Esta historia lleva semanas dando vueltas en mi cabeza, y al final he decidio lanzarme. Espero que le déis una oportunidad, prometo intentar no defraudaros.
El sonido de aquellas máquinas era lo único que le demostraban que todo aquello era real, la presencia de aquel cuerpo inmóvil en aquella cama, la presencia de lágrimas recorriendo su rostro le demostraban que todo había sido cierto.
Se puso en pie y al hacerlo notó como todos y cada uno de sus músculos se quejaban del tiempo de inactividad. Miró el reloj, llevaba más de 48 horas sentada en aquel sillón. Se acercó hasta el monitor del marcapasos externo, latidos constantes, todos con el mismo ritmo y la misma intensidad. La saturación era casi perfecta, negó por ese pensamiento, se regañó, claro que era casi perfecta estaba con respiración asistida.
El sonido de la puerta al abrirse hizo que se girase. La persona que terminaba de entrar era la última a la que quería ver. La dureza y frialdad con la que la miraba la persona que había entrado en esa habitación la hizo sentir enferma. Giró la cabeza mirando a la persona que se encontraba postrada en aquella cama, estiró el brazo y con la punta de los dedos dejó una suave caricia en la mano.
-Aún no ha pasado el médico, está en quirófano con un trauma recién llegado, en cuanto termine de operar se pasará- Nada, eso es lo que obtuvo de la otra persona, ni siquiera una nueva mirada- Me marcho ya, tengo que hacer mi ronda- Volvió la cabeza una última vez antes de abandonar la habitación.
Su busca comenzó a sonar en el mismo instante en el que firmó su como médico activo. Tomó una gran bocanada de aire antes de acceder a la zona del box. La última vez que lo había hecho, su vida comenzó a derrumbarse.
Hacía dos días que al contestar a la llamada de su busca se encontró con la mujer que había puesto patas arriba su vida desangrándose en una camilla. Mientras trataba de cortar la hemorragia intentaba recordar cuándo había sido la última vez que se habían visto y no habían terminado discutiendo.
Tan pronto detuvo la hemorragia llamó a otro médico, no podía hacerse cargo, a fin de cuentas, aunque nadie lo supiese, entre esa mujer y ella había algo. Si tuviese que explicar qué es lo que había no podría contestar, la respuesta era "algo". Pero fuese lo que fuese, le impedía ejercer su profesión, el dolor que sentía al verla tendida, la visión borrosa por la acumulación de lágrimas, hacía aconsejable que fuese otro doctor el encargado de esa paciente.
Se armó de valor para salir a hablar con la familia de la paciente. La familia, pensó. Eses sin querer saber nada y ahora todo le iba a explotar en la cara.
-Familiares de Alexandra Woods- Su voz sonó fría sin ningún tipo de emoción. Varias personas se pusieron en pie y se acercaron hasta ella- Buenas noches, la señorita Woods llegó con una gran hemorragia provocada por una herida de bala en el abdomen. Hemos logrado detener la pérdida de sangre, en pocos minutos el cirujano se la llevará a quirófano.
- Doctora, ¿no es usted la persona que la va a operar? No entiendo entonces por qué es usted quien nos está informando sobre el estado de mi esposa- Mi esposa, esas dos palabras terminaban de romperla definitivamente.
-Soy la persona que la ha atendido en primer lugar, la persona que se ha encargado de detener la hemorragia que hacía que su vida corriese un grave peligro. Por esa razón soy quien ha venido a informar. Sobre todo, porque soy consciente de la necesidad que los familiares tienen de conocer el estado de sus seres queridos, y si tuviesen que haber esperado a que termine la operación su estado de ansiedad habría aumentado considerablemente- Demasiadas explicaciones se dijo a si misma que estaba dando.
-Doctora Griffin, todo está preparado en el quirófano 3, ¿quieres a alguna enfermera en especial?
-No soy yo la que va a operar a la señora Woods, será mi madre- La cara de sorpresa de la enfermera era más que evidente.
-Pero Clarke, pensé…
-He dicho que no soy yo la que va a operar. Dile a Abby que el quirófano es el 3.
-Clarke- Escuchar su nombre en boca de esa persona hizo que se le terminase de revolver el estómago- Clarke- Repitió.
-Lo siento, pero tengo que seguir con mis pacientes- Ambas se miraron.
-No quiero que te acerques a mi mujer. Quiero cualquier médico que no seas tú.
La doctora Clarke Griffin, jefa del servicio de neurocirugía del Hospital Presbiteriano de Nueva York salía casi huyendo de la sala dónde se encontraban los familiares de Alexandra Woods.
