1. EL LOCO AMANTE DE LAS PIEDRAS

Muchos me han preguntado día tras día, mes tras mes, año tras año, mi encuentro con el actual Campeón de Hoenn, Steven Stone, el día que le conocí. Bueno, ante tal masa de gente preguntando siempre lo mismo, he decidido dar a conocer este hecho con unos diaros que encontré por casa donde relaté mi encuentro con él y las experiencias que pasamos juntos hasta ser lo que hoy somos: Líder de Gimnasio y Campeón. Temo decirles que mi encuentro con él no fue más que un día en la escuela de Ciudad Férrica como compañeros de la misma clase. En efecto, no fue en ningún combate ni nada parecido. Fue en un primer y simple día de colegio donde nuestras aventuras comenzaron...

Apenas tenía 7 años. Nací y me crié en Ciudad Arrecípolis, pero nos tuvimos que trasladar a Ciudad Férrica ante la falta de escuelas en las demás ciudades y, según mis padres, ya iba siendo hora de que aprendiera algo sobre los pokémon que no fuera ni peinarlos ni lavarlos, porque sí: yo quería ser coordinador, pero mi padre aquello no le veía productivo. En cambio, mi madre me regaló un Luvdisc para que aprendiera a cuidarlo.

Luvdisc era mi único amigo. Era, y soy, algo tímido a la hora de hacer amistades y con Luvdisc me llevé la mar de bien desde el primer día. Su forma de corazón rosado y sus ojitos cariñosos... ¡Por no mencionar que es de tipo Agua! ¡Me encantan los pokémon de tipo Agua! Tan bellos, tan tranquilos, tan inteligentes... En contraste con los tipo Acero de Steven: brutos, duros, fríos...

Sí, cuando le conocí supe que éramos dos polos opuestos, pero como si su propio cuerpo fuera una coraza de acero, nunca sospeché de la existencia de esa extraña habilidad innata que tenía y, con el paso del tiempo, esa magnífica habilidad, como yo la califico, o habilidad maldita, como él la califica, salió a la luz dejándome atontado, pasmado... Y es que, a pesar de sus despistes al ver una mísera piedrecita, estaba ante el mayor genio en combates pokémon...

Durante el primer día de colegio, nos tocó hablar sobre nuestro pokémon. Yo estaba sentado atrás, alejado de la clase peinando y hablando con Luvdisc. A veces, sentía que mis compañeros me observaban preguntándose quién era ese niño o si era autista y yo me sonrojaba. Quería pasar lo más desapercibido posible, pero cuando terminó un niño de exhibir a su Nincada usando Golpes Furia en una piedra, la profesora se dio cuenta de mi existencia:

-¡Wallace! ¡Te toca!

Como robots, todos los niños giraron sus cabezas hasta observarme y, sonrojado por la máxima atención que se dirigía hacia mí, cogí a mi Luvdisc y me dirigí a la pizarra. Estaba tan nervioso que casi ahogo a mi Luvdisc y tan sonrojado que se podría haber frito un huevo en mi cara.

-H-Hola... Me llamo Wallace... Soy de Arrecípolis... Y éste es mi amigo Luv...

-¡STONE! ¡¿OTRA VEZ HACIENDO LO QUE LE DA LA GANA?!

Aquel grito cortó de raíz mi discurso y maldije colorado a ese tal Stone por cortarnos a mí y a mi querido y bello Luvdisc.

La puerta se abrió de par en par y un niño con el pelo gris metálico y los ojos grises entró en la clase como si su vida fuera en ello. No había parte del uniforme escolar que no estuviera en su sitio. Tras recobrar el aliento, se colocó la chaqueta y saludó educadamente a la clase.

-Stone-habló la profesora-, ¿dónde te habías metido?

-Verá... Es que no me acordaba de que hoy había clase y, entre una cosa y otra, estuve buscando minerales.

-¿Minerales? Anda, siéntate.

Y, con una sonrisa inocente, se sentó en su pupitre.

-Sigue, Wallace, por favor.

Hubiera seguido de no ser por aquel niño, pero estaba completamente en blanco. Cuando por fin reaccioné, el mismo condenado niño saltó.

-¡Por Groudon! ¡Mirad!

Y se tiró de cabeza al suelo. Todos le observamos tirado en el suelo rebuscando algo hasta que vimos que sostenía en alto... Una mísera piedra. Sus ojos brillaban como si acabara de descubrir oro y, mientras hablaba, se le trababa la lengua. Parecía que hablaba consigo mismo y no con nosotros. La sorpresa estuvo cuando llamó a su pokémon: una piedra con forma de pata y con un ojo enntró rompiendo una ventana y se colocó al lado del niño con los mismo, o mismo ojo apasionado. Aquel pokémon relucía como si fuera especial, con ese color gris metálico y amarillo...

-¡Mira qué ternura! ¡Qué belleza! ¡Beldum, es hermosa!

Y ambos suspiraron a la vez. De pronto, al pasar la mano por encima, su rostro se ensombreció:

-¿Alguien tiene un Nincada?

Uno de los niños asintió temblando.

-¿Tiene las garras muy afiladas, verdad?

Todos miramos al Nincada y, en efecto, tenía las garras curtidas. Aquél era el niño que salió antes que yo y nos mostró a su Nincada y sus Golpes Furia...

-Has estado entrenando con esta piedra, ¿verdad? Los arañazos lo delatan. Las piedras me cuentan cosas-dijo mientras la acariciaba.

Pues bien. Había oído hablar sobre gente que hablaba con los pokémon, pero NUNCA había oído hablar de gente que habla con las piedras. Era obvio que ese niño necesitaba ayuda urgentemente...

Tras observarla minuciosamente, lanzó la piedra con desgana como si nada (rompiendo otra ventana) y se sentó, junto con su fiel Beldum en el pupitre.

Ésta fue la primera vez que vi a Steven Stone, un loco y demente amante de las piedras, el que peor notas sacaba en clase, sin saber que tenía delante al futuro Campeón de la Liga de la región de Hoenn. Más tarde, el tiempo me lo revelaría...