Renuncia: todo de Sui Ishida.

Prompt: 008. Tortura [Tabla "Angst"; minutitos]

Nota: ¡feliz Halloween! *bless* he aquí un pobre intento de algo.


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A la señorita Rize le gustan las faldas largas y los vestidos pomposos. Es purpurina que se escurre entre mis manos.

Y–

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La señorita Rize solía platicar de literatura y autores de renombre conmigo, pero ahora siempre está muy callada y todavía no sé por qué. Quiero cuestionarle tantas cosas, saborear el sonido de su voz de racimo de uvas podridas cuando me habla con ese tono tan elocuente y desdeñoso. Me pregunto, señorita, por qué me observas con tus cuencas que son como balas. Salen disparadas de una pistola imaginaria y dan en su objetivo, la sangre chorrea y baila al compás de unos gritos apagados. Ah ah ah ah ah, señorita, no estés triste. Aquí estoy yo, contigo. Siempre. Con mi traje de plomo, sacado de una película antigua de Chaplin y mis finos guantes de terciopelo rojo, que están húmedos y empapados en lágrimas de cocodrilo, las mías, las tuyas, no es que importe en realidad. La señorita Rize trae el cabello de lentejuela recogido en una coleta y yo se lo peino siempre con sumo cuidado, para que no se enreden las hebras. Tengo que quitarle los gusanos que buscan refugio en éste y los aparto de una patada, a veces pisoteándolos entre risas de papel celofán. Que no te toquen que no te mancillen que no te abrumen– (porque eres mía mía mía mía mía). Resulta que le he pedido a Dios que te mantenga a mi lado pero Dios no me escuchó y fue el Diablo quien ha concedido mi deseo. Si sólo pudieras comprender, si sólo no me mirases con esos ojos de lava tan relampagueantes que queman y arden y me perforan. A la señorita Rize la piel se le cae a pedazos, trozo por trozo, y yo le ayudo a quitársela como si fuese una prenda de ropa cualesquiera, cortándola por secciones bien simétricas y pulcras porque a Rize-san nunca le gustó el desorden. La carne se va acumulando en un rincón y ¡ay es un total desperdicio! Qué se le puede hacer. Sin otro remedio empiezo a comérmela. Sabe dulce y a flores marchitas, sabe a furia y a veneno y me atraganto con ella pero no dejo de comer. No hay mayor placer que traerte en mis entrañas, amor mío (tú que eres perfecta y una fea bruja). Así nadie nos separará, ni mi Jefe-kun, ni tu niño compuesto a base de parches, ni siquiera tú. Desgarro, mastico y trago y como acompañamiento vierto un poco de tu bilis en una copa de champan. Ah ah ah ah ah, señorita, no me repudies. Te adoro te aborrezco te quiero (des-cuar-ti-zar). ¿Es que acaso no lo sabes? Si es tan claro y transparente como tus globos oculares. Formo unos bonitos aretes con éstos y te los pongo para admirarte, pero si luces preciosa. A la señorita Rize no se le da por presumir, más tiene cuerpo de diosa Griega, o quizás de una Moira. La toco como a un piano, y sus teclas rechinan y se quiebran, tal como sus piernas en el momento en que trató de huir. Un martillazo aquí, un martillazo acá y problema resuelto. Serruchar los huesos de leche agria es lo más complicado de todo. No te vayas no te vayas no te vayas. No ves que yo te doy todo, incluso mi cordura. (Los chillidos de Rize-san son arañas que cojean de camino a un ataúd). No obstante a la señorita Rize el corazón va subiéndole por la espina dorsal hasta llegar a su cerebro, donde el cráneo le cruje sonoramente. Craaaaaaaaack. El vómito parece avecinarse y mucha mierda más.

Pero–

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A la señorita Rize le gusta escarbarme las costillas con sus dedos de popote y devorarme de adentro hacia afuera entonces. No alcanzo a gritar. Porque el amor es una mariposa carroñera–

La verdad es que me asustan los pájaros.