Reír y llorar y saltar y gritar

Sus labios se amoldan a los míos con una suavidad que yo desconozco. Me atrae contra él y yo paso mis brazos por su cuello, atrayéndole hacia mí; en un impulso, paso mi mano por su cabello rubizo y jugueteo con él mientras abro mis labios, lentamente, insegura. Su lengua entra en mi boca y se encuentra con la mía, la anima a un pequeño juego, aunque no estoy segura de sí es una batalla entre las dos o simplemente juega al gato y al ratón, con la certeza indiscutible de que él va a ganar.

No noto las miradas indiscretas y reprochadoras de aquellos que pasan por delante de la cocina e ignoro el aullido que se le escapa a Sirius, más parecido al de un perro que al de un humano. Lo único que siento son las manos de aquel hombre recorriendo primero mi cintura y después, una áspera mano que me roza la espalda. Me arqueo y, sin ser plenamente consciente, suelto un gemido de placer ante su tacto.

También noto la sonrisa divertida en sus labios, aquella sonrisa lobuna que tantas veces me ha causado escalofríos y que me ha perseguido en sueños. Y sé que sus ojos se han vuelto líquidos como el oro, como cada vez que le descubro mirándome.

Me muerde el labio inferior suavemente y no intento contener el gemido, aunque escuchando como suenan me parece increíble que aún no se haya apartado de mí.

Una mano bajo de su pelo hasta su cuello, trazando dibujos que, en algún punto de mi cabeza, tienen sentido. Noto su estremecimiento cuando mis dedos se aventuran un poco más allá del cuello de su camisa y sonrío de la misma manera en la que él lo ha hecho antes. Divertida, satisfecha, orgullosa de mí misma por haber conseguido una reacción suya ante mi mero tacto.

Intento que mi lengua deje de huir de la suya y pronto nos sumergimos en una batalla que, muy a mi pesar, él gana, sometiendo a la mía y haciendo que aquel beso tan apasionado como me ha parecido antes, se vuelva suave y dulce. Casi irreal. Sus dedos apenas rozan mi espalda pero los pequeños escalofríos no dejan de suceder y aunque intento retenerlos cuando estoy con él todo mi autocontrol desaparece y sólo quedo yo, disfrutando de estar en sus brazos.

Sin embargo, a pesar de lo placentero que me resulta este momento, pronto el aire nos empieza a faltar y un sentimiento de envidia cruza mi corazón ante aquellas personas que parecen poder respirar de aquellos besos. Aunque nunca lo he entendido bien, me producen envidia porque yo no quiero detenerme. No quiero parar.

No quiero dejarle.

Él es el primero en romper el beso. Sin apartar los ojos de mí, apoya su frente contra la mía y sus brazos se colocan de forma que me impiden la salida.

Sus ojos son oscuros cuando me pregunta:

-¿Me crees ahora cuando te digo que te quiero?

-Sí.

-¿Me dejarías acompañarte a casa?

-Sí.

-¿Quieres que nos veamos mañana?

-Sí.

De mis labios no pueden escapar más que un sinfín de sís, sobretodo cuando significan estar a su lado.

Él me besa de nuevo, apenas un suave roce de labios que hace que mi corazón estalle y lo único que quiero hacer es reír y llorar y saltar y gritar hasta quedarme afónica.

Pero lo único que hago es refugiarme en sus brazos. Sonriendo. Porque ahora sé que está conmigo.

Yo sólo digo que los domingos son muy malos, se acaba el finde y hay que volver a clase al día siguiente. Y, después de dos días refugiada entre libros, lo menos que podía salir era una escena romanticona surgida de la nada.

Y, podría haber sido cualquier otra pareja, pero es que me imaginado a Remus y él va de la mano de Hermione para mí.

Espero que os haya gustado y que hayáis pasado un buen fin de semana. ¡Hasta pronto!

L. Nott