"Una vida a tu lado"

DISCLAIMER: Inuyasha y sus personajes no me pertenecen, le pertenecen a Rumiko Takahashi, la historia si es mía y también algunos otros personajes. No hago esto con fines de lucro.


Capítulo 1. Sin ti.

******************* Kagome's POV *******************

-¡Adiós Kagome, nos vemos mañana!– Gritaron Yuka, Eri y Ayumi para retomar el camino que las llevaría a sus casas.

-Si chicas, nos vemos mañana en el instituto– dije lo más animadamente que pude, haciendo exagerados ademanes de despedida con la mano derecha. Esperaba que con eso ellas se convencieran de que estaba bien y me dejaran sola.

Las muchachas me dirigieron una mirada de preocupación intentando buscar en mi rostro alguna señal que indicara que no me encontraba bien. Tuve que esbozar una forzada sonrisa que parecía casi natural para que ellas se fueran.

Subí lentamente las escaleras hacia el templo donde vivía. Sin estar consciente de lo que hacía caminé en dirección a el árbol Goshinboku y me detuve de repente; era obvio que no me encontraba nada bien, hacía poco más de una semana que acababa de regresar a esta época y el pozo se había sellado alejándome de mi querido Inuyasha.

Todavía no me hacía a la idea de que ya no volvería a ver esas orejitas blancas tan tiernas, ni que ya no iba a escuchar sus desesperantes reclamos o ver esos orbes dorados que me hipnotizaban. Todo estaba en el pasado, sonreí amargamente ante ese pensamiento, era muy literal, estaba 500 años en el pasado para ser precisa.

Los primeros días me limité a llorar con amargura; cuando descubrí que no lograría nada más que preocupar a mis seres queridos, intenté componer mi semblante y ocultar mi dolor por el bien de todos. Desgraciadamente creo que a la única que engañaba era a mí, a pesar de todos mis esfuerzos, todos los que me eran cercanos y me conocían bien, sabían que estaba muy deprimida. Hasta Houyo, siendo éste tan distraído, se había percatado de esto y me había regalado un manojo de ajos para que me sintiera mejor.

-Hija, no llores– En ese momento me percaté que unas rebeldes lágrimas se habían deslizado por mis mejillas, volteé a ver a mi madre detrás de mí y ella pareció entristecerse al ver mi semblante con tanto desconsuelo.

Se acercó y me abrazó contra su pecho tal y como lo había hecho aquel día en que consideré ya no regresar al Sengoku jidai para darle la libertad a Inuyasha de cumplir su promesa con Kikyou. La abracé como si mi vida dependiera de ello, intentando aferrarme a la felicidad que había perdido. Ella acariciaba cariñosamente mi cabello en forma de consuelo mientras lloraba desesperadamente en su regazo. Esperó a que me calmara para poder hablar tranquilamente conmigo.

-Kagome, ¿te sientes mejor?– Yo no contesté, me limité a asentir levemente mientras me limpiaba las lágrimas restantes con el dorso de mi mano.

Observé a mi madre con detenimiento y me percaté de la gran preocupación que se reflejaba en su mirada, me sentí culpable por hacerla sufrir de esa manera sin intención, me había prometido no hacerlo más, pero la verdad en ese momento tuve una creciente necesidad de su consuelo.

-Cariño, no soporto verte así, me rompe el corazón ver tu carita llena de confusión y desamparo.

-Lo sé mamá, pero por más que lo intento, no puedo evitar la tristeza que me causa el no tenerlo a mi lado.

-Si Kagome pero debes tratar de encontrar la forma de sobrellevarlo, si quieres podemos tratar con un terapeuta o algo.

-No madre, no es necesario, voy a estar bien, solo dame un poco más de tiempo para superarlo.

-Ok hija, confío en que lograrás hacerlo, recuerda que te amo y que cuentas conmigo para lo que sea.

-Si mamá- Fue mi escueta respuesta.

