Título: "¿Qué Es Lo Más Peligroso Que Harías Por Amor?"
Autora:
Scyllua
Fandom: Xenosaga
Rating: PG
Género: Humor/parodia

¿Qué Es Lo Más Peligroso Que Harías Por Amor?

Capítulo 1: La Boda

La Fundación describía su lenta, determinada órbita en un punto fijo del espacio. En la colonia se sucedían el día y la noche contrariamente no por disposición superior o inapelable, sino más bien como una rutina impuesta. Aquel día en particular, de entre todos los que componían el calendario común, sería una excepción a la inercia del breviario.

Antes de que el cielo cambiante de la colonia despejase para indicar un nuevo día, Shion habló con KOS-MOS en el pequeño compartimiento que ésta solía ocupar a bordo del Elsa.

-Pero, KOS-MOS, ¿comprendes lo que has hecho? –Shion estaba al borde las lágrimas-. ¡Mírate!

KOS-MOS no necesitaba hacerlo para descubrir que estaba bañada en sangre. De los pies a las puntas de los largos cabellos azules, estaba empapada en sangre que no podía ser suya.

-Comprendo muy bien lo que he hecho –respondió.

-¡Sabes que no puedes hacerle daño a otros humanos, así no los conozcas!

-Shion, éste no era un whatever cualquiera del montón completamente anónimo –dijo KOS-MOS-. Era un allegado.

Shion pareció desconcertada.

-¿Cómo dices? ¿Quién…?

Bajo ellas, fuera de la nave Elsa, en los niveles inferiores de la Fundación, corría un complejo sistema que representaba una depurada muestra de la más básica –irónicamente- ingeniería hidráulica elevada a un exponente superior: el sistema de agua y alcantarillado de la colonia, con el que se sostenía la vida a bordo de la ciudad estelar… Y también, gracias a la cual se disponía de otro tanto del quehacer de la vida de la ciudad estelar. El universo era vasto e infinito, ¿alguien se quejaría por deshechos lanzados a su inmensidad? Aun si se tratase del cuerpo de un hombre adulto, en lo absoluto del espacio no eran muchas las posibilidades de ser hallado por otros seres inteligentes.

A menos que una nave estelar de las dimensiones del Dämmerung atravesara en ese momento el mismo espacio.

Wilhelm, cabeza del gigante tecnológico Vector, se encontraba absorto en su rutina. Detrás de su escritorio, en su oficina privada, observaba el intrincado mecanismo, una brújula de algún tipo, en el que estaba cifrado todo lo que debía y deseaba saber. Con la barbilla apoyada en las manos –los dedos entrelazados-, un ruido sordo lo sacó de su ensimismamiento.

Levantando la vista en dirección a la ventana frente a él, preguntó a su acompañante.

-¿Aquel no es el joven Ridgeley?

Tres metros detrás de él, Capa Roja se inclinó ligeramente, examinó el cuerpo laxo que estaba pegado contra la ventana, y confirmó:

-Sí, señor. El mismo. Aunque parece estar muerto… Y bastante ensangrentado, de paso.

-Rescátenlo y revívanlo –ordenó Wilhelm, regresando su atención al mecanismo ante él-. Pienso que necesito otro ayudante. ¿Es eso aceptable?

-Lo es, señor –y Capa Roja se retiró.

A relativa distancia de la sede de Vector –ya que en el espacio, como en la vida, todo era relativo-, despuntaba por completo otro día más. Un día más. La Fundación estaba a punto de ser girada sobre su eje por un hecho que desconocía de los principios de la inercia. El punto central e inicial del acontecimiento se localizaba en las oficinas del presidente mismo de la Fundación.

Gaignun Kukai pasaba la mayor parte de su tiempo tras su escritorio en aquella confortable habitación. Dirigía una compañía y todas sus funciones desde allí. Conocía de protocolos y procedimientos varios. Sabía que en nivel inferior de aquella reliquia que le servía como instrumento de trabajo, su escritorio, se encontraba otra pieza más de la colección de armas antiguas que Jr. le había obsequiado hacia un tiempo.

Tomó la katana con ambas manos, desenvainó la hoja lentamente y leyó la dedicatoria a contraluz: "A Gaignun, el único URTV que he considerado mi hermano". Nunca había Gaignun contemplado la posibilidad –u oportunidad- de blandir la espada Hanzo Hattori que Jr. le había hecho forjar. (1)

-Esos 17 millones no tienen mayor importancia –comenzó diciendo, incorporándose-. Los pasaré por alto. Incluso, puedo obviar las jugadas que le hiciste a aquel cyborg, Ziggurat 8. –Levantó lentamente la katana en una posición de ataque-. Pero… El que hayas tomado esta decisión sin siquiera informarme…

Jr., por su parte, había comenzado a retroceder, medida y cautelosamente, en dirección a la puerta, pero sin darle la espalda a Gaignun. Pensó en deslizar una mano a los bolsillos interiores de su sobretodo, en busca de sus pistolas.

-Hey, Gaignun –intentó razonar-, 17 millones es lo que ganamos en un día, ¿cuál es el problema con eso? No habrás esperado que le diera regalitos del montón. Un hombre se respeta por lo que da… Lo del viejo de Ziggy… ¿Cómo iba yo a saber que Juli Mizrahi no era su tipo?... Y… ¡Apenas se lo pedí hoy! No vas a querer que te diga de todo lo que hago…

-Ciertamente, no tienes que hacerlo. Sin embargo, cuando gastas 17 millones en regalos para MOMO, confabulas para que Ziggurat 8 y Juli Mizrahi hagan pareja y puedas quedarte con MOMO, y le pides matrimonio a MOMO, todo en un día y a mis espaldas… -Gaignun respiró profundamente, tratando de calmarse, y dijo:- Diez segundos.

