"Tiempo de Calidad"
Disclaimer: Los personajes de Yu-Gi-Oh! no me pertenecen. Piénsenlo bien, gente, ¿estaría yo en la necesidad de escribir un disclaimer si así fuera?
¡Mi primera incursión en este fandom! Donde Ryou Bakura es referido simplemente como Bakura y el Espíritu de la Sortija del Milenio, es el Espíritu de la Sortija del Milenio. Hell yeah. (?)
Mi entrega del mes. Escrito el veinticinco a la madrugada y paulatinamente desde entonces. Con él me despido de mis amadas vacaciones, ya que el primero de marzo entraré a la escuela. Otro intento de humor fruto de mi insomnio.
Ahora, no hagan caso a mis dudas existenciales. ¡Disfruten!
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_ Capítulo único:
"No deberías comerte eso..."
—¿Por qué no? —le replicó a la voz proveniente de la Sortija. Desde hace tiempo que se había acostumbrado a escuchar aquella "voz dentro de su cabeza", como secretamente empezó a llamarle. Un antiguo espíritu de más de tres mil años atrapado dentro de su Artículo del Milenio, o algo por el estilo. Se daba el lujo de contestarle, a veces, y siempre que no estuviera alguien alrededor que le viera hablarle a la nada—. Es sólo un dulce.
Aunque no tuviera forma corpórea, el espíritu hizo una mueca de desagrado. "Eres demasiado ingenuo, Propietario."
Bakura sólo continuó caminando por la abandonada acera, sosteniendo las bolsas de compra como si el alma de un antiguo ladrón no le estuviera sermoneando en su cabeza.
"¿En verdad te fías ese hombre?"
Se encogió de hombros, como si el asunto se tratara de un mero hecho lógico—. Es mi vecino.
El alma del ladrón no se convenció en absoluto, volvió a insistir con la misma seriedad de antes. "Llevas semanas viviendo en ese departamento. Desde la primera vez que te vio, cada ocasión que sales y ese tipo está fuera, se acerca y trata de charlar contigo. Te da dulces." El muchacho asintió con la cabeza a cada palabra, como si aquellas acciones fueran las más naturales del mundo. "Me parece demasiado sospechoso."
—Quizá sólo trata de ser amable —volvió a objetar, un tanto incómodo al intento por escucharse convincente. Imaginaba que el otro estaba siendo paranoico, aunque no lograba evitar un pequeño estremecimiento al contemplar la remota posibilidad que tuviese razón.
"Quien es demasiado amable eres tú, Propietario. Un día terminarás en encerrado en el armario de alguien."
En respuesta, recibió un pestañeo de confusión y el brillo de unos ojos curiosos, como a quien le hablan de un tema que le es ajeno—. ¿Cómo quién?
"No lo sé." La oscuridad suspiró para sí mismo, el tono de su voz sonando ligeramente sarcástico. "Quizás en el del vecino, o de esas muchachas de tu club de fans. Yo vigilaría mejor lo que esas adolescentes hormonales le colocan al chocolate en San Valentín."
La frase arrancó una carcajada proveniente del más joven, a pesar de que al espíritu le pareció desconcertante su repentino buen humor—. Está bien, está bien —ladeó la cabeza hacia un costado, sonriendo con sencillez—. Si es tan importante para ti, no me comeré el dulce. Ni siquiera estoy seguro de que me gusten los de guayaba.
—Disculpe, joven. ¿Le gusta leer?
La voz de una señora vestida elegantemente interrumpió su conversación, llevaba un pequeño libro entre manos y educadamente le preguntó al muchacho de cabellos blancos si podía concederle unos minutos de su tiempo.
El sol se estaba ocultando, la temperatura empezaría a bajar poco a poco y Bakura se encontraba a tan sólo una cuadra de distancia para llegar a su hogar. Sin embargo, accedió al pedido asintiendo débilmente.
El espíritu de la Sortija observó con detenimiento la forma en que la mujer le hablaba a su Propietario. No hacía más que repetir líneas, aparentemente bastante ensayadas, y de vez en vez, abrir una página del libro y señalar su contenido. Su arrendador sólo le contestaba con una sonrisa de incomodidad notoria en la cara.
Cuando los minutos iniciales se duplicaron, la señora, satisfecha con su discurso, finalmente lo dejó ir. Dejándole varios panfletos, revistas, y asegurándole que estaría allí el resto de la semana en caso que tuviera dudas. El muchacho se despidió cortésmente, agradeciendo por los consejos y retomando su camino con rapidez.
"¿Qué quería?" preguntó la voz del espíritu, después de que su Propietario lanzó un suspiro de cansancio al aire. Para su desagrado, la respuesta no llegó inmediatamente. Ni en los segundos siguientes. "Propietario" volvió a llamar, comenzando a impacientarse.
—Uhh... cómo decirlo —Bakura se sentía algo nervioso, no era un asunto fácil de explicar a los espíritus ancestrales de tres mil años—. Esa señora estaba... promoviendo a su Dios.
"¿Qué clase de Dios necesita que lo promuevan?" cuestionó con genuina extrañeza. "No debe ser uno muy poderoso, entonces" concluyó despectivamente, todavía sin encontrarle sentido lógico a aquello.
