¡Hoooooola!
Esta es la primera historia que publico en esta web, después de mi desaparición veraniega. Esta vez se trata de un James S/Rose, a petición de Rose Black Snape en el topic de Escríbemelo, por favor del foro Draco Dormiens Nunquam Titillandus.
Es la primera vez que escribo sobre la tercera generación, y más concretamente sobre esta pareja, pues me aficioné a ellos hace muy poco. Espero que os guste la historia, ya que a mí escribirla me está divirtiendo mucho. Como siempre os dejo una serie de advertencias:
Disclaimer: Los personajes, lugares, hechizos y todo lo que aparece en los libros de JK Rowling, son propiedad de esta, yo solo los uso para divertirme y crear historias a partir de ellos. No me lucro con esto y no tengo pensado hacerlo.
Rated T: El fic va a tener vocabulario mal sonante y también escenas subidas de tono, por eso, si lo lees queda bajo tu responsabilidad, no la mía. Yo te he advertido.
Plagios: Está terminantemente prohibido copiar esta obra, ya sea fragmentos o completa. Yo solo publico para esta web y si me entero de algún plagio, este será denunciado al lugar propicio.
oOo Recomendación Musical: Closer to the edge de 30 Seconds to Mars.
Y sin más, ¡disfrutad de la historia!
Me llamo James Sirius Potter, y como indica mi apellido soy hijo del famoso Harry Potter. Tengo 17 inviernos, y puedo decir que los he aprovechado al máximo. A pesar de lo que cree la mayoría de la gente, no me aprovecho de la fama de mi padre, fama ya tengo yo de sobra. Vivo en Grimmauld Place, en Londres, aunque ahora la casa es visible, casi nadie conoce su ubicación exacta. Tengo demasiada familia, mucha, y soy uno de los más mayores. Voy a empezar mi último curso en Hogwarts y sigo sin saber a qué dedicarme. Mucha gente se ha reído de mi nombre, ¿pero sabéis qué? Me da completamente igual, porque yo puedo decir que llevo el nombre de dos de las mejores personas en el mundo. James, fue mi abuelo, que murió para salvar a mi padre. Y Sirius, que fue el padrino de mi padre, que también murió intentando salvarlo. A mucha gente le da un estúpido repelús llevar el nombre de dos personas muertas. Yo no lo veo así, lo veo como llevar el nombre de dos héroes. Pertenezco a Gryffindor, la casa de los leones, y creo que en ninguna casa habría estado mejor. No me gustaría estar con las estúpidas serpientes (no le contéis esto a Albus o me mata), con las inteligentes águilas que siempre van un paso por delante o con los tejones, que…bueno, directamente no destacan demasiado.
Pero lo que os voy a contar no tiene demasiado que ver con mi vida en general. Ya sacarán mi biografía cuando sea un afamado jugador de quidditch. Lo que os voy a contar ahora es algo que ha cambiado mucho mi percepción de la vida. Demostrándome que la gente sí que puede cambiar y que todos se merecen una segunda oportunidad. Y recordad, nunca digas nunca.
Todo comenzó cuando el verano había tocado a su fin. Parecía mentira que esos dos meses pasasen tan pronto. No podía explicármelo de ninguna manera, ¿qué pasaba con el tiempo? ¿Cómo era posible que pasase de aquella manera, sin respetar lo que tú planeabas? Porque sí, yo tenía muchos planes y solo había llevado a cabo unos pocos. La mayoría relacionados con mi familia. Y no era que a mí no me gustase estar con los míos, adoraba estar con todos mis primos y hermanos, los quería a todos mucho. Mis padres se habían empeñado en hacer una especie de "verano de convivencia familiar"; la mayoría de las veces estábamos en La Madriguera o en Grimmauld Place, los lugares más espaciosos. Había planeado demasiadas cosas: quedar con mil chicas, irme de fiesta la mayor parte del verano, salir con mis amigos, practicar quidditch, visitar ciudades… y prácticamente no había hecho nada de eso. Tan atado como estaba a la familia.
