Just Made To Touch


Disclaimer: Esta nota aparecerá tan sólo en el primer capítulo... Final Fantasy VIII pertenece a Square

Notas de la Autora: Aviso de antemano... Todos aquellos que no sean capaces de vivir viendo que la relación entre Squall y Rinoa no funciona como la mayoría de autores quieren... quedáis avisados! XD No tengo nada en contra de ellos, pero esto es una especie de experimento. Digamos que... necesito poder hacer con Rinoa cosas que Squall no merece sufrir... así que por el bien de ambos personajes necesito las excusas propicias para tener carta (más o menos) blanca con ella. En fin, esto es un pelín distinto a lo que estáis acostumbrados (por la pareja sobre la que se mueve la historia, no por cómo suelo desenvolver las historias de mis fics)

Ah! Y me gustaría dar las gracias a Rinoa Haatirii antes de nada! Ella me hizo pensar por primera vez en esta pareja y de repente me encontré con el valor de hacer algo que siempre me había llamado la atención, escribir una historia un pelín... yuri (Para los que conozcáis el término... sí... he dicho yuri... Para los que no lo conozcáis... yuri = temática lésbica (Dios mío!! El corrector de mi Open Office me marca la palabra "lésbica" como inexistente! XDD Abajo la opresión homófoba por favor!! (un paréntesis dentro de un paréntesis... y con un tercer paréntesis dentro! (vale... paro ya v.v))) en general) Va por ti Rinny! Espero que esté a la altura de tus expectativas! ^_^


CAPÍTULO I: EN POCO MÁS DE SEIS MESES.


Realmente no tenía nada mejor que hacer, así que llevaba un buen par de horas sentada en la cafetería, casi tumbada en una silla, con la vista perdida en el vaso de cola que ya no tenía gas alguno y seguramente estaría caliente.

No me importaba demasiado, tampoco pretendía bebérmelo.

Debía hacer cosa de media hora que había dejado de mirar mi reloj cada dos por tres, sin pararme ni siquiera a prestar atención a la posición que tenían las manecillas sobre la esfera, pero sabía que los demás no tardarían demasiado en ir llegando.

Squall estaría en su despacho, como siempre, y lo más probable era que llamase a la cafetería para que le subieran el almuerzo; Zell llegaría de un momento a otro correteando, la mar de feliz por tener un ratito para zamparse todo lo que pudiesen darle ese día; Selphie e Irvine probablemente no aparecerían, los jueves solían comer fuera del Jardín, y Quistis... también estaría al caer de sus clases.

Yo podría haber estado en la biblioteca, como solía hacer la mayor parte de las mañanas, o dando una vuelta por el centro de entrenamiento, o dándola por los exteriores del edificio... pero no, estaba allí, como una idiota.

Alguien se acercó lo suficiente a mí como para interponerse entre una de las lámparas que había en la columna que tenía unos metros a mi izquierda, y la sombra que por unos segundos cayó sobre mí me hizo girar los ojos hacia quien fuese.

Los ojos, no la cara.

Mis pupilas se movieron sigilosamente hacia Quistis y la siguieron lentamente hasta que se sentó frente a mí.

Llevaba un puñado de papeles en las manos y andaba toqueteándolos distraídamente. Ni siquiera movió los ojos hacia mí. Tal vez ni siquiera se había dado cuenta de que estaba allí. Y no la culpaba, parecía una segunda capa de pintura sobre aquella silla.

Podía notar cómo mi cara se calentaba levemente más de lo normal, seguramente adquiriendo un estúpido tono rosado justo sobre mis mejillas, y ese fue el principal motivo para que me comenzase a incorporar lentamente, obligándome a apartar mi vista de ella, mientras me agarraba con ambas manos a la silla y la acercaba un poco más a la mesa.

Ella había terminado de ordenar aquel pequeño fajo de fotocopias y yo empecé a sorber de mi pajita lentamente, aún sin hacer un solo ruido, deseando haber tenido el flequillo algo más largo para poder ocultar un poco más mi cara.

¿No iba a decir nada? ¿Ni un "buenos días"? ¿Ni un "qué tal estás"? ¿Ni un "qué demonios ocurrió anoche"?... Porque me parecía imposible que aquella maldita pregunta no se estuviese repitiendo una y mil veces en su cabeza, igual que lo hacía en la mía.

