Cuando eres consciente de la muerte, acabas
asumiendo tu propia soledad.
Disclaimer: Esta historia es sin fines de lucro, Victorious es propiedad de Nikelodeon y de Dan.
Era una noche de tormenta en West Beach, el aire helaba, y aún así, Jadelyn August West permanecía en el balcón de una lujosa fiesta; admiraba el jardín y los árboles caídos, parecía que la lluvia los ponía tristes pero a ella no, la tempestad era nostálgica y ciertamente la reconfortaba, pues el bullicio de la fiesta era silenciado por las miles de gotas.
Su mirada se clavó entonces, en una joven que parecía huir en medio de la calle a su coche, la chica tropezó y para su mala suerte un auto que pasaba justo a su lado la baño de agua estancada.
"Cómo si no estuviese lo suficientemente mojada," pensó divertida Jade, tras ella alguien más rió.
—Qué suerte que no eres tú huyendo de aquí— expresó divertido su hermano mayor Nicolás.
—Me alegra saber que no soy la única que desea huir de estas "fiestas" —bufó dando un leve codazo al mayor.
—¡Hey! Vamos no está tan mal— sonrió el chico, ella lo miraba esperando una razón—.
Bueno querida hermana, hoy es mi cumpleaños, al fin seré libre de las garras del "Gran Víctor West" —exclamó, dándole énfasis al pomposo nombre de su padre. Jade asintió.
—Tener veinte años no te hace el chico más sabio y maduro del mundo, a veces creo que yo debo ser la mayor, así sería yo la que huye y no la que se queda cumpliendo con la imagen perfecta de los West —decía decaída la joven. Nicolás rió.
—Nuestro querido padre piensa que eso nos hará felices, no te desanimes cuando tengas mi edad él no podrá detenerte; pero ahora… —reía con nervio.
—Oh no, jamás, no me harás esto otra vez —negó con el ceño fruncido la chica.
Nicolás juntó sus manos en forma de plegaria y le dedicó una mirada de cachorrito; Jade enserio odiaba a su hermano cuando lograba convencerla.
—Sólo será esta vez, saldré con unos amigos y tú te quedarás con nuestro padre toda la fiesta. Ha dicho algo de presentarnos a uno de sus más grandes socios —explicó él.
—Lárgate antes de que cambie de opinión Nicolás, será la última vez... y me cobrare todas te lo aseguro —gruñó molesta.
El joven sonrió y le dio un abrazo a su hermana.
—Oh no, sabes que me disgustan las muestras de cariño, ya veté bobo enorme — se quejó ella y su hermano soltó unas carcajadas.
Se despidió y salió corriendo del balcón, Jade sentía su suerte tal cual como la chica que huía del diluvio, "con una suerte terrible" pensaba, suspiro con pesadez y se dirigió al gran salón de aquella casa.
Caminó con lentitud y se topó con un viejo amigo.
—Mira nada más, Jadelyn August West, tan radiante y hermosa como siempre —dijo con aquella sonrisa de conquista que enamoraba a cualquiera chica, a cualquiera menos a Jade; nunca había caído en los brazos de aquel muchacho egocéntrico.
—Beck Oliver, siglos sin verte, que ha sido de tu pobre vida —rió ella.
—Siempre tan cortés; toda una dama, he dejado esa vida de mujeres y alcohol, al fin me centre; ahora soy cirujano, dime West que haces tú que no sea "ser la princesita de papi." —
Él sonaba relajado mientras veía a la chica enrojecer de rabia. Ella suspiro y lo miro desganada.
—No estoy de humor y ya no soy una niña ni tu tampoco; seamos maduros por dos minutos, olvida el pasado — expresó seria.
Él la miro con sorpresa y le cedió la mano. —Amigos —sonrió con naturalidad; ella asintió.
—Cuídate Oliver. — Se despidió con un ademán y siguió su camino, bajando las escaleras llego al gran salón.
Música clásica y gente mayor junto a jóvenes herederos de las fortunas de sus padres, parecían tan formales, tan cuadrados y rectos; no esperaba esa vida para ella, no quería ser tan estirada como sus padres y agradecía que su hermano compartiera esa idea; cuando liberará todos sus secretos, necesitaba a por lo menos uno de los West de su lado.