Muchas veces me sentía agobiado con todos, como si no pudiese ser yo mismo. Y en cierto modo no podía serlo, allí no podía comportarme como hacía en Hogwarts. Ante mis padres era "moderado". Además me sentía observado por todos, como si mis primos quisiesen copiar todo lo que yo hacía. Y yo no quería que copiasen todo de mí, muchas de las cosas que hacía no podían ser buenas ellos. Así que la mayor parte del tiempo me lo pasaba en mi habitación o en el exterior. Si estaba en mi casa me encerraba en la habitación y ponía la música a todo volumen para que supiesen que no quería compañía. Si por el contrario estábamos en la Madriguera me iba afuera, no tenía un lugar fijo para estar, pero desaparecía de la vista de todos unas horas. Pero claro, ningún plan es perfecto, y la mayoría de las veces alguien me seguía. Normalmente Fred o Molly. Eran con los que mejor me llevaba, junto con Rose. Ella venía a veces, pero prefería quedarse en casa leyendo o cosas así. Según me decía tío Ron, lo había heredado de Hermione.
A decir verdad, lo único bueno que saqué del verano fue poder conocerlos más a todos, saber cosas que antes no sabía. Como que Lucy se miraba los pies siempre que mentía o que Louis se mordía las uñas cuando lo pillaban haciendo algo. Me había vuelto muy observador y era capaz de saber si les pasaba algo con solo mirarlos a la cara, con casi todos. Excepto Rose. Ella era muy inaccesible. De todos los pequeños descubrimientos que hice, el único que más me preocupaba era algo relacionado con ella. Nunca nos habíamos llevado mal, aunque éramos bastante distintos en todos los aspectos. A ella le encantaba leer y estudiar, yo prefería hacer otras cosas más divertidas. Aunque a veces también se saltaba las normas, no era lo más habitual pero sí lo hacía. Se asemejaba mucho a su madre, en carácter eran casi iguales. Pero Rose tenía un pequeño matiz rebelde que su madre no tenía. Eso de saltarse las normas por ejemplo, o lo de no estudiar tanto y pasarse las horas muertas sin hacer nada. Aunque le costó cambiar, porque antes era una completa marisabidilla. Lo de su cambio fue de un verano a otro, cuando comenzó su quinto curso. Me dejó bastante sorprendido, aunque mucha gente no pareció darse cuenta.
Ella siempre me había gustado. No podría decir cuando empezó todo, porque no sé si ciertamente hay algo que deba haber comenzado. Se puede decir que estoy un poco pillado por mi prima. Pero antes de que me tiréis tomates alegando que soy un degenerado, tengo cosas que decir.
Nunca, en mi vida, me he enamorado. No he sentido ningún tipo de amor que no sea el que se siente por la familia. ¿Y para qué sentirlo? Amar y querer a alguien te ata a él, haciéndote depender de esa persona, tanto para llorar como para reír. Lo podía ver en la demás gente, en las chicas que suspiraban cuando yo pasaba o cuando pasaba Alexander (uno de mis amigos de Hogwarts, ya os hablaré de él, pero poco, no vaya a ser que lo queráis más a él que a mí). Aún recuerdo como lloraba Lily cuando vio a aquel estúpido con otra en una esquina, aunque no me dijese que lo quería yo lo sabía, era mi hermana, y yo me enteraba de todo (vale, había hablado con Albus para que me lo contara, pero vosotros no decís nada). Por eso yo no quería depender de nadie, además, directamente nadie estaba a mi altura. Podía tener a todas las chicas que quisiese y cuando quisiese, pero no las quería para nada más que fuese pasar un buen rato. Por eso pensar en Rose demasiado me causaba dolor de cabeza. Era entrar en un terreno completamente inexplorado por mí y tal vez es ahora cuando me doy cuenta de que tal vez sí que sintiese algo por ella. Algo muy leve al principio, pero que luego fue aumentando. Ya os contaré hasta que punto. Ahí está lo de que nunca digáis nunca. Yo lo había hecho, diciendo que nunca sentiría nada por nadie, y aquí me veis, con Rose dando vueltas por mi cabeza, como si de su propia casa se tratase.