Mi progenitora sonrió con ternura, me dio un dulce beso en la frente y entró a la casa, dándome un tiempo a solas que agradecí inmensamente. Increíblemente mi estado de humor mejoró, mi dolor si bien no se desvaneció pareció adormecerse; así que pude pensar con tranquilidad.

Recordé algunos de los bellos y graciosos momentos que pasé con Inuyasha y mis amigos, una pequeña pero verdadera sonrisa se dibujó en mi rostro. En ese momento mi tristeza se vio reemplazada por una gran determinación. No iba a quedarme sentada y olvidar el Sengoku jidai. Iba a volver costara lo que costara, Inuyasha valía la pena el esfuerzo. Encontraría la forma de regresar, el deprimirme y llorar por los rincones no iba a solucionar nada. Pero mis ánimos parecieron flaquear al percatarme que no tenía idea de cómo hacerlo o de si tan siquiera eso era posible; lo más probable era que no, mi deber en el Sengoku seguramente había terminado al destruir a la Shikon no tama.

-Vamos Kagome, no seas pesimista, tu vida fue rodeada de imposibles desde hace un año cuando viajaste por primera vez a la época feudal a través del pozo– me dije tratando de darme ánimos.

En ese momento mi expresión cambió a una de sorpresa al darme cuenta de la veracidad de mis palabras, mi vida se vio rodeada de imposibles cuando cumplí 15 años y viajé en el tiempo al Sengoku jidai, conocí a Inuyasha (un hanyou sellado en un árbol por una flecha) y a una variedad de demonios y monstruos, a través de magia revivieron a mi vida pasada y destruí una perla mágica que me llevó a un sinfín de situaciones a las que me tuve que enfrentar el último año.

Estos pensamientos me devolvieron la esperanza que había perdido y tuve una revelación:

-No hay nada que sea imposible- exclamé con una voz queda y quizá con algo de duda.

-¡Todo es posible!– grité con determinación; en ese momento me decidí que costara lo que costara volvería con él. Lo que me faltaba saber era el cómo. Tendría que averiguar la manera de volver a cruzar el pozo y viajar 500 años atrás para reencontrarme con el amor de mi vida, y aunque sonara absolutamente absurdo, algo en mi interior me indicaba que lo lograría tarde o temprano. Estaba decidido volvería con Inuyasha.

Esa noche dormí como desde hace un tiempo atrás no lo había hecho, con la tranquilidad de que volveríamos a estar juntos. Me levanté temprano para desayunar y asistir a la preparatoria. En la entrada me encontré con Yuka, Eri y Ayumi que se sorprendieron al verme con una expresión alegre en el rostro. Parecieron dudar de lo que sus ojos les mostraban, como si fuera espejismo que desaparecería de repente, pero conforme fue transcurriendo el día fueron relajándose y aceptando que tal vez ya estaba en camino a una recuperación o bien que al menos me había resignado a olvidar ese amor que me consumía.

No les sacaría de su error, apreciaba su compañía y su alegría me ayudaba a continuar con mi vida sin que mi esperanza se perdiera. Ahora debía concentrarme en encontrar una forma de regresar, la pregunta era: ¿Dónde buscar?, era obvio que en el directorio telefónico no iba a encontrar un anuncio de algún especialista en reparar pozos para viajar en el tiempo y si le contaba a alguien lo más seguro es que me llevarían con un terapeuta, entonces ¿A quién podía acudir?

Las clases de matemáticas y química pasaron lentas como de costumbre, salí a un corto receso y al regresar comenzó la clase de historia, la cual era una de mis asignaturas preferidas por que sentía una conexión con el pasado y por ende con Inuyasha. Finalmente llegó la clase de la señorita Eimi, literatura, era la última clase antes de poder regresar a casa a planear la manera de desbloquear el pozo.

