialmente si era sólo una vez cada pocos meses.
Sin embargo no había razones legítimas para salirse de ese campamento de entrenamiento. Tampoco se había pasado por su mente el molestarse en intentar hacerlo; él podía sobrevivir dos semanas, especialmente porque su celo no debería comenzar hasta la mitad de su viaje. Si no necesitaba comenzar a tomar los supresores hasta una semana antes de irse, entonces no habría ningún problema.
Como siempre, Tsukishima tenía todo planeado. Estaba preparado para este campamento de entrenamiento, con los supresores de celo ocultos en un frasco de aspirinas, y así de fácil la garantía de que no tenía ninguna duda o preocupación se cruzó por su mente.
No hasta la primera noche —después de saludar a los equipos de Nekoma, Shinzen, Fukurodani y Ubagua y hacer sus primeros ejercicios y partidos de práctica— cuando las sensaciones familiares del celo comenzaron a aparecer.
Se suponía que no pasarían por al menos otra semana, pensó para sí mismo cuando se quitaba sus rodilleras y agarraba su bolso. La inquietud que lo había atormentado durante la última hora, fácilmente había atestiguado la emoción del día. Su incapacidad para dormir, fácilmente podía culpar al ruido continuo en la habitación de al lado, donde la parte más ruidosa del equipo seguía exclamando sobre tal y tal acontecimiento del día. (¿No debería el capitán ir a regañarlos ahora? Se había preguntado con fastidio hace unos treinta minutos).
Esas cosas, podían explicarse. Pero la de su dotación repentina, la inquietud, la forma en que se sentía somnoliento pero completamente consciente de todo lo que lo rodeaba al mismo tiempo; esas cosas era síntomas. Podía seguir explicándolas, pero estaban equivocados.
Tentando su camino hacia afuera de la habitación que compartía con varios de sus compañeros de equipo, no tuvo que preocuparse por recordar, Tsukishima dio largas zancadas por el pasillo y se giró hacia el baño. No podía arriesgarse a ir a la cocina y que alguien lo viera tomando el medicamento. Las preguntas surgirían, y la posibilidad de que alguien pudiera reconocer las pequeñas pildor... No, demasiado peligroso.
Ahuecando la mano sobre el chorro de agua, ignorando el pequeño temblor bajo su piel, se agachó y la echó sobre su cara. Sacudiendo su cabeza, empujando el flequillo húmedo fuera de su rostro, sacó el frasco de aspirinas de su bolsillo y abrió la tapa, sacudiendo una píldora sobre la palma de su mano. Inclinando la cabeza y bebiendo directamente del grifo, se enderezó un momento después y deslizó la píldora a través de sus labios, tragándola.
Ahí.
De alguna manera, tener el medicamento en su cuerpo ayudó a calmarlo ligeramente. Él celo cambia las cosas; las hormonas le crean emociones tumultuosas e inestables, desenfrenadas, e incluso afectaron a Tsukishima cuando no fue cuidadoso de sí mismo para mantener la compostura. A pesar de que se necesitaría un poco de tiempo para que los supresores realmente hicieran efecto, el hecho de saber que comenzarían a funcionar ayudaba a calmar sus nervios. Ni siquiera se había dado cuenta de lo ansioso que había estado desde que su celo había empezado hasta que el estrés escurrió lejos.
Sintiendo la tensión drenándose de sus músculos, Tsukishima dejó escapar un hondo suspiro. Regresando la botella de aspirinas a su bolsillo, se dio la vuelta y se apoyó en el lavamanos, mirando al techo. Esperaría ahí por un rato, hasta que los síntomas más apremiantes —la agitación, y por supuesto los primeros indicios de excitación— comenzaran a desvanecerse. Inclinando su cabeza hacia atrás y cerrando los ojos, disfrutó del silencio que venía con estar tan lejos de la habitación compartida de Hinata, Tanaka y Nishinoya.
Después de un tiempo, el frío de la habitación finalmente le llegó y se estremeció. Una señal de que el medicamento estaba funcionando; su temperatura corporal había vuelto a la normalidad; ya no se sentía caliente. Ahora que no era inmune al aire frío, se enderezó de su pose y se fue.
Deslizándose nuevamente en la habitación que le habían asignado, el rubio se inclinó sobre su cama y discretamente regresó el medicamento al bolsillo oculto de su maleta. No hizo ni un sonido, gracias al algodón que le había puesto adentro; llevar encima un frasco de pastillas simplemente provocaría un montón de preguntas con las que no quería lidiar.
—¿Tsukki? —su mano se sacudió ligeramente ante el repentino sonido de ese apodo y le lanzó una mirada al bulto al lado de su futon. Yamaguchi se había apoyado sobre un codo y entrecerraba los ojos en su dirección, medio dormido, levantando una mano para frotar su ojo—. ¿Dónde estabas?