El problema se resumía en que Rose cambiaba completamente de expresión en cuanto entraba por la puerta o me ponía cerca de ella a hablar. ¿A qué se debía eso? Antes siempre sonreía, y ahora…ahora era como si mi presencia le molestase. Ni siquiera sonreía cuando hacía alguna tontería, nada. Me di cuenta cuando acabábamos de terminar el curso, el día que nos encontramos en una de las comilonas que organizaba la abuela Molly. Como llevaba con la sensación de que ella era algo más que mi prima varios días, me dedicaba a mirarla a escondidas, como si esperase encontrar la respuesta en algún lado. Nadie parecía darse cuenta de que la miraba, y yo lo agradecía, pues aún no estaba seguro de qué podía significar aquella sensación de cosquilleo que sentía en el abdomen cada vez que Rose sonreía. Iluso de mí.
Al principio había atribuido los cambios de humor de Rose a la regla. ¡Todas las chicas se ponen insoportables cuando están con ella! Son mucho más irritables, se quejan por todo y además les da la vena sentimentalista y es prácticamente imposible quitártelas de encima. Me había pasado varias veces, así que no me toméis por loco. El último curso una se había pasado más de una semana abrazada a mí, fue horrible. No podía moverme sin tener que cargar con ella. Parecía un panda agarrado a un árbol. Incluso se habían pensado que era mi novia. Ya quisiera ella.
Con el paso de los días empecé a comprender que no podía tratarse de eso, ya había pasado más de una semana y no les podía durar tanto la regla, podían acabar desangrándose o algo peor. Así que empecé a recordar cosas para saber si algo de lo que había hecho le podía haber molestado. Quizás era por el hecho de que estaba con varias chicas cada semana, muchas veces me reñía por andar jugando con ellas, ¡parecía mi madre! O también podía ser porque no paraba de meterme con los Slytherin. O por no parar de ir a las cocinas a molestar a los elfos con que tenía hambre. Quizás por salir de noche de la Torre de Gryffindor, ella era prefecta y se ponía seria en esos casos. Y no llegaba a ninguna conclusión que sirviese.
Pero si estaba dispuesto a averiguarlo. Iba a averiguar por qué Rosie se comportaba así. Y más conmigo. Estaba acostumbrada a esos comportamientos míos, no tenía motivos para mostrarse distante conmigo.
Por eso la noche antes de empezar el curso, mi séptimo año y el sexto para mi prima, decidí hablar con Rose, como quién no quiere la cosa y observar sus reacciones. Tal vez podía sacar algo en claro que me permitiese descubrir qué le pasaba. Unas semanas atrás había llegado a la conclusión de que Rose no era ni por asomo mi prima. No, yo la quería, término raro para mí y que seguía descubriendo. No supe muy bien cómo llegué a la conclusión de eso, pero simplemente sucedió. Al principio tuve miedo, por la sensación en sí y por cagarla con Rose. Seguro que reaccionaba mal cuando se enterara. Pero ahora que sabía que la quería, no iba a dejar que se pasase la oportunidad. Escuché en la tele, que el primer amor es el único que se vive plenamente. Bien, pues Rose era mi primer amor, (si se le puede llamar así, aún tenía mis dudas) y pensaba aprovecharlo al máximo.
Nos encontrábamos en La Madriguera, la abuela Molly se había empeñado en celebrar una cena antes de que todos sus niños se fueran a estudiar al colegio de nuevo. Incluso habían acudido Teddy y Victorie, que ya no iban a Hogwarts.
