Prólogo
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen son de Stephenie Meyer. La historia es completamente mía.
Muchas gracias a mi beta Gaby por tomarse la molestia de revisar mi capitulo y ayudarme a que esto fuera medianamente decente. Besotes hermosa sabes que eres parte esencial de este proyecto
Advertencia: Esta historia trata sobre temas delicados. Incesto, temas religiosos, embarazo adolescente, aborto. Además de que contendrá un alto contenido sexual. Si no te gustan estos temas eres libre de no leer. Sobre advertencia no hay engaño +18
Sumary: Dicen que el amor todo lo puede.
¿Entonces? ¿Puede un amor luchar contra los lazos de sangre?
¿Puede superar las reglas ya preestablecidas por la sociedad?
Una historia de amor, odio e injusticias.
Donde hay muchos secretos y mentiras y nada es lo que parece.
—Bella por favor… —un gemido de placer brotó de la garganta de él— detente… esto no es correcto—tragó en seco, mientras dudaba si debía retroceder o no.
— ¿Y?, ¿cómo si eso me importara?, —el dolor se hizo presente en ella— lo nuestro está más allá de cualquier límite, ¿por qué siempre te resistes?, —ella bajó la vista a sus pies, tratando de evitar sus ojos— ¿acaso no me amas?
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"Algo que la gente olvida es lo bien que se siente uno cuando libera sus secretos, sean buenos o malos, al menos han sido destapados te guste o no. Una vez que los has destapado no tienes que esconderte tras ellos nunca más, el problema con los secretos es que incluso cuando crees tenerlo todo controlado, no lo está."
"Sobre todo, tened entre vosotros un ferviente amor, porque el amor cubre una multitud de pecados"
1 Pedro 4:8
Prólogo
Chicago invierno de 1992
Una fuerte ventisca azotaba aquella mañana la ciudad de Chicago. Una mujer acribillaba con sus pequeños puños la puerta de aquel complejo departamental, la desesperación se hacía parte de ella. Después de incesantes minutos de espera, un hombre le abrió.
Una sonrisa adornó el demacrado rostro de la mujer, no pudo contener la emoción que le inundó. Fue víctima de una extraña necesidad de afecto, deseó con locura estar entre sus brazos.
Quiso enterrar su rostro en su pecho, pero él le negó toda muestra de afecto. La oscura mirada que le dedicó la dejó helada.
Su cuerpo reaccionó ante tal actitud temblando descontroladamente. Su semblante se desencajó de dolor. En un vano intento de captar su interés se aferró a su chaleco, tirando de este. Rogaba porque le prestara atención, se humillaba porque él le dedicara tan siquiera unos segundos de su vida.
Claro eso nunca pasó. A él no le importaba tenerla a ella ni a nadie en su vida. Sin tocarse el corazón la rechazó a ella y todo lo que eso conllevaba. Con una última mirada de desprecio, le cerró la puerta echándola para siempre de su vida.
Fuertes espasmos la atacaron, pero debía ser fuerte. Tenía que serlo. Ella sabía que no le esperaba una vida fácil. Aun así, y con todo el dolor que la ruptura significó. Se alejó para nunca más volver a pisar aquel apartamento, aquel lugar que un día los unió.
Forks agosto del 2010
Una suave llovizna cubría la península Olimpia. Los árboles se movían al compás de cada ventisca.
El suave ronroneo del volvo plateado aparcando en la residencia Swan rompió aquella mañana con el lúgubre sonido de la lluvia.
La portezuela del auto se abrió dejando a su paso el rostro de un alto joven de cabello broncíneo.
Fijó sus ojos en la entrada de la casa, una sonrisa se dibujó en sus labios al verla abriéndose para dar paso a una larga cabellera castaña.
La chica le devolvió con cierta timidez la sonrisa, ipso facto sus ojos brillaron, presa de una sensación que inundó cada centímetro de su ser.
Edward se apresuró hasta la puerta del copiloto para abrirla. Isabella entró sin decir una sola palabra, segundos más tarde él ya estaba dentro del volvo.
—Buenos días Bella—saludó curvando los labios en aquella sonrisa de lado que tanto amaba.
El silencio se había vuelto la forma en la que se comunicaban. Edward fue el destinado en romperlo. Desvió la vista de la carretera, para fijar sus profundos ojos grises en los de ella.
El sonrojo no se hizo esperar, en un estúpido intento de fingir, miró por fuera de la ventana disimulando un bostezo.
