Disclaimer: El Episodio G NO me pertenece a mí sino a Megumu Okada. Saint Seiya a ese ser superior que es Kurumada.
Advertencias: ...
Pareja/Personajes: Milo de Escorpio x Aioria de Leo
Acotaciones:
¡Hola! :D
En mi defensa no diré nada de nada, porque me considero culpable. En serio, pero es que era una cosa que tenía que sacarme del corazón para seguir escribiendo, jajaja.
En estado de ebriedad
Aioria se dijo a si mismo que estaba demasiado tomado.
De lo contrario, su mente no se explicaba cómo terminó en una situación tamañamente reprobable para un santo de su rango, ni como acabó acostándose con otro caballero de oro.
Es decir, no lo malentiendan, no era su costumbre embriagarse de cuando en cuando, ni siquiera en un desesperado intento de pasar las penas que tenía acumuladas en el cuerpo desde tiempos inmemorables e insospechados.
Al contrario, Garan rara vez conseguía que, con quince años, el quinto custodio sacara siquiera la cabeza de su templo, no era saludable que su señor pasara tanto tiempo encerrado allí como un ermitaño, pero el muchacho era terco como ninguno y no salía para otra cosa distinta que entrenar y ejecutar las tareas que le encargaba el patriarca cada tanto.
Aioria podía decir que, a ciencia cierta, era culpa de su escudero por incitarle a salir, en primera instancia, ese fin de semana en particular que precisamente coincidió con el día de franco del otro dorado.
A pesar de que tenía que reconocer que era su responsabilidad, tanto el que se pasara de la raya con los tragos como que Escorpio lo pillara volando bajo, desparramado encima de la barra, sintiéndose vulnerable y sumido en su propia miseria.
Milo igualmente estaba bebido más de la cuenta, claro, porque no se le hubiese acercado con un palo… A menos que hubiese tenido unas cuantas, bastantes, copas en el cuerpo y, en definitiva, estuviese tan borracho que no supiese que estaba haciendo lo que estaba haciendo.
Fue por ello que después de un rato, varios vasos vacíos de paso, Aioria le dedicó al octavo guardián de oro la mejor sonrisa de su repertorio, ni decir que con eso el susodicho más que rechazarle, decidió seguirle el coqueteo poniendo su mejor cara de galán (Al menos la mejor que podía poner en su estado, recordando que había estado embriagándose como para seguir así hasta la próxima semana).
A partir de ese punto las cosas se pusieron un poquitín raras, pero no retrocedió, ni por casualidad. Los nacidos bajo el signo solar nunca se retractan, ni regresan sus pasos, sin importar lo increíblemente tontos que pueden ser sus supuestamente temerarios actos. Lo siguiente que supo es que todo se volvió borroso.
De hecho pronto ese todo pareció convertirse en intercambio salival, manos calientes, cuerpos ardiendo licenciosamente y llamas abrasadoras carcomiéndoles encima de las sábanas… Ah, sí. Esas malditas sábanas que prácticamente salieron volando porque Aioria no tenía intención de esperar, ni muchísimo menos dejar que esas putas cosas se enredaran en esa suave piel griega que ansiaba tanto tocar, probar, recorrer, palpar y sentir.
Al día siguiente despertó con un dolor de cabeza descomunal, con todos los pelos rojos parados y al dueño del templo en el que había pasado la noche anterior durmiendo desnudo a su lado.
Aioria salió arreglándose la ropa de prisa, con mala cara y un malhumor de los mil demonios.
Ya en casa le pediría a Lythos una cosa para la jaqueca, pero para lo otro…
-Jodido artrópodo de mierda.
Aioria se dijo a si mismo que estaba demasiado tomado.