Todos los primos nos habíamos ido al salón, a jugar a los naipes explosivos. Nos íbamos turnando para jugar, de dos en dos, y quién ganara pasaba a la siguiente fase. Habíamos montado una especie de competición. No montábamos demasiado escándalo, a excepción de los típicos gritos de: "¡eso es trampa!", "¡Hugo me ha mirado las cartas!" o "¡Toma te he ganado!". Rose estaba estirada en el sofá y se reía cada vez que una de las cartas estallaba. Sobre todo estalló en carcajadas cuando Lucy se manchó la cara de ceniza cuando le gané. Levanté la vista para mirarla y por un momento un brillo de felicidad surcó sus ojos azules (los había heredado de Ron). Obviamente, yo me quedé completamente bobo. Verla sonreír, y más si esa sonrisa era dedicada a mí, me dejaba atontado. Que me sonriese después de tanto tiempo tenía que tener un significado.
Ella apartó la vista y volví a centrarme en el juego, justo cuando Lucy hacía explotar varias de mis cartas. Bufé al comprobar que me había manchado la ropa. ¡Odiaba mancharme! Saqué la varita y murmuré un fregotego, dejando limpia la camisa. Así estaba mejor. Me di cuenta de que todos mis primos me miraban, ellos aún no podían realizar magia. Eso hizo que sonriese con suficiencia por el hecho de sentirme "admirado". Como había perdido, me moví para dejar espacio al siguiente y me quedé como observador del juego.
Pasado un buen rato, y cuando ya casi habíamos terminado, nos llamaron para cenar. Como si la vida nos fuera en ello, tiramos las cartas (algunas explotaron, se escuchó el ¡bum!) y empezamos a correr al comedor. Llegamos en manada y nos apresuramos a sentarnos. A mí me tocó al lado de Albus y de Dominique.
Los adultos empezaron a poner todos los platos de comida y a mí los ojos se me iban de vez en cuando hacia Rose, que hablaba entretenida con Roxanne y Louis, vete a saber de qué. Al parecer era divertido, porque muchas veces se le escapaban risotadas. Si eso pasaba, unos pinchazos acudían a mi pecho y como me pasaba desde hacía mucho, yo quería ser el motivo de que ella se riese.
La idea enseguida se me fue de la cabeza: enfrente de mí colocaron una gran fuente llena de carne asada y se me olvidó todo. Con el tenedor me serví dos filetes con abundante salsa y un buen montón de patatas.
La cena transcurrió con normalidad: yo estaba hablando sobre escobas con Albus la mayor parte del tiempo y comiendo a la vez, los mayores discutían sobre cosas del Ministerio irrelevantes para todos nosotros, mamá me gritaba por hablar con la boca llena, Rose sonreía y reía cada poco, tío Ron picaba a Hermione diciendo cosas sobre los elfos domésticos, tío George hablaba con Fred sobre las bromas que el último tenía que hacer ese curso (se estaba ganando una buena mirada por parte de la abuela, eso no presagiaba nada bueno), Teddy y Victorie habían desaparecido de la mesa… Lo normal en la familia Weasley.
─Te digo que es más rápida la nueva Nimbus ─le repetí por enésima vez a mi hermano. Estaba empeñado en discutirme a mí, el capitán de Gryffindor, y el que sabía más sobre quidditch─ Además de que las ramitas de la cola están perfectamente alineadas para que su aceleración aumente.
─Que no ─negó con la cabeza para enfatizar su respuesta y se llevó un bocado a la boca. Tardó unos segundos en hablar, puesto que él si tragaba antes de hablar─ La Cometa 540 tiene mejor manejo y es más ligera, tiene más puntos fuertes, admítelo.
