LA RUEDA DEL DESTINO I. LOS OJOS VERDES

En la cabaña un fuego consumiéndose en el hogar, una figura femenina sentada frente a la chimenea sostiene una humeante taza. El reflejo del fuego en su máscara le da un efecto diabólico.

El sonido de la puerta al abrirse la saca de sus pensamientos, una silueta masculina parada en el marco de la puerta.

El hombre se acerca a una parte más iluminada para que ella le vea.

Piel dorada, cabello del color de las avellanas, ojos esmeralda, fieros, y un cuerpo de deseo.

-Aioria, si alguien te descubre aquí te matarán, si no es que antes te asesina tu hermano, ya sabes que esta parte del Santuario está prohibida a los varones…-

-Jajaja ya lo sé Marin, ni que lo digas… si te interesa, nadie me ha visto, justo me dirigía al Santuario pero… me he acordado de ti y vine a saludar, ¿Puedo pasar?.- Le sonríe disfrutando la situación.

-Claro, siéntate, ¿No quieres…?- No termina la frase, puesto que al acercarse el aspirante a la armadura de Leo pudo ver que su varonil rostro aún presentaba marcas de una reciente riña.

-¿Otra vez haz vuelto a buscar pleito en el pueblo? Aioria, deberías ser más juicioso… nosotros somos diferentes a la gente común, pero no por ello podemos sentirnos superiores.- Se levanta para mirarle los golpes.

-Ya, ya, no me regañes… estaban atacando a una chica y eran muchos.- Dijo enfurruñado.

-Y tú siempre de tan buen corazón… espera aquí, voy por algo para curarte.- Y se dirige al baño, regresa con alcohol, algodón y una venda. Se inclina sobre él y con el algodón limpia un poco su rostro, con mucho cuidado aplica el alcohol sobre la pequeña cortada en su mejilla.

Él se queda quieto mientras ella le cura, al tenerla de frente tan cerca se ruboriza un poco y fija los ojos en el nacimiento de sus senos redondos, aún con el uniforme de entrenamiento luce hermosa, levanta una mano y toma un mechón del cabello rojo entre sus dedos.

-Me gusta el color de tu cabello Marin… - Le dice insinuándose. Ella por un momento se queda quieta observándole a través de la máscara.

-Ni lo intentes Aioria, no voy a ser una más de tus amantes. ¿Crees que no sé que vas por el Santuario seduciendo hombres y mujeres?.-

-Solo decía que me gusta tu cabello, en sí, toda tú jajaja. Pero ya sé que solo somos amigos.- Contestó un poco decepcionado.

Hacía años se conocían y de entrada se hicieron muy buenos amigos. Y a pesar de las constantes insinuaciones de Aioria, Marin nunca le daba entrada.

No le contestó nada y tomó la mano de este, que estaba muy lastimada y la vendó con sumo cuidado.

-Listo, ¿Hay algo más que pueda hacer por ti?.- Preguntó.

-Si, podrías mostrarme tu rostro… jajaja.-

-Eso es imposible… ¿Por qué no duermes un rato? Te despertaré antes de que amanezca.

-Bueno, me fío de ti.- Se levanta y se dirige a la estrecha cama de su compañera, se sienta sobre ella y se tiende.

-¿Marin?.-

-¿Sí?.-

-Gracias por todo.-

-De nada Aioria.-

Marin continua bebiendo el café que tenía en las manos antes de que Aioria llegara. Sentada en su silla observa como se extingue el fuego y quedan las brazas. Se pone de pie, serena y se dirige a donde está Aioria, se quita la máscara y observa el varonil rostro.

-¿Querías ver mi rostro?… Aquí está…- Le susurra y se agacha para dar un beso en su frente.

-Eres un niño Aioria…- Se coloca de nuevo la máscara y se acuesta en la otra cama que antaño le perteneciera a Seiya.

Un par de horas pasaron cuando Aioria se despertó, Marin se encontraba profundamente dormida, sintió pena de despertarla así que la dejo dormida mientras salía de la cabaña en silencio. Ocultándose entre las escasas sombras, puesto que dentro de poco menos de una hora comenzaría a despuntar el alba.