Jr. calculó que tendría que virar en redondo, esperar a que la puerta se abriera, dirigirse al elevador, bajar a los niveles inferiores y dejar el lugar a pie. Se tardaría demasiado tiempo.

Sacó una de sus pistolas, le disparó a la ventana y saltó en el momento en que la cuenta de Gaignun llegaba a 5.

Era temprano aún para los relojes de una ciudad en donde todo era concomitante, cuando la actividad de un nuevo día despertó a sus habitantes de su letárgico quehacer. Como el macrocosmos no era sino el reflejo del microcosmos, lo que ocurría en las calles de la ciudad podía compararse con lo que pasaba en los pasillos de la nave Elsa. (2)

Tras haber aseado a KOS-MOS, Shion había olvidado graciosamente el asunto de un posible homicidio al escuchar la buena nueva de labios de la misma MOMO. Estaba tan emocionada como la pequeña.

-¡No lo puedo creer! –exclamó Shion-. ¡MOMO, cuánto me alegro por ti! ¿Y ya han decidido la fecha?

-Jr. dice que será mejor casarnos lo antes posible –contestó MOMO, sonrojándose-, en caso de que Master Gaignun se entere. Eh… No entendí qué fue lo que quiso decir con eso pero, Shion, ahora que lo pienso… ¿Qué haré el día de la boda? –Se llevó ambas manos a las mejillas-. ¡Me da tanta vergüenza!

-Ay, eso es fácil –dijo Shion, con la seguridad de una mujer que ha vivido lo suficiente para saberlo-. Mira, la noche de bodas, cuando estén solos, te lo llevas a una habitación oscura y entonces… ¡Te lo atracas!

MOMO se quedó fría en el acto, mirando a Shion –perdida en alguna fantasía de su propia imaginación- con un par de grandes y estupefactos ojos. Estaba a punto de preguntar algo, pero KOS-MOS, interceptando la mirada llena de interrogantes de la pequeña, habló primero.

-Atracar, del árabe (a)ttraqa y éste, del árabe clásico taraqqa, "ascender", asaltar con propósito de robo. También se dice del acto de cerrar la entrada por donde se ha introducido un explosivo para asegurar su efecto.

Fue el turno de Shion de congelarse en el acto y observar a KOS-MOS –servicial y efectiva como siempre- con un par de grandes e incrédulos ojos.

-Gracias por el back-up, KOS-MOS –dijo.

-Me alegra ser de servicio –contestó la androide-. Aunque hay un 98.998 por ciento de probabilidades que indicarían que te referías a otro significado de la palabra "atracar": besar y acariciar eróticamente a alguien…

-¡KKKOS-MOOOOOOS...! –exclamó Shion, dándole unas palmadas en el hombro-. Gra-cias-por-el-back-up. Ya es suficiente. MOMO sin duda sabe a qué me refiero.

-No suelo contradecirte, Shion. –KOS-MOS calló unos instantes; antes de que Shion pudiera inquirir sobre lo que sucedía, dijo:- Recibí un mensaje desde el puente del Durandal. Un incidente pide solución inmediata. Puedes revisar los datos en tu unidad portátil de la U.M.N.

Intrigada, Shion hizo lo que se le sugería, y tras leer unas cuantas palabras, se volvió hacia MOMO, quien había permanecido en respetuoso silencio, esperando las noticias.

-Eh, MOMO –comenzó Shion, sonriendo nerviosamente-. No te preocupes por esto, pero… Es posible que quedes viuda antes de casarte…

En aquellos precisos momentos, lo que estaba ocurriendo en las calles de la Fundación no tenía parangón. El principal artífice del suceso hubiera preferido no tener testigos tampoco, pero si el azar así no lo había predispuesto, siempre podía arreglar ese detalle más tarde. Primero, tendría que finiquitar el asunto que tenía entre manos.

Luego de una corta persecución, Gaignun había logrado cercar a Jr. en una calle cerrada.

-No subestimes mi ittouryu –dijo, acercándose a un acorralado Jr.- ¿Acaso has olvidado quién soy? (3)

-N-n-nn-n-nn-ooooooo, Gaignun –dijo Jr., aplanándose contra la pared que le cerraba el camino y amenazaba con ser la causante del acortamiento de su existencia-. ¿Podemos discutirlo? Sin armas… Porque, tú sabes, los muertos no hablan…

-¿Qué tendríamos que discutir? –preguntó Gaignun, tranquilamente.

Por primera vez en su existencia, Jr. agradeció los ciento cuarenta centímetros que lo elevaban del ras del suelo. La hoja de acero de la katana pasó junto a su cabeza y se clavó en el muro detrás de él, atravesando el hombro izquierdo de su sobretodo.

-Jjjjjejjjejjjeee –rio Jr., al borde de las lágrimas-. Piensa que no te hice derrochar 17 millones, sino que te gané una cuñada… ¡Y en cambio estás tú a punto de perder a tu hermano mayor, así que ya baja esa katana…!

-Son dos maneras distintas de ver el mismo argumento, dos puntos de vista. –Gaignun acercó el rostro al de Jr., sin que el pulso con el que mantenía firmemente la espada contra el muro le fallara-. Pero ninguno de mis dos ojos contempla tales posibilidades en este momento, Rubedo.

-¡¿Qué?! –Jr. se sintió desfallecer al escuchar tal nombre. Si Gaignun lo llamaba así, era porque estaba realmente molesto. Y eso sólo podía significar una cosa: su vida terminaba allí mismo.

Aquello hubieran sido los momentos finales de su existencia –y el último pensamiento que cruzó por su mente, "moriré joven por culpa de este otro hermano menor loco"-, de no haber mediado entonces la providencial aparición de MOMO. Abriéndose paso por entre los pocos testigos que no habían huido ante tal escenario –el director de la Fundación en un intento de asesinato era un pasaje de terror-, llegó a tiempo para detener el brazo de Gaignun con lágrimas en los ojos y la razón en los labios.