─Te lo demostraré en el campo, ya verás ─empecé a quejarme. No me gustaba que me contradijeran nunca, y más si era sobre quidditch. Lo odiaba─. Cuando volvamos, antes de empezar la temporada, te haré unas carreras y ya ve…
Pero de repente sonó un teléfono en casa. Paré de hablar para escuchar. Era el teléfono de la cocina, aquel que tras muchas súplicas el abuelo Weasley había logrado instalar, a pesar de que a la abuela Molly no le gustaba la idea. Como Rose hacía rato que había terminado su cena, se levantó con tranquilidad, provocando mi interés, así que la seguí sin apartar la vista hasta que llegó a la cocina. Había estado tan inmerso en la discusión que me había olvidado un poco de que seguía allí. Ella cogió el auricular, desconfiando de quién podría ser. Aunque sería un mago seguramente, un muggle no podría llamar, ¿no? El número era poco conocido, mis abuelos apenas sabían usar el teléfono, así que no les daban el número a cualquiera. Tan pronto pegó la oreja al aparato y preguntó con un suave "¿Si?", una voz chillona le pidió, o más bien exigió, que yo me pusiese. Lo escuché perfectamente, es más, creo que todos lo escuchamos. Rose dejó el auricular apoyado en la estantería, sin siquiera contestar, y se acercó a dónde estábamos todos comiendo. Tenía cara de pocos amigos.
─James, es para ti ─dijo mirándome directamente, con voz hueca. Me levanté y caminé mirando un poco a Rosie de lado, ¿a qué venía ese tono? ¡Ahora no había hecho nada!
En un par de pasos llegué al auricular y lo descolgué, dándole vueltas al tono de voz de mi prima, pero a la vez intrigado por quién podría ser el autor de la llamada. Que yo supiese casi nadie conocía este número.
─Al habla James. –contesté con mi habitual tono de broma. Me gustaba estar desenfado todo el día, amargarse no servía de nada.
─ ¡Jimmy! ─gritó alguien al otro lado, como si escuchar mi voz fuese lo más revitalizante del mundo─ ¿Cómo estás? No he sabido nada de ti en todo el verano…pensé que querías volver a verme, ya sabes.
Tragué saliva. Era Thalia Alersen, mi dolor de cabeza particular, después de Rose, claro. Se podría decir que era uno de mis ligues semanales, solo que esta chica tenía la suerte de repetir varias veces. Ella estaba empeñada en considerarme como su novio, ¿el inconveniente? Ya os dije que no consideraba a nadie suficientemente bueno para mí, salvo Rose, por esta época ya había aceptado que quería algo más que amistad por ella.
Quitando lo de que quería ser mi novia, Thalia era algo así como una droga. Una vez la probabas acababas queriendo más. Habíamos quedado muchas veces el curso anterior. Primero habíamos empezado con besos por una esquina, en una clase que no se usaba…hasta que terminamos un día en la Sala de los Menesteres, haciendo "cosas que no se pueden decir" como solía repetir Hugo cada vez que salía un tema relacionado con el sexo.
─Hola Thalia…─respondí intentando parecer tranquilo e indiferente─ Como siempre, sin ganas de ir mañana al andén…no he podido quedar con nadie ─paré de hablar unos segundos, porque ella había empezado a decir cosas cómo "solo yo" o "escusas para no verme". Cansado de este juego decidí cortarlo por lo sano─. ¡No! No son escusas, además no tengo obligación de quedar contigo, no somos nada, ¿recuerdas?
La chica se quedó callada al otro lado bastantes segundos. Tal vez había sido demasiado duro con ella, aunque estaba ya demasiado cansado de este jueguecito. Siempre queriendo que le dijese cuanto la quería y cómo me moría por estar con ella. Chorradas, ya sabéis.
Una muda Rose Weasley entró en el salón, encontrándose el panorama de verme cabreado apretando el puño contra la pared, yo no la había visto entrar, pero sabía que había sido así. Tiempo después me lo había confiado ella, si hubiera sabido que estaba allí viéndome así, me habría contenido un poco. Siguiendo con su sigilo, se acercó al sofá, recogió su ejemplar de Orgullo y Prejuicio y se fue a sentar a las escaleras.
─No es eso y lo sabes ─contesté cansado otra vez. ¿A qué venía eso de que ya no la quería? ¡Si nunca lo había hecho! Solamente estaba con chicas para divertirme un poco, de la misma forma en que ellas lo hacían conmigo ─. Mira, no quiero discutir, si quieres hablamos mañana, ahora estoy con mis primos.
