Donna egoista
El joven señor Benvolio no es como el señor Francisco, ni mucho menos Curio. Cordelia, mientras que deja los platos sumergidos en jabón y se retuerce las manos, trata de imaginarlo usando una espada, dando su vida en pleno fuego cruzado por una causa. Y no puede. Porque a su ver, él se parece más a ella que nadie en todo ese escondite. Cordelia a penas y puede esperar con el corazón en la boca cuando los demás salen a batallar, con un asado decente en el horno que ha conseguido a precios demasiado altos en el mercado negro. Ha intentado aprender a combatir pero no es lo suyo. En gran medida, quizás, porque no quiere que lo sea. Tiene la piel destrozada por fregar y cocer y cuidar los pequeños cultivos y amasar el pan, y cepillar los largos cabellos de Julieta aunque todo lo haga de buena fé. Un último gesto egoísta.