-¡Master Gaignun! ¡Deténgase! ¡Jr. nunca piensa en lo que hace! ¡Sus acciones carecen de razonamiento! ¡Además, fue por mi culpa…!

-MOMO –pidió Jr., con una hoja de acero a 10 centímetros de su cabeza y un hermano menor homicida contra él-, no digas más y sólo míralo a los ojos.

MOMO obedeció en el acto y Gaignun no necesitó de más palabras ni lágrimas para entender la validez de éstas. Desistió por completo de sus intentos. Tras unos segundos de incertidumbre, se retiró del lugar sin mediar palabra alguna; cuando MOMO quiso detenerlo, fue Jr. quien la tomó del brazo.

-No, déjalo. –Revisó el agujero que la hoja había dejado en su traje-. Siempre puedo hablar con él después… Si me mantengo con vida.

Como lo que era primero se había primero, la máxima elemental para cualquier ser viviente era seguir existiendo. La lógica decía que, si planeaba Jr. lograr exitosamente su propósito de ser hombre casado, tendría que seguir respirando. Decidió que bien podía posponer la charla con Gaignun hasta que los vientos cambiaran de decisión; diríase, hasta que los intentos homicidas se hubieran aplacado.

El segundo inciso puntual de la lista era contar con los permisos respectivos de los tutores legales. No podía ser, en absoluto, una tarea que implicase dificultades algunas. Pero como la buena fortuna acompañaba a quienes eran precavidos, Jr. pidió a MOMO que fuera ella quien diera la noticia a Ziggy.

-Me alegro por ti –aprobó Ziggy, tan neutral e indefiniblemente como siempre-. ¿Quién es el afortunado?

-Jr. –contestó la pequeña, emocionada más allá de las palabras.

-No –negó Ziggy, tan neutral e indefiniblemente como siempre.

-¡Pero, Ziggy…!

-Oye, viejo –cortó Jr., quien seguía la escena a prudencial distancia debido a los recientes atentados contra su integridad física-. No seas así. ¿Acaso no quieres ver a MOMO feliz?

-Sí –dijo Ziggy, tan neutral e…

-Y entonces, ¿por qué no la dejas cas…? –apeló Jr. al instinto paternal.

-Bueno –dijo Ziggy, tan neutral…

MOMO y Jr. se miraron unos segundos, miraron a Ziggy y luego, despejados de la sorpresa, se abrazaron, gritando:

-¡Qué bien!

-¡Gracias, viejo! ¡Esto amerita que le pongamos tu nombre a uno de los niños!

-¿Cuántos niños piensan tener? –preguntó Ziggy, tan…

-¡Sólo 9! –contestó MOMO, al tiempo que Jr. decía:

-Trece estarán bien.

Ambos volvieron a mirarse, buscando la respuesta en el otro, y al cabo Jr. corrigió:

-Bueno, ya, para nadie: once y quedamos bien. Al primero le pondremos Gaignun III, al segundo, Gaignun IV, al tercero, Gaignun V… Al último le pondremos tu nombre –dijo a Ziggy-. Y supongo que Gaignun quiere que a la primera niña le pongamos "Citrine"…

-¿"Sakura" estará bien para la segunda niña? –preguntó MOMO, tímidamente.

-¡Claro, se me olvidaba! ¡"Sakura" quedará perfecto para la segunda…!

La segunda fase del proceso fue, como todo en esta vida, relativa. Relativamente fácil de lograr. La tercera no desentonó con la segunda, pero sirvió para recordarle a Jr. que aún tenía pendiente la consecución de la primera.

Juli Mizrahi dio su aprobación sin imponer muchas contemplaciones, sólo una observación.

-Felicitaciones –le dijo a MOMO-. No podría sino desear por tu felicidad. Pero… ¿Acaso el joven Kukai no tiene aún la edad legal para contraer matrimonio?

El siguiente minuto tuvo a Jr. tirando abajo la puerta de la oficina de Gaignun de una patada –sin reparar en el detalle de que, siendo ésta mecánica, se abría hacia un lado- y declarando a voz en cuello y con toda la indignación de la que disponía:

-¡Gaignun! ¡Según este papel…! –Aquél que tenía corrugado en el puño derecho- ¡…Tengo 12 años!

Obviamente, Jr. había olvidado lo cerca que había estado de la muerte hacia apenas unas horas, por la mañana. Había pensado en no volver a poner pie en esa habitación en por lo menos siete días, plazo después del cual se animaría a proceder con la primera fase del proceso: hablar largo, tendido y razonablemente –dentro de lo concebible- sobre su cambio de estado legal con su hermano menor. Pero la vesania del momento lo había hecho pasar por alto todo el planeamiento previo.

La escena que el iracundo Jr. encontró frente a él era la antítesis de su situación.

Sentado detrás de su escritorio, impecable hasta en sueños, estaba Gaignun atendiendo las muchas tareas que a diario se le presentaban. Ni la reciente destrucción de la puerta de su oficina, ni el aire frío que se filtraba por la ventana rota parecían ser capaces de alterarlo.

Miró a Jr. y dijo:

-Has tenido 12 durante 14 años. Si nunca has reparado en ello, ¿a qué se debe la escena ahora?

-¡Nunca antes quise casarme! –replicó/rebatió/se quejó Jr.- ¡Acabo de enterarme que la edad legal para casarse en la Federación es de 14 años! (4)

-Oh. –Gaignun volvió su atención a los asuntos que lo ocupaban prioritariamente-. Si así es, ¿qué rol tengo yo en todo esto?

Jr. llegó de tres zancadas ante el escritorio, extendió y alisó el papel que tenía en la mano lo mejor que pudo, y se lo mostró a Gaignun.

-¡Aquí está tu nombre! ¡Y tu firma! –gritó-. ¡Como "tutor legal"…! ¡MI tutor legal!