El sol ya había salido para cuando atravesaba el templo del Escorpión Celeste, cuando un extraño le sorprendió. Cubierto de pies a cabeza con el kitón y una capucha, vestido así de blanco frente a las escalinatas del templo de Sagitario, era como una visión fantasmagórica.

Aioria frunció el ceño y cerro los ojos para comprobar que aquello no era producto de su imaginación.

Momento, aún es temprano para que anden ya de pie… ¿Quién carajos…?

En esas cavilaciones de encontraba cuando el extraño personaje se dio cuenta de que alguien le observaba. Éste volteó en guardia y vio al joven moreno de ojos felinos. Aioria a su vez tomó posición ante él. Se quedó casi hipnotizado al ver unos resplandecientes ojos de color azul, pero no un azul común, un azul… profundo, como nunca había visto antes. Aquellos ojos eran lo único que podía ver de aquel extraño frente a él pues llevaba cubierta la mitad del rostro.

-¿Quién eres y como haz logrado pasar por los 8 templos anteriores?.- Lanzó hostil Aioria.

-No eres educado caballero… - Una voz masculina le dijo a modo de respuesta.

-Si no me respondes tendré que atacarte.- Dijo petulante el aspirante de Leo a la vez que levantaba una mano empezando a concentrar una esfera de energía que iba creciendo. Una corriente de aire frío comenzaba a soplar y la temperatura bajaba drásticamente.

Aire frío… como el de Camus de Acuario… ¿Un caballero de hielo? Se preguntaba cuando…

-Aioria ¿Te haz levantado temprano? ¿O acaso…?- Aioros que justo en ese momento se asomaba a la entrada del templo de Sagitario se quedó mirando atento la escena.

-Disculpa mi descortesía Aioros de Sagitario, he venido desde Siberia al Santuario para presentar mis respetos a su guía y señor así como a mi propio maestro, Camus de Acuario.- Dijo con tranquilidad el intruso mientras se arrodilla e inclina la cabeza.

-¿Tu maestro Camus?… no entiendo… ¿Aioros, le conoces?.-

-¡Ey! ¿Camus dices?, eres el caballero de plata que él entrenó.-

-Así es, soy Cristal, uno de los caballeros de plata.- Con un ágil movimiento de su mano descubrió su rostro para mostrarse ante el caballero de oro.

Cuando se hubo descubierto el lujurioso Aioria abrió los ojos sorprendido. El dueño de tan enigmáticos ojos distaba mucho de ser hosco como su carácter… todo lo contrario. Poseedor de una piel blanca como la leche, un rostro angelical, de porcelana… los labios delgados, delicados, como todo en aquel fino rostro… que por supuesto debía ser para él.

-Aioria creo que le debes una disculpa a un caballero de mayor rango que tú…- Le sacó de sus turbios pensamientos Aioros.

-¿El qué?… pero si él también ha sido descortés y…-

-Y tú lo haz sido más… Aioria… ¡Ahora!- Ordenó.

La cara de Aioria se volvió escarlata de la furia y le dedicó una mirada furibunda a Cristal que le observaba al parecer divertido.

A regañadientes obedeció e hizo una inclinación de cabeza, y con voz más bien hueca le dijo:

-Disculpa los modales de este aprendiz.-

-Acepto tus disculpas caballero.-

-Bien hermano, más tarde hablaremos acerca de por que te encontrabas fuera del Santuario, por ahora márchate a entrenar.-

-Pero no he desayunado…- Se quejó.

-Ese es problema tuyo… Cristal, pasa por favor, ¿Puedo ofrecerte algo?.-

-¡Maldición!.-

El joven león dio media vuelta y a paso desentendido se dirigió al Coliseo a entrenar.

Cristal observó como aquel hombre se dirigía con desgano hasta perderse escaleras abajo.

-Gracias Aioros, solo apetezco un vaso con agua.- Contestó caminando a la entrada del templo con la maleta en la mano.

-Disculpa a mi hermano, algunas veces es fastidioso, perfectamente bien lo sé yo que lo entreno…-

-Es tu hermano…-

-Si creo que ya lo escuchaste, se llama Aioria, dentro de un mes o algo así hará la prueba final para ganar la armadura de Leo.-

-Seguro lo conseguirá al ser discípulo tuyo.- Contestó Cristal con voz llana.

