ATRACCIÓN FATAL (Yedra Phoenix)

Aprovecho el día de mi cumpleaños para dejaros este pequeño obsequio:

Es un mini fic, de sólo dos capítulos, protagonizado por Fred Weasley aunque también aparecerán otros personajes conocidos de Harry Potter. Por supuesto que la mayoría de los personajes que aquí encontraréis pertenecen a la increíble y afortunada invención de J. K. Rowling y que esto es fruto de una inspiración con la intención de entretener a los que la queráis leer.

Se agradece algún comentario por vuestra parte, aunque sea mínimo, simplemente por saber si os resulta entretenido, al menos esa es mi intención.

Un beso: Yedra


EL COMIENZO DE LA HISTORIA

Abrir Sortilegios Weasley había sido la mejor idea que podían haber tenido. Sus padres jamás se lo habrían llegado a creer si les hubiesen dicho que sus hijos vivirían a cuerpo de rey gracias a una tienda de artículos de broma principalmente.

Los comienzos habían sido más complicados pero ahora, después de unos años de haber inaugurado su tienda, ya se planteaban el abrir alguna nueva sucursal.

Siempre habían pensado que los artículos que tenían en su tienda estaban básicamente destinados a un grupo de compradores más bien jóvenes pero cual fue su sorpresa al comprobar que a medida que sus clientes crecían continuaban acudiendo a visitarles y les traían a sus conocidos haciendo uso de la publicidad del cliente satisfecho.

La cercanía de las fiestas navideñas se hacía notar en la caja registradora. La tarde anterior habían trabajado sin descanso y se agradecía que esa mañana de sábado estuviese siendo relajada.

"¿Relajada?"- Se preguntaba Fred mientras acompañaba a un pequeño de unos ocho años que, acompañado de su progenitor querían adquirir lo último en fuegos artificiales para celebrar la Noche Buena.

Cerca del mostrador, dispuestos a pagar lo que habían elegido, había un par de personas. Fred se giró buscando con la mirada a su hermano George. No se le veía por ninguna parte. Seguramente él y Alice, una joven que habían contratado como dependienta para ir más descansados, estarían reponiendo los artículos que se habían vendido la tarde anterior.

Les explicó el sencillo funcionamiento de varios modelos de fuegos artificiales haciendo hincapié en las medidas de seguridad que se debían tener en cuenta a la hora de ser utilizados. La cara del pequeño se entristeció al darse cuenta que él no podía hacerlos explotar pues eran para mayores de edad. Rápidamente Fred, como buen vendedor, les mostró una estantería con un gran surtido de petardos aptos para niños de su edad y los dejó haciendo su elección.

Se dirigió detrás del mostrador para cobrar a los clientes que estaban esperando.

— Hola Will. ¿Pero no estuviste ayer por aquí? – le preguntó Fred.

— Sí, pero esto será una sorpresa… - contestó bajando la voz y haciendo un gesto de niño travieso. - Julia se ha empeñado en invitar a cenar a sus antiguos compañeros de estudios y entre ellos está un ex-novio que está convencido que aún es posible recuperarla y con esto creo que le quitaré las ganas.

— Ten cuidado que no sea otro quién se lo tome no sea que tu plan te salga mal – le advirtió Fred envolviendo el paquetito con un papel sin ningún tipo de publicidad para no levantar sospechas.

— Ya te contaré.

Fred se dirigió hacia la trastienda en busca de su hermano. Se reía pensando en lo bien que lo pasaría Will en su cena, no había nada que le molestase más a una mujer que un invitado no le alabase la comida que le había preparado.

— ¡George!

Un momento después aparecía George desde detrás de unas estanterías con cara de no haber roto nunca un plato.

— Dime, Fred. Estábamos haciendo inventario… - se excusó al ver que Alice le seguía.

A cualquier cosa le llamaba hacer inventario. Los tres salieron a la tienda.

— Deberíamos aprovechar para ir a Gringotts a ingresar el dinero que hay en la caja – le comentó Fred. – Mañana domingo no abren a pesar de que todos los comercios del Callejón Diagón si lo harán.

— Has tenido una buena idea. Ve tú, que yo estoy ocupado…

— Ya lo veo… , el inventario – le contestó Fred. Ya se lo recordaría cuando él necesitara algún día libre.

Fred guardó el dinero que debía ingresar en una cartera y salió hacia el banco mágico.

Al salir de la tienda y pasar por el escaparate miró hacia el interior y vio a su hermano besando a Alice.

"Espero que esta dependienta no decida dejarnos como las anteriores. Bueno, mientras no denuncie a George por acoso." – pensó.

El Callejón Diagón empezaba a llenarse de gente haciendo sus compras para las fiestas y tal como se imaginaba, Gringotts también estaba lleno de magos que iban a sacar dinero.