Siguió caminando entre la gente, algunos la miraban y susurraban, claro, un West siempre era reconocido a donde fuera, para bien o para mal; intentó ignorar todas las miradas y los murmullos hasta que al fin llego junto a su madre, una mujer muy parecida a ella, de cabello negro ondulado pero de ojos verdes; su padre no estaba por ningún lado.
—Habías desaparecido por largo rato Jadey —dijo comprensiva su madre, pero Jade gruñó.
—Odio que me llames así en público y si desaparezco no es su problema son mis asuntos —bufó molesta.
Su madre suspiro y asintió, buscando igualmente al señor West entre las personas.
—Nicolás dijo algo de que nos presentara a un socio —susurró Jade.
La mujer la miro y asintió.
—Así es tu padre quiere comprometer a Nicolás con una de las hijas de aquel socio —dijo con desgano, Jade suspiro.
—Incluso nuestros matrimonios quiere arreglar; no somos sus mascotas, somos sus hijos. — Se cruzó de brazos y miro a su madre. —No piensas decirle algo, también somos tus hijos. — Jade la miraba con el ceño fruncido y cierta tristeza en los ojos.
—Yo, Jade, sabes que Víctor es…
El hombre las interrumpió. —Mis queridas damas —saludó serio Víctor West, a su lado venía un hombre de cabello castaño un poco más joven, de ojos color ámbar.
—Él es mi socio, David Vega —sonrió West, miro a su hija con seriedad.
—¿Dónde está Nicolás? —cuestionó serio, Jade sabía que la pregunta iba dirigida a ella, por suerte su madre la salvó.
—Nicolás se sentía un poco enfermo cariño tuvo que retirarse para no dar mal aspecto a tus socios. — Jade suspiro, su madre era mejor con las excusas y Víctor se lo había creído.
—Está bien Elizabeth, lástima que David no conociera a su futuro yerno —expresó desganado, el nombrado asintió.
—Sin embargo señor Víctor, temo que usted también se decepcionara, ninguna de mis hijas pudo asistir a la fiesta —decía con cierta vergüenza.
Jade quería reír, reír fuerte, a su padre no le estaban yendo bien los planes; se excusó y salió a tomar aire, al fin la lluvia había cesado, se sentó en las escaleras húmedas ignorando si el vestido negro que llevaba terminaba arruinado y comenzó a reír a carcajadas.
La vida no parecía tan mala o aburrida cuando veía pasar un mal rato a su padre. Al frente de ella, bajo un árbol, algunos jóvenes herederos reían también.
Jade pudo notar las botellas de licor, se levantó y camino rumbo a ellos, necesitaba liberarse un poco, lo que estaba por hacer no era para nada su estilo, mucho menos de su gusto, pero en ese momento era la única manera de decirlo todo.
El despertador sonó como siempre a las diez de la mañana, pero ella llevaba toda la noche despierta a causa de las pesadillas, se levantó con pesadez ignorando lo terrible que se miraba el cuarto, botellas de cerveza por todos lados y ropa sucia; sus ojos grises se centraron en las botellas, memorias de aquel día regresaban a cada segundo.
—¡JADE! —gritó molesta su madre, la joven West se tambaleaba de un lado a otro mientras regresaba a la fiesta.
—¿Dónde demonios está "el gran West"? —gritó la joven, su madre intentó detenerla, pero la mayoría de los presente ya prestaban atención a la escena. Su padre, junto a David caminó al centro del salón.
—Tú, pedazo de… — La madre de Jade le cubrió la boca, pero Víctor West notó el aspecto de su hija; iracundo la tomó con fuerza de los brazos.
—Nos vamos, y este numerito te costara caro, ya no eres una niña para estas cosas —grito furioso.
La señora West los siguió, justo cuando llegaron a su auto Jade volvió a gritar.
—Ni siquiera te importamos, a Nicolás y a mí nos tratas cual objetos, tú deberías estar muerto —gritaba con rabia Jade.
Una bofetada, por parte de su padre, que término dejándola atónita por el golpe.
Su madre se interpuso. —Basta Víctor, no está consciente —dijo abrazándola.
