Descargo de responsabilidad: ® Sherlock es propiedad de Steven Moffat, Mark Gatiss y la BBC. Los personajes originales son del genial Sir Arthur Conan Doyle.
Las aventuras del detective y la niñita
Era una tarde tranquila en el 221B de Baker Street. El apartamento estaba en silencio, Sherlock estaba estirado en su sillón, con los ojos cerrados y las manos juntas bajo su mentón, pensando. Rosie estaba sentada en el piso, jugando sin hacer ruido.
Sherlock había olvidado la regla número uno que todo buen niñero debe saber:
El silencio nunca es buena señal.
Y la segunda regla:
Nunca le quites la vista por demasiado tiempo al niño (en este caso, niña) que estás cuidando.
Sherlock estaba por aprenderlo de no muy buena manera.
Lo que mantenía tan concentrada a Rosie era nada más y nada menos que el teléfono de su padrino. Se lo llevaba a la boca, babeándolo y mordisqueándolo como si fuera una galleta, ¡y oh, peor todavía! lo arrastró por el piso de un lado a otro arruinando la pantalla.
En todo ese rato, Sherlock no se había percatado del horrendo destino de su pobre teléfono. De hecho, hacía rato que se había olvidado de la presencia de Rosie en su casa.
O al menos lo fue hasta que la niña se aburrió del aparatito y, sonriendo, se lo lanzó por la cabeza.
Aquello bastó para sacar al detective de sus profundos pensamientos. Abrió los ojos, tomado con la guardia baja, al mismo tiempo que emitía un pequeño quejido de dolor. El telefonito rebotó de su cabeza al suelo, y cayó al piso con un golpecito nada suave que terminó de arruinar la pantalla.
Sherlock cambió su mirada del teléfono a la niña, una expresión seria en su rostro. La niña le devolvió una mirada confundida, con sus grandes ojos clavados fijamente en él.
—Rosie-
Rosie le regaló una enorme sonrisa, plagada de inocencia y dulzura (y experta manipulación, pero a John no le haría nada de gracia ese calificativo). Se puso de pie, abrió y cerró sus ojitos con picardía, y le extendió los brazos abriendo y cerrando los puños pidiendo ser cargada.
—¡Tío!
Eso le terminó de desarmar.
El gran Sherlock Holmes, superado por una niñita que no cumplía sus dos años. Debía ser un récord.
Sherlock soltó un suspiro, y rodó los ojos. Se inclinó sobre su sillón, y recogió a Rosie del suelo.
—Ven acá, pequeña manipuladora.
Rosie sonrió aún más, y se dejó cargar con gusto por su padrino.
Ese día aprendió la lección número uno de las niñitas que tienen niñeros:
Una sonrisa boba y un guiño son suficientes para conquistarlo todo.
Incluso a Sherlock Holmes.
—Fanfiction, 05 de febrero de 2017.