—Baño —respondió de forma automática, sabiendo que la verdad era lo mejor cuando se trata de mentir. El tono que ofreció su respuesta fue plano, su habitual actitud desinteresada, y era sincero. El constante interés de Yamaguchi en todo podía conseguir sacarlo de sus casillas a veces, y en situaciones como ésta —cuando no era realmente importante a donde había ido— mostró su irritación.
—Está bien, Tsukki —dejándose caer de nuevo, Yamaguchi bostezó contra el dorso de su mano, antes de moverse debajo de sus mantas y desaparecer entre ellas.
Era fácil mentirle a Yamaguchi. Para alguien que pasaba su tiempo con Tsukishima de entre todas las personas, y tomaba parte antagónica en el comportamiento del rubio, estaba sorpresivamente serio. Para alguien que rara vez se cree que miente, a menudo no consideraban que estaban siendo engañados.
Volviendo al calor de su propia cama, Tsukishima dejó sus gafas a un lado, apoyó la cabeza sobre su almohada, y miró a través de la borrosa oscuridad hacia el techo. Ahora que sus emociones están de nuevo bajo control, y no siendo engañado por los productos químicos que no cooperaban, surgieron sus preocupaciones racionales.
La inquietud le retorció las entrañas, y no tenía nada que ver con el celo. Esta era la primera noche en el campamento de entrenamiento, y estaba programado que estarían ahí por dos semanas. El autobús no iba a volver hasta la fecha en la que debían partir, y estaba demasiado lejos como para considerar otro medio de transporte para volver a casa.
Incapaz de comprar su propio boleto y salir de ahí —y eso era demasiado llamativo para pensar que podría salirse con la suya sin atraer un montón de atención— estaba atrapado.
El tiempo más largo en que había tomado supresores eran cuatro días, cuando su celo lo golpeaba los lunes. En esas situaciones, siempre tomaba su último supresor el jueves por la noche, de manera que los viernes después de la escuela, una vez que llegaba a casa, su efecto de 24 horas comenzaría a desaparecer, y él podría llegar directamente a trabajar en apaciguar su cuerpo.
Cuatro días. Y ahora tendría que tomarlos por catorce. Aunque sólo fuera un día adicional, habría sido un territorio desconocido, y unos pocos más que eso habría sido suficiente para perturbar a Tsukishima por desconocerlo completamente. Pero ¿diez días más? No tenía ni idea de que esperar de eso.
Pero no tenía otra opción. No había a donde huir, y no había manera de que dejara que su celo saliera a la superficie ahí.
Se suponía que eso no debía pasar. Rodando sobre su costado, Tsukishima entrecerró sus ojos en rendijas de ira. Toda su planificación y preparación habían sido para nada, si le fallarían en un punto tan crucial. Sus cálculos sólo habían estado errados por un día o dos en el pasado, y sólo un puñado de veces a lo largo de los años. Y nunca había sido en un lugar donde habría graves repercusiones.
Pasándose una mano por la cara, el bloqueador central exhaló lentamente. Siempre y cuando mantuviera su actitud distante, entonces estaría bien. Incluso si los efectos del celo comenzaran a colarse en algún momento a través de los supresores en la segunda semana, podía manejarlos. Si había una cosa en la que Tsukishima fuera bueno, era jugando a verse genial. Y eso incluía mentir. Un virus estomacal, un golpe de calor, fatiga, había un millón de excusas que podía utilizar. Si llegaba hasta el último momento, incluso podrían liberarlo de la práctica para que pudiera ir a descansar. Tal vez incluso podría masturbarse un par de veces, sólo para evitar los síntomas por un tiempo.
Tsukishima se apretó el puente de la nariz y cerró los ojos. Aquello estaba demasiado lejos como para preocuparse tanto en ese momento. Su partido de practica contra Fukurodani era mañana, y ese capitán suyo con cara de búho siempre se le daba un tiempo de complicaciones gracias a sus bloqueos incompetentes. No podía permitirse el lujo de distraerse con un problema que ni siquiera se manifestaría hasta la próxima semana.
Pero en el fondo de su mente, sabía que esto no iría bien. A pesar de que se quedó dormido, Tsukishima entendía las consecuencias de abusar de los supresores de la época de celo. En su mente, él podía manejarlo. Podía manejar cualquier cosa que el mundo le lanzara. Ya manejó el mortificante entendimiento de que era un omega, así que podría manejar esto.
Si no pudiera, entonces ¿qué bueno era él?
Notas de la taductora:
Espero que les haya gustado. Yo adoro esta historia con todo mi ser~
Los capítulos son cortitos y bonitos, pero no por eso menos buenos. No tengo mucho tiempo para dejar la biblia de notas de autora que tenia planeada~
Nos leemos pronto!
pd: No olviden dejar sus reviews, que siempre son una motivación para seguir actualizando más rápido. Como traductora, es lo único que me llevo (?) XD
Traducción by: LaLa.