Víctor le abrió la puerta a su hija y le ordenó sentarse en la parte del copiloto, su madre entró en la parte de atrás desganada.
Arrancó, justo cuando David se acercó al auto.
El sonido del teléfono la devolvió a la realidad; aún así, pasó de todo eso y camino hacia la puerta del baño, al entrar el espejo le mostró su deteriorado aspecto, ya no era aquella hermosa chica o al menos no lo parecía las noches en vela y el llanto incesante la habían acabado.
Volvió a su cuarto y se cubrió el rostro; no se podía devolver el tiempo ni cambiar las últimas palabras que les había dicho.
En siete días dios creo el mundo y en siete segundos yo destrocé el mío. pensó Jade.
De camino a su casa la lluvia volvió; apenas y podía percibirse el camino pero el Señor West estaba demasiado furioso para bajar la velocidad de su automóvil.
—Dime no te cansas de ser la oveja negra de la familia —bufó enojado. Jade ni siquiera se molestó en contestar, su madre paseaba su vista en ambos sin saber que decir.
—Víctor, no seas tan cruel —susurró Elizabeth.
Jade frunció el ceño.
—No es una niña Elizabeth, ya es una mujer, no puede seguir haciendo berrinches sin sentido —gruñó.
Jade estallo de nuevo.
—Podrías dejar de lado las apariencias, no quiero llevar todo ese peso encima, nos has apresado de todo lo que pudimos amar; destrozaste nuestros sueños y nos forzaste los tuyos; he llegado al límite, así que deja de arruinar mi vida de una vez —grito desesperada.
—¡BASTA! —gruño con furia su padre. —No permitiré más insolencias. Te irás a un internado en Londres en cuanto inicie el nuevo curso. —Sentenció serio, Jade seguía bajo el alcohol y sin pensarlo en un arranque de ira tomó el volante y lo giro, el carro derrapo y dio varias vueltas los vidrios se hicieron añicos, cayeron justo en el carril contrario…
Abrió los ojos y seguía en su cuarto, su cuerpo tembló y como corriente eléctrica los nombres vinieron a ella.
—Víctor West, Elizabeth West, Richard Leonheart, Rita Richards, Julia Williams, Jacob Thomson y Liam Andrew —susurró cada nombre con pesadez, bufó con dolor y salió de su habitación admirando las fotografías de su familia, con nostalgia y melancolía, la rabia la hacía estallar de nuevo, tomó los cuadros que quedaban y los lanzo, estrellándose en la pared se partían en pedazos y la fotografía quedaba hecha añicos, cayó de rodillas destrozada; habían pasado dos meses y aún podía oír los gritos, podía ver las caras de rabia, las de llanto, a Nicolás preocupado, los cuerpos en sus ataúdes, ella llegando a su casa sola, sola por su propia decisión... con voces a su alrededor haciéndola sentir cada día más miserable.
Y el recuerdo más terrible de todos, verlos morir sin poder evitarlo…
Logró salir de auto volcado, tenía heridas leves en el cuerpo, se arrastró fuera hasta poder levantarse. —Papá, mamá —susurró con dificultad, los observó, Víctor parecía inconsciente y su madre respiraba, Jade intentó desesperadamente abrir la puerta trasera.
—Madre, aguanta —rogó con temor.
La gasolina se vertía y el carro estaba volcado en el carril incorrecto, Jade divisó las luces del autobús que venía demasiado deprisa,…demasiado…
Sus piernas actuaron antes de lo que ella razonaba, se apartó del camino y observó como colisionaban ambos, el camión voló sobre el coche aplastándolo; el corazón de Jade se hizo pequeño, la gasolina comenzó a incendiarse tras el segundo choque y en un segundo el estallido sólo dejo los carros en llamas; ella no respiraba, ni siquiera se movía el estado de shock duro hasta que llegaron los paramédicos.
En el hospital Beck y Nicolás entraron repentinamente al cuarto donde había sido instalada.
—Jade, me hablaron hace unos minutos vine lo más a prisa que pude, Beck fue avisado por el hospital —explicó con rapidez, luego tomó la mano de su hermana.
—¿Qué fue lo que pasó? Yo no entiendo, me han dicho que papá y mamá... están... —No pudo decir lo último, un nudo en la garganta no se lo permitió, tomó con más fuerza la mano de su hermana.
