No podía entender cómo, de todos los hombres en el mundo, a él le tenía que ocurrir esto, le había pedido hace poco ayuda a Dino Cavallone, no tenía a quien más recurrir en su situación y nada sabían los Varia acerca de eso, no es por nada que estuvo demorándose más de lo habitual en sus misiones, cosa de estar los nueve meses completamente fuera del castillo. Con una cesárea nacería su bebe, pero a este se le había ocurrido querer salir antes, las contracciones le estaban matando, sin embargo eso no era lo peor, él era hombre, por lo tanto el pequeño no podría salir como normalmente lo haría si fuera mujer, muriendo en el intento. El dolor era muy intenso y ya no podía mantenerse en pie, estaba tan cerca de llegar…cayó de rodillas mientras se sujetaba el vientre. Escucho unos pasos en la hierba y deseó con toda su alma que fuera ese potro salvaje, oyó su nombre, pero él no tenía fuerzas para responder, su visión se volvía borrosa y sabía que si no lo encontraban ahora perdería toda oportunidad de salir bien de esta.
-¡Squalo! ¡Resiste por favor!- unos brazos lo sostuvieron antes de caer definitivamente al suelo.
-Al fin llegaste…-le dijo casi sin aliento
-¡Romario! ¡Rápido, ve por un médico!- el hombre desapareció rápidamente de la vista de los dos, solo esperaba llegar a tiempo.
-No puedo…esperar más…-decía mientras apretaba fuertemente la mano del rubio.
-¿Tienes un cuchillo?- esa pregunta lo asustaba
-¿Para…para qué lo quieres?-preguntó temeroso ante la respuesta
-¿TIENES UNO O NO?-Sacó uno rápidamente de su bolsillo y se lo mostró
-Ahora…ábreme el vientre…-Dino palideció, no podía creer lo que escuchaba.
-¿Qué dices? no puedo hacer eso…-el pelilargo estalló en cólera.
-¡Créeme que si yo pudiera, lo haría! pero sé que me desmayaría antes de terminar…
-¡Podrías morir!
-¡DIABLOS, yo no importo!
-Haz lo que te dice…-la figura de un hombre se presentó ante su borrosa visión, escuchar su voz casi le provoca un ataque cardiaco. Se arrodilló a su lado. Le abrió la camisa y tomando el cuchillo de las manos de Cavallone se dispuso a cortar la piel del peliplata que finalmente cayó inconsciente.
Cuando despertó en aquella confortable habitación, se sorprendió de seguir con vida, pero acordándose de un detalle importante de porque estaba ahí trato de incorporarse rápidamente, lo que causó que soltara un agudo grito de dolor y que su cabeza comenzara a darle vueltas. Sus quejidos despertaron a Dino, que se había quedado dormido en un sillón al lado de la cama.
-Aun no debes moverte…tienes suerte de estar vivo, el doctor llego justo a tiempo para cerrar la herida y detener el sangrado…- le ayudo a acomodarse y continuo-mira que improvisar una cesárea así como si nada, aunque gracias a eso le salvaste la vida a tu bebé…-el tiburón le miró fijamente, el otro le sonrió y volvió a sentarse.
-Las circunstancias cambiaron Squalo, ¿realmente deseas seguir con esto? En cuanto la veas no querrás alejarte de ella…
-¿Ella?
-Es una hermosa niña…se parece a ti…
-…yo…-en ese momento se abrió la puerta y Xanxus entró cargando un revoltoso bulto entre sus brazos.
-Al fin despertaste, escoria.
-Así que si eras tú…creí que había muerto y estaba en el infierno-bromeó mientras a la habitación hacia ingreso Romario que se disculpaba por la intromisión del jefe de los Varia.
-Tranquilo Romario, mejor vamos a hablar con el doctor…-Cuando ambos se fueron, el moreno se acercó a la cama y le extendió a la pequeña para que la tuviera.
-Es tan ruidosa como su madre-las mejillas de Squalo se tiñeron de rojo, cogió a su hija algo temeroso de hacerle daño y que comenzara a llorar, pero una vez apoyada en su pecho la bebé se calmó. Era tan chiquita y como Dino le había dicho, muy hermosa, tenía el cabello y la piel blanca y unos ojos rojos como dos rubíes, tomo su manita la cual se enrollo en uno de sus dedos y sonrió.
-Así que pensabas darle mi hija a esa escoria de Cavallone…
-¡Maldito bocazas!-grito bajito para no asustar a su adorable nena que se había dormido profundamente escuchando los latidos de su corazón.
-¿Por qué no dijiste nada?-inquirió sentándose al borde de la cama y alargando su brazo para acariciar la pequeña cabecita blanca.
-¿De qué hubiera servido?- desvió la vista de su jefe y este con la mano que mimaba a su hija le tiró un mechón de cabellos obligándolo a cruzar miradas.
-Tal vez tengas razón y no hubiera servido de nada…pero por lo menos hubieras estado a mi lado, sin ti todo es tan silencioso y sabes que eres el único que me puede calmar.
-Eso es porque eres un jefe maldito…
-Juegas con tu suerte entupido tiburón…si no fuera porque la tienes en brazos…-entonces la bebe abrió sus ojitos y comenzó a llorar buscando el "pecho" de su "madre".
-Tiene hambre, dale de comer mamá…- se burló el mayor
-¡Serás…!-el mecerla no servía para tranquilizarla y notando el aprieto en que se encontraba el capitán estratega, sacó de su chaqueta un biberón y se lo entrego entre risas.
-¡Ya verás…!- la niña bebía enérgicamente mientras no despegaba los ojos de quien la tenía firmemente sujeta.
-¡Pues eso quiero! Quiero ver como después de que te recuperes y salgas de esta pocilga me compensas estos nueve meses de ausencia…
-¿POCILGA? ¿COMPENSARTE? ¡Eres un maldito!- sentía que su presión subía y el dolor en el vientre aumentaba, el otro le tiró nuevamente del cabello haciéndole soltar una mueca, pero antes de poder reclamar ya le tenía el mentón sujeto robándole un beso.
-Tan ruidoso…por ahora, solo ocúpate de cuidar muy bien de mi pequeña Rei-el pelinegro se levantó y dándose la vuelta se marchó, dejando a Squalo con la palabra en la boca, se contuvo porque pensó que tendría bastante tiempo para hacerlo pagar, por hoy ya habían pasado suficientes cosas inesperadas y aun tenía que cuidar de su ahora principal prioridad.
