Los personajes presentes en esta trama no me pertenecen.
A quienes se den el tiempo de pasar por aquí, ¡muchas gracias!
El ascensor del edificio.
Harry/Ginny
Ya eran cinco minutos, los contaba en su reloj. ¡Maldita su suerte y toda la mierda! Atrapado en ese estúpido ascensor sin ventilación con nadie más que Ginevra Weasley.
¿Por qué el destino le jugaba tan rudamente? ¿No había bastado con joderle la existencia, nombrándolo "el elegido"? joder, joder, joder…
¿Dónde estaba su varita? ¡Ya! En la cómoda junto a su cama. ¡Qué estúpido!
- ¿Puedes quedarte quieto por lo menos dos minutos? Tus tembleques me ponen nerviosa – la voz cansada de la mujer le hicieron voltear hacia ella. Se cegó ante los destellos de su piel, cubierta por una ligera capa de sudor.
Aquello no era sano para su mente, menos cuando Ginevra vestía tan sensualmente; correspondería prohibir a las sucursales la venta de aquellos tipos de vestidos, seguramente los causantes de más de un infarto en los hombres, y en las madres.
¿Por qué carajos debió quedarse encerrado con ella?
Échame la manito, Destino. Ayúdame a soportar esto.
- Quiero salir de aquí.
- ¿Y crees que yo no? ¡Llegaré tarde a mi cita!
¿Así me ayudas, destino? ¿Por qué coño tenía que decirme que iría a una cita?
- ¿Vas a una cita?
- Sí – una respuesta escueta. - ¡Estos tacones me están matando!
Las oscilaciones de su cuerpo se intensificaron al sentir la mano de Ginny apoyarse en uno de sus hombros. La mujer lo miró con una extraña mueca, medio preocupada. Le soltó el brazo y decidió buscar apoyo en la puerta del ascensor, siendo consciente de que si se sostenía del cuerpo del hombre mientras se quitaba sus zapatillas, caería.
Harry temblaba como gelatina sin cuajar.
- ¿Te sientes bien, Harry?
- Perfectamente – respiró a profundidad.
- ¿Eres claustrofóbico?
- ¿Cómo?
- ¿Le temes a los espacios cerrados?
- Yo… - volvió a respirar. – No… sólo… tengo calor.
- Yo también – Ginny se abanicó con una de sus manos, apoyándose a un lado. - ¿Por qué debía pasar esto hoy? ¿Y por qué tardan tanto en arreglar el problema?
- Esto nos sucede por vivir en un edificio muggle. – medio sonrió para destensarse, apoyando su espalda contra una de las paredes del ascensor y ladeando la cabeza hacia atrás.
- Sí, aunque me agrada. Y más por el hecho de que eres mi vecino – Harry decidió cerrar los ojos al ver la hermosa curva que le brindó su rosada boca, sólo para él.
Échame una manito, por favor. La amo… Y me están apretando los pantalones.
- Sí, vecinos.
- ¿Qué planes tenías tú para esta noche? – la pregunta de Ginny pareció llegar desde muy lejos. Se dio cuenta de los efectos que causaba aquel incinerante vapor, como un sedante.
- Sólo iba a verme con Ron, nada divertido – rió un poco.
- ¿No ibas a salir con una mujer?
- No – si hubiese tenido los ojos abiertos, habría notado la ancha sonrisa que se expandió sobre la boca maquillada de la mujer.
El destino le estaba echando la manito, pero el efecto paliativo del calor lo atontaba en demasía.
- Harry…
- ¿Qué?
- Nada – la voz de Ginevra salió con un ápice de inseguridad, lo notó a pesar de la lucidez un tanto perdida.
Abrió los ojos y la miró. Ella se apoyaba contra la pared lateral derecha del ascensor, también con los ojos cerrados. Había llevado su cabello hacia un lado e improvisando una trenza que se despeinaba desde las puntas al no tener una coleta para sujetarla. Su largo y blanco cuello brillaba a causa de las gotitas de sudor. De entre sus pechos llenos de pecas colgaba un dije con forma de corazón que pendía de una delgadita cadena de plata.