-No puedo deshacer un documento legal –dijo Gaignun, entrelazando los dedos de las manos y apoyándolas en el escritorio-… Tan fácilmente.

-¡Ah, qué bien! –gritó Jr.- En ese caso, pégale una llamada a Helmer y arréglame el asunto.

-¿A qué se debe tanta confianza? –preguntó Gaignun-. Pareces asumir de manera muy simple, o simplista, que la solución de tus problemas… está al alcance de mis manos.

-¿Qué? ¿Ahora vienes a decirme que NO lo están? ¿No puedes hacerlo?

-Puedo hacerlo –dijo Gaignun-. De hecho, ya lo he hecho. –Tan pronto como Jr. abrió la boca para inquirir sobre la última frase dicha, explicó:- La ley ha sido enmendada. Tienes el permiso legal.

Jr. recordó que aún tenía la boca abierta, lo pensó y dijo:

-¿Ya lo hiciste? No lo creo…

-Me extraña tu incredulidad. Sólo me limité a prever la situación, hablé con Helmer y éste se comunicó con Master Wilhelm para arreglar el asunto. ¿Qué más necesitas saber?

-Tú no eres así… ¿Qué te traes entre manos?

-Absolutamente, nada. Como te dije antes, ahora sí contemplo la posibilidad de la que me hablaste. Digamos que… He aceptado la situación. ¿Quieres decir algo más?

La falta de mayores argumentos de parte del acusador determinó cerrar el caso. Después de todo, implicaba la realización de la primera fase del proceso, de modo que ya tenía el camino libre. Sin embargo, Jr. tenía motivos para sospechar que el accionar de Gaignun no se debía a la prevención o a la precaución, sino a una movida calculada, pero no sabía hacia dónde apuntaba el cálculo. Podía asumir que Gaignun aceptó haber ganado una cuñada… Como la corriente terminaría por hacer que las aguas regresaran al punto de donde habían sido vertidas, decidió que fuera el tiempo el que le revelara el quid. Decidió también que el tiempo apremiaba y que, mientras más pronto pudiera cambiar de estado civil, su salvaguarda estaría asegurada.

Apenas Gaignun comenzó a hacerse cargo de los preparativos para la boda y la recepción –en su posición de director de la Fundación, padre y cabeza pensante de los dos-, Jr. llamó a chaos y, conjuntamente con la noticia, le hizo un pedido que sólo él podía asumir.

-Ten esta Kaiser Card Gold –le dijo, a la vez que le entregaba una de las muchas tarjetas de crédito de los Kukai-, y ve y consigue el más bello anillo de bodas que puedas encontrar.

-Por supuesto, Jr. –dijo chaos, sonriendo-. Es lo que menos que puedo hacer por ustedes.

-Revisé los fondos de la tarjeta –dijo Jr.-, y Gaignun le puso un tope de 97 millones.

-Será más que suficiente –aseguró chaos-. Muy bien, espera hasta mi regreso. Estaré de vuelta a tiempo –y con ello, desapareció.

Gaignun había hablado de prevención, pero él quería decir sensatez, y así es como dejaba implícitamente en claro la necesidad imperante de alguno de los dos de pensar cuando era menester. Por ejemplos, a puertas de un cambio venidero. Por ejemplo, cuando un error, además de ser recordado por sobre el hecho memorable en sí, podía costar muy caro.

De modo que se tomó la molestia de ordenar la impresión de 3500 invitaciones en el papel de mejor calidad, dictando él palabra por palabra del texto y, por último, firmando y consignando el vocativo y nombre del destinatario de su puño y letra.

Acababa de despachar la última de las invitaciones por correo convencional –porque la U.M.N. había dejado de conocer el papel hacia siglos- cuando Jr. volvió a irrumpir en su oficina, olvidando nuevamente que las puertas electrónicas se abrían hacia los lados.

-¡Gaignun! –gritó Jr.- ¿Has leído las invitaciones? –y mostró una copia de las mismas para reforzar la oración y demanda.

-Por supuesto –dijo Gaignun, volviéndose a mirarlo; había estado contemplando la ciudad por la ventana-. Yo redacté el texto.

-¿Y por qué demonios tenías que poner esa parte de "Gaignun Kukai se complace en invitar a Usted y allegados a la boda de su menor hijo, Gaignun Kukai Jr…"?

-Porque tal es tu identidad –replicó Gaignun, tranquilamente.

-¿Y crees que no lo sé? –Jr. lo señaló con el dedo, levantando el brazo para estar a la altura de los 48 centímetros que le faltaban para igualar a Gaignun, el menos con el gesto amenazador-. ¡No me niegues que sólo lo pusiste para burlarte de mí porque soy el… Junior!

-¿Puedo suponer que, después de 14 años, estás asumiendo las responsabilidades propias de tu edad?

-Me estoy casando, Gaignun –replicó Jr, desoyendo la pulla oculta-. Comienzo una nueva vida y no tendré secretos con MOMO. ¿Esperas que un día me aparezca contigo para decirle a mis hijos que tú no eras su abuelo, sino su tío? –Abrió los brazos teatralmente-. ¿Qué es esto? ¿Un folletín de telenovela o mi vida?

-Pienso que comprendo lo que quieres decir –comentó Gaignun al cabo, tomando asiento tras su escritorio-. Sin embargo, no olvides el rol que te ha tocado desempeñar…

-¡Argh, ¿cómo se le ocurrió a Helmer que tú tenías que ser el padre?! –gritó Jr., elevando los ojos al techo en exasperada interrogante.

-…Para justificar la fachada que hemos mantenido durante los últimos 14 años –terminó Gaignun. Revisó algunos documentos y papeles que tenía sobre la mesa, y extrajo una tarjeta-. Discúlpame ahora. Tengo aquí la invitación del joven Allen Ridgeley, que me fue devuelta por no haber podido ser contactado.

