Factum est

Una vez hice un juramento

a mi corazón:

que te salvaría

del pozo enlutecido en el que se hundía tu alma.

The Footsteps of Dreams-Mizuhara Kaoru.

Cuando vivían con ese hombre viejo y su mujer enferma, no tenían diversiones. No era como cuando aún tenían al niño pequeño que fuera el médium de ambas y que se parecía tanto a Souseiseki. Suiseiseki se aburría soberanamente. Al principio trataba de evitar decirlo en voz alta, pero a la larga el tedio llenó sus venas (bueno, de haber poseído sangre y conductos para ésta, así hubiese sido) y las quejas se instalaron en su garganta, prestas a salir a toda hora en murmullos y continuas tiradas a la manga de su hermana, para que se decidiera a abandonar ese horrendo antro en el que les mandaba un pronto cadáver. Que ella se negara era una puñalada en la espalda, pero ya había sacrificado dos años de su tiempo consiente. No era la clase de vida que una diva como Suiseiseki merecía. La que veía en la televisión que no le permitían poner a todo volumen (los muy malvados): esas muchachas que sonreían mucho frente a las cámaras, mostrando las miles de imperfecciones en sus rostros de carne blanda. Ella podía ser mucho más fotogénica. Había practicado mil poses frente al espejo y podía cambiar sus vestidos a voluntad en otra dimensión donde abundaban. Una idol.

Pone flores sobre su tum…sobre su valija cerrada, más bien. Aunque no pueda escucharla, Suiseiseki le dice a su hermana cuán importante es para ella. Más que el dichoso Alice Game. Más que Padre. Más que Jun. Más que Shinku. Más que Kana, obviamente. Más que el anciano pervertido. Más que su propia Rosa Mística. Más que todo. Le dice con los labios pegados a su oído y llorando. Su carne de porcelana reluce al humedecerse en el barniz de sus humores dolientes. Es la exquisita señorita Rosa III.

Casi todas han vuelto a su lugar, menos ella y Hina Ichigo. Suiseiseki tiene el corazón demasiado adolorido, por su hermana inerte como para sufrir un luto adecuado por la pequeña sierva de Shinku. Cuando un juguete se rompe no es lo mismo cuando muere un humano. Tal vez alguien pueda arreglar a Souseiseki. Suiseiseiki ha visto a Jun practicando hasta tarde con porcelana y trozos de tela que cose para hacer vestidos. Le tiene fé y ansiedad.

Mientras tanto, fantasea con el día en que volverá a tener a Souseiseiki en sus brazos. Huele las dalias y se imagina flotando con ella en un mar de flores amarillas, tallos verdes y espinas dulces en sus vestidos. Cómo va a aferrarse a su hermana hasta que las dos se deshagan en suspiros, prometiendo no volver a separarse de nuevo. Se da cuenta de que llora cuando nota la humedad caliente en sus ojos, bajando por su pecho, perdiéndose para siempre. Como Sou.