Finalmente levanté los ojos de nuevo hacia ella.

Los ojos, no la cara.

Permanecía con la cabeza inclinada sobre aquel vaso, sorbiendo aquel líquido demasiado dulce sin estar frío ni tener una sola burbuja, y mis pupilas buscaron las suyas casi sin que me diera cuenta.

Y allí estaban.

Permanecía sentada, con las piernas cruzadas, ambos brazos descansando sobre la mesa, las manos agarradas con los dedos entrelazados sobre la superficie de mármol, con una expresión de total calma y tranquilidad. Y mi cara seguía ardiendo.

Por un instante no se oyó nada ni ninguna de las dos nos movimos. De hecho creo que incluso dejé de tragar. Probablemente incluso de respirar.

Sus ojos se movieron al cabo de unos segundos hacia sus manos, y de nuevo volvieron a los míos.

Pasaba un segundo tras otro y la situación no se movía lo más mínimo. De alguna manera me recordaba a las veces en que Angelo se me quedaba mirando fijamente, esperando algo, atención, comida, mimos, ... En este caso yo era Angelo y buscaba una explicación desesperadamente.

Pero en lugar de eso lo único que ocurrió fue que su cara comenzó a adquirir un tono algo más rosado y sus ojos volvieron a moverse hacia sus manos.


¿Por qué demonios no paraba de mirarme así? ¿Qué es lo que estaba esperando?

Rinoa permanecía frente a mí, agarrada a aquel vaso de cola, con la pajita entre sus labios y los ojos clavados en los míos.

Aquella chica era un maldito libro abierto y eso me hacía sentir incómoda. Había algo en ella que siempre flotaba a su alrededor, como una espesa nube de sinceridad que hacía que su imagen se viese borrosa, eclipsada por la manera en que lo que había dentro de ella era más evidente que lo que se veía por fuera.

La vi nada más entrar en la cafetería, allí sentada, como tantos otros días, y lo primero en que pensé fue en girarme y volver más tarde, cuando hubiese alguien más con ella. Cuando fuese menos incómodo tener que estar a su lado.

Pero tampoco había que exagerar, ¿no? Era una mujer adulta y como tal debía comportarme. Lo que hubiese ocurrido en un momento de ceguera emocional no tenía por qué interferir ni influenciar en mi comportamiento habitual.

Qué fácil sonaban aquellas palabras en mi cabeza ahora que intentaba centrarme en mis manos, pero con qué rapidez desaparecían en cuanto volvía a levantar los ojos hacia ella.

Continuaba mirándome y hubiese jurado que su cabeza no paraba de pensar mil cosas al mismo tiempo mientras lo hacía. Pero sabía que no era así, era más simple que eso, seguramente sólo habría una cosa que se repetiría mil veces.

¿Qué había pasado la noche anterior?

Y a lo largo de mis clases yo misma había encontrado docenas de respuestas para esa pregunta, todas ellas completamente lógicas y entendibles.

Nos dejamos llevar por un ambiente demasiado relajado y agradable, actuamos según creíamos que hubiese sido correcto malinterpretando señales la una de la otra, tuvimos la impresión por unos instantes de que lo que estaba ocurriendo no era algo realmente tan serio, ella necesitaba animarse y yo intenté que fuese así, Selphie metió la pata incluyendo el alcohol en aquel plan suyo para animar a Rinoa...

Todos aquellos motivos tenían siempre algo en común, se habían dado las circunstancias propicias y nos dejamos llevar por ellas, nada más.


- Buenos días... - dijo una voz a mis espaldas y me giré algo sobresaltada. Realmente no la esperaba.

- ¿No vais a comer fuera...? - pregunté hacia Selphie mientras la observaba arrastrar su cuerpo hacia la silla que había a mi derecha.

- No estoy muy en condiciones de andar por ahí... - gimoteó con los ojos cerrados mientras se sentaba y apoyaba ambas manos sobre su frente – No recuerdo casi nada de anoche... La próxima vez que organicemos una noche de chicas recordadme que no aguanto el alcohol...

- La próxima vez no traigas alcohol... - dijo Quistis volviendo a agarrar sus papeles y paseando los ojos sobre ellos de manera mecánica.

