Esta es mi segunda Historia KakaAnko, encantada de que os hayáis pasado por aquí para al menos leer o echar una ojeada a esta historia.

Advertencia:

Esto es un universo alterno.

Esta historia está calificada en M puesto que en este primer capítulo ya hay lemmon.

Tal vez…bueno…seguro que he cometido el gran error de hacer Ooc porque por una parte en la situación que está Anko supongo que no hay que tomárselo muy a broma y la segunda es que a causa de su problema, el KakaAnko está un poquitín meloso… pero por favor comprendedlos.

Anko Mitarashi, Kakashi Hatake y Kurenai pertenecen al baka de Masashi Kishimoto.

Hatori Fujisawa es de mi propiedad.

Era un día soleado, donde las cigarras cantaban, cuando una mujer de pelo violeta estaba conduciendo por una carretera, que parecía ser interminable, con su Honda (1) de color negra y con el casco, de tonos púrpuras y plateados, colgado del brazo; su destino era, ni más ni menos, que la casa del masajista… mejor dicho, a la consulta del suplente de Kurenai. Ya estaba llegando a su destino cuando de repente la moto empezó a reducir la velocidad hasta pararse haciendo que la chica fuera bruscamente hacia adelante, pero sin caerse, a causa de la inercia ejercida.

—Joder, se caló…vaya mierda – empezó a maldecir la pelimorada con su típico tono molesto mientras intentaba volver a arrancar la moto.

Al ver que no reaccionaba, se quitó los lentes de sol y acto seguido se bajó del vehículo con facilidad gracias a la indumentaria que llevaba puesta; exactamente vestía con unos shorts de tela vaquera a conjunto con una camiseta camionera (2) de un tono rojo granate mientras que el calzado constaba de unas Converse bajas de color blancas.

—Bueno, voy a esperar si alguien pasa por aquí y a ver si me puede ayudar – añadió la chica dirigiendo su mirada hacia varias direcciones esperando a que alguien pasara por ahí y le pudiera ayudar con el problemilla que se le había presentado; así que dicho y hecho, se sentó en una piedra medianamente grande que había justo en el arcén y se puso a esperar mientras apoyaba el brazo en su rodilla izquierda haciendo el típico gesto de autostop.

Pasaron 5 minutos…

—Ya me estoy cansando de hacer el mierdastop del demonio, ¿¡es que no puede venir nadie, o qué! – exclamó la Mitarashi al aire mientras volvía a ponerse sus lentes de aviador (3) a causa de la luz que irradiaba el sol. – Bueno…seguiré esperando, total, si llego 5 minutos tarde no pasará nada. – añadió ésta dándole vueltas al reloj de muñeca para distraerse un rato.

De repente, un 600 (4) iba por la carretera conducido por un anciano, que llevaba un sombrero de paja y un pequeño tallo de trigo seco en la boca.

Al divisar el coche, la pelimorada se sorprendió un poco al ver un vehículo pasar por esa carretera puesto que esa zona estaba completamente desierta, solo había unos cuantos árboles secos por los campos de por allí.

—Ese coche no me convence ni el viejo tampoco, pero que le vamos a hacer, no me voy a arriesgar a esperar a otro – se dijo la Mitarashi mentalmente, de todos modos se levantó para que el conductor pudiera verle y poderle ayudar con la moto. Cuando el coche pasó por su lado, el anciano apreció mejor a la ojicaramelo, así que soltó el típico comentario grosero…

— ¿¡Qué llevas, pistola o revolver! – gritó a modo de "piropo" el viejo que iba en el coche quitándose el sombrero de paja. Al escuchar el comentario, ella intentó hacer caso omiso pero las ganas de contestar al vejete le ganaron.

—Yo…revolver – dijo la Mitarashi con un leve tono sensual mientras le guiñaba un ojo provocando que al anciano le empezara a sangrar la nariz, aunque la expresión de la chica cambió rápidamente para no darle muchas ilusiones al abuelo. – Señor, que usted ya no está para estos trotes – comentó la pelivioleta cruzando sus brazos mientras reía para sus adentros al ver la cara del hombre.

— ¿A sí? Pues ahora te quedas ahí por no venir conmigo, aunque…si quieres dejo a mis ovejas por ti – respondió el señor guiñándole un ojo e intentando poner pose de Casanova.

—Em…no…no hace falta que se moleste – dijo ella dándole la espalda y volviendo a sentarse en la piedra del camino.

—Tú te lo pierdes, bomboncín – acabó el anciano mientras aceleraba el coche de 30km/h a 35km/h, lanzando un beso al aire a la Mitarashi por la ventanilla del bólido.

—Lo que hay que ver – añadió ella observando como el coche se alejaba a una velocidad digna de ver.

Después de presenciar esa conversación tan "entretenida", se volvió a levantar y se acercó a su moto, levantó el sillín y del interior sacó una gorra; acto seguido, se la puso y se posicionó detrás de su moto.

—Bueno… si no hay más remedio tendré que empujarla hasta la casa del masajista, pero prefiero esto a que venga otro vejete pervertido – comentó ella mientras empezaba a empujar la moto por el arcén. – Ablando del masajista, me pregunto quién será…Kurenai no me ha dicho nada, solo "Anko, me he puesto enferma y no podré darte el masaje, pero puedes ir a casa de mi suplente" – dijo la Mitarashi imitando a su mejor amiga y empujando el vehículo con esfuerzo hasta no sabe dios donde vivía el suplente.

