Disclaimer: No es mío. Es de Troll Heller y su banda de...gente que le gusta jugar con los fans.

A/N: Esta historia ha estado persiguiéndome por algún tiempo, y en cierta forma me negaba a traspasarla al papel porque quería terminar otra de The vampire diaries que tengo rondando. Pero como mi querido cerebro es un troll de tomo y lomo, no quiere sacar la que yo deseo y en cambio, se llena de ideas para éste. Así que what the hell! le damos con ésta entonces.

Avisos varios. Quien espere historia shipper, está en el lugar incorrecto. Esta historia es sobre Lisbon, y aunque tendrá algo de Jane, es "algo" de Jane y no "Jane el salvador del día que se lía con Lisbon". Lo siento, no estoy shipper con esta pareja, es más, diría que estoy total y absolutamente lo contrario. Es triste, pero en fin...es lo que me produce la serie ahora mismo. Nada de emoción y poco sentimiento fangirl. Si de todas formas siguen leyendo, agradeceré infinitamente sus comentarios y críticas, más que en cualquier otra de mis historias. Tampoco tendrá muchos capítulos, máximo cinco si sigo el plan que tengo.

Dato que a nadie le importará, y como le dije a mi querida Lara (Inthesnow): pensaba nombrar esta historia "Shadows of grey" hasta que tuve la desgracia de enterarme que por allí hay un "libro" muy famoso llamado "Fifty shades of grey" que es salido de un fanfiction de Twilight. Y no sé qué odio más, si el hecho que una historia tan porquería tenga tantos fanáticos o que haya salido de otra historia igual de mala (y siento si ofendo a alguien que le guste Twilight pero...¿vampiros brillantes? ¿en serio?). Así que el título se redujo a simplemente "Gris".

Siento el choclón que les he tirado de nota de autor. Si la leyeron ya se han ganado una estrella.

Comentarios y críticas bien recibidos, siempre con respeto.

Muchas gracias por pasarse y leer.-


Gris.

Quizás, definirse como una persona cuyo estado de ánimo es determinado por el clima, no sea acertado en su caso; pero está segura que es una explicación bastante cercana a la realidad. Después de todo, no fue casualidad que eligiera dejar Chicago; la ciudad que la vio nacer y crecer, para irse al otro lado del país y aterrizar en las soleadas tierras californianas. Muy lejos de todo lo que la llamada "ciudad de los vientos" significaba para ella. Tanto lo bueno, como lo malo.

Jamás le había gustado Chicago, ni siquiera en la época de navidad, cuando todo el mundo parecía excitado por las intensas nevadas, los días de escuela perdidos y el poder jugar sin descanso en el extenso manto blanco que ofrecía mil posibilidades a cualquier niño que se divertía haciendo muñecos, jugando a lanzarse bolas de nieve o deslizándose por alguna suave pendiente en un trineo. Menos a ella; que prefería refugiarse en el calor de la chimenea y leer algún libro, ayudar a su madre a cocinar galletas o escuchar embelesada a su padre contar historias sobre sus primeros años en el departamento de bomberos. A pesar de ser una niña activa que solía correr y jugar con sus hermanos, durante la época de invierno su ánimo decaía, se sentía triste cada vez que despertaba y veía por la ventana el cielo cubierto de gris, o la lluvia cayendo sin cesar. Era una verdadera tortura para ella tener que levantarse e ir a la escuela, hacer lo que cualquier chiquillo de su edad conoce como rutina. Sus padres hacían todo para animarla, distrayéndola con cualquier cosa que pudiera hacer en casa, ayudándola con sus tareas o simplemente sentándose con ella y sus hermanos frente al televisor para ver algún programa y comentarlo. Eran esas pequeñas cosas las que evitaban que cayera directamente en un estado de monotonía total y la ayudaban a pasar los meses más fríos de aquella cruda época. Todo mejoró al pasar los años, dejó de molestarle tanto el frío y hacía el esfuerzo de salir a la calle a jugar con sus hermanos, intentando ver el lado positivo de todo; cualidad que había heredado de su madre y que, para su fortuna, floreció más temprano que tarde en su interior.