Tal vez todo hubiese sido muy distinto si a Selphie no se le hubiese ocurrido aquella estúpida idea de hacer su fiesta particular para animarme. No tendríamos que haber llamado a Irvine para que fuese a buscarla y no me hubiese quedado a solas con Quistis.

Seguramente no hubiese ocurrido nada y ahora no estaría allí sentada como una idiota sin ser capaz de apartar mis ojos de ella.

- Rinny, ¿estás bien...? - preguntó Selphie inclinándose levemente sobre la mesa y colocando una mano sobre mi frente. No la culparía por aquel gesto, sentía mi cara aún ardiendo y seguramente estaría completamente roja.

- Sí... - dije apartándome de ella en un gesto rápido, volviendo a inclinarme sobre el respaldo de mi silla y cruzando ambos brazos sobre mi pecho.

- ¿Tenemos que esperar a Squall? - preguntó al cabo de un minuto, viendo que ambas permanecíamos sentadas sin decir palabra alguna y sin intención de movernos de nuestras respectivas sillas.

Yo me limité a volver a mirar hacia mi vaso y a encogerme de hombros intentando aparentar indiferencia.

- No lo sé... - dije sinceramente.

- Pues yo voy a pedir, a ver si comiendo se me arregla un poco este mal cuerpo... ¿Os traigo algo? - preguntó levantándose poco a poco.

Yo me limité a negar con la cabeza, aquella maldita sensación nerviosa me había hecho perder por completo el apetito. Quistis sin embargo se quedó mirándola durante un instante, como si estuviese sopesando dicha posibilidad.

- Me da igual, la verdad... Trae dos de lo que vayas a pedir tú... - le dijo con una sonrisa amable.

Y después de asentir y volverse hacia la cola aún sujetándose la cabeza con una mano volvimos a quedarnos solas.

- ¿No tienes hambre...? - preguntó al cabo de un par de minutos en los que yo me centré en darle vueltas a mi vaso mientras clavaba mis ojos en los circulitos húmedos que se formaban bajo él, sobre la superficie impermeable de la mesa.

Podría decirle la verdad, que no tenía hambre, pero aquello me dejaría ante la posibilidad de que preguntase el motivo, o si no me encontraba bien. Hablar con ella sobre si me encontraba o no bien, sobre si tenía o no hambre, ambas posibilidades me parecían estúpidas.

También podía decirle que había comido algo hacía poco, y aquello me haría quedar como una maleducada por no haberlos esperado como cada día.

Otra opción era decirle simplemente que prefería esperar un poco más para ver si Squall bajaría o no a almorzar con nosotros, pero tampoco quería pronunciar su nombre, seguía molesta por todo el asunto que había con Squall.


Casi dos minutos y seguía dándole vueltas a aquel vaso, sin contestar.

- ¿No vas a hablarme...? - pregunté casi sin darme cuenta, dejándome llevar por aquella sensación molesta ante tal posibilidad. Entendía que en aquel momento se sintiese incómoda, pero dejar de dirigirme la palabra era algo que encontraba infantil y completamente idiota.

- No... - contestó levantando la mirada con una expresión inocente y cercana a la disculpa – Quiero decir... sí voy a hablarte... No es que...

Parecía confusa, como si mi pregunta la hubiese pillado por sorpresa. En ese caso no me había contestado porque no me había oído o porque habría estado pensando su contestación una y mil veces para no meter la pata. Conociéndola seguramente sería lo segundo.

- Perdona... - balbuceó volviendo a mirar hacia aquel vaso, adquiriendo sus mejillas un tono rosado aún más intenso – no pretendía no contestar... Lo siento si ha parecido...

Y su voz bajó en volumen y seguridad hasta hacerse completamente inaudible. Casi parecía que se fuera a poner a llorar en cualquier momento. ¿Tanto le había molestado que la acusase de pretender retirarme la palabra? ¿Tan culpable se sentía porque hubiese parecido así?

- Rinoa... - dije esperando que volviese a mirarme, buscando algo que decirle para que dejase de darle tanta importancia a una tontería como aquella y se calmara un poco. Si su cara estaba así de roja no quería imaginar como estaría de acelerado su corazón.

- No... no digas nada... - dijo de repente, mirando hacia la superficie del suelo mientras sus manos permanecían abiertas a unos centímetros de la mesa, al parecer sin ser muy consciente de la manera en que su pulso temblaba casi imperceptiblemente.