Pasado el recibidor había diferentes cajas, la última de las cuales estaba dedicada al ingreso de dinero de los comerciantes. No había mucha cola aunque pensándolo mejor si tardaba en regresar no pasaba nada.

No tardó mucho en hacer el ingreso y mientras salía del edificio iba guardando el resguardo en la cartera. Ya estaba bajando los escalones de mármol blanco que llevaban a la calle cuando vio a una anciana que inexplicablemente se dobló el tobillo y cayó al suelo.

Fred se apresuró a ayudarla.

— ¿Se encuentra usted bien? – le preguntó ayudándola a levantarse.

— Gracias, no sé cómo me he podido caer de una forma tan tonta – contestó agarrándose al fuerte brazo del pelirrojo. – Estoy bien, de verdad.

— Tal vez lo mejor sería que se sentara – le propuso Fred acompañándola a un banquito que había a unos diez metros.

La señora se sentó. Fred le miró el tobillo que comenzaba a hincharse por momentos.

— Con el tobillo que se le está poniendo no podrá usted caminar – le comentó – si me lo permite, le pondré un ungüento que le aliviará la lesión y se quedará como nueva.

Era uno de los inventos que antes se les había ocurrido fabricar pues lo necesitaban para curar los efectos secundarios de sus inventos y aunque era muy efectivo no lo comercializaban.

Fred se agachó y con mucha delicadeza le aplicó el ungüento. En cinco minutos la hinchazón había remitido y no le quedaba ningún dolor.

— Eres un chico muy amable, gracias. – le dijo la mujer poniéndose unas gafas – y además muy guapo.

— No ha sido nada señora. Vaya usted con cuidado que la calle está muy resbaladiza con la lluvia de esta noche.

Fred ya se disponía a marcharse cuando la señora lo detuvo.

— Espera, muchacho – dijo mientras buscaba algo por su enorme bolso floreado. Sacó un pequeño frasquito con atomizador con el cual "fumigó" a Fred que se la quedó mirando anonadado. – Toma, quiero hacerte este regalo por ser tan amable conmigo.

— No es necesario, señora, lo he hecho con mucho gusto – se rehusaba el chico a coger el presente.

— Insisto, tómalo – dijo la señora alargándoselo.

Finalmente Fred no tuvo más remedio que coger el frasquito y lo guardó en el bolsillo de su gabardina.

"¡Qué pestazo!, si lo llego a saber no la ayudo." – pensaba.

Al llegar a Sortilegios Weasley se encontró la tienda con bastantes clientes por lo que no tuvo tiempo más que de quitarse la gabardina y se puso a trabajar.

— Has tardado bastante – le reprochó su hermano.

— Había mucha gente en Gringotts y por la calle ya te puedes imaginar, todo el mundo deja las compras para los últimos días.

— Oye¿has cambiado de aftershave? – le preguntó George olisqueándolo. - Dirás que te noto un olor diferente.

— Es que he tenido un accidente…- le contestó Fred sin querer entrar en detalles – en cuanto tenga ocasión me doy una ducha y me cambio de ropa, este olor es mareante.

La mañana transcurrió sin un momento de descanso y ya cerca de la hora de comer llegaron Ron, Harry y Hermione.

— ¡Hola, Fred – le saludó Ron acercándose al mostrador – Parece que el negocio va bien.

— Hola. No nos podemos quejar. En estas fechas las ventas aumentan bastante. Y vosotros ¿cómo estáis?

— Bien, - contestó Harry – aprovechando ya el fin de semana. Las clases son bastante agotadoras y disfrutamos la mañana del sábado pues no tenemos que madrugar.

— No os quejéis que estáis mejor de lo que queréis. La vida de estudiante que os pegáis es de lo mejor – les echó en cara Fred.

— Tú no has seguido estudiando porqué no has querido – atajó Hermione rápidamente.

— Hermione, tú no estás muy bien que digamos – observó Fred.

— Ya sabes como es ella – explicó Ron bromeando – se empeñó en venir a clase sin abrigarse y cogió frío y mira que resfriado lleva…

— ¡Ronald Weasley! Si estoy resfriada es por culpa tuya – le acusó Hermione sonándose la nariz estruendosamente. – Me hiciste pasar a rastras por un túnel lleno de charcos…

— Siempre me dices que yo no soy caballeroso y una vez que pienso: las damas primero, vas y te sienta mal – explicó Ron.

— Lo que me sentó mal es que a mi me tocó secaros el camino y encima te burlas de mí – dijo parando para estornudar. – Creo que lo mejor será que me vaya a casa. No me siento muy bien.

— Hermy, no te vamos a dejar sola – comentó Harry mirando a su amiga. – Vamos contigo a casa y te prepararé algo caliente para que te sientas mejor.