—No se trata de eso —el chico negó con la cabeza, pensando qué palabras serían las adecuadas, a continuación—. Son personas que se dedican a intentar convencer a los demás de sus creencias. No tiene nada de malo.
"Sigue pareciéndome tonto."
Bakura sólo volvió a suspirar, procediendo a concentrarse en el camino. No tenía caso discutir con su oscuridad: la última vez que trató de explicarle la necesidad de las cámaras de seguridad en las tiendas, una bicicleta descarrilada en la calle estuvo bastante cerca de atropellarlo. Por supuesto, el espíritu se regocijó de su desgracia, burlándose en su cara de la misma.
No pasó mucho tiempo antes que la voz en su cabeza volviera a escucharse, esta vez, en una pregunta aparentemente inocente. "¿A ti te interesan sus creencias en ese Dios, Propietario?"
El muchacho pareció considerarlo un instante, aunque fue sólo porque el cuestionamiento le tomó por sorpresa, no pensó que volverían a tocar el tema—. No, no realmente.
"Si no es así, ¿por qué aceptaste esas revistas y panfletos?"
Podía detectar la burla oculta en esa oración apenas fue pronunciada. La verdad, lo había hecho por cortesía, le era difícil negarse a la insistencia de esas personas, el espíritu lo sabía y le divertía molestar a su arrendador por ser tan blando.
Razón por la cual Bakura no quería contestar la pregunta—. Sólo lo hice —declaró con dureza fingida, encogiéndose de hombros como si el asunto tuviera poca importancia.
Pero la oscuridad no se convenció por tal actuación, y en su lugar, habló con su usual arrogancia. "Ya veo porqué..."
El muchacho suspiró, por tercera vez en el corto trayecto que le llevaba ir a comprar los víveres de la semana. ¿Cómo algo cotidiano podía volverse tan molesto? El espíritu soltó una fuerte carcajada que retumbó en la mente de ambos.
Cerró los ojos. Allí iba, la burla...
"Te felicito, Propietario."
Y los abrió con igual rapidez, su rostro descolocándose en una mueca de confusión. Tanta, que detuvo en seco su andar por la acera, simplemente como si las palabras aún no tuvieran sentido lógico en su cerebro. ¿Felicitarlo? ¿Por escuchar gente y recibir panfletos?
"No hay necesidad de poner caras como ésas" susurró el espíritu, Bakura casi sintió como si le estuviera ronroneando en la oreja. A pesar que tenía certeza que no había alguien a su espalda, y la voz que lo acompañaba era una entidad incorpórea. "Aunque nunca me imaginé que hicieras trucos así..."
—¿Hacer qué?
"Es interesante ver tu método. Casi podría pasar desapercibido para cualquiera, menos para mí, claro está." No era difícil visualizar la sonrisa de autosuficiencia que ostentaba en esos momentos. "Digno de un embaucador."
—¿Disculpa? —no entendía el extraño rumbo que la plática estaba tomando, ni los motivos que la oscuridad tuviera para llamarlo de tal forma, pero todavía tenía la decencia para sentirse mediamente ofendido por recibir tal designación. ¡Por supuesto que él no lo era!
"Oh, Propietario... sí, sí lo eres." Adivinando los pensamientos de su arrendador, y disfrutando profundamente ver la confusión reflejada en sus ojos castaños, continuó: "Robas su tiempo. El tiempo que se dedican esos ingenuos en charlar, buscan convencer a alguien. En cambio, tú no estás mínimamente interesado en ellos, y los escuchas de igual manera."
Al no oír respuesta además del silencio expectante, cual predicador en una iglesia, el espíritu prosiguió: "Dándoles esperanzas faltas que han llegado a acercarse a alguien. Además, de gastar material inútilmente entregándotelo, cuando probablemente termine en la basura esta noche."
—¡Eso no es lo que hago! —reclamó, elevando levemente el tono de su voz sin importar que fuera el único capaz de escuchar a su interlocutor, no es que alguien fuese a ficharlo de loco por gritar en la calle—. Sí leo los panfletos, generalmente.
"Siguen siendo inútiles en tus manos, cuando a otros les pudo servir." Hablaba con fluidez y malicia, como buen orador que era. No le sorprendió que su propietario insistiera en contradecirle, titubeando pequeñas argumentos sin finalizar. "Negarlo es hipócrita, Propietario" sentenció, seguro de su triunfo cuando el muchacho de cabellos blancos sólo guardó silencio. Sabía perfectamente cómo sus palabras lo molestaban.
Permanecieron así, tras cruzar la calle con el semáforo de peatones en verde, y subir los montones de escaleras con las bolsas de compra a cuesta, antes de llegar finalmente al departamento.
No había alcanzado a girar el pomo de la puerta, cuando un sujeto de más de cuatro décadas se acercó a él, hablando sobre un nuevo bar en las cercanías. Bakura frunció el ceño casi imperceptiblemente.
Y el espíritu embozó una sonrisa de malicia al observar a su arrendador cerrarle la puerta en la cara al molesto vecino, sin una segunda contemplación. Al menos, así no habría más dulces de los que preocuparse por un tiempo.
Una cosa menos por hacer.