Se la imaginó haciéndole el amor con solo esa cadenita puesta. El vestidito revelador, ceñido a su figura, delineaba su esbelta cintura y dejaban desnudas sus largas piernas. ¿Tendría pequitas en el vientre? Sabía que sí; en un viajecito a la playa, con Ron, Hermione, Neville y otro par de nulos que en ese momento no recordaba, Ginevra se lució con un bikini verde agua que le quedaba de maravilla. Dos piezas; su panza chata se veía tan suave que Harry estuvo a punto de morderse los dedos para evitar caer ante la tentación y acariciarla mientras tomaba el sol. Tenía pequitas cerca de su ombligo, el cual era pequeño y adorable, una tasita que le invitaba a beber.
Joder. Era dolorosa la tención dentro de su pantalón. La entrepierna comenzaría a latirle y…
- Maldita sea – susurró con la boca áspera, tuvo que relamerse los labios al sentirlos resecos al hablar.
- ¿Qué? – Ginevra volvió hacia él.
- No… nada – volvía a temblar, incontrolable.
- Me estás preocupando. ¿Seguro no…?
- Creo que sí… estoy un poco asustado – mintió en parte. La fobia que sentía no tenía absolutamente nada que ver con el encierro en los espacios pequeños.
Ginevra era su amiga. ¿Qué decía ella? ¡Eran como hermanos!
Eres como mi hermano, Harry. Aquellas palabras retumbaban en su cabeza hasta tal punto de ocasionarle una jaqueca. ¿Para qué carajos quería más hermanos? ¿No le era suficiente con los seis que ya tenía? ¿No podía besarla y hacerle ver que no, que no eran para nada hermanos? Que podrían…
- Tranquilo. Yo… - Ginny tomó su bolso, olvidado a un lado de sus pies desnudos, y rebuscó algo. – Yo creo… - se quedó con la vista clavada en el interior de su cartera, meditabunda.
- ¿Qué es lo que…?
- Pensé que tenía un caramelo, me ayuda comer uno cuando estoy ansiosa.
- Estaré bien, ya pronto arreglarán esto.
- Sí – dejó el bolso en el suelo. – Tranquilo, voy a contarte algo para distraernos y pasar el tiempo.
- ¿Con quién ibas a salir? – preguntó sin pensar. Se mordió la lengua ante su indiscreción.
- Ah, con Dean Thomas.
El idiota de Dean, ¿no se suponía que eran amigos?
- Íbamos a bailar – continuó ella – no soy muy buena, así que he estado practicando.
- ¡Te he visto bailando! Eres fabulosa.
- ¡Para nada, Harry! – rió. – Bueno, supongo que me defiendo en la pista, pero no soy tan buena como me gustaría.
- Tonterías – volvió a apoyar la cabeza hacia atrás. Metió las manos en los bolsillos del pantalón y rezó para que el bulto entre sus piernas no fuese notorio.
- Quiero aprender a bailar tango – ella se alejó de la pared lateral y dio dos pasitos hasta detenerse en medio del ascensor, frente a él. - ¿Qué te parece? Aunque de pequeña mi mamá decía que me encantaba el ballet. – extendió sus brazos, tal cual una bailarina, y realizó una vuelta con lentitud. Harry la comparó con aquellas figurillas de porcelana que venían incrustadas en las cajas de música. - ¡Tarán! – ella rió y él la acompañó en su sonido.
Sabía lo que la mujer trataba de hacer. Quería distraerlo, calmarle los nervios al saber que le atemorizaban los espacios pequeños y cerrados.
Era una patraña, mas prefería que pensara eso en lugar de hacerle saber que en su mente la estaba poseyendo como le daba la gana.
- Pero el tango… es… no sé. ¿Te digo la verdad? – la trenza estaba un poco más despeinada, pronto se desharía.
- Dímela.