— No, Harry. Iros a comer tranquilos. Yo me meteré en la cama y seguro que mañana ya me sentiré mejor.

— Si eso es lo que quieres, vale. – aceptó Harry. - Pero te acompañaremos y después te llevaremos algo para comer.

— A mi también podríais traerme algo para comer – pidió Fred. – Hoy no vamos a cerrar hasta las ocho de la tarde…

— Y ¿cómo es que tú y George no os turnáis? – preguntó Hermione.

— Es que él está muy ocupado enseñándole a Alice a hacer inventario… - explicó haciendo un gesto en la dirección en la que ellos se encontraban.

— Parece que nuestro hermano no pierde el tiempo. Y tú¿no vas con nadie? – se interesó Ron.

— Soy invisible para las tías. Creo que el atractivo se lo llevó todo George.

— Nunca se sabe – le comentó Hermione – cuando menos te lo esperes puedes encontrar lo que has estado buscando. Aunque hay quién busca pero no ve a su alrededor…

El día estaba resultando agotador. Los compradores no habían dejado de entrar en un goteo continuo a lo largo de todo el día. Pero no debía quejarse ese era el precio del éxito.

Tenía la impresión de que la gente no estaba muy segura de qué era lo que querían comprar. No hacían más que pedirle consejo y él estaba más que seguro que la gran mayoría de los artículos eran de sobra conocidos. Se giró para buscar con la mirada a su hermano. Él estaba atendiendo en la caja a todos los que querían pagar y Alice no se veía cerca de él.

Cuando por fin parecía que bajaba un poco el número de compradores, se apoderó de la caja registradora. Era su momento de poder sentarse un ratito.

¿Creía que iba a descansar? Pues nada más lejano a la realidad. La gente estaba loca, en lugar de hacer una única cuenta había quién se empeñaba en pasar varias veces por caja cada vez con un solo objeto que comprar.

George miraba asombrado lo bien que les estaba resultando el día.

— ¿No crees que tu hermano Fred tiene hoy un brillo especial en la mirada? Es que se ve tan… guapo – comentó Alice con acento soñador.

— Gracias, Alice – contestó George que la miró embelesado.

La chica lo miró extrañada por su comentario lo cual le hizo añadir al pelirrojo.

— Somos gemelos¿te acuerdas?

— Hombre, ya lo sé. Pero es que hoy Fred está diferente…

George se quedó pensativo mirando a su hermano. Él no le veía nada raro. Igual de despeinado que siempre. Con la misma cara de siempre, la suya.

Pero sí le llamó la atención que había más mujeres que le pedían consejo a su hermano antes de comprar. O que volvían varias veces por la caja y le lanzaban miraditas y sonrisitas.

Era su deber intentar sacar el máximo partido a esa extraña circunstancia. Hacía ya unos meses que Fred se veía demasiado tranquilo en relaciones amorosas, pero tal parecía que había recobrado su carisma en un único día.

Ron y Harry acababan de regresar y se sorprendieron al ver a George mirando a Fred. Ellos también se lo quedaron mirando asombrados.

— Fred está hecho una máquina de trabajar – comentó Ron.

— ¡Seguro que hoy batís un récord de ventas en la tienda! – exclamó Harry.

— Si Fred aguanta…, seguro – dijo George.

Harry y Ron fueron a charlar con Fred y pudieron apreciar las miradas poco amables que les echaron por quitarles la intimidad de la conversación del pelirrojo.

— ¿Qué tal, Fred? – saludó Ron.

— Si te digo la verdad, estoy agotado. Necesito tomarme un descanso.

— Podemos ir a tomar algo a una cafetería muggle que está aquí cerca en Charing Cross – propuso Harry – es de unos italianos y hacen un capuchino estupendo.

— Os tomo la palabra. Esperad que se lo diga a George y nos vamos.

Los tres chicos salieron de Sortilegios Weasley y no tardaron en llegar a la cafetería.

— Tenéis buen gusto. Es un lugar muy agradable – comentó Fred.

— Aquí puedes traer a alguna de tus conquistas – le soltó Ron sonriendo. – Durante todo el camino las chicas no dejaban de echarte miraditas…

— Como si sólo fueran miraditas – comentó Harry – he visto a un par que, como quién no quiere la cosa, han hecho todo lo posible por chocar contigo.

— Fred, como mi hermano deberías contarnos tu secreto para el éxito con las mujeres.

— Os aseguro que yo no hago nada – contestó con voz sorprendida – ni yo mismo me lo creo. Hacía bastante tiempo que estaba en sequía, os lo aseguro.

— Pues deberías plantearte el salir con alguna de las preciosidades que te persiguen.