Después de una hora…

—Me cago en la moto mil veces – maldecía la Mitarashi dándole una patada a la rueda, total llevaba todo el camino maldiciendo a todo, por unas palabrotas y actos vandálicos más no dejaría de ir al infierno. - ¡Dónde demonios está el puto masajista! – gritó al viento alzando su cabeza.

Cuando volvió su cabeza a la posición que le correspondía, pudo divisar a lo lejos una casa que tenía un letrero donde ponía "Fisioterapeuta".

—Creo que ya lo he encontrado – añadió ésta cambiando su expresión de enfado a una más pacífica.

Cuando llegó a la entrada de la casa, se bajo de la moto, se quitó la gorra y arregló un poco su peinado volviendo a hacerse su típico recogido; posteriormente, se acercó al portal de aquella casa y tocó el timbre, esperó un par de segundos pero no abría nadie; iba a tocar de nuevo pero para su sorpresa, la puerta se abrió.

—Hola, ¿este es… - empezó a inquirir la pelimorada, pero se detuvo cuando pudo observar a la persona que le había abierto la puerta - ¿Kakashi, eres tú? – se preguntó en voz alta bastante sorprendida mientras miraba de arriba abajo al chico.

—Hola Anko ¿qué te trae por aquí? – preguntó el Hatake pensando que ya no vendría puesto que ella era la primera clienta del día y llegaba a la última hora del día, y eso de la impuntualidad no era muy normal en ella. – pensé que ya no aparecerías por aquí. – comentó éste mientras le invitaba a pasar adentro.

—Es una historia muy larga, después te lo cuento – dijo ella haciendo caso omiso de lo que había preguntado él; Anko miró su reloj nuevamente y justamente ya era hora de que el Hatake cerrara, aunque ella se había recorrido casi todo el camino a pié y para colmo con su moto a cuestas así que no se iba a quedar sin su masaje – Oye Kakashi, ¿todavía tienes tiempo para darme un masaje, o ya terminas? – inquirió ella poniendo cara de cachorrito provocando que una leve sonrisa se dibujara en el rostro del peliplata.

—Para una amiga siempre tengo tiempo. Venga, pasa. – Respondió él mientras se dirigía hacia el salón seguido de ella – siéntate en esa butaca que ahora termino con la paciente que está dentro de la consulta y después me ocupo de ti – terminó diciendo Kakashi mientras entraba en una habitación que parecía ser la consulta.

—Es que tengo la espalda fatal, necesito un masaje bien intenso… pero tómate tu tiempo – añadió la pelimorada antes de que el peliplata entrara en la consulta, después se sentó en el sillón y sacó el abanico del bolso ya que el aire acondicionado estaba apagado.

Pasaron unos cuantos minutos cuando de repente se abrió la puerta de la consulta rápidamente, de allí salieron Kakashi y una chica que la Mitarashi preferiría no haber visto.

— ¡Venga Kakashi…dame otro masaje de esos! – exclamó Yügao poniendo ojitos al Hatake y dibujando círculos con su dedo índice en el pecho de él.

—Tu turno ha terminado, Yügao – respondió éste molesto ante el comportamiento de su paciente mientras la evitaba y buscaba con la vista a la Mitarashi, cosa que le fue fácil gracias al usual moño que ella siempre llevaba. La conocía como la palma de su mano: gustos, sus aficiones y demás…; ella sería de él si aquel hombre no se hubiera interpuesto entre su amistad con ella, casi relación. – Anko, ya puedes pasar – añadió este indicándole la habitación con su dedo índice.

—Voy – fue lo único que dijo, pero antes de entrar en la consulta se paró al lado de Yügao – Vete a tu guarida que el tren ya se ha ido y tú no vas en el, así que ¡largo! – terminó la pelimorada señalando con su pulgar el portal de la casa.

—No creas que te has salido con la tuya, zorra. Te recuerdo que tú tienes novio – le echó en cara su enemiga mientras le miraba a los ojos con una mirada desafiante.

—Tú procura no meterte en mi vida, maruja – se rió la ojicaramelo mientras entraba a la consulta dejando a Yügao con ganas de contestarle.

Una vez dentro de la habitación, se encontraba el peliplata preparando la camilla, que seguro que era bastante cómoda puesto que parecía estar hecha de cuero; un poco más a la derecha había una mesa donde había una crema o un líquido especial para poder dar los masajes y también varios instrumentos para facilitar el trabajo, pero ella no necesitaba nada de eso, solo la crema y ya.

—Bueno, puedes quitarte los zapatos y puedes tumbarte en la camilla baca arriba – le indicó el Hatake mientras el preparaba la crema para el masaje.

—Hecho – respondió ella siguiendo las indicaciones que le había dicho. Él se posicionó detrás de ella y empezó a masajearle los hombros y parte de las cervicales. Después de varios minutos en silencio pudiendo conseguir una relajación total…

—Ya hace tiempo que no te veía – comentó el peliplata para romper el hielo.

—No sabía que eras masajista; Kurenai me dijo que viniera aquí porque estaba su suplente, pero no me imaginaba encontrarte a ti – dijo ella soltando una sonrisa infantil.

—Decidí ser fisioterapeuta cuando tuve aquel accidente en la espalda, hace ya tres años – respondió él recordando lo que pasó mientras masajeaba a la pelilila.

— ¿Cómo te encuentras? – inquirió la Mitarashi interesándose por las salud del peliplateado, esta vez desviando su mirada hacia el susodicho.

