Número desconocido: Hola nueva
Moira: Quién eres?
Número desconocido: Sólo alguien
Moira: No estoy para bromas
Número desconocido: Ey! Tranquila, leona! No te enfades
Moira: Que no me enfade? Un desconocido me habla y dices que no me enfade?
Moira: Dónde has conseguido mi número?
Número desconocido: Lo encontré
Moira: Si, claro. Responde
Número desconocido: Me lo pensaré
Moira: Ok. Voy a bloquearte entonces
Número desconocido: Está bien. Me lo dio alguien que ambos conocemos
Número desconocido: Pero no puedo decirte más
Moira: Ya veo
Moira: Imagino que por esas tampoco me dirás quién eres fácilmente
Número desconocido: Imaginas bien, eres tan inteligente como en clases
Moira: Así que compartimos clase. Entonces somos de la misma edad
Número desconocido: Sí... Ahí tienes una pequeña pista involuntaria
Moira: Ja! Te sacaré más!
Número desconocido: Por intentarlo no pierdes nada
Moira: Ya te presionaré un poco más luego
Moira: Hay clase ahora, tal vez nos veamos
Número desconocido: Tal vez... Quién sabe
Moira se despertó esa mañana muy temprano con el sonido de un mensaje entrante en su móvil. Extraño pero cierto, en el mundo mágico las cosas habían cambiado mucho tras la batalla contra Voldemort y una de ellas era la tecnología, la mayoría de los magos y brujas habían abierto sus mentes y habían empezado a acostumbrarse a ciertas cosas muggles. Ahora en Hogwarts disponían de teléfonos móviles y amplia cobertura WiFi con la que podían comunicarse sin problemas, a raíz de esto, una nueva aplicación dentro de la escuela había visto la luz: Owlsapp. Y gracias a esta, ahora estaba Moira despierta antes de tiempo contestando mensajes de un desconocido con algo de rabia por tan brusco despertar, pero al mismo tiempo su lado curioso ganaba terreno, no podía evitarlo. Al mismo tiempo pensaba que no iba a dejar que un desconocido empañase sus magníficos días en Hogwarts. Por fin había conseguido que sus padres la trasladasen a aquella escuela, desde pequeña había querido ir, no entendía por qué la habían preferido mandar a Francia, a aquella escuela llena de arpías en la que nunca se había sentido integrada. No encajaba. Con el paso de los años y la guerra Moira entendió un poco más, sus padres habían luchado pero no habían querido involucrarla a ella, por eso, por prevención, decidieron mandarla lejos desde temprana edad. Pero ahora todo había pasado. Todo había terminado y ella estaba en Hogwarts, en Escocia, en su tierra natal de la que no quería desprenderse.
Miró la hora en su teléfono móvil, ya era hora de levantarse y prepararse para el día a día. El desayuno comenzaría pronto y, tras ello, sus clases. ¿Podría ver al desconocido que le mandaba mensajes? ¿Podría averiguar quién era?
