Era mi primer día de instituto después de las vacaciones de verano y como todos los años, llegaba tarde. El despertador digital de la mesilla me había fallado, no había sonado y yo me había quedado dormida. ¡Todos arriba, vais a llegar tarde!mi padre irrumpió en la habitación con sus amables palabras de buenos días después de encargarse de levantar la persiana de la única ventana de mi cuarto. Los intensos rayos de luz del sol me impedían abrir los ojos. Eso no ayudaba en nada, teniendo en cuenta que estaba medio dormida. El día anterior me había pasado hasta la madrugada acabando uno de los trabajos de lectura que me había encargado el profesor Ramírez. Detestaba a aquel hombre, igual que él a mí. Giré a ver la hora que marcaba el despertador. No hizo falta que me tiraran un cubo de agua helada para levantarme. Eran las siete cuarenta y cinco. Las clases empezaban a las ocho y curto. Después de darme una ducha rápida, desayunar, bueno si a tragarse una tostada entera y beberse un trago de zumo a toda prisa se le llama desayunar eso es lo que hice, y finalmente despedirme de la familia que se encontraba ya despierta me dirigí corriendo al instituto. Uno de los problemas que yo tenía era la moto. Con lo bien que me iría tener una para llegar a los sitios puntual, pero mis padres se empeñaban en qué no era lo suficiente responsable como para conducir una. Bobadas. En fin, me llevó unos quince minutos llegar a aquel edificio que tanto yo como otras chicos y chicas de mi edad odiábamos. No había nadie allí afuera. Miré el reloj. Eran las ocho y diez, debía espabilarme o cumpliría con la tradición de llegar tarde. Como esperaba en los pasillos tampoco quedaba nadie, a excepción de alguien como yo. Ese era mi cuarto año en el instituto y ya estaba deseando salir de allí. Crucé el largo pasillo hasta el final, donde se encontraba mi clase. Se podría decir que lo hice corriendo y cada dos pasos que daba miraba el reloj de pulsera. Ya estaba, solo unos pasos más y llegaría antes de que el timbre sonara. Pero es extraño que a mí, siendo una persona con muy mala suerte, tuviera la alegría de llegar justo a tiempo. Vamos, que algo impidió que lo hiciera. Algo… alguien. Una persona salió de repente de uno de los pasillos contiguos al principal. Su melena rubia le llegaba hasta más debajo de los hombros y sus ojos eran de un verde oscuro. Me saludó con la mano antes de hablar.
- Buenos días Carmen. ¿Cómo te han ido las vacaciones? –con una sonrisa de lado a lado.
- Eh… bien, ¿te importa que hablemos luego?- miré el reloj de nuevo desesperadamente- voy…
Riiiiiiiiiiiiiiiinnnnggg
- …tarde.
- Claro, nos vemos después.
Se alejó en sentido contrario al mío. Esa chica era Paula, la hija de la directora. Era muy simpática, pero algo pesada a veces. Nunca estaba triste o eso es lo que parecía. Me caía bien, pero por su culpa había llegado tarde el primer día de instituto. Abrí la puerta del aula. Al entrar todos se me quedaron mirando, sin exceptuar al profesor.
- Buenos días señorita Carmen, veo que sigue con su tradición de llegar tarde el primer día después de la vacaciones. Siéntese.
Cerré la puerta tras de mí y busqué con la mirada algún sitio libre. Mi amiga, la única que tenía allí me indicó con la mano que me sentara junto a ella. Caminé ante las miradas de mis compañeros hasta la última mesa. Cuando estuve ya en mi sitio el profesor continuó con su explicación.
- Como iba diciendo este año vamos a tener un nuevo alumno en esta escuela.
- ¿Va a ir a nuestra clase?
- Gracias por preguntar Pablo, pero era lo que iba a decir ahora mismo. El nuevo alumno va a unirse a nuestra clase, así que quiero que seáis amables con él. Por cierto, no es de aquí. Me refiero a que es de otro país. Exactamente de Inglaterra, sólo habla el inglés y algo de francés.
- ¿Y sabe cuando va a llegar? –pregunté.