—Todo está bien – contestó él haciendo que ella girara suavemente el cuello de izquierda a derecha para ejercitar los músculos de las cervicales. – Bien, ahora te voy a pedir que te quites la camiseta y te tumbes boca abajo – le indicó el peliplata dirigiéndose a la mesa y cogiendo la crema que había preparado anteriormente. Ella siguió sus indicaciones y se tumbó boca abajo; Kakashi untó la crema por varias zonas de la espalda y empezó a darle el masaje.

—Kakashi, ¿te va mejor si me desabrocho el sujetador? – preguntó ella con pudor pero sin más remedio al ver que al masajista le costaba trabajo darle el masaje a causa de la prenda, al fin y al cabo eran amigos desde pequeños, no pasaría nada si veía su espalda completamente descubierta.

—Em…si no te importa, me iría mejor – respondió él un tanto desconcertado pero agradecido, así que dicho y hecho, le desabrochó el sujetador para poder masajearla mejor.

A medida que le iba dando el masaje, las contracturas desaparecían y la Mitarashi se relajaba aún más, pero lo que más le relajaba eran esas manos milagrosas que la estaban dejando como nueva en todos los aspectos. Por parte del Hatake, también estaba disfrutando de esa sesión, nunca había masajeado una espalda tan fina con la piel tan suave y tersa como la de ella y además siempre había deseado poder acariciar a la pelimorada de esa manera, básicamente porque de toda la vida había estado enamorado de ella.

A causa de esas sensaciones y de sus sentimientos hacia la pelimorada, de manera espontánea una serie de masajes pasando a caricias y otra vez masajes convertidos en caricias, empezaron a interferir en el masaje, cosa que no pasó desapercibido por la Mitarashi provocando que un suspiro escapara de su boca.

— ¿Esto también es parte de la terapia? – musitó la pelivioleta mientras estaba recibiendo el masaje de las lumbares subiendo hasta las cervicales. Esa voz tan cautivadora que le salió a la pelimorada hipnotizó a Kakashi provocando que éste se dejara llevar por la situación.

—No, esto solo es para ti – le susurró el Hatake al oído mientras presionaba con sus manos en varios puntos clave de la espalda de la pelimorada causando un placer bastante agradable.

— ¿Te has sacado un máster? – inquirió ella intentando no perder el control mientras disfrutaba del masaje que el Hatake le estaba ofreciendo.

—No lo sabes tú bien – respondió él, pero esta vez susurrándole aún con más picardía rozando sus labios con el lóbulo de ella provocando que una risilla traviesa escapara de la Mitarashi.

—Kakashi…esto no está bien – contestó ella mirando de reojo al Hatake mientras tenía apoyada su cabeza en la camilla, esta vez él se había puesto a la altura de la cabeza de Anko para poder besar suavemente su cuello y provocando que un suspiro se le escapara, así contentando al Hatake.

—Solo si tú quieres que no lo esté – dijo él con esa voz tranquila que tanto le caracterizaba y besando el cuello de ella con dulzura mientras masajeaba su hombro derecho con suavidad.

—Kakashi…va en serio…párate – intentó ordenar la pelimorada pero sin resultado puesto que la sensación que tenía en ese instante era bastante agradable.

Aunque luchaba para pararle los pies al peliplata, todos los intentos de rechazo se esfumaron en el momento que él mordió suavemente su lóbulo provocando que una ola de diversas sensaciones invadieran su cuerpo. Por acto reflejo, la Mitarashi volteó cubriendo sus generosos pechos con el brazo así quedando todo su cuerpo boca arriba; a esto que el Hatake le entraron unas ganas locas de poder besar y acariciar el cuerpo de ella, así que con cautela y sutileza, se subió encima de la camilla y se posicionó encima de la pelilila juntando su cuerpo con el de ella pero sin dejar todo su peso sobre la chica.

La pelimorada pasó sus brazos por el cuello de él empezando a juguetear con las hebras plateadas que le caían al Hatake haciéndolo ver mucho más apuesto y sexy. Él empezó a acariciar las piernas largas y blanquecinas de la pelivioleta mientras un caminito de besos apasionados recorría el cuello de ella. Se paró justo en la comisura de los labios de la chica y se quedó mirando esa mirada tan usual en ella pero a la vez tan sensual que tanto le enamoraba.

Al ver que él no se decidía a dar el paso, la pelimorada no se lo pensó dos veces y, con un breve movimiento, rozó sus labios con los de él hasta empezar a moverlos sutilmente provocando que el Hatake entreabriera su boca, así pudiendo acceder a ella sin ninguna complicación puesto que el peliplata también quería experimentar esa sensación; la sensación que justo sintieron aquellos dos individuos al entrelazar sus lenguas y a explorar sus bocas, degustando cada parte de ellas sintiendo la lujuria fusionada con la pasión y el amor fusionado con la añoranza que ambos habían sentido desde que se separaron.

Mientras se estaban besando apasionadamente y con unas ansias locas, la pelimorada introdujo sus manos dentro de la camiseta del Hatake para poder acariciar ese torso tan trabajado y suave que poseía; así que, de un salvaje tirón hacia arriba, le quitó la camiseta dejando a su acompañante semidesnudo y llevándose como recompensa una agradable visión de aquellos músculos tan perfectos y uniformados que tanto deseaba.