Thalia se quejó de nuevo y finalmente acordamos vernos en el andén mañana, un rato antes de partir a Hogwarts. Colgué el teléfono y negué con la cabeza, gesto que daba a entender que la situación no tenía remedio y que tenía que hacer algo con el carácter de la Ravenclaw, Alersen no podía estar siempre detrás mía, como si de un crup se tratase.
Rose seguía sin dar signos de vida ni nada por el estilo, yo pensaba que estaba allí solo, así que lentamente me di la vuelta, pasándome la mano por el pelo, intentando despejarme. Thalia era demasiado obsesiva y estaba empezando a pensar que estaba demasiado obsesionada conmgio. Alcé la cabeza, con gesto de cansancio, y ¡cuál fue mi sorpresa al encontrármela allí sentada, en la escalera y con un libro en las piernas! .Eso quizás era lo más normal, Rose era de las que se podían pasar horas leyendo.
─Hola, Rosie ─saludé alegremente mientras me acercaba a ella sonriendo, cosa que hizo que ella apartara la vista. Eso me molestó un poco, haciendo que me doliese el pecho─. Siento que escuchases esa estupidez, pensaba que estaba solo.
Tenía miedo, miedo de que Rose me temiese por mi carácter o algo así, desde hacía bastante tiempo la opinión de mi prima me importaba mucho y además me gustaba estar con ella, pero el carácter esquivo que esta adoptaba ahora me confundía y desconcertaba.
─Todas las parejas tienen sus discusiones.
Y nos quedaron mudos, yo porque estaba que no podía creerme que ella pensase que Thalia y yo éramos pareja, ¿no había dicho que entre nosotros no había nada? Quizás esa parte no la había escuchado… Además sabía perfectamente que no era de relaciones serias. Y ella se quedó muda… sabe Merlín por qué.
Adoptando la actitud con la que llevaba varios días, Rose se sumió en la lectura de su libro, y eso volvió a molestarme. No era propio de ella comportarse así, y quería averiguar por qué. La mayoría de las veces intentaba arreglar las cosas y a veces bromeaba, ahora era como si quisiese dejarlo estar.
─ ¿Parejas? ¡Por las barbas de Melín! ─interrumpí tras unos minutos en silencio. Parecía mentira que ella, Rose, pensase eso de mi─. Sabes que a mí no me van las parejas.
─Yo…eh…perdón-contestó una colorada Rose. Siguió clavando la mirada en el libro, pero a mí me pareció que miraba sin leer nada.
─Sabes que no importa ─dije mirando a Rose y a su particular sonrojo. ¿A qué venía ponerse así? Sonreí de nuevo, aunque ella no podía verlo, tan empeñada como estaba en no mirarme. Y como tampoco hablaba decidí dedicarme a algo más productivo, como por ejemplo mirarla.
Me fijé en la cantidad de pecas que tenía en la cara, aunque el sonrojo hacía invisibles la mayoría. Empecé a contarlas una a una, desde las más grandes a las más pequeñas. Ella pareció relajarse un poco, quizás pensaba que iba a dejar el tema o que no la estaba mirando, no tenía los hombros tan tensos y eso hizo que yo también me relajase...Al comportarse Rose de una forma nueva no sabía cómo iba a reaccionar, lo que no hacía más que preocuparme, y así no sabía cómo responder. Sin contar el hecho de que yo tampoco sabía cómo actuar. Menuda lío.
─Son veintitrés ─le dije con total tranquilidad e intentando que se animase. A mi cara acudió un intento de sonrisa, de esas que intentas que no se te noten, porque estaba orgulloso de ser capaz de haber contado todas y cada una de sus pecas.
Contra todo pronóstico esperado por mí, Rose levantó la cabeza y me miró con cara de no entender nada de nada.