- Quiero aprender a bailarlo desde que vi Perfume de mujer. ¿Recuerdas? La película con Al Paccino, ese actor muggle del que mi mamá está enamorada. - Se giró, dándole la espalda. Su reflejo se veía en las puertas cerradas del ascensor. – Es el tango más bonito que he escuchado – en el reflejo Harry notó que cerraba los ojos.
Pensó que la mujer se estaba imaginando la música hasta tal punto de pensar que en realidad la estaba escuchando. Con los ojos ya fuera de órbita, la miró balancearse con lentitud de un lado a otro, sin despegar los pies del suelo. Solo se bamboleaba, tranquila, ignorante de su excitación.
El escote en V de su espalda le llegaba hasta el inicio de sus nalgas. La falda del vestido se soltaba, levantándose ante las curvas de su trasero y mostrando un poco más de sus muslos.
Joder. ¿Qué hacer? Las pecas en su piel le gritaban que las tocara, que con su índice recorriera aquel sendero hasta infiltrarse bajo su vestido, descubriendo hasta el más recóndito lugar de su cuerpo cubierto por aquellas marquitas. ¿Qué haces, Ginny?
Eres como mi hermano, Harry.
¡No eres su hermano!
La fogosidad de su gesto le hizo saltar, medio asustada, pensó él. Con sus brazos aferró a su cintura y una mano se apoyó firme sobre su vientre plano. La razón corría vertiginosa por algún orificio en su cerebro. O quizá no. No, estaba claro, sumamente claro.
- Harry… - ella quiso voltearse, la sintió. Se lo impidió abrazándola con fuerza, presionando su vientre con su enorme mano. Sentiría el ya inocultable bulto entre sus piernas, ahí estaba, agudo. - ¿Qué...?
- No soy tu hermano, Ginny – ella giró el rostro y ahí Harry aprovechó de besarla. Su boca, semi abierta por la sorpresa, fue una bendición. Infiltró a su inquieta lengua por entre sus labios y dejó fluir toda la desesperación que sentía desde que descubrió lo perdidamente enamorado que estaba de ella. La besó como nunca antes había besado a una mujer, porque nunca antes había sentido tal amor y tal necesidad.
Aquello no pasaría a mayores, por más que lo deseara o necesitara. Ginevra se apartaría y le aliviaría la tensión entre sus piernas otorgándole verdadero dolor. Esperaba una patada en aquella zona y un puñetazo en la quijada, tal vez.
La voracidad del beso descendió hasta convertirse en apenas una caricia. La besó con tal presteza y vigorosidad que inclusive creyó lastimarla. No le importó. Se quedaron sin aire y ambos respiraban con dificultad. Harry inhalaba su aliento. En sus sueños se había imaginado el sabor de sus labios, la suavidad de su lengua… la realidad superaba todo con creces. Apoyó su frente contra la de ella, esperando a que recuperara la compostura para hacerle caer vertiginosamente en la cruda verdad. Sus brazos acariciaron sus caderas por encima de su vestido, aun sin soltarla. La mano apoyada en su vientre bajó la presión, no obstante, las nalgas de Ginny se mantenían rozando…
- No soy tu hermano, Ginny – repitió después de varios minutos. La mujer abrió los ojos, enormes y brillantes. Estaba estupefacta y…
- Harry…
- Yo… - ella se giró dentro de su abrazo, sin apartarlo. Sus brazos acobijaron su cuello cuando los arrojó a su alrededor. ¿Qué sucedía? – Ginny…
La intromisión fue por parte de ella. El erotismo del beso rebasó todo límite y él se sintió estallar de felicidad. El calor sofocante que gobernaba en el espacio aumentó, no obstante, podrían sobrellevarlo. El ardor venía de sus cuerpos. Ginny se apretaba a él con exigencia. Sentía los suspiros dentro de su boca y a sus dientes morderle el labio inferior.
Santo Dios Bendito… ¿estoy delirando? Por favor, que no sea otro de mis sueños.