Mientras me perdía en mis pensamientos y divagaba en mis recuerdos del Sengoku, la clase siguió su curso hasta que la campana sonó, antes de poder retirarnos a nuestros hogares, la señorita Eimi nos dejó investigar y escribir un reporte sobre una leyenda que nos gustara, con todo y fuente citada. Eso sería pan comido, escribiría sobre la Shikon no tama y me dejaría tiempo para pensar, solo necesitaba encontrar una referencia para terminarla.

Al salir del colegio, nos dimos cuenta de que el cielo estaba sumamente nublado, parecía que llovería en cualquier momento, así que las cuatro nos dirigimos rápidamente rumbo a la biblioteca para sacar los libros necesarios para la tarea y retirarnos a nuestras casas. Sin embrago el tiempo no estaba a nuestro favor y a mitad del camino una fuerte tormenta se desató y no tuvimos otra opción más que refugiarnos en un establecimiento mientras llovía.

Entramos en el primer local que vimos abierto; resultó ser una tienda de antigüedades, de esas que al abuelo le encanta visitar, recorrimos con la vista el lugar pero no encontramos al encargado.

Observé que había muchas cosas de la era feudal en la tienda y muchos curiosos objetos que parecían ser más antiguos todavía, el lugar estaba algo descuidado, no estaba sucio pero le faltaba algo de mantenimiento e iluminación, así lo hacía ver algo lúgubre y me atrevería a decir espeluznante, pero a mí no me asustaba después de todo yo ya me había enfrentado a toda clase de demonios.

Unos minutos más tarde, de un cuarto posterior, salió una anciana con cabello cano recogido en un chongo alto y unos ojos negros como la noche. Nos volteó a ver con sospecha y preguntó:

-Jovencitas, ¿las puedo ayudar en algo? – dijo con voz firme.

-No muchas gracias, solo estamos esperando a que baje la lluvia para poder retirarnos, siento mucho la molestia – contesté yo, al ver a mis amigas casi paralizadas por el miedo.

Debo admitirlo, la mujer era bastante intimidante pero no como para morirse de miedo. La señora me miró fijamente a los ojos y yo le sostuve la mirada. Sentí un escalofrío recorrerme la espalda, pero no me acobardé y le obsequié una amable sonrisa. La mujer pareció sorprenderse un segundo y luego respondió:

-No es ninguna molestia, si quieren tomen asiento por allí– dijo señalando una vieja sala – Nada más no rompan nada.

-Si muchas gracias – contesté y las cuatro tomamos asiento donde nos había indicado.

La mujer pareció vacilar unos instantes y luego dijo como pensando en voz alta:

-Les traeré algo de tomar, deben de estar agotadas de la carrera, les traeré un té, vuelvo en un segundo.

Yo estuve a punto de responderle a la señora que no necesitábamos nada, pero al momento de voltear en su búsqueda no la encontré. Mis amigas suspiraron sonoramente y parecieron relajarse al recargarse en el sillón.

Pasaron unos largos minutos y la lluvia no paraba, al contrario parecía que el aguacero empeoraba, ahora hasta furiosos rayos y truenos caían salvajemente. Llamamos a nuestros padres para que no se preocuparan y les avisamos de nuestra localización. Los minutos siguieron pasando y mis amigas parecían adormilarse, las tres se cabeceaban de una cómica manera. Creo que yo estaría en las mismas condiciones, de no ser porque aquel terrible escalofrío de hace rato aún no me abandonaba. Tenía un presentimiento de todo esto, era como si esa mujer tuviera algo sobrenatural, no sentía maldad como tal en ella, pero algo me decía que esa mujer distaba de ser una humana normal.

Medité unos cuantos segundos sobre la situación, no recordaba nada que hubiera hecho la anciana para hacerme sospechar, pero mi intuición me lo indicaba. Confiaba mucho en mi sexto sentido, después de todo éste se había desarrollado bastante en la época antigua donde cumplía la función de una sacerdotisa.

