Disclaimer: Más de la mitad de los personajes que aparecen en este fic pertenecen a J. K. Rowling
"Este fic participa en el reto "Olores de Amortentia" del foro Amor de Tercera Generación."
Fresas
Cuando Arthur Nott vio a Lucy Weasley asomando la cabeza por su compartimento, supo que la chica sería alguien especial en su vida. Lo que no supo calcular a simple vista era cuánto de especial iba a ser para él.
La joven, de cabellos castaños y lacios, se limpiaba los rastros de lágrimas que tenía en su rostro. Sus ojos azules brillaban aun más por estar acuosos. Lucy no le pidió permiso para entrar, se limitó a sentarse frente a él, tras cerrar la puerta, sin hacer ningún ruido, como si temiera que alguien pudiera verla. No dijo nada, pero sollozaba. Arthur no tuvo más remedio que ser el primero en hablar. No soportaba ver a nadie llorar y sobre todo si eran niñas, lo había descubierto cuando nació su hermana pequeña.
—¿Te ocurre algo?—Le pregunta, tras carraspear, acomodándose en el asiento acolchado hacia ella. Sabe que la pregunta sobra, puesto que es evidente que a la niña le pasa algo, sin embargo, ella niega con la cabeza, cruzándose de brazos, con un leve mohín en el rostro, para intentar conseguir dejar de llorar.—Anda… Deja de llorar—Le pide cuando ve que nuevas lágrimas comienzan a caer por su rostro, habiendo fracasado en aquel propósito.
Lucy le mira fijamente. No le conoce. Y quizás ese sea un plus para que le cuente lo que le pasa. Al no conocerle, no le dirá lo que pretende oír. Tiene esa sinceridad que sólo los desconocidos tienen.
—¿No te asusta el no ser seleccionado a una casa?—Le pregunta y esta vez no llora, pero su voz es quebradiza. Le mira directamente a los ojos. El azul de ella se enfrenta a los grises de él, haciéndole tragar y enmudecer, nunca una chica le había mirado con tanta decisión y aquello hace que Arthur tarde en responder, por que a la vez es consciente de que es la primera vez que está con una chica a solas. Su hermana y su madre no cuentan.
—¿Porqué dices eso?—Dice tras negar con la cabeza.
La niña se apoya en la esquina del asiento, se quita los zapatos, unas deportivas blancas que tienen aspecto de estar muy usadas, y sube los pies hasta abrazarse las rodillas. Arthur solamente se reclina en el asiento de una forma que su padre le diría que corrigiera, pero que no lo hace por el simple gusto de saber que no tendrá una figura que le corrija. Aunque la postura no le dura mucho, por que está incómodo. Aquello hace que Lucy suelte una sonrisita antes de responderle.
—Mis primos dicen que el Sombrero tardará tanto en seleccionarme que me mandarán de vuelta a casa…
—¡Eso nunca ha pasado!—Le responde casi de manera instantánea, aunque después lo piensa. Que él sepa, nunca ha pasado, pero en aquellos momentos le hace dudar. Quizás no lo sabe por que lo han querido ocultar.
—¡¿Pero y si soy la primera?!—Lucy sigue estando nerviosa por ello. Y ahora mismo el que sea un desconocido el que contradiga lo que está diciendo, haciéndole creer que está equivocada, y por tanto que sus primos le han tomado el pelo, no ayuda. ¡¿Qué sabrá él?! Por mucho que sepa que sus primos son muy capaces de tomarle el pelo de aquella manera.
—Entonces yo me iré contigo—Habla sin pensar, pero es lo primero que se le pasa por la cabeza. Espera que no sea así, por que su padre se cabrearía muchísimo con él, y no quiere eso. Pero es ver la cara de Lucy, con la boca ligeramente abierta y sorprendida lo que hace que Arthur se afirme en su promesa—Ya has recibido la carta. No te pueden decir que no ahora
—Gracias—Y en aquellos momentos a Lucy no le brillan los ojos por las lágrimas, sino por que siente que ha encontrado a un buen amigo en el colegio y no puede evitar sentirse agradecida por ello. La mirada que le dedica, hace que Arthur tenga que bajar la cabeza, algo avergonzado y notando como le arden las mejillas. Las chicas son raras, acaba deduciendo.