Necesitaba desesperadamente una explicación, pero de repente sentí pánico ante la posibilidad de que pudiese dármela. ¿Qué opciones me quedaban si decidía no oírlas? Fingir que no había ocurrido nada y olvidarlo por completo. Parecía un buen plan.

- Espero que te gusten las mezclas raras porque no he podido resistirme... - dijo Selphie dejando una bandeja llena sobre la mesa, justo frente a ella.

Yo escondí mis manos colocándolas sobre mi regazo y agradecí mentalmente que nos hubiese interrumpido, mientras tanto Quistis centró su atención en lo que sería su almuerzo.

- ¿Qué es eso...? - preguntó con una ceja levantada.

- Lomo rebozado... - contestó Selphie tendiéndole uno de los platos junto con un par de cubiertos envueltos en una servilleta.

- Lomo rebozado... - dijo en un tono incrédulo, inspeccionando con aire de sospecha aquella mezcla extraña que lo cubría.

- Les he pedido que le pusieran un poco de miel y queso azul por encima. Pruébalo. - la animó Selphie con una amplia sonrisa.

- ¿Te pides esto para arreglar tu resaca?... porque si es por eso yo me encuentro perfectamente... No creo que haga falta... - le dijo ella manteniéndose algo alejada del plato, como si le diese miedo.

- Lo he pedido porque está rico. Pruébalo. - volvió a animarla.

- En serio, está bueno... A mí también me obligó a probarlo y no es tan malo como parece – Dijo Irvine colocando su propia bandeja junto a Selphie, seguido de cerca por Zell.

Mientras todos se acomodaban y comenzaban a comer yo me mantuve callada, observándolos cruzada de brazos, sintiéndome un poco más cómoda ahora que había más ruido fuera de mi cabeza y haciéndome una anotación mental de gran importancia: nunca dejaría en manos de Selphie ninguna decisión que tuviese que ver con mi alimentación.


Sólo había un sitio en el que hubiese odiado estar más que en el despacho de Squall, y ese era en cualquier lugar en el que pudiese estar Quistis. Y teniendo en cuenta que podría encontrármela en cualquier lugar menos allí, esa era la mejor opción que había encontrado. Estar sentada jugando al Tetris en el despacho de Squall mientras él se dedicaba a sus quehaceres de comandante.

Las cosas no iban muy bien con él, por eso no tenía ganas de estar ahí. No es que no fuesen bien... es que íbamos hacia atrás. El único momento en que no me parecía tan decepcionante estar a su lado era cuando conseguía convencerlo para pasar la noche en mi habitación, y eso tampoco ocurría demasiado a menudo.

Las normas prohibían que ningún chico pudiese estar pasadas las 12 en la habitación de ninguna chica mientras alguno de los dos fuese menor de edad, o viceversa, y por ridículo que pareciese a él aún le faltaban unas semanas para pasar de los 17.

- ¿Puedes quitarle la voz a eso...? - dijo en un tono monótono y distraído.

Yo ni siquiera me molesté en contestar, saqué mis auriculares del bolsillo y los conecté a mi teléfono móvil, quedándome yo sola con la hipnótica musiquilla de aquel videojuego.

No sé cuánto tiempo pasé así, completamente aislada del exterior, pero cuando no fui capaz de continuar encajando piezas de manera coherente y vi que estaba a escasos segundos de perder de nuevo dejé escapar un gruñido frustrado y pulsé el botón que pausaba la partida.

Sólo entonces levanté la vista y vi a Quistis frente a mí, sentada sobre el borde del escritorio, con ambas piernas y brazos cruzados y mirándome con una ceja levantada. Y Squall no estaba por ninguna parte.

- ¿Dónde está Squall...? - pregunté como una idiota.

- Necesitaba un papel y me ha dicho que se había olvidado de pedírselo a Cid... ha subido a buscarlo... - dijo en un tono calmado e indiferente.

Y yo miré instintivamente hacia la salida, sopesando por un instante la posibilidad de poner cualquier excusa para salir de allí.


Aquella chica miró hacia la salida y por un momento casi tuve ganas de reír. Era ridículamente transparente.

En lugar de salir corriendo como parecía que deseaba volvió a mirar hacia su móvil y continuó jugando en silencio, yo simplemente esperé como había estado haciendo durante aquellos 10 minutos.