Sus manos se movieron, agitadas, palpando el menudo cuerpo que se estrujaba contra él, incitándolo. La boca de Ginny besó su mentón, sus mejillas, su frente y, antes de permitirle volver a su boca, la hizo mirarlo. Sus brazos la soltaron para permitirle a sus manos acunar sus mejillas arreboladas. Estaba ahí, en carne y hueso. Todo era muy real aunque sus ojos eran demasiado hermosos como para ser de ese mundo. Brillaban radiantes, como dos gemas. ¿Y qué le decían? ¡Un reflejo de sus propios ojos! Un reflejo de sus sentimientos, de sus emociones, de su deseo. ¿Cómo no se dio cuenta antes?
- Esto… - Ginny le apartó los lentes y los dejó caer al suelo; besó sus parpados y él sintió que podía morirse ahí mismo. – Ginny…
- Yo nunca te vi como mi hermano – confesó, y Harry se maldijo por no haberle declarado desde mucho antes sus sentimientos. ¡Sufría como un condenado al no poder tenerla, al no poder estar con ella! y ahora que… ella también… - Nunca, jamás – susurró, cerquita de su boca. Harry la besó como si su vida dependiese de ello. Sus lenguas batallaban por una victoria añorada.
Sentía aleteos en su pecho, en su estómago, en su vientre… la abrazó contra su cuerpo y apoyó las manos en sus caderas. Ginevra se alzó, permitiéndole sujetarla por las nalgas al ella aferrar sus piernas en torno a él. El vestidito terminó de revelar la piel nívea de sus muslos, Harry las tentó con un cosquilleo en sus manos. Sus palmas percibían la sedosidad de su tez, perfecta.
- Dios… yo… - hundió el rostro en su cuello, caminando hacia adelante y dejando la espalda femenina apoyada contra las puertas del ascensor. Se detuvo, respirando con fuerza, embriagándose con su aroma, aquel olor de su perfume mezclado con su sudor. Su lengua lamió cerca de su clavícula, sabía delicioso. – Yo… - volvió a besarla. Ginny le haló del cabello azabache. - Deseo tanto esto, Ginny. De verdad que lo deseo y…
- Harry… - él regresó a su cuello, hurgando con su boca por sobre el escote del vestido, encima de sus pechos. – Harry… estamos… ascensor…
Él la observó; sonrojada, sofocada y maravillosamente apetitosa. Sus pupilas dilatadas, su naricita un poco colorada y su boca entre abierta, respirando a profundidad. Estaba loco por ella y no quería detenerse.
- ¿Nos detenemos? - ¡Si tan solo tuviese su varita! Abriría esas malditas puertas y se encerrarían en su departamento, en su habitación, y permanecerían allí por el resto de esa tarde, de la noche, y del día siguiente.
Ginevra negó con la cabeza, rendida ante la caricia que le brindó por encima de sus bragas.
- Harry…
- No tienes idea de lo mucho que deseaba esto. Ginny… yo… - ella estaba excitadísima. Al menos, sexualmente le atraía.
- Continúa – movió sus caderas contra su mano, postrada sobre su zona de mayor placer. Su ropa interior era de una telita delgada y con encaje.
Pasaría. Iban a estar juntos dentro de ese ascensor. ¿Le importaba? ¡Sí! ¿Le molestaba? ¡Para nada!
Harry Potter tenía sueños muy fogosos, sí. Y todos y cada uno de ellos era protagonizado por Ginevra Weasley. Fantaseaba en demasía con su hermoso cuerpo. La hacía suya una y otra vez y siempre era en escenarios diferentes. No podía decir que nunca se imaginó haciéndole el amor en un ascensor. Era una de sus fantasías.
- Ginny… - su dedo pulgar e índice apartaron la telilla de las bragas, dándose acceso. La mujer apretó sus piernas alrededor de su cuerpo y se arqueó levemente hacia atrás, apoyando la coronilla contra las puertas. Sus yemas acariciaron el botoncito de seda, tibio y suave, comprimiendo. Ella gimió, ahogada. – Yo… - Ginny expuso sus senos al curvarse un poco más, aumentando la fricción de sus caderas. Harry llevó la mano libre hacia el escote del vestido y… - ¿Será que puedo…? – iba a retirar la mano de su intimidad cuando…
- ¡No! – el gritó de Ginny le hizo detenerse antes de moverse siquiera. – Yo… - se llevó sus manos hacia el escote y lo abrió de par en par, medio rompiendo las costuras. – Después lo puedo arreglar – sonrió, relamiéndose los labios.