En el momento en que iba a comentarles sobre mis sospechas a mis acompañantes, entró la mujer con una charola y 5 tazas de té, se sentó frente a mis amigas y a lado mío; sonrió amablemente y se dedicó a servir las tazas de té. Yo rechacé la bebida con educación, pero Yuka, Eri y Ayumi se la tomaron. El té me olía familiar de forma agradable, pero algo me indicaba que no era apropiado probarlo.

Transcurrieron unos cortos minutos y mis amigas de repente perdieron la conciencia.

Miré fijamente a la mujer, con pánico me levanté de mi asiento e intenté correr, debía avisarle a alguien de lo sucedido, pero lo que dijo aquella señora me dejó completamente helada:

-Kagome, no te espantes niña, tus amigas solo están dormidas para que podamos hablar a gusto. Simplemente les di un preparado de hierbas que funciona como anestésico.

Me volteé incrédula, la miré escrutando en su rostro si mentía, después de algunos segundos me relajé un poco y me acerqué lentamente a la sala. Decidí confiar en esa persona, algo me decía que podía hacerlo, que debía de conversar con ella así que lo hice.

-No tienes nada que temer niña, no te voy a hacer nada, te estaba esperando - dijo de forma calmada.

Yo la observé con duda, sin perder de vista sus movimientos, ella simplemente se limitó a sonreírme con amabilidad y a beber de su té.

-¿Cómo me conoce?, ¿Quién es usted?, ¿Qué les dio a mis amigas?, ¿Cómo sabe mi nombre?, ¿Cómo es eso que me estaba esperando? – decía atropelladamente y con nerviosismo. La mujer comenzó a reírse de manera alegre y me miró con ternura.

-Calma muchacha, una pregunta a la vez, parece que te va a dar un ataque, y habla con calma, tenemos algunas horas todavía – dijo apenas conteniendo la risa.

–Nosotras no nos conocemos en persona, te había visto en mis sueños y meditaciones, sabía que vendrías en estos días, pero no pensé que tan rápido - dijo casi para sí misma -Yo soy la anciana Chie y al igual que tú tengo poderes espirituales, soy como una sacerdotisa para que me entiendas… – continuó – No te angusties, tus amigas están bien; solo dormirán unas horas por el té de plantas medicinales que les di – Terminó dando un sorbo a su bebida.

-¿Cómo sabe que tengo poderes espirituales? – le pregunté con ingenuidad.

-Porque puedo ver tu aura y sentir tu energía – dijo de manera misteriosa.

Se hizo un incómodo silencio en lo que me perdía en mis cavilaciones, me vi sacada de mis pensamientos cuando Chie volvió a hablar.

-Tú también sentiste mi poder cuando me miraste a los ojos y se te enchinó la piel, tu sexto sentido te avisaba de mis facultades - explicó pacientemente.

Tenía bastante sentido, esa sensación era familiar y me había avisado de la anormalidad de la situación; aun así no sabía si confiar o no completamente en Chie todavía.

-Veo que aún no controlas tus poderes por completo. Me atrevería a decir que no los has explotado del todo. Pero si me lo permites, podría ayudarte a entrenarlos y dominarlos... hacerte una sacerdotisa de verdad. -Ofreció con una sonrisa.

Lo consideré unos instantes y antes de rechazar la oferta por mi falta de confianza en la anciana, ella dijo algo que nuevamente me dejó fría:

-Así podrás volver 500 años atrás con tu amado Inuyasha – dijo segura.

Casi quedé en shock al oír esto, ¿Cómo es que sabía de Inuyasha y mis viajes en el tiempo?, Chie no dejaba de sorprenderme, sabía mucho de mí y yo no sabía nada de ella; no sabía si era alguien de fiar, pero era la única opción que tenía y no podía desperdiciarla, Kamisama seguramente quería darme una oportunidad y no podía desecharla así como así. Tenía que aceptar su ofrecimiento, lo necesitaba, pero primero debía obtener algunas respuestas más, antes de poder realizar mi pregunta Chie la contestó.