La puerta se abrió y Squall entró de nuevo con un par de papeles en la mano.

- Aquí tienes, perdona... - se disculpó mientras los tendía hacia mí.

- No pasa nada... - dije mientras los cogía e inspeccionaba para echar un primer vistazo a los horarios del siguiente curso - ¿Cambian la comandancia...? - pregunté sorprendida cuando leí un nombre que no era el suyo en la casilla de su puesto.

- Sólo el primer mes, me cojo unos días por asuntos propios... - contestó él girándose hacia su escritorio y alejándose de mí.

Volví a mirar hacia Rinoa y ella seguía concentrada en lo que estuviese haciendo con aquel aparato, auriculares puestos y sentidos centrados en la diminuta pantalla. Anoche no había comentado nada sobre Squall yéndose a ninguna parte. ¿Lo sabría?

Salí de aquel despacho con la memoria en marcha y me encontré sin querer haciendo balance de aquella relación que no me incumbía lo más mínimo.

Squall y Rinoa...

Hacía poco más de seis meses que habíamos vuelto eufóricos después de haber derrotado a Artemisa, y con aquella misma euforia en el ambiente aquel par de dos había comenzado una relación sentimental que duraba hasta día de hoy. Sin embargo toda esa euforia y explosión de felicidad había durado poco más de tres meses.

Dicen que eso es lo que dura el amor pasional, los tres primeros meses. En mi opinión las cosas simplemente volvieron a tomar sus rumbos naturales y lógicos.

Cuando digo "euforia y explosión de felicidad" me refería exactamente a eso en el caso de Rinoa, hablando de Squall se había podido medir todo ese cúmulo de sensaciones nuevas y maravillosas en alguna que otra sonrisa y lo que parecía el principio de su intento por abrirse emocionalmente a la chica.

Tres meses después empezó a ser el de siempre.

Al fin y al cabo Squall no dejaba de ser un adolescente que acababa de descubrir que podía haber algún tipo de relación íntima entre él y una chica, era lógico que se hubiese planteado tener algo serio con ella, pero aún así, Squall seguiría siendo Squall tarde o temprano y Rinoa... nunca dejó de ser Rinoa.

Paraos a pensarlo por un minuto, ¿qué debería ocurrir para que dos personas como ellos acabasen juntos? ¿Que un ser de increíble poder y maldad viajase desde otro tiempo para amenazar la integridad de cada ser vivo del mundo? Exacto, sólo así podría ocurrir semejante cosa. La casualidad es que así fue, o al menos todo esto era mi opinión.

Que Squall volvía a ser el lobo solitario que todos habíamos conocido en el pasado era algo que se podía ver claramente, aunque cualquiera podría haber imaginado que sintiendo por aquella muchacha lo que sentía esa regresión emocional no sería tan evidente en su vida amorosa. Pero se habrían equivocado.

No me dedicaba a espiarlos ni muchísimo menos, el papel de aspirante rechazada y celosa que observa la relación de su objeto de deseo con otra mujer como algo que envidia y aborrece con toda su alma no me acababa de gustar, así que simplemente no seguí ese camino.

Tenía la certeza de que aquella relación no funcionaba por lo que Rinoa nos había contado a Selphie y a mí hacía pocos días.

Unos meses atrás Squall fue puesto a prueba por primera vez como comandante al tener que enfrentarse junto con Cid a una rebelión bastante seria de los pocos instructores afines a Norg que aún quedaban en el Jardín. Durante unas semanas todo el plan de estudios y la organización de aquella academia se convirtieron en un completo caos.

Todo esto coincidió con el momento que Laguna escogió para presentarse ante Squall como su padre y tener una larga charla sobre qué había ocurrido con Raine y como había terminado presidiendo un país y dejando la existencia de su propio hijo como segunda prioridad.

Todo repercutió de manera bastante grave según Rinoa en su relación, y ella escogió ese preciso momento para tener otra de sus charlas estilo "deberías confiar en quienes te quieren y abrirte a ellos para que así podamos ayudarte, Squall"... algo que Squall ya había oído y en lo que realmente había creído hasta ese momento.

Y en ese momento Squall pensó realmente en aquella charla, y decidió que aquella era la visión de Rinoa, y que no tenía por qué ser la suya.