- Mañana a esta hora ya estará con nosotros. Y ahora vamos a empezar con la clase…
No ocurrió nada más interesante aquella mañana. Las clases fueron algo relajadas, no hicimos casi nada. Entregamos los trabajos que nos habían encargado para las vacaciones y estuvimos comentando qué es lo que habíamos hecho durante esos dos largos meses sin vernos. Cuando el reloj marcó la hora de salida mi padre pasó a recogerme en coche. Antes de llegar a casa debíamos recoger a mi hermana pequeña del colegio. Ese año iba a terminar la primaria, era cuatro años menor que yo. Tenía el pelo negro con ondas en las puntas al igual que yo y los ojos del mismo color que todos mis hermanos incluyéndome a mi, azul intenso. Mi otro hermano estudiaba en la universidad y solo lo veíamos en ciertos días del año. Hacía una semana que había regresado a Barcelona dónde estudiaba medicina. Los demás miembros de la familia residíamos en Madrid, la capital. Mi padre era director de una compañía discográfica internacional y mi madre era una abogada de gran prestigio. Bien, la cuestión es que mi hermana ese día tenía clases de danza después de la escuela y ni mi padre ni yo nos habíamos acordado. Al llegar al colegio de primaria la profesora nos recordó lo que antes he dicho. Tuvimos que volver a casa. Todo transcurrió de forma normal hasta que llegó el siguiente día. El día en que el nuevo alumno compartiría clase conmigo y mis compañeros de curso.

Ese día no llegué tarde, me las arreglé para levantarme con tiempo y poder desayunar a gusto. Salí con quince minutos de margen y caminé sola hasta el instituto antes de encontrarme a Marcos en el camino. Era un año mayor, íbamos juntos a las clases de esgrima y también al instituto auque no lo veía mucho porque cursaba un grado más. Era alto y fuerte, ojos marrones y pelo rubio ceniza. No podía negar que era muy atractivo y no era la única chica que lo pensaba. Vivía cerca de mi casa así que a veces coincidíamos por las mañanas, exceptuando los días que yo llegaba tarde. Me saludó mientras salía del garaje de su casa. Conducía una motocicleta de 125 cc plateada.
- ¿Quieres que te acerque al insti? Tengo un casco de sobra.
Claro que no me pude negar que me llevara. Se podría decir que moría por él pero era algo que tan solo yo sabía. No quería parecer la típica chica que va detrás de todos los chicos haciéndose notar. Cuando me hube puesto el casco me senté detrás de él.
- Agárrate fuerte –me dijo con esa voz que le hacia irresistible.
Rodeé con mis brazos su ancha y musculosa cintura antes de que el motor se encendiera.
El viento frío de la mañana golpeaba contra mi cara pero no me importaba, solo pensaba en que el camino hacia el colegio no terminara. Pero nada es para siempre. Me bajé en cuanto hubo aparcado la motocicleta en el aparcamiento. Me fijé en que bastante gente miraba hacia la misma dirección. Un Mercedes negro estaba estacionado enfrente de la puerta de entrada. Me imaginé quien podía ser el propietario. El chico inglés llegaba esa mañana pero yo me había olvidado por completo. Los demás alumnos empezaron a entrar en el edificio y Marcos me estiró del brazo.
- Venga, vas a llegar tarde otra vez –con una sonrisa de burla pero sin dejar de ser agradable.
No contesté, me dejé arrastrar por él que me acompañó hasta mi aula. Me quedaba sin palabras cuando estaba con él hasta el límite de parecer idiota. Se despidió con la mano mientras seguía pasillo abajo. La clase estaba la mayoría en sus asientos pero el profesor aún no había llegado. Mi amiga Laura me sonreía desde su asiento. Me acerqué a ella.
- Esa sonrisa me suena a que quieres saber algo.
- Exacto. ¿Qué te traes con Marcos?
- Nada.
Me senté a su lado en el momento en que el timbre sonó.
- ¿Pretendes que me crea eso? –hizo una pausa mientras me miraba a los ojos- No hacéis mala pareja –se rió.