Harry observó, embobado, los pequeños y redondos senos de su compañera. Eran preciosos, sus areolas rosaditas y sus dos pezones erectos. Eran como montañitas con picos de piedra.
- Harry… continúa… - pidió ella, moviendo sus caderas por sobre su mano. Él, embelesado por su imagen, por sus pechos, por su humedad, reanudó las caricias en su zona íntima, apretando el botoncito, sintiéndola temblar y escuchándola gemir.
Hundió el rostro entre el valle de sus senos, besando el conglomerado de pequitas que se agrupaba sobre ellos antes de apoderarse de un pezón. La reacción de Ginevra lo llevó al límite. El gemido de su boca, la fricción de su cuerpo… iba a explotar y aún no…
- Ginny… - aumentó la caricia dentro de ella, masajeando con ahínco. Se sintió estallar de goce cuando apreció el orgasmo que le provocó, extenuándola. Mas aún… - Preciosa… - la besó en los labios. La calma que se obligó a tener en aquel gesto era para permitirle a ella recuperar el aliento. La virilidad entre sus bóxers le estaba matando, aún faltaba el segundo round.
- Hombre hermoso – la mujer le apartó el cabello de la frente. - ¿Cómo es posible que…? - era sorprendente el giro de los acontecimientos. ¿Se les pasó por la cabeza a alguno de los dos que posiblemente tendrían sexo esa tarde (fuera de la imaginación de Harry) en el ascensor del edificio? Sin cavilar en las acciones, ambos se dejaron llevar.
- Te amo.
¡Lo dijo! Por vez primera, Harry Potter lo dijo. ¿Era esa la forma en la que se imaginó confesarse? A punto de hacer el amor en un ascensor. ¿Era esa?
- ¿Dices verdad?
- Digo verdad, Ginny – volvió a besarla. Decía verdad, sí. Nunca antes había estado tan seguro de algo; la amaba. – Dios, es la verdad. Te amo.
- Yo también te amo – ella sonrió. – Tonto, siempre lo he hecho. Sí, te amo – lo besó con ganas.
- Mujer hermosa… si no… - la apretó contra las puertas conforme sus manos iban a la cremallera de su pantalón. No era algo muy romántico, pero lo necesitaba con locura y desesperación.
- Déjame… - Ginny apoyó sus pies descalzos en el suelo, liberándose inmediatamente de sus bragas. Harry la observó con los ojos bien abiertos, embelesado y condenadamente excitado. Si tan solo…
- ¿Puedo…? – le tocó la falda del vestido, cogiendo una punta y alzándola. Ginevra captó el mensaje sin él tener que explicar nada más. La mujer, sin pudor ni vergüenza, se despojó de la ropa, conservando solo el collar con dije de corazón.
La trenza ya era un recuerdo. Su cabello despeinado le cubría hasta la cintura y algunos mechones se le pegaban a la espalda debido al sudor. Era una diosa de veintisiete años. Y él estaba ahí, siendo espectador de la flor de su belleza.
- No creas que puedes ver sin tú mostrar.
- ¿Qué? – se encontraba absorto, patidifuso, mirando cada resquicio de su cuerpo. Era aún más linda que en sus sueños.
- ¡La ropa, señorito! – Harry notó que se había quedado a medias con sus pantalones. se los quitó con admirable velocidad, continuando con la chaqueta y finalmente la camisa.
Ginevra lo miró con tal detenimiento que sintió sus mejillas arder. El rojo que se expandió por su rostro bien podía competir con el color del cabello de la mujer. Por impulso, se tapó la entrepierna, aunque la erección era demasiado grande como para cubrirla.