—Buenos días Eddy—saludó, usando el molesto diminutivo que tanto lo sacaba de sus casillas.
El gruñido proveniente de Edward, le indicó que sus esfuerzos por estar distantes quizás funcionarían. Él arrancó el vehículo, con la firme convicción de no dirigirle la palabra a Bella.
—Isabella Marie Swan—realmente en las últimas semanas todas sus convicciones se habían reducido a cero—. Te he dicho millones de veces que no me llames así—el tono impregnado en su voz no dejaba dudas de que estaba enojado.
Pero ella no era una niña, ella le conocía tan bien como para seguirle el juego. Optó por seguir con la vista fija por la ventana ignorándole. Dentro de todo, él era el chico inocente e inexperto ahí.
— ¿Te enojaste?, —preguntó con la acidez destilando a todo lo que daba—. No crees que estás extralimitando todo Bella, no seas, así. Yo debería ser el enojado—la suave risa de Edward llenó el volvo—. Pero no puedo estar enojado contigo prima.
Las palabras de Edward acabaron con toda posible conversación. Aunque no lo quisiera afrontar, entre ellos existía un apego superior al de muchos mejores amigos. Era su primo claro, pero eso no evitaba que en sus ser afloraran muchos sentimientos hacía él.
Ese lazo de sangre, no lograba calmar el dolor que llenaba su corazón al saber que nunca podría ser nada más que "su primo".
A pesar de que Bella Swan era una chica hermosa, inteligente, y bastante popular entre el público masculino de Forks. No podía sacarse de la cabeza a Edward.
Bella siempre se cuestionó sobre muchas cosas. Era una chica mordaz y sarcástica. Siempre pensó que la vida no podía solo traerle cosas malas a las persona. Para ella la vida también debía traer recompensas.
Siempre creyó en la existencia de un único Dios al que sus padres desde pequeña le enseñaron adorar simplemente sin ninguna razón, por lo tanto le volvieron una fiel devota.
Creía que las cosas no pasaban nada más porque sí. Sino porque él ser supremo al que llamaba "todo poderoso" lo decidía de esa manera.
No le cabía en la cabeza de otra forma. Le superaba la idea de que un simple ser humano guiara su vida.
Siempre había creído que la vida era cruel para los pecadores y todos los malos ratos eran hasta cierto punto fruto de nuestros pecados. Causa y efecto lo llamaba.
Claro ella no era una santurrona, ni mucho menos. Ella vivía una vida sexual activa, aunque en aquel momento se encontraba pausada por decisión propia.
Bella Swan tenía muy clara su forma de ver la vida. Pero todas sus creencias se fueron al diablo, el mismo día que se enamoró de la persona equivocada. Y justo ese día, todo lo que siempre creyó fue diferente.
Empezando porque ahora su vida era gobernada por un hombre que no era su Dios.
Bella siempre creyó que las chicas que se enamoraban eran unas tontas ilusas. Su visión del amor se iba únicamente por el lado físico del asunto.
Eso no significaba que iba acostándose con cada pantalón que tuviera enfrente. A sus escasos diecisiete años de vida había estado únicamente con un chico.
Un compañero de una clase superior, Jasper Hale hermano de su amiga Rosalie, además de ser el mejor amigo de Edward.
Al final se dio cuenta que la vida no era como ella siempre la vio, así de simple, ella había caído en algún mundo alienígena, donde ella cometió el perverso acto de enamorarse de su primo.
Edward hizo varios esfuerzos en vano de llamar su atención.
—Bella… Por favor —rogó— llevo más de media hora hablándote.
Tan sumida estaba en sus pensamientos que no había notado que el volvo no iba en marcha. Se detuvieron en lo que parecía ser una solitaria carretera. Ella le miró con el desconcierto palpitando en su ser.
El rostro de Edward estaba completamente pálido a causa del desasosiego que le causaba el silencio de ella. Extendió su mano acariciando con sus dedos su mejilla.
Le hizo un gesto con la mirada que le sugería que era mejor salir del auto.
Ella no lo dudó ni un segundo, jamás se había detenido ante cualquiera de sus peticiones.
— ¿Podemos dar un paseo?—sugirió él con un brillo de alegría en los ojos.
— ¿Y el colegio? —un matiz de ansiedad se hizo presente en ella.
— ¿Desde cuándo eres tú la que se preocupa por esas cosas?— él negó cerrando los ojos y enmarcado su rostro con una sonrisa torcida.
Ambos se internaron en un profundo viaje de varios kilómetros por el bosque.