Siguió un corto silencio. Jr. lo miró incriminatoriamente –aunque, tal vez, sin justificación-, y Gaignun se inclinó hacia delante, apoyando los codos sobre el tablero del escritorio, a la espera del siguiente movimiento de su interlocutor.

-¡Bien, bien, bien! –gritó Jr. al fin-. Ya entendí el punto. Me callo. –Y antes de volverse y comenzar a caminar hacia la puerta, cogió la tarjeta que Gaignun sostenía descuidadamente entre los dedos. Dame la invitación de Allen. Yo se la doy.

Gaignun lo vio girar sobre su sitio y alejarse casi resignadamente. Tomó un pesado estuche que descansaba sobre su escritorio y lo llamó:

-Hey.

Al volverse, Jr. se vio con una caja metálica aterrizando en sus brazos.

-¿Y esto? –preguntó.

-Lo obtuve en una subaste –explicó Gaignun, sonriendo-. Un pequeño obsequio.

Jr. le disparó una mirada de incredulidad, pero aún así puso el estuche sobre la mesa de billar y la abrió. No pudo sino dedicar otra mirada recelosa a Gaignun una vez que hubo examinado los contenidos.

-Una Barret M82A2. Esto sí que no te lo creo… Tú no eres así… Algo planeas desde que guardaste esa katana… (5)

-En absoluto –contestó Gaignun, categóricamente-. Como dije, es sólo un pequeño obsequio anterior a la ceremonia. Lo que me recuerda que debes tú ocuparte de los pormenores, a menos que quieras que yo lo haga en mi calidad de padre

-¿Ceremonia? ¿Ya decidiste el lugar?

La sagaz visión de Gaignun Kukai alcanzaba los niveles de inhabilidad. Sabía que el evento presto a celebrarse demandaría plena atención de muchos frentes, de amigos y conocidos, y de sólo conocedores, por igual. El matrimonio de su balístico hijo adoptivo y heredero de la Fundación y todas las empresas periféricas acapararía atención, la atención llamaría multitudes y las multitudes necesitarían de un amplio y cómodo lugar en donde ser acomodadas.

No sin falta de visión y previsión había hecho extensiva las invitaciones a conocidos y amigos, y a los allegados de éstos. Si el acontecimiento en sí era remarcable, la ceremonia y posterior recepción quedarían impresos en la memoria del colectivo común por mucho tiempo.

O eso era lo que el colectivo común esperaba de parte de los Kukai.

El Jardín del Belén era el más reconocido centro de convenciones en la Fundación, un lugar de fama reconocida para todo aquel interesado en turismo espacial. Y a espaldas del salón se ubicaba un templo en el que solía llevarse a cabo celebraciones religiosas.

En ese punto surgía una interrogante: ¿qué religión profesaban Jr. y MOMO? Sólo entonces se detuvieron a pensarlo. Pero luego de algunos momentos de contemplación y reflexión, decidieron que el nombre bajo el cual veneraban a Dios era irrelevante si se trataba de la misma abstracción, y así también lo era la secta particular. Finalmente, la Fundación pidió la presencia de un sacerdote de Pleroma.

El día de la ceremonia, una escasa semana después de haber sido decepcionadas las invitaciones, los asistentes arribaron a la Fundación desde puntos más alejados que el mencionado Pleroma.

Los Kukai recibirían a los invitados formalmente en la recepción, pero no pudieron pasar por alto la llegada de amigos y conocidos, además de otras personalidades. Entre los primeros asistentes estuvo Wilhelm, impecable, comedido y afable como era característico en él, secundado por sus tres encapuchados. Gaignun, quien estaba seguro de haber oído de sólo dos de sus anónimos ayudantes (el de azul y el de rojo, mas no el novísimo de verde), intercambió con él algunas palabras corteses y se sorprendió al constatar que tanto él como sus acompañantes tomaban asiento en una discreta ubicación en la parte posterior del lugar.

A continuación, llegaron Helmer y Canaan, el primero, con lágrimas en los ojos aun antes de dar inicio a la ceremonia.

-Apenas puedo creer que esto esté pasando –declaró Helmer al ver a Jr. con su traje de gala rojo-. Siento como si los hubiera conocido ayer, a pesar de lo mucho que han cambiado y… Eh… Crecido… -Calló un instante-. "Crecido" en el aspecto psicológico y mental. –Calló otro instante-. Ah, bueno… Ya no sé qué decir…

-En ese caso, anda a sentarte por allá –dijo Jr., con el talante todavía civil. Se volvió hacia su acompañante y saludó:- ¿Qué hay, Canaan?

-Bien, gracias –respondió el aludido, cortésmente-. Helmer me pidió que le grabara la ceremonia.

-Sí, diviértete. Hey, MOMO invitó a 87 realians de serie 100. Después te las presento. ¡Ah, sí, me olvidaba! ¿Trajiste a Asher?

-Está afuera –contestó Canaan-. Por cierto, ¿has visto a chaos?

-Creo que fue a fabricarme los anillos… -Jr. miró en dirección a la entrada y agregó, ya de mejor humor:- Pero mientras llega, puedes saludar a Jin.

En efecto, los siguientes asistentes de realce que pusieron pie en el recinto fueron los Uzuki. Entraba Shion, con un esplendoroso vestido verde, escoltada por una inimitable KOS-MOS en un traje azul y un sonriente, inmutable Jin, de negro perpetuo.

-Felicitaciones en esta ocasión tan especial –dijeron a coro. Luego, Jin agregó:- ¿Cómo te encuentras, Canaan? Hace mucho que no te veía.

-Yo tampoco a ti, Jin –dijo Canaan-. Parece que no has cambiado.

-Pero el tiempo ha dejado marcas profundas en mí y en quienes me rodean.

-Lo comprendo. Es como si esos eventos estuvieran grabados en mi mente.

Ambos se miraron en silencio, gravemente.