—Jade... eres lo único que me queda —susurró dejando salir una lágrima.
Jade miraba a la nada, inexpresiva ausente, no habló tras semanas del accidente cuando al fin salió del hospital, fue junto a Nicolás al funeral, amigos y familiares estaban ahí, dando condolencias a Nico y miradas desaprobatorias y de rencor a Jade; el rumor de que ella había causado el accidente, se esparció con rapidez, y así fue como ella dejo de lado a todos.
Entró en una terrible depresión; Beck era su médico y recurrentemente hablaba con ella.
—Deberías salir de esta ciudad, no puedes seguir aquí, no te ayudara en nada —habló cabizbajo el joven, realmente lamentaba verla en tal estado, siendo que ella siempre había sido fuerte ante todo.
—Ya no quiero más charlas, mañana no vuelvas, sólo déjame sola... como los demás, es lo mejor —susurró.
Tras eso, ella se quedó en la casa de sus padres, Nicolás la solía llamar, aunque cada vez Jade parecía más decaída.
Volviendo de sus recuerdos se levantó y fue a su nevera por alguna botella que borrará sus penas por un momento, se la acabó de un trago largó y la lanzo, camino tambaleándose a la parte trasera de su casa y miro la piscina. Ya no había nada para ella en esa vida… nada.
Avanzó con la poca voluntad que le quedaba y cayó en el agua, su cuerpo parecía roca se hundía fácilmente y el agua comenzó a entrar en sus pulmones, perdía el sentido y estaba muriendo, sólo eso deseaba ella, morir.
Nicolás había llegado a su antiguo hogar viendo el desastre de la sala y lo que parecía ser en toda la casa; buscó con desesperación a su hermana menor; al escuchar el chapoteo del agua, corrió desesperado temiendo lo peor.
Una vez llego a la piscina, se lanzó al agua ignorando su ropa; sacó a Jade rápidamente.
—¿Qué demonios haces? —Fue lo primero que gritó el chico.
—¡Cállate! ¿Por qué apareces justo ahora? ¿Por qué no me dejas en paz? —gruñó con rabia.
—Porque no quiero perder a la única familia que me queda —gritó desesperado, Jade lo miro entonces con lágrimas en los ojos.
—Yo... nunca quise... nunca pensé que… — El mundo se le venía encima la realidad era cruel; más de lo que ella podría soportar. —Yo los maté, Nicolás yo los maté —grito liberando aquel nudo en la garganta, no había llorado una sola vez a sus padres hasta ese día; su hermano simplemente la abrazo con fuerza.
—Nadie es culpable Jade, fue un accidente tú no pensabas que algo así podía pasar, pero ahora eres lo único que me queda no puedo dejarte ir —hablaba Nicolás en un tono reconfortante, Jade seguía llorando, pero su hermano sabía que estaría ahí para ella. —Tranquila, empaca tus cosas nos mudaremos lejos de aquí — abrazó con fuerza a la chica y ella asintió; su llanto cesó.
Nicolás era su esperanza; su única familia, se mudaron a las afueras de la ciudad…
Dos años después, Jade parecía haberse recuperado de los sucesos, aún tenía algunas pesadillas, pero ambos hermanos prefirieron dejar de hablar de esa fatídica noche.
—Nicolás me mudaré de nuevo —expresó seria la joven, su hermano la miro con curiosidad. —Quiero volver a West Beach, necesito hablar con Beck Oliver —aclaró ella, su hermano sólo guardó silencio.
—No estaré en paz hasta hablar con él —susurró, Nicolás asintió.
—Tienes derecho a vivir en paz, a dejar todo atrás —suspiró el joven. —Pero si es tu deseo, no te voy a parar, sólo te pido que me llames. Recuerda Jade... eres mi única familia — suspiró de nuevo y la chica lo miro con cariño.
—Siempre serás mi familia —sonrió ella.
Aquí está el primer capítulo de este curioso proyecto que no sale de mi mente, espero que sea bien recibido en el fandom, un enorme saludo a todos los que lleguen a leer esta historia denle una oportunidad espero les guste.
Esta inspirado en cierta película.