Bella trastabilló en más de una ocasión, pero agradeció que Edward estuviera ahí para evitar las caídas.
El brillo del sol golpeando sus rostros les anunció su llegada a su destino final. Aquel lugar era majestuoso y le infundió a Bella todo el valor que nunca antes tuvo.
Acortó la distancia que los separaba quedando a escasos centímetros de su rostro.
Sus pulmones aprovecharon la cercanía, se llenaron lujuriosamente del aire que él exhalaba, aquello, era una sensación única. Adictiva hasta el punto de ser enfermiza, pero ¿qué podía ser más enfermizo que aquello que estaba deseando?
Nada por supuesto, ella ya estaba sumida en un camino con rumbo a las más grandes degradaciones de la especie humana.
Pecadora le llamaría su madre de conocer sus pensamientos.
Sus ojos decían más de lo que con sus propias bocas se atreverían a decir algún día. Pero aquel lugar bañado de magia hacía que nada fuera un obstáculo verdadero. Todo parecía más sencillo allí.
Edward entendió las intenciones de Isabella, su cuerpo estalló en miles de dilemas internos sobre lo que sentía. Se reprochaba cada sensación que la cercanía de su prima causaba en su cuerpo. Se reprochaba haberla llevado hasta el prado.
Evidentemente meses atrás ella le había demostrado y dicho abiertamente y en más de una ocasión sus sentimientos.
Bella sintió la indecisión de él y con todo el coraje que en otras ocasiones no obtuvo, delineó con su lengua el labio inferior de Edward.
—Bella por favor…—un gemido de placer brotó de la garganta de él— detente… esto no es correcto—tragó en seco, mientras dudaba si debía retroceder o no.
— ¿Y?, ¿cómo si eso me importara?, —el dolor se hizo presente en ella— lo nuestro está más allá de cualquier límite, ¿por qué siempre te resistes?, —ella bajó la vista a sus pies, tratando de evitar sus ojos— ¿acaso no me amas?
Él alzó la vista mirando hacia el cielo, parecía estar pidiendo permiso, quizá esperaba alguna señal divina o que del cielo cayera un rayo y desapareciera de la faz de la tierra.
A pesar de haber estado tratando de ocultarlo, a pesar de estar negándolo día con día. Él había entendido que estaba enamorado de ella. Había entendido que no podía hacer nada contra eso. Había entendido que era lo que deseaba. Porque sí, deseaba como a nada en el mundo a su prima.
Sabía que estaba mal en todos los sentidos, sabía que era incorrecto a los ojos de Dios, ¿pero cómo algo tan hermoso podría estar mal?, ¿cómo un amor verdadero podría ser un pecado?, ¿cómo un sentimiento tan puro podía ser una aberración? En aquel momento Edward tomó una decisión.
Se olvidó de todos los ideales que sus padres le habían inculcado, dejándose llevar por el amor que todos los días se empeñaba en negar.
La tomó del mentón obligándola a mirarlo a los ojos. Sus respiraciones eran erráticas. Podría jurar que su corazón se detuvo por un par de segundos.
—No me importa nada, te amo Isabella—pronunció de manera solemne sabiendo que aquello era más que verdad.
Una verdad aberrante para los demás, pero en el prado, sólo eran ellos dos, ellos dos amándose contra el mundo.
Ella no espero nada más, estampó sus labios en los de Edward. Pidió permiso para introducir su lengua en su boca, él se tensó en el acto.
Para él todo era nuevo. Se dejó llevar por aquella cálida sensación. Sus lenguas jugueteaban impasibles. Sin prisas pero ávidos de más. No era la primera vez que se besaban, pero si era la primera vez que un acto tan sublime como un beso, significa tanto. Era como el inicio de una promesa, la aceptación abiertamente de un pecado que sabía a gloria.
Edward apretó con una mano la cadera de Bella acercándola todavía más a él. Se aferraba a su piel como si su vida, dependiera de ello. Fue un beso amargo desesperado y lujurioso.
En ese momento se dejaron llevar, olvidándose de la realidad. Una cruel realidad que los golpearía día con día, recordándoles lo cruel que a veces es el destino.
Entre ellos no podía haber nada nunca, pues existían lazos que hasta el mismo Dios ofenderían. Eran familia, eran amigos, eran primos, pero sobre todo y de alguna manera extraña y retorcida eran como hermanos.
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Nota: Este es el prólogo ocurre en agosto del 2010, el fanfic comienza aproximadamente un año antes.
