- Es deplorable. El gran hechicero, aquel que prometió terminar con los impuros y extender los dominios de su reinado hasta aquellos sin magia, derrotado. Imagina los titulares de mañana. El mago oscuro derrotado por el amor. ¿Qué sientes ahora, después de negar tantas veces su poder, al ser humillado por algo así?
La mirada cargada de ira del otro se fijó en el suelo. Había perdido hasta el último retazo de dignidad. Había sido echado al suelo y pateado por su peor enemigo, y ya no sabía si podría levantarse.
- Sencillamente increíble. Eras tan grande. Tan poderoso. Ibas a ser quien gobernara a todos, y te derrocaron aún antes de ser emperador.
El otro no se animaba a hablar. Cada palabra que el hombre sentado frente a él decía le taladraba los oídos, le penetraba cada centímetro de su cuerpo y lo llenaba de rabia, decepción, humillación, hasta colmarlo.
- ¿Y ahora qué?
Lo único que había podido pronunciar. Tenía un dejo de amargura en su voz imposible de obviar, no lograba entender cómo había llegado tan bajo. Cómo había terminado pidiéndole un consejo a eso.
- ¿Ahora? Esperarás. Ahora tendrás que arrastrarte hasta un lugar oscuro, y llamar a tus servidores. Entonces, una vez que te hayas convencido de que jamás te fueron leales, de que los poderosos, tus preferidos, sólo te siguieron por la promesa de poder, la ambición de verte coronado para derrocarte más sencillamente... cuando lo hayas asimilado, quizás alguno acuda.
Seguía hablando impasible, como si no notara las uñas de quien lo miraba clavándose en la silla, los dientes que rechinaban, el odio nuevamente despertado.
- Claro que tendrás que convencerlo de que aún eres tú. Mírate. Ya nadie podrá llamarte un ser humano. No eres ni una pizca de lo que pudiste ser. Desde este momento, sólo puedes tener como objetivo matarlo. Encontrarás poder, nuevos servidores, tus promesas aún no han perdido su magia, pero... mientras él esté vivo, cada día que transcurra, morirás un poco más. Lenta y dolorosamente, hasta que lo derrotes.
- ¿No volverás, cierto?
Y en esa frase, por primera vez en toda la conversación, había un brillo de esperanza.
- Hasta su muerte, no.
El hombre se retiró, dejando a Lord Voldemort en medio de esa habitación blanca, sintiendo que las paredes se cerraban sobre él. Debía recuperar lo que era suyo. Debía terminar lo que había empezado.