Después de besarse, ambos se separaron para poder coger un poco de aire; el Hatake observó como la respiración de la pelimorada estaba un poco agitada así que decidió volver al sendero de besos por el cuello de la chica, pero esta vez tomó la decisión de dirigir sus labios por el contorno de los pechos de la pelivioleta provocando que varios gemidos se le escaparan a causa de esos besuqueos tan atrevidos que el peliplata le estaba dedicando.

Ella seguía jugueteando con el pelo de él y dejarlo hacer, así que por suerte se pudo llevar unas gratas caricias de formas indefinidas por parte del peliplata, que iban desde sus pechos hasta su abdomen, deseando que ese momento no terminara nunca. La Mitarashi empezó a mordisquear el lóbulo de él provocando que éste desviara su mirada hacia ella, aprovechando ese momento, la pelilila volvió a besarlo pero esta vez lentamente, con dulzura y amor. Se arrepentía de haberlo rechazado por su actual pareja, ese hombre que ahora le estaba amargando la vida y la estaba despreciado, ese era Hatori Fujisawa, aquel que deseaba tener la gran herencia de los Mitarashi.

Aquel beso favoreció a la situación así que el Hatake empezó a quitarle esos pantalones que le impedían acariciar la pierna completa de la pelimorada, dejándola solo con la parte interior de abajo, que era de un tono oscuro con un lacito rojo en medio del encaje. La Mitarashi fue dejando besos húmedos a través del cuello del masajista mientras que con delicadeza iba deslizando sus manos por la espalda de él hasta llegar a su trasero, acercando aun más sus cuerpos a más no poder, aunque esas bermudas que el peliplata llevaba estaban empezando a estorbar a la pelivioleta, así que con cierta dificultad puesto que él estaba masajeando los muslos de ella con cierta picardía y con profesionalidad, fue deslizando la prenda hasta que consiguió quitársela, dejándolo a él también en ropa interior.

—Ahora…estamos empatados – susurró ella al oído del peliplata mientras mordisqueaba suavemente el lóbulo y provocando que el Hatake soltara algún que otro suspiro de placer; mientras, él iba besando la clavícula de ella dejando marcas rosadas en ella. Como por acto reflejo y sin percatarse, la pelilila entrelazó sus piernas alrededor de la cintura del peliplata juntando aún más sus caderas y haciendo rozar ambas intimidades.

Volvieron a besarse con pasión y con lujuria, a eso que el Hatake empezó a deslizar su mano por la cadera de ella intentando quitarle la última prenda que le impedía apreciar por completo el cuerpo de la chica pero una mano bastante conocida le paró y, con el dedo índice de la otra mano colocado debajo del mentón de él, la Mitarashi le obligó a mirarla a la cara.

—Las damas…primero – musitó ella, y es que a la pelimorada le gustaba que la dominaran pero también le gustaba llevar la sartén por el mango así que dejando de tocar el trasero al peliplata, dirigió sus manos hacia las caderas de él y repitió la misma acción que había realizado para deshacerse de los pantalones, dejándolo completamente desnudo; él hizo una mueca que resultó bastante graciosa para la chica provocando que ésta se carcajeara de él, ante esta reacción el peliplata le dio una suave cachetada haciendo que se quejara y se molestase, así que ella le arreó un leve codazo en el pecho del Hatake.

—Eso ha estado muy mal Kakashi Hatake – se quejó la pelimorada antes de darle un beso bastante apetitoso y cargado de pasión.

—Lo siento…no pretendía eso – intentó excusarse el Hatake mientras estaba consiguiendo recuperar un poco de aire a causa de aquel beso que había recibido tan gustosamente.

— ¿A no? ¿Entonces el qué? – le susurró la Mitarashi con un tono bastante sensual consiguiendo hipnotizar al peliplata aún más de lo que estaba mientras mordisqueaba suavemente el lóbulo de él y, moviendo sutilmente sus caderas haciendo que sus intimidades se tocaran, provocaba que algún que otro gruñido escapara del Hatake y que varios gemidos descontrolados salieran de ella pidiendo al viento poderlo tener ya dentro.

—Yo nada – añadió éste recostando su cabeza en los pechos de ella e intentando no perder el poco autocontrol que le quedaba, pero esa fuerza de voluntad se esfumó en el momento que la Mitarashi dejó escapar una risa picarona al notar como las hormonas de Kakashi se estaban manifestando.

—Pues tu "compañero" no dice lo mismo – comentó ella mientras seguía riendo al ver la situación tan complicada que se le presentaba al peliplata y moviendo ya con menos suavidad sus caderas, haciéndolas contonearse en forma de tigresa. Para vengarse de la burla que le había hecho la pelivioleta, él volvió a darle una nalgada provocando que sus intimidades chocaran desmesuradamente y haciendo que otros cuantos gemidos escaparan de la Mitarashi, volviendo a contentar al Hatake.

Aquellas caricias tan dulces pero tentadoras que le entregaba el peliplata y los besos apasionados pero purificadores brindados solo para ella, hacían que aumentaran aún más las ganas de tenerlo en su interior así que sin poder resistirlo se dirigió a su oído y le susurró algo que él pudo entender a la perfección mientras una sonrisa maliciosa se dibujaba en ambos rostros, entonces la pelimorada empezó a recorrer un caminillo de besos apasionados y cargados de apetito dejando marcas rojizas en el cuello y parte del torso de el peliplata mientras él iba deslizando la última prenda que quedaba por quitar, pudiendo observar el cuerpo perfecto de la pelilila y dejándola completamente desnuda.