-Por tu expresión me imagino que te estarás preguntado cómo es que sé de tus viajes en el tiempo y de Inuyasha – Yo me limité a asentir levemente a forma de respuesta – Pues la verdad es que tú me lo revelaste en una visión y posteriormente lo confirmé al ver unas reliquias de esta tienda.

-¿Reliquias? – pregunté suavemente.

-Si niña, estoy hablando de unos papiros y pinturas antiguas, ven acompáñame – La mujer se levantó y se encaminó a la parte posterior de la tienda; dudé en seguirla pero mi curiosidad y sorpresa era mucha, por lo que la seguí. Llegamos a un pequeño cuarto con cajas apiladas, se acercó a una de ellas y sacó unos rollos de papel antiguo de aproximadamente medio metro de largo.

Regresamos a la tienda donde se encontraban todavía mis amigas inconscientes y nos dirigimos al mostrador donde se concentró en extender dichos papeles para mostrármelos.

-Estos son unos papiros que cuentan la leyenda del amor de un hanyou llamado Inuyasha por una sacerdotisa que utilizaba ropas extrañas llamada Kagome y aquí hay una pintura retrato que lo ilustra.

Acaricié delicadamente los papiros, me habían dejado sin palabras, estaba anonadada, definitivamente trataba de nosotros. Aún con lo maltratado del papel y su falta de algunos trozos pude distinguir que se mencionaba a una youkai taijiya y a un monje, no había duda hablaba de mí y de Inuyasha; mi sorpresa creció al ver la pintura, parecía una fotografía de mi amado fiel a todos los detalles.

Mis ojos se llenaron de lágrimas al verlo, lo extrañaba en demasía. Casi a la fuerza dejé su retrato a un lado y seguí viendo con detenimiento las reliquias sobrantes, había otro papiro más y me animé a verlo, comencé a intentar descifrar su contenido por lo dañado del papel, hasta que logré entender lo que decía, se me hizo un nudo en la garganta al ver que se trataba de otro relato sobre el poderoso hanyou Inuyasha, su mujer Kagome y sus hijos. Todas las lágrimas que había apenas contenido hasta ese momento se desbordaron de mis ojos en un llanto lleno de nostalgia y alegría. Iba a volver eso era seguro, no sabía en qué momento pero era un hecho.

Chie me abrasó maternalmente y dejó que llorara un poco sobre su hombro, después nos separamos y regresamos a sentarnos a la salita. Acepté su ofrecimiento de enseñarme a controlar mis poderes y prometí volver diariamente después del colegio.

-Te ayudaré con la condición de que me cuentes todas tus aventuras en el Sengoku – me dijo a forma de trato y yo acepté, después de lo que había visto ese día estaba ansiosa por volver a ver a Inuyasha.

Momentos después mis amigas despertaron completamente relajadas y se disculparon por su falta de educación al quedarse dormidas en la tienda.

Yuka, Eri, Ayumi y yo nos asomamos para ver si la tormenta había pasado; nos percatamos que la lluvia había terminado un tiempo atrás, nos despedimos de Chie con alegría y por la hora que era decidimos no pasar a la biblioteca, lo haríamos el día siguiente, así que retomamos nuestro camino a nuestras casas donde seguramente nuestros padres nos esperarían preocupados.

Entré a mi casa, saludé a mi familia y me dirigí a mi habitación donde me aventé a la cama con regocijo y me quedé dormida con la ilusión de volver a ver a Inuyasha. Mañana empezaría mi entrenamiento como sacerdotisa y mi mayor reto, pelear contra el tiempo por el amor de Inuyasha.


******************* Inuyasha's POV *******************

-¡Ay Kagome!, me haces tanta falta tonta - dije para mí, observando con detenimiento aquel pozo que me había traído la mayor de mis alegrías y que también me la había arrebatado hace apenas unos días.