Las noticias saltaban en la CNN, la policía de Nueva York había logrado la desactivación de una célula terrorista que pretendía atentar en el aeropuerto JFK de la ciudad. Desgraciadamente en la operación habían fallecido dos policías y otros tres habían resultado heridos de diversa consideración. Entre los heridos también había diversos civiles, si bien éstos habían sido heridos por los terroristas en su intento de huir del acoso policial.
La cadena televisiva mostraba cómo había quedado la tienda de antigüedades en las que se habían refugiado los terroristas. Clarke no podía evitar romper a llorar, al ver esas imágenes, llorar por el dolor que le causaba saber que la propietaria de dicho negocio se encontraba en el quirófano 3 luchando por su vida.
Clarke rara vez fumaba, pero aquella noche no pudo evitar hacerlo, en la zona de ambulancias quemaba un cigarrillo tras otro.
-No puedo con los nervios- Miraba sorprendida a la persona que terminaba de hablarle- Lexa odia que fume, pero ahora mismo es esto o tomar algo más fuerte- Clarke la miró con dureza- Oh venga, ¿vas a juzgarme? ¿Tú? ¿La mujer qué me ha robado a mi esposa?
-Nunca fue esa mi intención- Clarke sacó un cigarro- Yo tampoco puedo con mis nervios- Dijo como defendiéndose por fumar.
-Míranos. Cara a cara, su esposa y su ¿amante? Ni siquiera sé lo que eres. Bueno sí que lo sé, eres un error una mala noche, una mala elección, todo eso eres.
-Será mejor que entre, mis pacientes me están esperando y tú deberías hacer lo mismo. En cuanto la cirugía termine la doctora Griffin saldrá a informa, deberías estar presente.
- ¿Sabe que te follas a su paciente? - Cada palabra dicha por ella era hiriente. Clarke decidió ignorarla y caminó hacia el interior del centro hospitalario.
Justo cuando Clarke llegó a la zona de descanso médica, su madre y Jefa de Cirugía del Hospital Presbiteriano de Nueva York le mandaba un mensaje en el que decía que la paciente había sobrevivido a la operación. Cuando terminó de leerlo Clarke se derrumbó y dejándose caer sobre el suelo comenzó a llorar desconsoladamente.
DOCE MESES ANTES
Clarke llegaba a casa después de un agotador turno en el Chinese Hospital, uno de los mejores hospitales de la ciudad californiana de San Francisco. Desde niña siempre quiso ser médico igual que sus padres, y lo cumplió era médico mejor dicho era Neurocirujana, sólo había fallado en la ciudad en la que desarrollaría su profesión ella siempre había querido que fuese en Nueva York, pero la oferta de trabajo llegó desde California y se lanzó a ella de cabeza.
Tan pronto cruzó la puerta de su hogar los brazos de su mujer le rodearon por la espalda- Tienes el baño preparado- Le susurró mientras le dejaba un beso en el cuello.
-Gracias, ¿vienes conmigo? – Preguntaba alargando su brazo y tomando con su mano la de su mujer.
-Quería que te relajases- Clarke sonrió ante esa respuesta.
-Y te seguro que después estaré relajada- Tiraba de su mujer para ir ambas hacia el baño.
-En serio Clarke, pensé que estabas agotada.
-Venga Nylah, ¿Cuándo he estado demasiado cansada para tener sexo? – Contestaba mientras le desabrochaba la camisa a su mujer- hace mucho que no vamos al club ¿te apetece que nos pasemos un rato después?
Mientras intentaba recuperar el aliento Clarke intentaba encontrar las palabras adecuadas para soltar la bomba. Se giraba para mirar el cuerpo desnudo de Nylah, se conocían desde la secundaria, pero habían tardado años en dejar de ser sólo amigas.
Incluso ambas fueron a la misma Universidad, ambas eligieron la Johns Hopkins en Baltimore. La decisión fue sencilla, cuando una Universidad del prestigio que la Hopkins te acepta concediéndote una beca completa de estudios poco tienes que pensar.
Pero tampoco fue en esa época en la que comenzaron a vivir su historia de amor. No fue hasta pasada la graduación cuando decidieron que igual había llegado la hora de aceptar que les unía algo más que su amor por la medicina y su amistad, decidieron asumir que tal vez eran algo más que sólo folla amigas, y dieron el paso de vivir juntas.
- ¿En qué piensas? – Preguntaba Nylah mientras dejaba suaves caricias en el estómago de Clarke.
-Nos conocemos desde la secundaria – Giraba su cuerpo para quedar frente a Nylah- Hemos pasado la mayoría de nuestras vidas juntas. Hemos vivido de todo, bueno y malo. Encajamos a la perfección. Recuerdo cuando ambas nos redescubrimos.