-Sí, sí –interrumpió Jr., pensando en que todavía les faltaba chaos para completar el alegre y festivo trío-. Pasen a sentarse, por favor.

Los últimos invitados con los que tuvo que socializar antes de dar inicio a la ceremonia fueron los tripulantes del Elsa. Habían sacado a relucir sus mejores trajes y caras para la ocasión, salvo Hammer, que parecía pensar que su identidad y su persona toda podían estar convenientemente ocultos tras una máscara en la forma de bolsa de papel.

-Hey, Hammer –llamó Jr. al verlo-. Gaignun tiene arreglado lo de la transmisión, así que quítate eso. No te van a reconocer.

-Eh, sí, pequeño Señor –dijo Hammer, todavía sin creerlo-. Lo que usted diga.

En cuanto llegó MOMO, comenzó la ceremonia. Jr. había insistido en recogerla, pero Ziggy se ofreció a acompañarla hasta el templo y entregar a la novia, y ante tal pedido no cabía negación. MOMO hizo su entrada del brazo de Ziggy, radiante en su vestido blanco, y la emoción que se dibujaba en su rostro escapaba del alcance de las palabras. En cuanto tomó de las manos a Jr., éste le dijo:

-Te ves muy hermosa. –Y al anciano sacerdote que dirigía la ceremonia:- Hágalo corto, que después viene la fiesta.

El sacerdote tosió suavemente, se aclaró la garganta e indicó a los asistentes tomar asiento. Luego, habló:

-Nos hemos reunido hoy para celebrar la unión de MOMO Mizrahi y Gaignun Kukai Jr…

En la primera fila, tan sobrio como se esperaba de él, Gaignun se cubrió la boca con la mano e inclinó ligeramente la cabeza. Jr. interceptó el gesto de reojo, pero en ese momento no dijo nada. Aunque lo estaba pensando.

-…Y en nombre de la familia Kukai, agradecimientos al señor Jin Uzuki por los arreglos florales…

En la segunda fila, sonriendo crípticamente, Jin saludó la mención con una inclinación de cabeza. En ese momento, unas siete u ocho hileras de asientos para atrás, se escuchó un solo grito perturbando la solemnidad del acto.

-¡U-ZU-KI!

Sonriendo aún, Jin se volvió hacia Shion y le dijo, en voz baja y tono de disculpa:

-Me excuso, hermana. Me temo que tendré que dejar la ceremonia, pero te veré en la recepción.

Con ello, se puso de pie y, con una cadena de disculpas, dejó su asiento y se encaminó a la salida más cercana. Filas atrás, otro invitado se ponía de pie también y salía tras sus pasos, aunque sin la ceremonia del primer asistente dejando el recinto.

Carraspeando nuevamente cuando el tumulto hubo pasado, el anciano continuó:

-Muy bien, jóvenes, ¿tienen los anillos?

Jr. pareció recordar algo de pronto:

-Ah, sí –dijo-. Chaos los tiene… En cuanto llegue…

Repentinamente, las puertas del templo se abrieron de par en par. Los asistentes en pleno se volvieron en sus asientos, esperando encontrar en el umbral a alguno otro de sus números.

En cambio, lo que se oyó fue una voz calma que se dirigió a Jr.

-Disculpa por la tardanza –dijo chaos, apareciendo desde la parte posterior del altar y sobresaltando al anciano involuntariamente-. Ya traje los anillos.

Venía vestido con un elegante traje oscuro, sonreía afablemente y llevaba en la mano una pequeña caja de color negro lustroso que entregó a Jr.

-¿Te fuiste a comprarlos o a hacerlos? –le preguntó Jr., algo impaciente, tras recibir el estuche-. Ah, y para la próxima, usa las puertas.

-No le digas cosas así, Jr. –le pidió MOMO, tirando de su brazo-. Chaos ha sido muy amable al traer los anillos. Y… ¡Mira! ¡Qué precioso! –exclamó, abriendo el estuche que Jr. sostenía.

-Si los colocan cerca al fuego, aparecerá una inscripción en runas antiguas alrededor de los anillos –dijo chaos, dirigiéndose a tomar asiento junto a Canaan.

Una fila más atrás, los invitados respondían al saludo de chaos –bajo la forma de una sonrisa- con corteses gestos. En cuento éste se sentó, KOS-MOS se dirigió a Shion y le dijo, en tono bajo: "Shion, revisa mis sensores más tarde. Tal parece que siguen fallando."

-¿De verdad? –dijo MOMO-. ¡Ya quiero verlo, Jr.!

-Sí, sí –suspiró Jr., extrayendo los anillos del estuche-. Mira, viejo –dijo al sacerdote-, antes de que algo más pase, ¿puedes terminar?

En anciano carraspeó, recuperó la compostura y, a punto de retomar el discurso, fue interrumpido por otro invitado a la boda.

Sin previo aviso, pero oportuno como siempre, Albedo Piazzola entró al recinto a través de uno de los vitrales laterales. Aterrizó limpiamente –con algunos pedazos de vidrio cayendo a su alrededor-, se incorporó y sin mediar más presentaciones, declaró:

-La peche es mía. –Miró a Jr., quien abrazó instintivamente a MOMO, y luego a Gaignun, quien se levantaba de su asiento, y agregó:- El pelirrojo también.

Adelantándose al caos y pánico que se apoderaban de los asistentes, Ziggy salió al frente. Se deshizo de su traje de gala tirando de él desde el hombro derecho, cual técnica de ninjutsu, y dejó al descubierto su usual figura de combate.

-Sólo sobre mi cadáver –dijo.

Detrás de él, se escuchó el comentario:

-Pero usted ya está muerto, Jan Sauer.

-Sólo sobre mi cuerpo cibernético inutilizado y completamente anulado –corrigió Ziggy, agregando:- Juli Mizrahi, póngase a buen recaudo y no interfiera en los eventos.