Una vez que toda la ropa estuvo regada por el suelo de la habitación, aquellas dos "inocentes" personas seguían haciendo de las suyas pero aún sin llegar a donde ellos tanto ansiaban. Por parte de la Mitarashi, ella seguía dejándose llevar por sus hormonas provocando que varios alaridos se le escaparan a causa de los movimientos agresivos que realizaban sus caderas haciendo chocar sus partes íntimas; por otra parte, el Hatake estaba acariciando la espalda de la pelivioleta mientras iba mordisqueando, sin hacer daño, los pechos de ella aumentando por momentos el placer de ambos.

Él la quería desde hacía mucho tiempo y siempre había deseado que llegara ese momento, el momento de poder ser suyo solo para ella, poder acariciar ese cuerpo perfecto que tanto quería y poder besar aquellos labios carnosos y tan deliciosos; así que sin poder aguantar más la tentación, la miró por última vez antes de poseerla, a esto que la pelimorada le devolvió la mirada y dándole una media sonrisa a modo de afirmación, se acercó a él y lo besó de la mejor manera que pudo mientras que el peliplata, muy sutilmente y con delicadeza, iba abriéndose paso dentro de ella pudiendo sentir como un mar de sensaciones recorría ambos cuerpos. En ese momento, un sonido placentero salió de la Mitarashi pero enseguida fue silenciado por el beso tan especial que le brindó Kakashi haciendo que ambas respiraciones se calmaran y se tranquilizaran, e intentando que ambos cuerpos se acostumbraran el uno al otro, pero eso no era una tarea difícil ya que tenían la sensación de que habían sido amantes de toda la vida, prueba de ello era que sus cuerpos parecían como dos piezas que se unían a la perfección sin ninguna dificultad o problema.

—Kakashi… – intentaba musitar la pelimorada mientras se adaptaba al cuerpo del Hatake ya pudiéndolo sentir en su interior, así que ésta cerró los ojos para aumentar la sensación de placer.

— ¿Mm? – inquirió éste sin decir palabra; entre tanto, se situó a escasos centímetros de ella haciendo que sus frentes casi se tocaran mientras que, con cada embestida, conseguía que la Mitarashi soltara suspiros de placer.

—… te quiero. – añadió la pelimorada consiguiendo susurrarle al peliplata aquellas dos palabras que siempre había querido pronunciar, provocando que él la mirara por unos instantes con cara de sorpresa y a la vez de felicidad al haber escuchado eso. Acto seguido, ella fue la que rompió esa distancia que los separaba provocando que una vez más, sus bocas se encontraran y sus lenguas empezaran a batallar por el espacio, pudiendo conseguir un beso cargado de diversas sensaciones especiales para ambos y disfrutando de cada segundo que pasaba, deseando que el tiempo se detuviera.

—Yo no te quiero…te amo – susurró el Hatake a la pelimorada haciendo que una sonrisa infantil se dibujara en el rostro de ella mientras que él iba deslizando sus manos por todo el cuerpo de la pelilila y haciendo que sus labios volvieran a juntarse una vez más, permitiéndole degustar cada rincón de su boca.

Después de varias embestidas solo y exclusivamente para la pelimorada causándole uno de los momentos más placenteros y esperados, prueba de ello eran sus sonoros gemidos, provocando que los dos amantes pudieran sentir aquel calor intensificándose al recorrer sus cuerpos hasta tal punto que ambas mentes se desconectaron del mundo permitiendo que de esta manera se trasladaran a una dimensión que nunca habían recorrido juntos, consintiéndoles poder tocar el cielo en el momento que menos esperaban.

Varios segundos después, el Hatake volvió al sendero de besos húmedos por el cuerpo de la chica mientras iba deslizando sus manos por esa figura tan especial y valiosa para él pudiéndose ganar algún que otro alarido por parte de la pelivioleta; cuando de pronto, dirigió sus labios por el abdomen de ella para ofrecerle sus más ansiados besos que tanto le gustaban hasta que, sin saber él un porqué, en el momento que acarició la zona de las costillas, un leve quejido se escapó de los labios de la pelimorada de esta manera llamando la atención del masajista.

— ¿Estás bien? ¿He hecho algo mal? – se interesó el peliplata preocupado al haber oído aquella diminuta muestra de dolor a la vez que él mismo recuperaba un poco de oxígeno después de haberle brindado aquellas sensaciones tan agradables.

—No…tranquilo – fue lo que ella respondió dedicándole una mirada cargada de sensualidad junto con una sonrisa infantil mientras lo acercaba a su rostro y depositaba un beso cargado de agradecimiento por todo lo que le había ofrecido esa tarde e intentando que Kakashi olvidara el porqué de su queja.

— ¿Segura? – volvió a inquirir el peliplata mientras suavemente dejaba su cabeza caer en el regazo de la Mitarashi pudiendo de esa manera sentir su ya más tranquila respiración.

—Que sí, no pasa nada – dijo ella obligando a sus manos descender y ascender por la espalda del masajista provocando una agradable sensación al Hatake a la vez que disfrutaba de aquellas caricias tan tentadoras solo para él dejándolo casi dormido.

—Anko… - empezó el peliplata después de despejarse al escuchar del exterior a su perro ladrando a algo que seguro no tenía importancia, así posicionando su rostro a la altura del de ella permitiéndole de esa manera mirarla fijamente y poder apreciar con total claridad esos ojos color caramelo que colaboraban a la pérdida de control del Hatake - … no es la primera vez que te has quejado durante esta tarde, ¿qué te está pasando? – inquirió él con preocupación acariciando con dulzura la mejilla de la pelipúrpura a la vez que le brindaba una risueña mirada.