Aquel recuerdo del día de su redescubrimiento llegó a la mente de ambas siendo Nylah la que primera comenzó a hablar sobre aquella noche de hace años-Eras la última persona que pensaba encontrarme en aquel local. Tantos años juntas, tantos años como amigas y contándonos todas y cada una de nuestras relaciones y siempre nos guardábamos la mejor parte – Ambas comenzaban a reír al recordar aquella noche.
-Llegar de la mano de mi pareja de aquel momento, levantar la vista para ver que parejas estaban aquella noche en el local y descubrir que la mujer rubia a la que le están comiendo las tetas en mi rincón favorito eras tú. No podía moverme, me quedé ahí sin poder apartar mis ojos de ti. Mi chica quería que fuésemos con la pareja de siempre, pero la verdad yo estaba cansada de ella. Quería una pareja nueva para el intercambio, quería follar con alguien nuevo y si era posible alguien con quien no hubiese coincidido antes.
-Y ahí aparecí yo- Clarke asintió- Pero según mi propia norma nunca follaba en el primer intercambio- Clarke rodó los ojos haciendo que Nylah riese más alto.
-Verte desnuda, siendo follada por aquel tío, mientras tu novia miraba, me estaba poniendo demasiado. Cuando te negaste a follar con nosotras me sentí realmente cabreada- Clarke dejó de reírse.
-Bueno terminamos encontrando la forma ¿no? -Nylah se tumbaba sobre el cuerpo desnudo de Clarke- Y durante estos cuatro años no nos ha ido tan mal ¿verdad? – Clarke se incorporó para poder morder las tetas de su pareja – Pero no es en eso en lo que estabas pensando – De pronto Nylah se separaba y salía de la cama, haciendo que Clarke lanzase un bufido- ¿Me lo vas a contar o prefieres que me vista y nos quedemos sin la siguiente sesión de sexo?
-He aceptado el puesto que mi madre me ha ofrecido en el Hospital Presbiteriano – Nylah tan pronto escuchó eso comenzó a vestirse.
-Espero que en esa frase falta algo, porque de lo contrario vamos a tener un problema serio. Has dicho que ¿has aceptado? – Clarke asintió- Dijimos que lo pensaríamos, juntas, las dos. Y has decidido tú sola, ¡genial! – El portazo resonó en toda la casa.
Hacía varias semanas que Abby, la madre de Clarke le había ofrecido a su hija un puesto en el hospital en el que era Jefa de Cirugía. Clarke siempre quiso trabajar en ese hospital, pero existían varios problemas; aceptar el puesto significaba cambiar de ciudad y su madre le había asegurado que no existía ninguna vacante que pudiese ocupar Nylah. Pese a todo, su chica dijo que lo pensarían. Que se informaría de si la empresa farmacéutica para la que trabajaba estaría dispuesta a trasladarla a la sucursal de Nueva York. Pero finalmente Clarke decidió que ella quería cambiar de aires.
Varias horas después la puerta de la casa se abrió dejando paso a Nylah. Clarke estaba sentada en uno de los sillones del salón, leyendo mientras esperaba su regreso.
-Nylah- La aludida entró al salón- ¿Dónde has estado? – Preguntaba mientras dejaba el libro que leía sobre la mesa auxiliar.
- ¿Te importa? – Clarke alzó una de sus cejas- ¡Venga ya! – Comenzaba a caminar en dirección a su cuarto.
-Hablemos – Nylah era detenida por la mano de Clarke.
- ¿Ahora quieres hablar? - Se soltaba del agarre y continuaba hacia el dormitorio- Te agradecería que esta noche duermas en el cuarto de invitados.
- ¡Joder Nylah! Hablemos, por favor – Se ponía delante de Nylah interrumpiéndole así el paso.
- ¿Para qué? Has tomado tú sola la decisión. Te vas a Nueva York sin importar si yo voy o no. Íbamos a tomar juntas la decisión, pero al final ¿no podías esperar dos días más? – Clarke agachaba la cabeza, sabía que la había cagado.
-Lo siento, pero…
-Déjalo, en serio. Te irás sola, no pienso dejar mi trabajo ni esta ciudad- Clarke la miraba totalmente sorprendida- Si tú eres egoísta yo también puedo serlo. Nos veremos cuando nuestros horarios nos dejen- Apartó a Clarke y entró en su dormitorio cerrando la puerta tras de ella.
Dos semanas después Clarke se montaba en un avión con destino a Nueva York. Iba sola, en catorce días no había encontrado la forma de convencer a Nylah de que la acompañase. Con cada paso que daba por aquel aeropuerto camino de su puerta de embarque sabía que se alejaba de la persona con la que compartía su vida desde hacía años. Sabía pese a todas las conversaciones que habían tenido, ese viaje significaba el fin de su relación al menos de la relación como hasta ese instante era.
