Los personajes de Naruto NO me pertenecen, son propiedad de Masashi Kishimoto.

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El estrés del arduo trabajo le pesa sobre los hombros, la capa es más pesada de lo que uno podría llegar a creer, cuidar de una aldea que ha crecido de una manera increíble es muy difícil.

¿Cuántos días han pasado desde que no ha dormido bien?

Muchos más de los que pueda recordar, ha permanecido en estado de alerta por un potencial peligro, vigilando cada lugar desde donde un ataque pueda llegar, manteniendo cientos de clones repartidos por todas partes, enviando incluso una parte de Kurama a otras aldeas. Naruto está cansado, arrastra sus pies por las calles, quiere llegar a casa, comer algo de comida casera, darse un relajante baño y hecharse a dormir, quiere hacerlo por almenos tres días seguidos.

Puede vislumbrar la luz de su casa, esa que recibió como regalo de bodas, aquélla que ha convertido en un hogar, donde él no es el pilar, lo es aquélla dama hermosa que sonríe mientras juega con el par de niños hermosos que le ha regalado como familia.

Apresura el paso y se sorprende así mismo, no es que quiera tirarse lo más pronto posible sobre la cama, enrollarse con las sábanas limpias y dormir lo que no ha dormido en más de una semana. No, el quiere ir a donde están sus hijos, quiere tomarlos en brazos, girarlos en el aire y llenarlos de besos, quiere escuchar los reclamos y aventuras de su pequeño tornillo, ver los dibujos e historias fantásticas de su hermoso girasol.

Naruto quiere disfrutar de su familia, rodear con sus brazos la cintura de su esposa, recibir la alegría que rebosa de sus corazones cuándo en el umbral de la puerta lo ven, quiere besar los labios del amor de su vida, sentir que su corazón late veloz, que su ser está completo y que todo el cansancio se esfuma en un solo abrazo, quiere sentir que vuelve a nacer.

No se ha dado cuenta cuándo la sonrisa boba se ha instalado en su rostro, tampoco es que le importe, tan solo le interesa el grito de euforia que dejan escapar sus hijos y el abrazo familiar compartido, los labios de su esposa que sanan su cuerpo agotado y las risas de alegría que se pierden dentro de su cálido hogar cuándo la puerta se cierra, cuándo por algunos momentos deja de ser el poderoso Hokage de la aldea y se convierte solo en un suave "cariño" y un amoroso "papá".