—Nada – respondió ella en seco evitando ya sus caricias y el contacto visual mientras desviaba su mirada hacia un lado; ante este gesto, el Hatake desvió su mirada hacia la zona de por las costillas que, durante casi toda la tarde, la pelivioleta había intentado ocultar a toda costa provocando que la preocupación y sobre todo la curiosidad invadieran al chico.

—Alza el brazo, por favor – dijo el Hatake con un tono de orden pero sin sobrepasar lo autoritario ocasionando que los ojos de la pelimorada se abrieran considerablemente a causa del comentario tan sorprendente de su casi compañero sentimental.

—No – se negó ella imponiéndose aunque sin conseguir el tono de voz que quería, pero de repente y sin esperarlo pudo notar como él ya la tenía sujeta del brazo derecho intentando alzarlo, evitando hacerle daño – Kakashi, para – ordenó ella con ímpetu procurando deshacerse del agarre e intentando quitarse al Hatake de encima suya; pero todos los intentos fueron nulos en el momento en que él, sin ninguna dificultad, consiguió alzar el brazo permitiéndole de esa manera observar con total claridad la zona de debajo de las axilas dejando al descubierto unos cuantos golpes de tonos morados bastante desagradables y algunas marcas rojizas, algunas aun sin cicatrizar, esparcidas por la zona nombrada ocasionando que la peor de las situaciones se cruzara por la mente de Kakashi.

Acto seguido, Anko bajó rápidamente el brazo para cubrirse dejando al peliplata sin palabras y totalmente en blanco. Eso no le podía estar pasando a su amada pelivioleta, ese maldito desgraciado no podía estar dañándola de esa manera, de hecho no debía hacerle nada, aquel engreído no podía ponerle una mano encima; de todas las posibilidades, la idea del maltrato era la única que estaba torturando su mente en ese momento, a la vez que observaba con impotencia a la Mitarashi por no poder hacer nada para evitar la situación.

De un suave empujoncito, la pelilila consiguió quitarse al Hatake de encima para bajarse de la camilla y empezar a vestirse a toda velocidad para poder salir de esa situación tan dificultosa que se le había presentado, evitando a toda costa que el peliplata le hiciera alguna pregunta sobre lo ocurrido porque, evidentemente que no le iba a contar nada, lo menos que quería era involucrar a su amigo.

— ¿Cómo te has hecho eso? – preguntó él seriamente y bajándose también de la camilla a la vez que se enrollaba en una toalla que había sacado de un cajón de por ahí.

—No te importa – cortó en seco y con molestia la pelimorada mientras se ponía el reloj; ante eso y por acto reflejo le dio por mirar la hora – Joder, que tarde se ha hecho – musitó alterada cogiendo sus cosas y dirigiéndose con paso ligero hacia la puerta seguida del Hatake.

—Si solo son las nueve de la noche – dijo él bastante extrañado a la vez que la acompañaba hasta la entrada mientras que el deseo de que se quedara esa noche con él se paseaba por su mente.

Antes de que la Mitarashi abriera la puerta para poder largarse de aquella casa, el peliplata reaccionó con más precisión adelantándose a los acontecimientos pudiendo agarrar a la pelimorada del brazo evitando que ella escapara de su pregunta más inquisidora, obligándole a voltear.

—Anko… ¿cómo te has hecho esos moratones? – inquirió él con el semblante serio y a la vez dolido por obligarla a contestar aquella pregunta tan matadora, así preocupándose aun más mientras la rodeaba por la cintura con todo su amor y deseo dejándola acorralada contra la puerta de la entrada.

—Te dije que no te importa – respondió ella molesta y volviendo a evitar esa mirada penetrante que el Hatake tenía sobre ella ocasionando que ambos sintieran esa preocupación; él por ella y por lo que le ocurría y ella por él al no quererlo involucrar en nada de lo que le estaba pasando.

—Porque tienes que irte ahora…porque tan pronto… - volvió a preguntar dulcemente e indirectamente el Hatake a la vez que él mismo deshacía el agarre para no imponerle ninguna presión, aunque sí dirigiendo su mano izquierda hacia el mentón de la chica para obligarle a mirarlo, dejándola de esa manera sin opción a elegir.

—Que yo sepa esto no es ningún interrogatorio – vaciló ella volviendo a darle un leve empujón para poder salir de allí sin contarle nada; finalmente, consiguió abrir la puerta ya que el Hatake la dejó ir, al fin y al cabo Anko Mitarashi era la persona más terca que había conocido en toda su vida y sabía que no le iba a decir nada, aunque para él no era muy difícil adivinar lo que le estaba ocurriendo y aun menos conociendo a la persona que actualmente vivía con ella.

—… - el Hatake iba a desvelar que él ya sabía lo que estaba atormentando a la pelivioleta aunque decidió callar y no decir palabra, prefería que fuera ella quien se lo contara, ella debía vencer ese miedo que tenía de esta manera poniendo su máxima confianza sobre el Hatake.

Aunque él quería que fuera ella quien hablara sobre ese tema tan delicado, no podía evitar sentirse el hombre más impotente en ese momento provocando que las ganas de consolarla y mostrarle su amor más verdadero le invadieran así que, acelerando un poco el paso, consiguió alcanzar a la pelimorada y, con cariño, la abrazó por detrás mostrando su preocupación por ella la vez que posaba su rostro en el hombro izquierdo de ella.