Tenía muchos sentimientos encontrados, por un lado estaba feliz de haber derrotado a Naraku, porque habíamos terminado con aquella maldita perla que no había traído al mundo más que desgracias e infelicidad y porque Kagome estaba sana y salva; pero también estaba muy triste porque ella no estaba a mi lado. Sé que suena egoísta y tal vez lo sea pero la quería junto a mí, solo para mí; sin embargo su bienestar y felicidad estaban primero, aun así no iba a ser capaz de olvidarla y menos de dejar de amarla.

-¡Que tonto fui, debí decirle que la amaba cuando tuve la oportunidad! – Dije con arrepentimiento y nostalgia – Todo por mis dudas y mi maldito orgullo – comenté con un tono de frustración en mi voz y dando un suave golpe con mi puño el borde del pozo. Unas pequeñas lágrimas se escaparon de mis ojos cayendo en él.

-Inuyasha, no te aflijas, verás que la señorita Kagome volverá dentro de poco – me dijo el monje acercándose a mí, yo intenté ocultar mi mirada e infructuosamente mi tristeza tras mi flequillo.

-¡Déjame en paz, no molestes monje libidinoso, ya te dije que estoy mejor que nunca y que lo único que importa es que la tonta de Kagome está bien con sus seres queridos! – vociferé y salí corriendo tan rápido como pude, huyendo más de mi desconsuelo que de Miroku.

En cuestión de segundos llegué a mi árbol favorito y me recosté en sus ramas esperando calmarme. Suena estúpido pero éste árbol me traía mucha paz, tenía buenos y malos recuerdos de éste árbol, pero después de todo ¿Cómo no sentirme ligado al Goshinboku si en él estuve sellado durante 50 largos años? Aquí había perdido a mi primer amor pero también había encontrado al segundo.

-Kagome tonta, no sabes cuánto te extraño – Y con esos pensamientos me quedé profundamente dormido.

Al día siguiente me desperté al oír unos pasos que se acercaban, me puse alerta en caso de que fuera algún enemigo, pero al oler el aire pude saber que eran Shippo y Miroku los que se acercaban.

-¡Genial, apenas comienza el día y ya vienen a molestar! – musité con un falso tono molesto. La verdad su compañía me distraía de mi profunda tristeza, me hacía olvidar durante un rato la soledad que me apresaba sin Kagome.

-¡Ay Inuyasha, eres un gruñón! – Gritó Shippo.

-¡Feh! ¡Enano, no me fastidies! – Le contesté mientras le daba un fuerte golpe en la cabeza.

-¡Ay, ay, ay, mi cabecita! – Gritaba el zorrito con lágrimas saliendo de sus ojitos – ¡Perro tonto! ¡¿Por qué me pegas?! – sollozaba.

Shippo se enfureció y me lanzó un ataque con su fuego zorruno, lo esquivé con facilidad y le di otro coscorrón. La escena se repitió unas cuantas veces mientras que Miroku hacía de aburrido espectador; al principio los dos estábamos muy molestos y parecía que peleábamos en serio, pero después el mal humor de ambos fue mejorando y entonces todo se volvió solamente un juego. Shippo intentó variar sus ataques y empezó a aplicar trucos que había aprendido en sus entrenamientos para zorro, por lo me tomó desprevenido y me pudo jugar unas cuantas bromas. No podía creer que Shippo se hubiera vuelto tan fuerte tan rápido, tal vez ya sería hora de que lo entrenara para ser un gran guerrero.

-Jajajaja – Estalló Miroku en carcajadas al verme con una estatua aprisionando mis manos en el suelo – ¡Bien hecho Shippo te has vuelto un zorrito muy fuerte!- Exclamó con felicidad – Yo creo que te subirán de rango en tu próximo examen.

-¡Eso espero Miroku! – Gritó Shippo con emoción y me enseño la lengua, luego me liberó y huyó con rapidez al hombro de mi amigo.

-Inuyasha, ya que estás tranquilo, puedo decirte a lo que vine – comentó el monje con una voz cansada – Sango me pidió que te llevara a la cabaña de la anciana Kaede porque el desayuno ya está listo, así que por favor acompáñanos – dijo Miroku sonriendo e indicando el camino a la aldea.

