Chalie Swan
Y la vi irse, sin voltear ni una sola vez a verme, sin una última mirada a la cual aferrarse y con el eco de su voz retumbando en mis oídos.
Abatido.
Destrozado.
Dolido.
Lo que empezó con una locura, se transformo en dicha y termino en agonía.
Todo había parecido perfecto mientras en su cabeza se cocía la huida. No me lo hubiese esperado nunca, ni en mil millones de años… Si pudiese vivir tanto.
Di la espalda a la puerta y me erguí en toda mi estatura, no era mucho, pero me hizo sentir mejor. Parecía sorprendente, el hecho de que yo aún tuviera el control de mi cuerpo cuando las dos mujeres que más amaba habían salido por esa maldita puerta hacía solo un minuto.
Oí con dolor el sonido del auto de Renée alejándose de mí y aunque me pareciera ridículo evitar llorar cuando nadie me veía, me parecía peor empezar a llorar y derrumbarme de manera tan débil.
Evite mirar las fotografías de nuestra precipitada boda hacía ya un año y las primeras fotos de nuestra hija. Tendría que llamarla más tarde, no me separaría de mi bebé por capricho de la mujer que me había dejado. Me dirigí a la cocina y me senté en la silla que normalmente me correspondía a mi, el color de las paredes me gustaba, había sido pintado por ella en un intento de atraer la luz solar a nuestra pequeña casa en Fork y a mi me había parecido que funciono. Lamente no haberme dado cuenta de su incomodidad y hacer algo al respecto cuando aún era posible hacer que se quedara. ¿Haría como todos los hombres normales y botaría todo rastro de que ella vivió allí?
No, las fotos de nuestra boda, como la pintura amarilla de la cocina y la decoración de nuestra casa eran lo único que me quedaba de la única locura que me había hecho realmente feliz… cosas materiales. Pero aparte de eso ¿Qué me quedaba ahora?
Intentar seguir viviendo, la rutina no era tan mala como ella decía.
El verde no era tan verde como ella veía.
El clima no era tan húmedo como… bueno, si era muy húmedo ¿y qué? A mi me gustaba.
Evite fantasear con su regreso, tal vez volvería para buscar alguna prenda que había olvidado en lo inesperado de su ataque de locura. Reí entre dientes, si el mundo se basara en ataques de locura nunca hubiese existido Fork.
Esta vez, mientras subía las escaleras para mi cuarto, observe detalladamente el hermoso contorno de la mujer que amaba.
¿Eso cambiaria algún día?
Probablemente.
Negué con la cabeza y me lleve la mano al pecho, donde un vació me aviso que alguien había sacado mi corazón de su lugar. Al entrar en mi solitario dormitorio ya veía nublado y los ojos me ardían con lágrimas que no quería dejar ir, parpadee más de una vez para evitar asimilar que esto de verdad había pasado.
Ya era la hora, me puse mi uniforme y salí de la casa justo como todos los días.
Y así… el hombre de plástico pudo continuar con su rutina.