Y mientras otros invitados, los que se encontraban más cercanos al recién llegado, acataban el pedido colectivamente, Jr. dio un paso hacia delante, cubriendo a MOMO con su cuerpo.

-No, viejo, déjalo –dijo-. Este asunto lo resuelvo yo.

-Admiro la valentía en un hombre –reconoció Albedo, divertido-, casi tanto como condeno la estupidez de otros. ¡Rubedo, cuánta osadía de tu parte al enviarme este ruin pedazo de papel! –gritó, al tiempo que lanzaba un objeto plano que tenía en la mano.

Dando un paso al frente, Gaignun se interpuso en la trayectoria del proyectil y lo cogió en el aire. Tras una rápida mirada, supo que el objeto era sólo un trozo de papel, como Albedo había dicho, pero no tan inocuo.

-La invitación dirigida a Allen Ridgeley –dijo Gaignun-. Firmada por mí, de mi puño y letra… Pero aquí figura parte de un texto agregado: "Yo me quedo con MOMO, JA JA, qué te parece ésa", escrito con TU letra –miró a Jr.- Es la tarjeta que te llevaste de mi oficina.

-Ah, ¿qué? –rio Jr., nerviosamente-. Sí es, ¿no? Bueno, como Allen no la recibió, ¿para qué tirarla? Digo… Albedo es de la familia y… Uh…

-¡Llamaste por mí sólo para ser testigo de este… pecaminoso acto! –gritó Albedo, ignorando las explicaciones que Jr. le debía a Gaignun-. ¡Me encargaré de que purgues castigo!... –Y, abalanzándose sobre el pelirrojo, gritó:- ¡Fuera de mi camino, Nigredo!

-¡Gaignun! –gritó a su vez Jr.- ¡Quítate! ¡Viejo, cuida a MOMO! ¡Yo resuelto est…!

Y en ese instante, mientras echaba a manos a sus pistolas, descubrió que nos tenía consigo.

En el Durandal, una de las pocas realians que no asistía a la boda por cumplir con sus tareas recogía las prendas de vestir de Jr… Cuando hizo un pequeño descubrimiento bastante crucial.

-¿Eh? Pero si son las pistolas del pequeño Señor –dijo, observando las armas-. Debió haberlas olvidado en este traje…

En el templo, Jr. se lamentaba del desliz.

-¡Maldición! –fue lo último que profirió antes de que Albedo tomara la iniciativa y le echara el brazo al cuello, restringiéndolo efectivamente.

-¡Ja, ja, ja…! –rio Albedo, con Jr. suspendido medio metro del suelo- . ¿Qué harás ahora, Nigredo? -preguntó con sorna.

Ziggy cubría a MOMO, como era su deber, el resto de los invitados se replegaba y Gaignun, cambiando de facciones a causa de la furia, se plantó en sus dos piernas.

-¡Albedo! –dijo, arrastrando las palabras-. ¡Tú…!

Y entonces, la pierna derecha de Albedo explotó por sobre su rodilla, enviándolo al suelo junto con Jr., al que no soltaba.

-¿Es todo lo que puedes hacer? –se burló Albedo desde el suelo, por más que alguna queja de dolor se le estuviera escapando.

-¿Estás bien, Albedo? –preguntó Gaignun, fríamente.

-¡Esto no es nada…!

Fue el turno del brazo izquierdo de salir repelido del cuerpo de su dueño.

-¡Gaig… nun…! –logró decir Jr., tratando de zafarse-. Es… el… brazo… dere…cho… ¡El… de… recho…!

-Lo sé –replicó Gaignun, a quien la furia no dejaba concentrarse como era debido.

La siguiente parte corporal que se desprendió de Albedo fue su cabeza, pero al menos el captor dejó libre a su presa ante la falta de tan importante órgano. O parte.

Recuperando el aliento, Jr. se puso de pie. En cuanto recuperó el dominio de sí mismo, escuchó a chaos llamándolo. Se volvió justo a tiempo para recibir un par de sus Makarov ya cargadas y listas.

-Ahora sí –anunció Jr-. Todos se me hacen para atrás. Te debo una, chaos, y tú, Gaignun, ya no le vueles nada más a Albedo, que de eso me encargo yo.

-¡Ja, ja, ja…! –volvió a reír Albedo en cuanto tuvo cabeza para hablar, pierna para ponerse de pie y mano para palparse las partes regeneradas y cerciorarse de que estaban todas allí-. Ya no estamos animando, ¿no, Rubedo? ¿Quieres una pelea? ¡Deja que llame a Simeon!

-¡Tengo a Asher afuera! –rebatió Jr-. ¡Ya veremos!

-Iré por Naphtali, en ese caso –comentó Gaignun, quien no se había movido de su sitio a pesar de que estar siendo ignorado en ese combate. (6)

Jr. y Albedo se volvieron a mirarlo, se miraron ellos y decidieron:

-No, mejor sin E.S.

-Sí, así estamos bien.

Jr. apuntó a Albedo con ambas armas y, liberando su aura roja amenazadoramente, gritó:

-¡Liberaré al Dragón Rojo ahora! ¡Prepárate, Albedo!

Albedo, por su parte, asumió una postura defensiva y su cuerpo comenzó a emitir una aura blanca bajo la forma de energía.

-¡Ven, Rubedo! –gritó-. ¡Te mostraré la fuerza de mi Tigre Blanco!

Entre los gritos de terror y pánico que se alzaron entonces, una única voz calmada se hizo oír.

-Deberé elevar al Fénix Negro para detenerlos –dijo Gaignun, irradiando una misteriosa aura negra. (7)

Las auras de Albedo y Jr. se extinguieron en ese mismo instante, y ambos se miraron primero, y luego miraron a Gaignun.

-Aguanta, Gaignun –dijo Jr-. La última vez que lo hiciste, 666 de nuestros hermanos murieron.

-Los realians se volvieron locos –acotó Albedo.

-Y Miltia cayó –agregó Jr.