Ginny rió ante el gesto, acercándose.
- No tema, mi vecino adorado - le apartó los brazos. – Eres guapísimo… - le dio un besito en la punta de su nariz y bajó su mirada, detallando su… - Guapísimo, y tremendo – le sonrió con tal picardía que Harry no pudo hacer otra cosa sino reír, gustoso. Abrazó a la mujer y ella, aferrando una vez más sus piernas en torno a su figura, lo besó en la boca.
Harry gruñó contra sus labios, ávido. Sus manos apretaron el trasero y con pasos rápidos volvió a dirigirla hacia una de las paredes del ascensor.
- ¡Ush! – se separó un poco, mirando al suelo.
- ¿Qué pasa?
- Creo que… ¡ahí está! Pisé mis anteojos, se partieron – Ginevra blanqueó los ojos
- ¿Eso importa ahora? – la miró, nada ni nadie en su vida era más importante que ella.
- En lo absoluto.
Se besaron vivarachamente, deseosos. Fue poco el tiempo que Harry esperó para adentrarse en su cuerpo, llegar hasta el confín de su ser. Era el mejor sexo de su vida. Se movían codiciosos, anhelantes. Sudaban como nunca y se besaban con tal voracidad que parecían unos salvajes.
¿Así se imaginó que sería la primera vez que estuviesen juntos? No lo creía, pensaba que lo había imaginado de forma diferente. No obstante, aquella realidad era mucho más de lo que podría desear.
Entre gemidos desaforados, le volvió a confesar su amor. Ginny hacía lo propio, y aquello le llenaba de una extenuante alegría, ¿había sido antes tan feliz? No lo recordaba. La tibieza y humedad de su cuerpo lo envolvían, friccionando deliberadamente la unión de sus sexos, sus caderas se estrujaban con exigencia. Solo ella existía, y él, haciéndole el amor como tantas veces quiso y soñó.
- Preciosa… ¡Aaah! - aceleró el ritmo de las embestidas cuando sintió llegar al límite, clavándose en ella con frenesí. Ginny se apretó a él, avivando la llama. El calor los apresó sin clemencia y el gozo más deleitante de la noche arremetió contra ellos a través de un intenso y delicioso orgasmo. Hundió su pene en una última arremetida, jadeando. El interior de Ginevra lo acogía magníficamente - ¡Dios! - las contracciones de su cuerpo alrededor de su masculinidad le brindaban el más idílico placer jamás experimentado. - ¡Dios! ¡Ginny! - respiró, necesitando recuperarse.
- Harry… - ella se escuchó exhausta. La acunó contra él, sin querer soltarla, sin querer alejarse siquiera un centímetro. Sus piernas largas aún lo envolvían y sus senos se apretaban contra su pecho.
Enterró el rostro en su cuello y plantó un beso sobre su piel, saboreándole el sudor. Su aroma transpirado penetraba en su nariz.
¡Merlín! Había sido increíble.
- Ginny…
- ¡Dios! – ella jadeó antes de abrazarlo, acariciando su espalda. - ¡Y te decía que eras como mi hermano! – rió, antes de besarle el pelo. - ¡Qué mentira tan grande! ¡Dios, gracias! ¡Estoy tan feliz!
Él la observó, sonriendo. Ginevra le devolvió el gesto con un brillo cegador. Sus ojos resplandecían con abrumadora energía. La bienhechora visión después de una buena sesión de sexo.
- Ten claro que te amo, Harry. Y no como un hermano, aunque creo que eso ya quedó claro – él la besó con suavidad, aún sin querer salir de ella.
Había sido muy idiota por no atreverse a decirle sus sentimientos. ¿O no? era normal dudar en querer confesarse ante alguien sin estar seguro de qué respuesta se obtendrá. Pero Ginny sentía lo mismo, también lo amaba… y si él tan solo se hubiese dado el valor de decirle todo… ¿qué lo llevó a actuar esa tarde así? Quizá fue el efecto sedante del vapor en aquel ascensor. Eso, sumado a su menudo cuerpo bailoteando frente a él, excitándolo.