Por supuesto, todo cambió el día en que su madre murió en aquel accidente. Ironías de la vida, no fue durante el invierno, sino el amanecer de un día de verano caluroso y despejado que invitaba a reír y esperar una jornada llena de alegría y no de horror y tristeza como la que ella y su familia vivieron en aquel entonces. Lo peor vino luego cuando su padre, incapaz de sobrellevar la pérdida, decidió que el alcohol era la mejor forma de aturdirse y alejarse del dolor causado por la muerte del amor de su vida; olvidándose que a su lado estaban cuatro niños pequeños que también habían perdido una de las personas más importante en sus vidas y necesitaban de la otra para seguir sobreviviendo.

Durante los años siguientes, soñó con irse de Chicago; de la ciudad triste y gris que parecía volverse una carga más pesada sobre sus hombros con cada día que pasaba y la situación en su casa empeoraba. Deseaba tener la fuerza de voluntad suficiente para tomar sus cosas y largarse sin mirar atrás, sin un adiós al padre que ahora se había vuelto un desconocido, casi un enemigo para ella y sus hermanos. Descubrir las tierras soleadas de Florida o California, cualquier lugar que fuese todo lo opuesto a Chicago. Pero esas fantasías se desvanecían con rapidez cuando llegaba a casa y se encontraba a su padre inconsciente o en un ataque de furia por el alcohol, y a sus hermanos escondidos en alguna habitación esperando a que no los descubriera y decidiera descargar sus frustraciones y dolores en ellos. No podía dejarlos, por más que ella misma se sintiera aterrada por su padre y frágil frente a él. Aunque poco podía hacer para defenderlos, al menos debía quedarse allí, para sufrir con ellos las mismas tristes consecuencias que había traído la muerte de su madre.

Pero la vida de Teresa Lisbon no estaba hecha para ser vivida para siempre en esa ciudad, ni en ese ambiente familiar que la consumía poco a poco. El día en que ella se dio cuenta de este hecho, un día fatídico y que al mismo tiempo le demostró la fuerza y seguridad de la que realmente era capaz, fue en el que decidió que era suficiente. Debía escapar, buscarse una nueva vida si quería sobrevivir y más importante, vivir. Así que, asegurándose que sus hermanos estarían bien, dejó todo atrás. La ciudad que la vio crecer, la familia, incluso el hombre con el que pensó podía llegar a formar una familia, pero que para entonces, se estaba convirtiendo en un obstáculo en su camino más que un compañero para recorrer el mismo. California fue el destino elegido para su nueva vida. Era lo que necesitaba, un lugar nuevo, al otro lado del país, con tardes de verano calurosas e inviernos amables. Y lo más importante, lejos de todo lo que alguna vez la rodeó. Era altamente improbable-diría más bien imposible-olvidar sus experiencias pasadas. Tampoco era lo que buscaba porque a pesar de todo, eran las que le habían vuelto más fuerte, más segura. Pero sí necesitaba del cambio para sentir que en verdad estaba empezando una nueva vida.

Su existencia estaba lejos de ser tranquila, pero no se quejaba de los obstáculos en ella ni tampoco de las decisiones que día a día tomaba. Era ella quien forjaba su camino, su destino, y eso era suficiente como para darse por satisfecha. Además, le gustaba despertarse cada mañana y darse cuenta que la mayoría de las veces, era el sol quien la recibía. Sacramento podía no ser la ciudad más soleada de California, pero al menos era mucho mejor que Chicago. Incluso cuando los días eran grises, ya no afectaba a su ánimo como aquellos tiempos en su infancia; eran una razón más para levantarse y lograr que aquella jornada que se avecinaba sombría, fuera todo lo contrario.

Dentro de todo y a pesar de las experiencias que había vivido, y como le dijo a Greg aquella vez cuando fue a despedirse de él y pedirle perdón por abandonarlo, era feliz.

Hasta el día en que, mientras se preparaba para salir a interrogar a uno de los tantos sospechosos en el caso en que ahora mismo estaban trabajando, recibió una llamada. Y la persona al otro lado del teléfono, con apenas un par de palabras, fue capaz de desmoronar cada muralla construida a su alrededor y que le proveían de la sensación de seguridad y negación que tan necesaria fue en algún momento de su vida.

"Está muriendo. El doctor no cree que le quede demasiado tiempo de vida. Ha solicitado, como último deseo, el poder verla a usted. A usted y sus hermanos. Sé que es difícil, pero…"

Cuando la llamada termina-no sabe en qué momento ha sucedido ni tampoco importa- y observa hacia la ventana, lo único que puede ver es que su mundo nuevamente se ha teñido de gris.