-Esperen –dijo Gaignun, disipando su aura-. Yo no hice todo eso.

-¡No importa! –gritó Jr.- ¡Es ahora que no harás nada! ¡Sólo observa, Gaignun, cómo termino yo con Albedo…!

-¡Tan confiado como siempre, Rubedo! –contraatacó Albedo-. ¡Veremos quién tendrán la última palabra!

-También yo tengo derecho a participar en esta lucha –comentó Gaignun.

Y, sin duda, hubieran pasado las siguientes épocas discutiendo como preámbulo al verdadero combate, los tres hermanos reunidos en un accidentado evento, de no haber mediado la intrusión de una tercera parte.

Escapando de la vigilancia de Ziggy, MOMO corrió hacia Albedo, lo tomó por sorpresa a la vez que por el brazo izquierdo, y comenzó a dar vueltas sobre sí misma para darse impulso mientras gritaba:

-¡No te lo permitiré! ¡Nadie arruina mi boda!

Y antes de que alguno de los testigos pudiera reaccionar –incluida la víctima del zarandeo-, MOMO lanzó fuera del recinto al inesperado concurrente por el vitral izquierdo, aquél que Albedo no había roto en su teatral entrada.

Lo último que se oyó fue un grito agonizante:

-¡ESTO NO PUEDO ACEPTARLOOOoooooooo…!

Tras ello, la calma, al parecer, regresó para reinar entre los asistentes.

Jr., recordando que aún tenía ambas armas en alto, las bajó, guardó, se quitó la expresión de soberana sorpresa que tenía escrita en el rostro, y lo siguiente que supo fue que MOMO estaba entre sus brazos.

-¡Jr.! ¡Jr., estaba tan asustada…! –sollozó-. Eh… Espero que no haya molestado que haya intervenido, ¿o sí…?

-No, ¿cómo se te ocurre?... Aquí lo importante es que están todos bien y que nadie salió herido… -Miró los invalorables vitrales rotos, el lugar por donde entró/salió Albedo-… Creo… -Luego, se volvió hacia los congregados y dijo:- Bien, señores, gracias por saber mantener la calma en un momento de emergencia como éste. Ahora, regresen a sus sitios y terminamos. ¿Y el sacerdote? ¿Alguien ha visto al sacerdote?

-Sonriendo y siempre tan solícito, chaos apareció de entre la multitud cogiendo por los hombres a un asustadísimo anciano.

-Aquí está él, Jr. –dijo-. Creo que no se siente muy bien, así que… ¿Te parece bien si le pedimos que abrevie la ceremonia de aquí en adelante?

Dicho y hecho, antes de que algún otro desquiciado concurrente hiciera su aparición, o la Federación inventara otra causa por la cual destruir a la Fundación, Jr. y MOMO intercambiaron votos nupciales, apremiados, apremiados por los sobreemocionados presentes y un sacerdote al borde del colapso nervioso.

Para la parte final de la ceremonia –aunque la fiesta estaba por empezar-, los invitados dieron cuenta de los 300 kilos de arroz que Jin Uzuki había donado –aunque él aún no se hacía nuevamente presente-, trayéndolos desde la Segunda Miltia en persona. Bajo una lluvia de granos de arroz, los recién casados abandonaron el templo; al cruzar la arcada mayor de la entrada, MOMO se detuvo brevemente para arrojar tras de sí el ramo de flores.

Y de entre los muchos pares de brazos que se alzaron para intentar cogerla, el ramo fue a parar a manos de una androide de largos cabellos azules, quien lo tomó con un poco de incertidumbre al principio; extendiéndoselo a su acompañante, le dijo:

-Mira, Shion. Tenlo tú.

-¡Ah, KOS-MOS! –exclamó Shion, acercando las flores hacia ella-. ¡Pero qué preciosas…!

Atrás, en una discreta esquina y sin participar directamente de los hechos, Wilhelm observaba la escena cuando, a sus espaldas, su Capa Verde se echó a llorar desconsoladamente sobre el hombro de su Capa Roja.

La multitud no se detuvo a reparar en ellos ya que en esos momentos, en los jardines exteriores del templo, Jr. tomaba en brazos a MOMO y subía con ella a la cabina de Asher, dispuestos a dar el paseo nupcial por los alrededores de la Fundación. La gente los despidió con sonoros aplausos y vivas.

Una vez que hubieron partido, Gaignun, quien mostraba una actitud demasiado calmada desde la última irrupción acaecida, anunció:

-Muchas gracias a todos. Y ahora, si pudieran proceder a la sala de recepciones…

Fin del capítulo 1


NOTAS

(1) Referencia a "Kill Bill" de Quentin Tarantino.

(2) "El macrocosmos es igual al microcosmos", extracto de las Tablas Esmeralda.

(3) "Ittouryu", técnica de combate con una sola espada.

(4) Me baso en las leyes en Perú. Aquí, la edad legal para contraer matrimonio, en el caso de las mujeres, es de 14 años; para los hombres, es de 16.

(5) Barret M82A2: Un rifle pesado que se coloca sobre un hombro para poder ser disparado; puede utilizarse en contra de vehículos terrestres con armadura ligera o vehículo aéreos de vuelo lento, como helicópteros.

(6) "Naphtali" es el Anima Relic ("E.S." en este episodio) que más tarde, unos 9500 años aproximadamente, se convertiría en el Omnigear de Grahf en "Xenogears". Imaginamos que Gaignun, de tener un E.S., controlaría a uno realmente apocalíptico

(7) Ya que Jr. es llamado el "Dragón Rojo" en el juego, pensamos que sería divertido darles animales míticos y colores a los otros también. Se me ocurrió relacionar a Albedo y Gaignun con los animales míticos japoneses (dragón, tigre, fénix, tortuga), usando sus "colores". (Así que Citrine sería "la tortuga naranja". No suena muy intimidante…)