—Sabes que sea lo que sea me lo puedes contar- le susurró al oído antes de depositar un apacible beso en su cuello mientras que esperaba una respuesta por parte de la chica.

—No sé de qué me hablas- fue lo último que dijo ella antes de ponerse el casco y subirse en la moto. La arrancó y por mucho que le diera al contacto, aquel cacharro no se encendía – Arranca – se decía mentalmente ella mientras observaba de reojo al Hatake a través del casco. – Joder, maldito cachivache, arranca de una vez – era lo que decía ella para sus adentros maldiciendo a todo lo que se cruzara por su mente.

— ¿Necesitas ayuda? – se ofreció el peliplata al ver que la moto de Anko no encendía.

—No…no hace falta, si…siempre le pasa esto – respondió ella con dificulta y a la vez que un tono nervioso aparecía en ese momento mientras que seguía intentando que la moto hiciera contacto y pidiendo a Kami que encendiera de una condenada vez - ¡Arranca mamona! – maldijo a los cuatro vientos la Mitarashi enfadada y harta de la situación tan embarazosa que estaba sufriendo y, para colmo, estaba Kakashi presenciando todo sin perderse ningún detalle. – Joder con Kakashi, solo le faltan las palomitas – pensó ella a la vez que intentaba arreglar la situación.

—Anko, corazón…si giras la llave hacia el otro lado tal vez arranques la motocicleta - comentó el peliplata sonriéndole de manera muy risueña ocasionando que un leve sonrojo hiciera aparición en las mejillas de ella a la vez que hacía lo que el Hatake le había indicado y, efectivamente, dio resultado; acto seguido ella se quitó el casco y suspiró.

—Que listo…- respondió ella con su ya habitual sarcasmo -… además Hatake, nadie te ha dado permiso para que me llames así – se burló ella a la vez que una media sonrisa aparecía en su rostro esperando la respuesta de él; el chico simplemente se encogió de hombros dedicándole su mejor expresión.

Entonces, ella se inclinó sutilmente a la vez que rodeaba al Hatake por el cuello ocasionando que sus labios rozaran con los suyos esperando el momento perfecto para entregarle un agradable beso; acto seguido, él la rodeó a ella con su brazo derecho por la cintura provocando que ambos cuerpos se juntaran y, con el brazo izquierdo, aguantaba la moto para que no volcara. Ante esto, la pelipúrpura empezó a mover sutilmente sus labios provocando que él mordiera su labio inferior para poder acceder a su boca, cosa que la Mitarashi aceptó muy gustosamente ocasionando que ambas lenguas empezaran a juguetear haciendo que la sensación de cariño y ternura apareciera; aun así el beso era bastante fogoso y el oxígeno se estaba acabando así que sin más remedio, ella fue separándose de él pero no sin antes dirigir sus labios al oído del Hatake y susurrarle…

—Gracias por la sesión- acabó ella cautivando al peliplata con su sensual tono de voz mientras mordía suavemente el lóbulo de él ocasionando que un cosquilleo apareciera en el cuerpo de él.

Posteriormente, ya se separaron y ella se puso el casco por propia seguridad, arrancó la moto y con estilo se fue alejando de él; pero antes de perderlo de vista, alzó la pequeña ventanilla que tenía el casco y observó a su Kakashi, que tenía la boca entreabierta dejándolo con ganas de más, cosa que provocó una risilla infantil por parte de la pelimorada.

— ¡Tápate que vas a coger frío! – gritó desde lo lejos al ver la poca indumentaria que llevaba puesta el Hatake ocasionando que éste bajara de las nubes por un instante mientras ella ya aceleraba a toda velocidad, de esta manera perdiéndose de vista.

—Adiós, Anko – musitó el Hatake con nostalgia mientras volteaba y con paso lento y parsimonioso entraba en su casa.

Después de una hora de recorrido por esa carretera tan dificultosa, finalmente llegó a su casa esperando que no hubiera nadie o que su pareja ya estuviera dormida ya que al día siguiente supuestamente debía ir a trabajar temprano.

Aparcó la moto en la cochería, que precisamente no era muy pequeña, y dejó el casco encima de ésta; acto seguido sacó sus llaves del bolso y con cautela abrió la puerta trasera que conducía a un pequeño pasillo para poder acceder a la cocina. Una vez en ella, la Mitarashi se hizo la cena puesto que no había ingerido nada durante toda la tarde. Cuando se terminó el bocata, lo recogió todo y lo puso todo en su sitio antes de entrar en el pasillo principal para poder subir las escaleras y llegar a su dormitorio, y encima andaba de puntillas para no hacer ni pizca de ruido pero, al pasar por la puerta del salón, sintió una corazonada que le causaba una sensación de terror y a la vez de impotencia.

—Ya estás aquí – sonó una voz masculina que al parecer provenía del interior de la salita provocando que una sensación bastante desagradable invadiera a la pelimorada.

—Hola…bueno, me voy a dormir…buenas noches – eso fue lo que dijo ella con el tono de voz nervioso y a la vez amargo mientras dejaba el bolso colgado en la percha.

—Espera… ¿no me vas a dar un beso de buenas noches? – inquirió Hatori levantándose del sillón y volteando para verla mejor mientras dejaba la botella de vino en una mesita cercana a la silla.