¡Tanto tiempo aguantando el martirio de no poseerla, de no tenerla! Sufriendo al verla salir con estúpidos que no se la merecían…
- ¿Por qué me decías que era como tu hermano?
- Por qué creí que tú me querías de esa forma.
- Es despistadita la señorita, por lo que veo – le apartó el pelo del pecho para besarle un seno, rozando con sus dientes un pezón. – Tontita.
- Idiota. Me hubieses dicho que me querías desde mucho antes. Desde… que empezaste a sentirlo.
- Nuestro momento, y fue en un ascensor.
- ¿No te gustó? – enredó sus manos en su azabache cabello.
- ¿Bromeas? ¡Se cumplió una de mis tantas fantasías!
- ¿Sí? ¡Excelente! Una fantasía ya hecha realidad. ¿Dime, querido, dónde más has soñado estar conmigo?
Rió ante su picarona sonrisa y su arrebolada mirada. La besó, justo antes de sentir el suelo del ascensor temblar ligeramente.
- ¡La luz! – exclamó, saliendo velozmente de ella. Iba a apartarse, no obstante, las piernas y los brazos de la mujer se lo impidieron, apretándolo contra sí.
- Esta fantasía puede durar un poco más.
- Pero, Ginny…
- Agáchate un poco.
- ¿Qué?
- Agáchate un poco y no me sueltes – él obedeció, medio colocándose de cuclillas con la chica aferrada a él. No quería pensar en la imagen que estarían transmitiendo. Si alguien les tomase una foto...
Ginny estiró uno de sus brazos y logró dar con su bolsa. Con una mano sacó la varita.
- ¡Siempre tuviste tu varita! – vociferó cuando la vio lanzar un hechizo no verbal que provocó una nueva huída de luz.
- Sí… - sonrió, abrazándolo. – Levántanos, no quiero poner mi culo en el piso… aunque podríamos usar tu camisa.
- ¿Cómo es posible…? – Harry recordó como ella se había quedado abstraída con la vista clavada en el interior de su bolso.
¿Un caramelo? ¡Já!
- ¿Cómo…? ¿Planeaste esto? – preguntó, la mujer lo miró con evidente ternura.
- No – besó su mandíbula - El destino me brindó la oportunidad y no la iba a desaprovechar. ¡Pero te me adelantaste! Con ese beso… - la calló con su boca.
- ¿Y Dean?
- ¿Quieres que vaya a mi cita con Dean?
- ¡No! – le acarició las piernas con vehemencia. – La luz puede tardar en llegar – gimió al sentir las tetas de Ginny friccionarse contra su pecho. Volvió a apoyarla contra las puertas del ascensor al estar en pie nuevamente.
- Todo lo que queramos.
- Te amo, Ginny.
- Te amo, Harry.
Era tan hermosa…
Sus mentes se perdieron, sus cuerpos se agitaron y sus corazones se aceleraron.
Entre tanto placer y tanta felicidad, Harry no logró dar con esa pequeña lista mental, ésa que contenía el nombre de esos lugares con los cuales deliraba mientras le hacía el amor a Ginny una y otra y otra vez… y después otra vez.
Ya recordaría…
1. Un ascensor. (Cumplido, ¡inesperada y estupendamente cumplido!)
2. Un auto antiguo. (No sabía por qué, pero lo deseaba en un Impala de 1959)
3. Una solitaria y abandonada cabaña. (En alguna montaña de Canadá, le gustaba el paisaje)
5. Una laguna. (Con cascada, era vital)
6. La playa. (Preferiblemente una playa de Tahití, o Cancún… ¡Bah, la que fuese!)
7. Sobre la arena. (De cualquier playa, daba igual también; siempre y cuando no estuviese llena de caparazones y piedras)
Realmente, poco importaba en donde demostrarle lo mucho, mucho que la adoraba. Con tal de estar con ella, cualquier sitio sería perfecto.
Por ahora, su lugar favorito era el ascensor del edificio.
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¡Gracias por leer!