— Y de paso nos las presentas – completó Harry. – Debemos aprovechar que Hermione está enferma y no nos espantará a tus conquistas.

— No hacía falta que esperaseis a que ella estuviese mal. Bastaba con que le buscaseis una cita a ella.

— ¿Y con quién? Es muy complicada en esos temas – evaluó Ron.

— Conmigo mismo, por ejemplo.

Harry y Ron lo miraron sorprendidos. Nunca se habrían imaginado que Fred pudiese estar interesado en Hermione. Durante muchos años habían aprovechado los gemelos para hacerle bromas a la castaña ya que decían que ella les ayudaba sin querer a encontrar los contrahechizos que usaban en sus nuevas invenciones.

— Ya es hora de volver – comentó Fred levantándose para marcharse del local. Harry y Ron lo siguieron. - ¡Ey! – dijo sorprendido.

— ¿Qué ha pasado? – preguntaron Harry y Ron asombrados.

— ¿No os habéis dado cuenta? – susurró molesto – el camarero me ha dado un pellizco en el culo.

Ron y Harry no pudieron evitar las carcajadas al mirar al camarero guiñarle un ojo a Fred.

— ¡Parece que a él también le gustas!

Cuando llegaron a la tienda, el trabajo estaba tranquilo.

— Fred debes hacerte a la idea y quedar con alguna chica. No puedo permitir que haya algún otro hombre fijándose en ti. El apellido Weasley se puede resentir… - le pidió Ron encarecidamente.

— Al menos si vas con una tía dejaras claro no te van los tíos – explicó Harry.

En ese momento entraba a la tienda un grupo de jóvenes de unos veinte años, bastante llamativas, que buscaban artículos para celebrar las fiestas navideñas. Al poco de entrar, sus miradas se dirigieron hacia Fred.

— Ahora es el momento. Alguna de esas puede ser tu cita de hoy – le animó Ron.

George se acerca hacia ellos y les pregunta:

— ¿Qué es lo que pasa?

— Nada, estamos intentando convencer a Fred para que quede con alguna chica esta noche – explicó Harry.

— Hazles caso. Ellos tienen razón. Demuéstrales el estilo Weasley – le animó.

Fred suspiró. Comenzó a concentrarse y hacerse el ánimo. No podía defraudarlos. Pero como se tomó su tiempo, no le hizo falta ir hacia las chicas. Una de ellas se dirigía directamente a él. Era realmente llamativa…

— ¿Necesita ayuda, señorita? – pregunto Fred.

— Pues sí, queremos preparar unas cuantas sorpresas para las celebraciones navideñas, ya sabes para que resultan más divertidas.

— Si miráis en este pasillo, casi al final, hay muchas novedades… - comenzó a explicar el pelirrojo mientras miraba a sus hermanos y Harry que no le perdían de vista y le animaban con gestos.

— Aunque estoy pensando que para elegir eso mis amigas lo pueden hacer de maravilla – dijo mirándolo de arriba abajo, como inspeccionando por rayos x todo lo que tenía. – Yo, lo más urgente, ya lo he encontrado – continuó deteniéndose en los labios de Fred – me gustas tú.

Fred no podía creer lo que oía. Ni siquiera había tenido que sacar a relucir el estilo Weasley. No podía dejar pasar la oportunidad o los otros tres se le burlarían de por vida.

— Tú tampoco estás nada mal – que poco original. Debía tener telarañas en el cerebro. Seguro que con tan tonta observación se iba corriendo - ¿Quieres que salgamos juntos esta noche? Una cenita tranquila…

— Pensé que nunca me lo ibas a pedir – dijo ella con una sonrisa de oreja a oreja mirando hacia sus amigas que esperaban que hubiese fallado en el intento para haberlo conseguido ellas.

—Y ¿cómo te llamas, preciosa? – le preguntó tomándola de la mano.

— Regina.

— Un hermoso nombre para una hermosa mujer – comentó levantando su mano hasta besarla suavemente. – Iremos a Giuseppe's me han dicho que se come muy bien…

— A las nueve y media, cuando termines de trabajar aquí pasaré a buscarte – dijo Regina haciéndole ojitos y antes de que se diera cuenta, se le acercó peligrosamente y le plantó un beso en los labios. – Hasta luego.

Ella se marchó con sus amigas y sin tiempo siquiera de girarse Fred ya estaba rodeado por Harry y sus hermanos.

— ¿Qué le has dicho, Fred? – preguntó Harry.

— ¡Eres mi héroe, hermanito! – exclamó Ron

— No preguntéis tanto, esto son secretos de los gemelos Weasley – les soltó George y por lo bajo continuó – tú y yo tenemos que hablar, hermano.

— Simplemente la he invitado a cenar esta noche – explicó Fred haciéndose el interesante.