- Somos solo amigos. Me ha querido llevar al colegio, eso es todo.
- Claro…
La voz de la directora interrumpió en el aula e inmediatamente la gente se calló. Me giré hacia el frente. Junto a la directora había un chico. El nuevo alumno. Era alto, moreno y delgado. Desde donde yo estaba no podía distinguir su color de ojos. No estaba mal, nada mal. Laura estaba de acuerdo.
- Que mono –me susurró.
Me limité a sonreírle pero sin dejar de mirarle. Al menos algo interesante iba a pasar aquel curso.
- No quiero hacer el discursito de presentación. Voy a ser breve. Este chico es Skandar Keynes, es inglés no sabe nuestro idioma. Así que quiero que seáis amables con él y le deis una buena acogida - miro al chico- Good luck.
Típico de la directora, cuanto menos tuviera que hablar mejor. Eso en ciertas circunstancias era una ventaja. Se marchó dejando al profesor al mando. Éste que tenía un nivel pésimo de inglés, por no decir nulo decidió cargarle el muerto a un alumno. Al alumno que mejor dominara el inglés. ¿Adivináis quien fue el "afortunado"? Yo.

El profesor le indicó con el brazo que se sentara a mi lado y con una sonrisa se acercó a la mesa. Se sentó junto a mí sin decir nada. Comprendía que era nuevo y que era su primer día. Todos hemos pasado por eso. Pero seguramente peor era no entender el idioma. Durante la clase estuvo atento a las explicaciones del profesor Ramírez (el hombre que tanto odiaba). Al final de la clase no pude evitar reírme de la forma en que miraba al profesor mientras éste le explicaba, a su manera, lo que debía hacer en la siguiente hora.
- This man's strange –me dijo en cuanto se hubo ido.
- Hahaha… I think so. I'm Carmen, welcome to Spain.
- Skandar Keynes –estrechándome la mano- Nou se muchou spanol- me explicó con un acento inglés.
- I can be your spanish teacher if you want.
- Perfect, I see you later. I think I must go to another class.
Se levantó y se puso en un hombro la cartera. Le seguí con la mirada hasta que desapareció por la puerta. Entonces Laura se me acercó corriendo.
- ¿Qué te ha dicho?
- No mucho. Me he ofrecido para darle clases de español. Aunque no sé como lo voy a hacer.
- Si no puedes yo puedo asumir la responsabilidad.
- Veo tus intenciones… Y no gracias, puedo encargarme yo sola.
Dos horas después me volví a encontrar con Skandar en el pasillo. Iba desorientado y me adelanté junto a Laura hasta alcanzarlo. Fue con nosotras sin decir nada hasta el comedor. Los demás alumnos del colegio no dejaban de mirarle, es lo que tiene ser el nuevo. Los tres ocupamos la única mesa vacía que quedaba, Laura y yo en un lado y el chico enfrente. Se le veía tímido o quizá solo era la primera impresión. Ninguno de los tres pronunció palabra hasta que alguien llegó a nuestra mesa. Era Marcos.
- Hola guapas –nos saludó con una sonrisa y se giró hacia Skandar – Hello, my name is Marcos. I'm glad to meet you- le alargó la mano.
- Hi, I'm Skandar. –le correspondió el gesto.
- ¿Puedo preguntarte algo?- dirigiéndose a mí.
- Sí.
- ¿Tienes algo que hacer esta tarde? – hubo silencio- No es ninguna cita. Quería que me acompañaras a comprar el nuevo equipamiento de esgrima. Tengo entendido que sabes bastante del tema.
- Vale, no me importa ir contigo.
- Está bien. Entonces vamos directamente al salir. Te veo en el aparcamiento- miró de nuevo al castaño- See you.
- Bye- le respondió.
Se volvió a sentar junto a sus amigos dos mesas más allá. Me di cuenta que mi amiga Laura me miraba.
- ¿Así que el equipamiento de esgrima?
- ¿Qué hay de raro?
- No, nada. Pensaba que alguien que lleva desde los cinco años practicando ese deporte ya debería saber algo 'del tema'.