─ ¿Lo qué?─preguntó ella mirándome de arriba abajo, como si estuviese esperando que me pusiese a gritar o a correr como un loco por la habitación.
─Que tienes veintitrés pecas en la cara ─repetí, como si fuera lo más obvio y mirándola a los ojos. Me acerqué un poco más a ella, ¿un motivo? Me apetecía , nada más, quería tener un poco más de contacto con ella. A veces podía ser impulsivo y hacía cosas porque sí. Por ejemplo, esta situación. Llevaba mucho tiempo sin siquiera tocarla o acercarme un poco y no iba a desaprovechar esto.
Ella en cambio, agarró el libro y se separó un poco de mi, y desvió la mirada.
─ ¿Te has parado a contar las pecas que tengo?
─Claro.
─ ¿Y para qué?─pregunta, desconcertada. Desde mi punto de vista no es algo tan raro, ella es guapa y cualquier chico se quedaría mirándola un buen rato. Que los había, no lo iba a saber yo. Muchas veces cuando pasaba por el pasillo y la veía, podía comprobar que más de uno se quedaba mirándola.
─No lo sé ─le mentí un poquito, no podía decirle que contaba sus pecas porque me gustaba mirarla. Joder, era mi prima y no sabía qué iba a pensar, lo que menos quería era que me creyese un degenerado, por lo menos quería tantear el terreno─. Me apetecía.
Ella como si fuera automático, levantó la cabeza, mirándome con ojos escrutadores intentando descifrar mis intenciones en mis ojos castaños. Con un movimiento rápido de la mano, le arrebaté el libro de las rodillas (quería que dejase el libro y hablase conmigo), tocando su rodilla a propósito pero de forma disimulada, ¡a ver si reaccionaba de una vez y me decía algo!
No respondió absolutamente nada. Solo se quedó mirándome unos segundos más y luego se levantó, sin recuperar su libro ni nada más. Se le había olvidado, seguro. Aunque eso nunca me lo confirmó.
─Hasta mañana, primo.
Y allí me quedé yo, quieto y mudo. Con un libro entre las manos que era de Rose y la mayoría de mis aspiraciones tiradas por la borda. ¿Pero qué aspiraciones tenía yo? Ella era mi prima y estaba prohibido hacer cualquier estupidez con ella, no hasta estar seguro de que ella sentía lo que yo. Además si tío Ron se enteraba me mataba.
Como yo no hacía nada allí sentado, me levanté y fui de nuevo a la mesa, para avisar a mi padre de que yo me iba a ir yendo a casa, porque allí no tenía nada más que hacer: había comido, estado con todos…y por si acaso alegué que estaba cansado. Como ya podía aparecerme, no tendría que aparecerse nadie conmigo en casa. Me despedí con besos y abrazos de los abuelos y salí de la casa, en dirección al jardín para marcharme de una vez a Grimmauld Place, con una extraña sensación de que esto iba a ser más difícil de lo que parecía. Sobre todo si ella no ponía de su parte. Maldito sea el amor.
¡Hooooola de nuevo!
¿Y bien qué os ha parecido? He editado el capítulo para añadirle unos cuantos detalles y explicaciones, y creo que así ha quedado mejor.
Como veis, ha pasado un tiempo desde que James se da cuenta de Rose es algo más (finales de curso) hasta que admite que la quiere (antes de empezar el nuevo curso). Al ser un fic corto, tengo que sintetizar un poco más, pero me habría encantado alargarlo más. Si tenéis alguna duda podéis preguntar mediante review.
También como veis, a Rose algo le pasa con James...no hay que ser muy inteligente para saberlo, ¿no? :) Pero James es un chico y no cae, el pobre, ya caerá, ya...
Doy las gracias a todas aquellas que han dejado reviews en los dos capítulos anteriores, y les pido que vuelvan a leer el capítulo para ubicarse mejor.
Hasta el próximo capítulo, Garaella.
P.D: Sí que si queréis que James os cuente las pecas, ¡dejad un review!