-¡Feh! – contesté, metí mis manos en mi Haori y empecé a caminar detrás del bonzo. No iba a rechazar su invitación, resultó ser que Sango era muy buena cocinera y la verdad yo estaba muy hambriento.

Comí como si no hubiera mañana y luego me tiré perezosamente en el suelo para dormir una pequeña siesta. El gusto no me duró mucho ya que detecté el aroma de una indeseable visita.

-Sesshomaru – pronuncié con fastidio y me levanté rápidamente de mi lugar para salir de la cabaña.

Vi a mi "querido medio hermano" y desenfundé a Tessaiga amenazantemente, mis amigos salieron detrás de mí y se pusieron alerta. Él me evaluó casi inexpresivo con su gélida mirada característica y avanzó tranquilamente hacia mí.

-¡Feh! Maldito Sesshomaru, ¿Qué es lo que quieres, acaso quieres pelear conmigo? – Él siguió avanzando tranquilamente – ¡Maldita sea, responde! – Vociferé ferozmente amenazándolo con el filo de la espada.

-No me hagas perder el tiempo hanyou, busco a la sacerdotisa de esta aldea – contestó indiferente y pasándome de largo.

Decir que me sorprendí es poco, me quedé completamente pasmado, volteé a ver a mis amigos y éstos se encontraban en las mismas condiciones, paralizados por la sorpresa. Su sirviente del báculo se encontraba en las mismas condiciones; la niña y el otro youkai parecían completamente ajenos a la situación ya que ella cantaba despreocupadamente balanceando los pies sentada sobre del dragón de dos cabezas.

-¡Keh! ¡¿Y para qué la quieres, Maldito?! – le espeté.

-Eso no te incumbe –me respondió. Estuve a punto de partirle la cara cuando escuché que la aludida se acercaba a la puerta de la cabaña. Kaede en ese momento salió con parsimonia y observó al youkai serena, luego de unos segundos de silencio se inició una conversación:

-Yo soy Kaede, la sacerdotisa de esta aldea ¿Para qué me buscaba, señor Sesshomaru? – Dijo respetuosamente.

-Quiero conversar con usted de un asunto – me vio por el rabillo del ojo un segundo y luego aclaró fríamente -en privado… –Yo iba a gritarle y maldecirlo, pero la mirada que me dieron todos me dio a entender que si lo fastidiaba, podría haber terribles consecuencias así que me limité a mirarlo con advertencia y una amenaza implícita de "Si le haces algo a Kaede o la aldea, te mato…".

Él se volteó con arrogancia y procedió a entrar a la cabaña junto con Kaede. Los minutos me parecieron eternos, estaba alerta en caso de oler sangre u oír gritos pidiendo ayuda, pero nada. Mi pierna se movía inquieta y la ceja de Miroku brincaba a la par indicando su angustia. Finalmente afinando mi sentido del oído pude escuchar algo de la conversación que se llevaba en el recinto.

-Sacerdotisa, dejo a Rin a su cuidado –sentenció el daiyoukai.

-¿Y se puede saber la razón señor Sesshomaru? –preguntó Kaede.

-Debo reconstruir mi imperio y no puedo llevar a un humano conmigo, además debe pasar un tiempo con los de su especie –explicó.

-Y cuando lo reconstruya ¿Se la llevará con usted? –lo cuestionó.

-Ella es libre de hacer lo que quiera, vendré a saber su decisión en su momento. Confío que estará bien a su cuidado, de no ser así…

-Correcto entiendo la amenaza – contestó la anciana pacientemente –no se preocupe cuidaré de ella en su ausencia, la trataré como si fuera mi propia hija.

-Volveré mañana para dejarle algunas cosas para la niña y le dejaré al dragón para que la cuide.