Anko optó por no responder y, acercándose a él, hizo lo que le pidió a la vez que el olor a alcohol y tabaco se colaban entre su respiración ocasionando que se apartara de él suavemente para que éste no se malpensara ni actuara de manera equivocada, lo menos que quería era que él actuara violentamente. Cuando ella ya iba a voltear, de manera inesperada el Fujisawa se fijó en un detalle muy sospechoso en el cuello de la pelivioleta así que, por acto reflejo, la agarró del brazo obligándole a verlo.

— ¿Qué es eso? – inquirió él empezando a perder los papeles mientras la acercaba más a su cuerpo para visualizar minuciosamente esa marca rosada que precisamente no había sido él quien la había hecho.

—Nada- respondió ella en seco a la vez que intentaba deshacerse del agarre sin brusquedad – tal vez me ha picado un mosquito tigre – comentó con indiferencia intentando convencer al Fujisawa puesto que él estaba más borracho que una cuba y tal vez se lo creería; aunque exactamente no ocurrió lo que la Mitarashi se pensaba.

—A mí no me lo parece – agregó Hatori con el tono de voz agresivo mientras seguía sujetando aún con más fuerza el brazo de la pelimorada ocasionando que una mueca de dolor se dibujara en su rostro.

—Suéltame – impuso ella con la voz medianamente temperamental e intentando controlarse a la vez que intentaba separarse de él.

De un modo extraño, al oír eso, el pelibronce la soltó dándole un empujón ocasionando que ella perdiera un poco el equilibrio, aún así no cayó. El Fujisawa volvió al lado de la mesita y dio otro sorbo a la botella de vino.

— ¿Me has comprado tabaco? –

—No he tenido tiempo – se defendió la Mitarashi sin rodeos a la vez que deseaba con todas sus fuerzas que aquel hombre que estaba en frente suya no se revelara aunque ella ya se estaba hartando de la situación, aún así no debía perder la calma.

— ¿Y vino? – preguntó él con la voz pesada a causa de los efectos del alcohol mientras pegaba una calada al cigarrillo que tenía encendido.

—Te he dicho que no he tenido tiempo ¿qué parte de la oración no entiendes? – replicó la pelipúrpura de mala manera alzando el tono de voz; ya estaba harta y cansada de el borracho de su novio y por lo que quedaba de día no quería escucharlo hablar más.

Pero lo que ella dijo fue la gota que colmó el vaso agotando de esa manera el autocontrol del ojiesmeralda provocando que en un abrir y cerrar de ojos Hatori alzara su brazo y, con fuerza y agresividad, abofeteara a la Mitarashi sin ninguna pizca de piedad ni de remordimiento ocasionando que ésta perdiera el equilibrio y casi cayera, suerte que la mesa estaba en su camino y consiguió evitar la caída. A continuación, se dirigió hacia ella con paso amenazante y, cogiéndola del brazo otra vez, le obligó a levantarse y a acercarla a su cuerpo con fuerza.

—Escúchame bien maldita zorra, a partir de ahora las cosas van a cambiar y tú vas a hacer lo que yo diga ¿estamos? – Ordenó Hatori sujetando a la pelivioleta del brazo agresivamente mientras el golpe recibido empezaba a manifestarse en forma de marca rojiza – Ahora vamos a dormir que tampoco no te he hecho tanto daño – eso fue lo último que se oyó por parte del caradura de Hatori a la vez que abandonaba la estancia, dejando a Anko allí tirada en el sillón.

—Maldito hijo de perra… - maldijo la Mitarashi enfurecida a la vez que la ira se apoderaba de ella dejándola impotente de todo.

Se llevó una mano a la cabeza y por acto reflejo se palpó la mejilla que anteriormente había sido golpeada, su cabeza daba vueltas y los malos pensamientos giraban en torno de ella dejándola con las ganas de que alguna lágrima recorriera su rostro, aún así no iba a llorar, eso era lo último que haría y aun así no lo iba a permitir; ella era una mujer fuerte y no iba a dejar que la tumbaran tan fácilmente.

Los pensamientos vagaban por la mente de la pelipúrpura pero ante eso, la situación que había vivido aquella misma tarde hizo aparición en su subconsciente ocasionando que el recuerdo de cierto peliplateado empezara a recorrer su cuerpo , a la vez que ella misma se acariciaba su cuello recordando aquella marca rosada de esta manera dejando libre su imaginación y sumergiéndose en aquel sentimiento que había relucido esa tarde; exactamente no sabía si era amor o simple placer…lo que si sabía era que ese hombre le había hecho sentir lo que nunca antes había sentido.

*Palabras problemáticas (no son de Shikamaru):

Honda: es un tipo de motocicleta.

Camiseta camionera: camiseta de tirantes

Lentes de aviador: las típicas RayBan.

Coche 600: es un auto bastante antiguo.

Bueno, aquí termina este primer capítulo.

Vosotros comentáis que tal ha sido, yo por mi parte intentaré arreglar el Ooc pero entendedme, no es nada fácil saber cómo actuarían los personajes; pero aún así creo que en el caso de Anko, para ella no le resultaría tan indiferente lo que le está pasando.

Se aceptan reviews, sugerencias, críticas, ideas ¡LO QUE SEA!

Intentaré actualizar lo más pronto que pueda ya que se me están terminando mis vacaciones y ya prontito empezaré el instituto como una niña grande (baba, pero no como el baka de Orochimaru alias Bichomaru) XD!

Atentamente: Pochi-san