Finalmente había decidido que él era él, y que si de verdad lo querían deberían aprender a respetarlo.

Así empezó todo y así aquel joven se volvió tan inflexivo como siempre con respecto al grado de apertura emocional que tenía con la gente que había a su alrededor.

No lo culpo, la verdad. Lo que ocurre dentro de cada uno de nosotros es algo nuestro, suele sentar bien tener gente con quien compartirlo y es genial poder hacerlo, pero cuando prefieres guardártelo para ti mismo no deberían obligarte a hacer lo contrario.

Por otro lado también entendía a Rinoa, yo misma había intentado "cambiar" a Squall antes de que ella apareciese.

Era un chico físicamente perfecto, y ese aire serio y callado no hacía si no añadirle aún más atractivo. Era casi imposible no sentirse deslumbrada por él, pero al mismo tiempo imponía bastante respeto, por eso mismo poca gente se atrevía a acercarse más de la cuenta.

Aquellos que en un momento dado decidimos hacerlo tuvimos el mismo primer impulso, intentar hacerlo más alcanzable. Como lijar una superficie áspera para poder tocarla sin que duela.

En mi caso confieso que Squall no es ni por asomo mi tipo. Demasiado serio, demasiado sombrío... Yo ya era lo bastante tranquila y serena como para no necesitar a alguien así, sin embargo había algo de él que continuaba atrayéndome como un imán. Pensé durante toda nuestra aventura que el motivo pudo ser los sentimientos que tenía hacia él desde niña y que no había sabido interpretar, aunque bien podría haber sido un intento desesperado por encontrar a alguien que me hiciese sentir de una forma especial. O tal vez ambas cosas al mismo tiempo.

Sea como fuere, por todo esto y la aparición de Rinoa la idea de Squall como una persona que me interesaba sentimentalmente fue difuminándose a pasos agigantados.

Tampoco penséis que me propuse todo esto al aparecer Rinoa como dándole vía libre para que lo conquistase, ni por respeto ni por haberme visto superada como pretendiente de Squall ni por nada parecido. Ella llegó inundándolo todo de luz, frescura, música, impulsividad y buenas intenciones. Ella llegó siendo completamente opuesta a mí y en lugar de celos o envidia sentí calidez en mi interior.

Ver a alguien así era entender que sería eso lo que podría hacer sentir algo a Squall, a cualquier persona como él, completamente opuesto a ella. Eso era lo único que podría conquistar a alguien como Squall, y eso me hizo ver que no sentía nada realmente verdadero hacia él. Éramos incompatibles por naturaleza.

¿Por qué estoy hablando sobre Squall y yo? Sólo intentaba explicar cómo la relación entre él y Rinoa había ido decayendo y mirad cómo he terminado, reconociendo que nadie más que Rinoa sería capaz de acabar junto a Squall.

Cambiad esa frase, Rinoa nunca hubiese encajado tan bien con Squall y todo se debía a un problema de grado, eran demasiado distintos. Sobrepasaban el punto en que pudiesen complementarse por ser diferentes. La manera en que Squall parecía sentirse agredido por los intentos de Rinoa de hacer de él una persona más sociable, y la forma en que Rinoa se sentía impotente y desolada a medida que veía que no sería capaz de conseguirlo.

Squall comenzó a responder a sus intentos por acercarse más a él de manera defensiva y áspera, y ella cada vez se sintió más despreciada y ofendida.

Y para animar a la pobre chica a Selphie no se le había ocurrido nada mejor que comprar un par de botellas de tequila, medio kilo de limones y un salero.

Sus intenciones no eran malas, sólo pretendía que las tres pasásemos la noche riendo como idiotas y poniendo verdes a la otra mitad masculina de la humanidad. Nada mejor que una noche de chicas para animar a una joven que empieza a entender que no todas las historias de amor salen como en las películas.

Nada mejor...


- ¿Vas a pasar toda la tarde aquí...? - dijo Squall cuando me quité los auriculares, cansada de perder una y mil veces en el mismo nivel.

- No tengo nada mejor que hacer... - contesté yo intentando no parecer demasiado defensiva - ¿Te molesto...?

No había ironía ni sarcasmo en aquella pregunta. Si realmente le molestaba que estuviese tumbada en aquel sofá de piel me levantaría y me iría sin rechistar. No tenía ánimos ni ganas de volver a discutir con él.