No pude oír más, seguramente la conversación había terminado. Unos minutos más tarde tanto Kaede como Sesshomaru salieron y se despidieron formalmente, entraron ese sapo sirviente del youkai con la pequeña humana a la cabaña, luego los youkais salieron y comenzaron a caminar hacia mí, dejándola a ella.

-¡Adiós Sesshomaru sama! ¡Cuídese señor Jacken! ¡No se olviden de Rin! ¡Rin no los olvidará! –se despidió la niña limpiando con su mano las pequeñas lágrimas de su rostro. Sesshomaru ni siquiera se volteó a verla, solamente siguió caminando tranquilo. Yo me quedé quieto, observándole muy sorprendido por aquella actitud.

-¡Inuyasha, sígueme! – Dijo de forma autoritaria y siguió caminando elegantemente. Tras vacilar unos instantes, fui tras de él, algo me decía que era importante que lo acompañara. Caminamos hasta un claro y allí se detuvo en silencio.

—Protege a Rin en caso de peligro mientras viva en esta aldea. Si algo llega a sucederle, puedes darte por muerto. —Me amenazó con un tono gélido en su voz.

-¡Feh! ¡Maldito Sesshomaru ahora me ves como una maldita niñera! – Le grité con disgusto; era obvio que la cuidaría, sabía lo importante que era ella para él y lo que se sentía al perderlo por lo que lo haría, pero no sin antes hacer rabiar un poco al daiyoukai.

-Si lo haces, tal vez considere la idea de ayudarte a dominar tu sangre youkai como es debido. -Contestó serio, sin decir más nada, se elevó por los cielos y partió, dejándome pensativo.

-¡Amo bonito! ¡Por favor no me deje! – Gritaba el sapo corriendo cómicamente detrás de su amo con pequeñas lágrimas en sus ojos. Me hubiera burlado de él de no ser porque mi mente apenas estaba procesando lo que acaba de oír.

Caminé de regreso a la aldea y vi a la pequeña niña jugando con Shippo, algo me decía que serían buenos amigos. Continué mi camino hacia el Goshinboku y subí a sus altas ramas, me recosté en ellas y comencé a pensar en voz alta:

-No debería aceptar su oferta… ¿o si?...Por un lado así ya no tendría miedo a perder el control y exterminar a Miroku, Sango, Shippo o a quien se me cruce. ¡Keh! Por otra parte tendría que ver la cara del maldito de Sesshomaru todos los días y aguantarlo como entrenador.-reflexioné – Pero me volvería mucho más fuerte y… ¡Kusso! ¿Por qué es tan difícil?... ¿Qué me dirías tú Kagome?

-¡Ay tonta Kagome me haces tanta falta!, ¿Qué estarás haciendo?, ¿Por qué no has vuelto a mí?, ¿Debería de aceptar la oferta del idiota de Sesshomaru? – Suspiré –Tal vez la acepte, así tendré algo que me distraiga en lo que regresas a mi lado… Además si logro dominarme a mí mismo me volveré digno de ti Kagome y no volveré a hacerte daño – Reflexioné. Realmente la extrañaba mucho, incluso extrañaba sus Oswaris y regaños. - ¡Ay tonta vuelve pronto…!

La melancolía me invadió por unos momentos, pero también una sorprendente determinación a superarme. Sabía que entrenar con el daiyoukai no iba a ser fácil y mucho menos placentero, pero Kagome valía todos los sacrificios y más. A ella la esperaría los 500 años que nos separaban, pero eso no era suficiente, todavía debía volverme digno de ella y eso era justo lo que haría.

-Entrenaré con Sesshomaru y esperaré a que regreses – Solté al aire.

Me quedé reflexionando mientras veía las estrellas un rato y poco a poco mis párpados se volvieron pesados y me quedé dormido soñando con mi querida Kagome.


Los personajes Eimi y Chie no son de Rumiko, son míos, sus nombres significan "Bella escritura" y "Sabiduría" respectivamente, se me hizo buena idea ponerles sus nombres según sus cualidades o trabajos.