-Es bueno, muy bueno, pero si se dedicara más y dejara de andar de pretencioso… pero bueno, ¿Qué asunto te trae aquí tan lejos de tu tierra?.-

-He venido a pedir la aceptación de mi maestro para poder admitir al nuevo caballero de la orden de bronce, otro caballero de Hielo, mi discípulo y por supuesto a pedir la aceptación del regente del Santuario.-

-Entiendo, así que un nuevo caballero…-

-Así es… muchas gracias por todo Aioros, tengo que buscar a Camus… - Le dice amable mientras se levanta de los cómodos sillones de Aioros.

-No hay de que, será un placer recibirte de nuevo… y por cierto ¿Por qué no dejas esa pesada maleta aquí…? ¿O piensas irla cargando hasta encontrarlo?.-

-Eh… Gracias Aioros…- Mientras deja la maleta en la estancia. Aioros le acompaña a la salida y se dirige escaleras abajo para alcanzar a Aioria.

El sol está en su clímax cuando Aioros lo encuentra entrenando junto a Marin. Éste todavía se encontraba molesto con su hermano por haberle despedido, ni siquiera se digno a mirarle y siguió tirando golpes cada vez más veloces.

Marin lo bloqueaba, pero los últimos golpes no los pudo detener y fue a dar al piso.

Aioros se acercó y le ayudó a levantarse.

-Muy bien Aioria, creo que es suficiente. Ahora muéstrame tus mejores golpes… y supongo que estando enfadado como lo estás ahora deben ser mortales, jajaja.- Con aquella risa que se antojaba a cualquiera.

El león levanta la mirada, los ojos verdes de un demonio y una sonrisa más bien cruel. Toma posición de ataque frente a Aioros y comienza a trazar las estrellas de la constelación de Leo a la vez que maximiza su cosmo. La luz dorada que desprendía era magnífica, su cabello avellana volaba con la energía creada por el mismo, una luz enceguecedora comenzaba a concentrarse en su puño derecho, jalándolo hacía atrás, tomó impulso y lo lanzo.

-¡RAYO DE VOLTAJE!.- El impulso de su propia energía concentrada lo echó hacía atrás, Aioros vio venir el as de luz y rápidamente lo bloqueo, pero aún así la energía de Aioria le obligó a retroceder.

-Nada mal Aioria, pero si no dominas tu cuerpo tu golpe pierde fuerza por que te empuja al lado contrario. Esos errores son de primerizos y tal vez si no te pasaras las noches de juerga en juerga no los tendrías. Debes prepararte y a conciencia por que la prueba final será dentro de 2 semanas, ¿Entiendes lo que es eso Aioria?.-

-¿Dos semanas?! Pero creí que faltaba un mes…-

-No más quejas, voy a salir justo en un mes, tengo que cumplir una misión y decidí adelantar tu prueba, de cualquier modo no hay problema, solo hay que corregir esos pequeños detalles que te fallan, nos vemos al rato Aioria.- Le da una palmada en el hombro y se aleja, cuando pasa junto a Marin…

-Es todo tuyo Marin jajaja.-

Debajo de la máscara ella se sonroja y se acerca al león que aún parece molesto.

-¿No es genial? Pronto harás la prueba final.-

-No, no lo es y es imposible discutir con Aioros. En fin ¿Podemos seguir con el entrenamiento?.-

-Claro gruñón.-

-Jajaja ¿Gruñón yo?.-

-Si tú Aioria.-

Aioria le sonríe con simpatía y con un dejo de coquetería. Por un momento fijó la vista en las gradas, le vio ahí. Con la luz del sol resplandecía la piel blanquísima y los ojos azules brillaban. Estaba observando atento. El león se burló, levantó una mano y le hizo una seña obscena con el dedo medio. El rostro de Cristal se puso escarlata aunque desde donde estaba Aioria no podía distinguir si era de pena o de coraje.

-¿Qué demonios hace éste aquí?.-

-¡Aioria! ¿A quién le haz hecho eso?.- Inquirió sorprendida Marin.

-No, no… a nadie… no importa… a un sujeto que he conocido en la mañana. ¡Atenta Marin!.- Le gritó y lanzó un golpe que a la descuidada Marin le hizo perder el equilibrio nuevamente.

-¡Eres un maldito tramposo!.-

-Jajaja, nunca, nunca, nunca bajes la guardia frente a un león…-