- No... lo digo por ti – contestó él mirándome por un segundo - ¿No te aburres?

- Un poco... - dije yo sin levantarme.

Pasaron un par de minutos en los que yo no dejé de mirar el techo, seguía molesta con él, pero no lo oía teclear en su querido ordenador, así que tampoco sabía si estaba trabajando o esperaba que le dijese algo más. Finalmente giré mi cabeza hacia su escritorio y lo vi mirándome con los brazos cruzados sobre su mesa.

- Lo siento... - dijo de repente. Y de no haberme podido la sorpresa seguramente me hubiese echado a llorar como una imbécil. Sí, en ese momento era inestable hasta ese punto.

- No lo decía por ti... sé que estás trabajando y... - empecé a explicarme yo incorporándome sobre el sofá.

- Tal vez... deberías volver a Deling... - dijo él.

Volver a Deling, así que era así de definitivo. Había llegado hasta ese punto la vuelta a sus orígenes que había empezado hacía unos meses, hasta el punto en que aún no sabía que yo existía y no sentía absolutamente nada por mí.

- ¿Quieres que me vaya...? - le pregunté yo intentando que mi voz no temblase.

- No quiero que estés en un sitio en el que no te sientas bien... - dijo él de manera completamente incoherente. Estaba en aquel Jardín junto a él porque quería, porque había escogido que aquello merecía la pena a pesar de todo.

- Squall... ¿a qué viene esto...? - le pregunté finalmente dejando de lado mi intención de no ponerme a la defensiva ni terminar discutiendo.

- Normalmente la gente tiene alguna especie de meta... a corto o largo plazo... - dijo él recostándose un poco sobre el respaldo de su asiento – y... no sé...

- ¿Crees que voy a pasarme la vida aquí usando nuestra relación como excusa para vivir de gorra sin tener que preocuparme de nada...? - y supongo que aquello que había intentando que sonase a imposible era en realidad algo bastante parecido a lo que había hecho hasta ese momento.

- No he dicho eso Rinoa, pero me siento culpable... - dijo él manteniendo su tono calmado.

- ¿Por qué? - pregunté yo sin entenderlo.

- Yo... no te lo estoy poniendo fácil... - dijo mirando hacia sus manos – Y siento... de verdad... que estoy reteniéndote aquí y que tal vez esto no es lo que tú...

- Squall... hoy quería con todas mis ganas no tener que salir de este despacho... - lo corté yo poniéndome de pie – Pero tampoco quiero discutir... así que mejor... - yo me había puesto de pie y me acerqué a él con una expresión algo cansada y aburrida en la cara y lo besé en la mejilla – Nos vemos en la cena...

Y simplemente salí de su despacho y me quedé mirando las puertas del ascensor durante un instante.

Quería a Squall, y sabía que él también me quería a mí. Pero éramos demasiado distintos y cambiar para intentar amoldarnos el uno al otro dolía demasiado.

¿Qué me quedaba para hacer durante el resto de la tarde? Seguramente pasear por los alrededores del Jardín, Quistis podría estar en cualquier lugar allí dentro, pero su trabajo como profesora de apoyo durante el verano no le dejaba tanto tiempo como para pasear al aire libre.

Y me sentí realmente ridícula a medida que bajaba en el ascensor, recordando cómo me habían temblado las manos cuando pronunció mi nombre hacía unas horas en la cafetería.

Tenía cosas mucho más serias en las que ocupar mi mente y problemas más urgentes de los que encargarme, como lo que debía hacer con Squall o todo ese asunto de tener o no tener meta alguna a corto o largo plazo. La verdad es que Squall tenía razón. En aquel momento no había meta alguna en mi vida más allá de lamentarme y sentirme mal por como estaban cambiando las cosas entre Squall y yo.

Y teniendo todas esas cosas en las que pensar yo decidía mi próximo destino pensando en Quistis. ¿Y todo por qué? Por un beso...

Un simple beso.

El beso más increíble que jamás hubiese imaginado.


Como ya habéis visto a lo largo del capítulo se van intercalando puntos de vista entre Rinoa y Quistis... me parecía más divertido hacerlo así, dejando que fuesen ellas las que os contasen lo que va ocurriendo poco a poco. En fin, a ver qué os parece el experimento! =D