—¿Quieres un caramelo?—Le pregunta, para intentar dejar atrás sus pensamientos acerca de las mujeres, sacando del bolsillo un par y abriendo la palma hacia la chica—Para pasar el mal trago.
Con sólo mirarlos, Lucy coge uno de ellos y lo abre con una sonrisa antes de metérselo en la boca y saborearlo.
—¡Fresa! ¡Mi favorito!—Exclama, habiendo olvidado, de manera aparente, toda preocupación sobre su selección, para concentrarse en aquel caramelo.
Mientras Arthur le quita el papel de plástico transparente a aquel caramelo suyo, de manzana, no olvidará que a Lucy, aunque en aquellos momentos no sepa que se llama Lucy, le gusta la fresa.
Sentada en el taburete y con el Sombrero Seleccionador colocado, Lucy Weasley está nerviosa. Según ha contado, lleva más de cinco minutos allí sentada. Es la última que queda para ser seleccionada y cree que todo el Gran Comedor escucha su corazón bombeando a más velocidad de la normal establecida por los médicos.
Todo Hogwarts la mira, y eso no ayuda a que se pueda concentrar en aquel murmullo incesante que resuena en su cabeza proveniente del Sombrero que tiene en su cabeza. Todo el colegio espera a que me vaya a casa, piensa, y cierra con fuerza los ojos. No me quiero ir a casa, vuelve a pensar, y lo formula juntando sus palmas y cruzando los dedos, como si fuera un deseo pedido a una estrella fugaz, aunque en el cielo que muestra el Gran Comedor no haya estrellas fugaces. A Lucy le da igual, tiene una estrella en su mente que es a la que le pide el deseo. La Osa Polar. La primera estrella que Lucy aprendió a identificar en el cielo.
Se acaba de enterar que Arthur, aquel chico tan simpático que conoció en el tren y que fue con ella en las barcas, es un Nott, igual que él se debe de haber enterado que ella es una Weasley. Y piensa en si Arthur seguirá queriendo irse con ella cuando el profesor Neville Longbottom, el encargado de la selección, le diga que se han equivocado al enviarle la carta y que Hogwarts no es para ella. Seguro que no, acaba deduciendo. Seguro que Arthur en el momento en que supo que era una Weasley se olvidó de verse involucrado en cualquier cosa que tuviera que ver con ella.
Y antes de que pueda seguir con aquellos oscuros pensamientos acerca de lo malo que será tener que volver a casa sola, de decirles a sus padres que ha fracasado en su primer paso hacia la vida que hacía en soledad, el sombrero habla.
—¡Hufflepuff!
La casa de los tejones estalla de alegría de manera instantánea, como si supieran de antemano lo que estaba por venir y lo hubiera preparado. Es la primera Weasley en ir a Hufflepuff, se dice, más no le importa. Su hermana mayor fue la primera Weasley en ir a Ravenclaw y su prima Dominique la primera en ir a Slytherin. Sus tíos seguro que se habían mentalizado para que algún Weasley cayera en Hufflepuff y ese mérito le toco a ella. El primero en su vida. Y no se tiene que volver a casa.
Neville le quita el sombrero y mientras ella baja las escaleras, mete, por inercia, las manos en los bolsillos, en uno de ellos lleva algo que ella no recuerda haber guardado. Con extrañeza, y disminuyendo su pasa, lo saca. Lo mira atentamente y no puede evitar sonreír ampliamente. Es un caramelo. De fresa para ser más exacto.
Alza la cabeza de él y busca a Arthur con la mirada en la mesa de al lado, Ravenclaw. Sentado, el chico moreno aplaude su selección con una sonrisa que hace que Lucy se sonroje de la vergüenza. Vergüenza de haber dudado de la palabra de su primer amigo.
En un primer momento, esta viñeta iba a tener un momento de presentación, en el que Lucy le dijera a Arthur que se llama igual que su abuelo, y el le respondiera que su propio abuelo materno también se llama Arthur.
Solo aclarar que Arthur no es hijo de Daphne.
