Atención: Ni Harry ni Draco me pertenecen. Son de la maravillosa cabeza de J.K Rowling, aunque claro, la idea es totalmente mía.

Notas extras: Esta ambientado en un futuro muy lejano, después de la guerra y todo el barullo de la vida mágica.

El argumento es bastante pobre para ser sinceros, lo hice en un arranque de quince minutos, antojos de la vida.

Muy corto, para el gusto de la escritora.

Canción recomendada : Cough Syrup (Glee cover, cantada por Blaine Anderson)

Dedicado a : FanFiker-FanFinal , despues de sumergirme en su maravillosa historia "Por amor a un mortífago", me inspiré brutalmente a volver a escribir. Muchas gracias (:

Musa: Mi preciosa niña, como siempre. Sabes que no podría escribir absolutamente nada, si no estuvieses en mi vida.


Árbol genealógico.

-Hola…- Murmuró como saludo el chico de los anteojos redondos, a la figura rubia que se alzaba presuntuosa frente a sus apagados ojos verdes.

-¿Cómo has estado?- Y el rubio alzó la barbilla presuntuosamente, mirándole con desdén mientras se cruzaba de brazos.

-Lo siento, sé que a pasado mucho tiempo, pero había perdido la costumbre, ¿Sabes?

-¿Esas son maneras de saludar, Potter? –Replicó lejanamente la voz del rubio, lo que hizo sonreír a Harry.

-Lo siento, es que yo … - Se aclaró la garganta, mientras atusaba la mata de cabello negro alborotado por la fuerza de la costumbre.

-¿Qué son esas fachas, héroe de cuarta?, acaso no sabes que para poder dirigirte a alguien de tan alta alcurnia como yo, ¿lo mínimo es venir bien vestido?- Sonrió de lado y Harry pudo ver como sus ojos color mercurio brillaban como años atrás.

-Mis mas sentidas disculpas, Malfoy – Quiso acotar con la ironía típica de siempre, pero su voz le traicionó; al igual que el nudo en su garganta y sus ojos aguados.

-No lo volveré a hacer, ¿te parece? – Sus mejillas canela adquirieron un suave tinte rosa y las lágrimas que había retenido comenzaron a desbordarse por sus mejillas, quemándole como acido.

El platino sonrió a su interlocutor, y volvió a hacer los gestos del principio; alzar la barbilla de manera presuntuosa, mirarle con desdén y cruzarse de brazos.

El pelinegro extendió su mano ajada por los años, con cicatrices del tiempo y pliegues de la edad.

Lo extrañaba. Extrañaba al rubio petulante y sacarcástico. Extrañaba su voz varonil y su perfume a lavanda que jamás volvería a sentir.

Repaso en la imagen del heredero de la familia Malfoy, con esa mano ajada y vieja, la imagen que yacía en el árbol genealógico de la gastada muralla de Grimmauld Place, aquella casa donde había escondido sus miedos y soledad hace veinte años, desde la muerte del rubio.