Título: Tard dans la nuit
Prompt:
Colorete
Extensión:
343
Advertencias:
Uso de nombres humanos (Antonio para España). Un España demasiado nervioso.
Notas:
Después de ver «Paris, je t'aime» tenía ganas escribir algo un tanto decimonónico. Se habla de Carmen, ópera de Georges Bizet. Y en frances, "mon ami" significa "amigo mío".


—No me mires así —le reprochó ella.

Él se movía de un lado a otro, retorciendo el diario entre sus manos nervudas. Cuando parecía a punto de pronunciar palabra, callaba de pronto.

—Si continúas abriendo y cerrando la boca de este modo te convertirás en un besugo.

—Pero... —España se frotó la nuca—. Me salieron caras las entradas para la ópera. Tú, que querías ver tanto Carmen y... y ahora llegaremos tarde.

Francia se inclinó un poco más para alcanzar el perfume con esa mano tan bien cuidada de pianista, los labios carnosos en una mueca pícara. España apartó la mirada, avergonzado de tanta actitud indecorosa en una mujer tan decente.

—El mundo nos espera, y la tabaquera con él. Paciencia, mon ami.

La promesa era tan, tan tentadora, que España decidió ignorar las últimas elecciones amañadas en su país para arrugar el papel más y se sentó en el sillón de la pequeña habitación, esperando, esperando, un segundo tras otro, comprobando el reloj que le había regalado el rey, destrozándose los labios mientras los mordía, deseando prender la pipa —aunque ella odiara el olor y se separara bruscamente cada vez que intentaba besarla, incluso en la mano—.

Y al fin, recurriendo a mirarla a ella y a su extraño ritual de perfume, maquillaje y vestido.

Después de colocar la última aguja, Francia decidió aplicarse un poco de colorete, suave pero visible.

Si se pusiera roja...

Aunque fuera un poco, un poco, para que conjuntara con aquel vestido de terciopelo y los guantes que tanto desearía que se quitara mordiéndolos, deslizándolos, cayendo en la alfombra, cayendo ella también y fuera pudores y vergüenzas

—Acércame la mantilla, la que me regalaste para mi cumpleaños.

—¿Quieres que te la coloque?

—Se agradecería.

Dejó la tela por encima de sus hombros, acariciando los brazos entre los claveles bordados.

—El palco todavía estará vacío...

—Pero nos esperarán, Antonio. Somos imprescindibles para que empiece la función.

Y el telón de su rostro, al fin, se abrió.