¡Hola! Al fin doy señales de vida jaja. Lo siento por guardar silencio tanto tiempo, pero he vuelto y ahora con un proyecto navideño. Esto nace de un reto llamado Fic X-Mas que anda rondando por Facebook. Esto consiste en escribir un fic diario, desde hoy 1ro de diciembre hasta el 25, y cada día tiene una palabra sobre la cual hay que escribir una historia. Gracias a mi amiga Domina Mortem por compartir la imagen y darme la idea. Si ustedes también quieren realizar este reto, pasen a mi página de Facebook "El extraño mundo de Al".

Y sin más, la palabra de hoy es…

Nieve

La ciudad fue sorprendida por la primera nevada de la temporada, ocurrida en días aun lejanos a la temporada invernal. Claro, el frio ya se sentía desde hacía unos días, pero la caída de una fina capa de nieve durante la madrugada sorprendió por lo repentina que fue. ¿Sería culpa del calentamiento global o un ataque lanzado por los Estados Unidos mediante su proyecto HAARP? ¿Acaso es momento de tomar en serio las advertencias de los científicos y grupos ambientalistas? ¿Era una amenaza militar provocada por los reptilianos? Estas cuestiones tenían sin cuidado a cierta chica casi rubia.

—¡Himawari! —gritaba al arrojar bolas de nieve que golpeaban la ventana de su vecina—. ¡Himawari! ¡Esta nevado, vamos a jugar!

Pero la ventana no se abrió. Los restos de nieve se deslizaron lentamente hasta caer al suelo ante la mirada frustrada de Sakurako. Bufó molesta y preparó otro montón de proyectiles helados. Si Himawari se ponía difícil, entonces ella insistiría aún más. Se dibujó una sonrisa perversa en su rostro, enseñando su colmillo completamente blanco; fijó la vista en su objetivo y lanzó una segunda ráfaga de proyectiles. El resultado fue el mismo que el anterior. Las ventanas permanecieron cerradas y del interior de la casa no salía ni el mínimo ruido. Era como si estuviera vacía.

Sin embargo, Sakurako era demasiado insistente y no soportaría el frio trato de su amiga de la infancia. ¿Cómo se atrevía ignorar a la maravillosa Sakurako-sama, futura presidenta del consejo estudiantil y domadora de serpientes? Semejante grosería no podía ser admitida, por lo que seguiría arrojando bolas de nieve hasta que aquella saliera, así llenara su casa de nieve.

—¿Así lo quieres, eh? ¡Tú lo pediste, monstruo pechugón!

La ira de Sakurako había despertado y solo darle un buen golpe a Himawari con una bola de nieve la calmaría. Ajena al paso del tiempo, pasó la siguiente hora arrojando nieve a la ventana, solo descansando para formar más bolas y recuperar un poco el aliento. Al final, terminó agotada, con la frente perlada en sudor y acalorada de pies a cabeza a pesar del frio ambiente. Ahí quedó, tumbada sobre la nieve, saboreando su amarga derrota. ¿Qué hizo para ser ignorada de esa manera? ¡Ni siquiera la pequeña Kaede se asomó para llamar la atención de su deforme hermana!

—Tonta Himawari… ¡¿Por qué no me abres?! —gritó en un berrinche que casi le hace llorar.

—Porque no estaba en mi casa —respondió la voz de Himawari detrás de ella. Sakurako se levantó en el acto y, negando la alegría de ver a su amiga, le mostró una mirada de fingido malestar—. ¿Cuánto llevas aquí afuera?

—Creo que una hora —respondió desviando la mirada—. Pero ese no es el problema. ¡¿Por qué no estabas en tu casa?!

—Te dije que pasaría la noche con mis abuelos.

—Ah… creo que lo olvidé —dijo Sakurako desviando ligeramente la mirada. De pronto, un escalofrió recorrió su cuerpo y terminó en un sonoro estornudo.

Himawari dejó escapar un suspiro. Se sentía como una mamá que debía encargarse de su descuidada hija, enferma de gripe por ignorar sus consejos, pero, aunque mostrara una mirada molesta y dijera que le resultaba una molestia, muy en el fondo le dio gusto saber que Sakurako quería compartir aquella mañana nevada con ella.

—Entremos. Haré un poco de té para que entres en calor y no te enfermes.

—¡Mejor una taza de chocolate! ¡Con malvaviscos!

—¡Sakurako! No soy tu chef personal… —pero al ver la mirada resplandeciente de aquella inquieta niña, le devolvió la sonrisa—. Aunque con este clima se antoja más el chocolate.

Las dos entraron a la casa de la familia Furutani para compartir lo que restaba de aquella mañana nevada, juntas como siempre han estado desde pequeñas. Y aunque las peleas no se hicieron esperar por un desacuerdo en el número de malvaviscos por taza, pudieron ver con toda calma como la nieve volvía a caer del cielo.