Sentada en aquel asiento, con la ventanilla a un lado y al otro un hombre que tenía dos defectos: primero no era capaz de mantenerse callado dos minutos seguidos y en segundo lugar tenía un serio problema son el sudor. Pues ahí sentado repasaba sus últimos momentos con su pareja. Era consciente de que se había equivocado, pero Nylah siempre supo del deseo de Clarke por vivir y trabajar en Nueva York.
Cerraba los ojos intentando eliminar de su cuerpo el desasosiego que le provocaba el avión. Esta vez no tenía a nadie a su lado que le sujetase la mano y le dijese que todo iba a salir bien. Nylah le había prometido que iría a verla en cuanto tuviese un par de días libres. Ahora debería conformarse con eso. Y cruzar los dedos para que eso sucediese pronto.
Después de cinco horas y media el avión por fin tomaba tierra. Clarke respiraba aliviada, otro avión más del que podía salir. El desembarque no fue del todo malo, lo bueno de tener asiento en la parte delantera del avión es que era de las primeras personas en desembarcar. Odiaba tener que esperar las maletas, pero esta vez una sonrisa se dibujó en su rostro. Esta vez, las esperaba para por fin llegar a su casa, llegar a la ciudad en la que siempre quiso vivir.
Arrastraba sus maletas, las puertas se abrieron y no le dio tiempo ni a poner un pie fuera, su madre se lanzó a por ella – Dios, ¡al fin estás en casa! – Marcus, el marido de su madre, le quitaba las maletas de las manos- ¡Estás muy flaca! – Kane sonrió al escuchar el comentario de su mujer- ¿Verdad Marcus?
-Hola Clarke, lo que tu madre quiere decir es que se alegra mucho de que estés en casa- Se acercaba hasta la joven y le dejaba un beso en la mejilla. Con los años, Clarke había aprendido a querer a ese hombre que llegó a la vida de su madre al poco tiempo de haberse quedado viuda.
Abby caminaba con su brazo alrededor de los hombros de su hija, mientras Kane arrastraba las maletas- Señor – Tan pronto salieron atravesaron las puertas del aeropuerto el chofer de Kane tomó las maletas- El coche está ahí mismo – A poco más de diez pasos les esperaba un mercedes negro último modelo.
- ¿Qué tal se lleva tener por marido al Alcalde de Nueva York? – Abby rodaba los ojos- Ya veo, los actos públicos nunca fueron lo tuyo.
-No tengo tiempo, siempre salgo tarde del hospital. La prensa ha comenzado a especular con que nuestro matrimonio atraviesa una grave crisis – Marcus al ver el rostro de Clarke decidió intervenir.
-Puedes estar tranquila, no es así. Pero ya sabeos como es la prensa amarilla. Sólo espero que algún día tu madre llegue a tiempo- Sonreía y dejaba un beso en los labios de su mujer- ¿Cenamos fuera hoy o preferís algo tranquilo en casa?
-Por mí me quedaría en casa, estoy agotada del viaje y de los días que he pasado- Abby la abrazaba con ternura.
- Siento que no lograses convencer a Nylah – Todos entraban en el vehículo y el chofer ponía rumbo al domicilio de los Kane.
-Ya sabes que siempre estuve en desacuerdo en como tomaste la decisión- Abby miró con dureza a su marido- Es cierto, hasta tú lo dijiste. Debió esperar a ver qué decidía Nylah y no hacer como si no tuviese una pareja a la que consultar.
-Tienes razón, pero cuando me di cuenta ya era tarde. Nylah estaba muy enfadada, y aún lo está. No será fácil que venga.
-Bueno en tres días empiezas a trabajar, eso hará que tengas la mente ocupada. Mañana tienes las visitas a los dos apartamentos que te gustaron, aunque sigo creyendo que podrías vivir en casa- Clarke alzaba la ceja- Al menos unos meses, o unas semanas.
-Mamá, la última vez que vivimos juntas casi nos matamos – Kane rompía a reír, su mujer le había contado aquel momento infinidad de veces.
-No te rías, puedes terminar durmiendo en el sofá -Kane dejó de reír de inmediato y entonces fue Clarke la que comenzó a hacerlo.
Clarke giraba la cabeza y contemplaba las imágenes que le llegaban de la gran manzana mientras el vehículo rodaba. Suspiraba, su nueva vida estaba a punto de dar comienzo. Sentía el hormigueo propio de los nervios en el estómago. Pero ella había querido ese cambio, ahora tocaba afrontar todo lo que la ciudad que nunca duerme le regalase.
