Por casualidad, hoy me puse a leer entre mis textos viejos y di con este. Decidí corregirlo y echarle una manito de gato para publicarlo, porque hoy, 19 de Septiembre era el día perfecto para algo así (aunque hace un par de horas, cuando aún era 18 habría sido aún más perfecto xD)
Porque como dije en el tumblr: Independencia mis polainas. Celebramos el pasar de un colonialismo legal por parte del imperio español a un colonialismo económico, en ese entonces por parte de los capitalistas ingleses y hoy en día, de las grandes multinacionales. Yo, sinceramente, no sé qué es peor, y por eso escribí y ahora publico esto.
Disclaimer: Hetalia pertenece a Hidekaz Himaruya. No estoy usando ninguna versión de Chile en especial, pero la ilustración del fic corresponde a José Manuel, de la comunidad de Latin Hetalia. El diseño es de Rowein y el dibujo es de Kuraudia (Deviantart)
Extensión: 421 palabras
Advertencias: Violencia explícita, por eso el rating M. No, este no será un fic sexy porque la situación no lo amerita e.e
Sangría
Los ojos vendados, y siento algo tapando mis oídos. No veo ni escucho nada más que mi propia respiración agitada. Hay más personas como yo alrededor mío, lo sé de alguna forma. No los veo ni los oigo, y no están lo suficientemente cerca como para que haya encontrado a tientas a alguien más. Cada vez que me alejo demasiado, siento el tirón en mi pie izquierdo que delata la cadena que me recluye.
Ojos vendados, no escucho nada. Pero las sutiles vibraciones del suelo delatan sus pasos. Terror, sé lo que viene. La cadena que une mis manos se tensa hacia arriba, me obliga a ponerme de pie, me levanta unos centímetros del suelo. Dolor.
Si, no soy el único. No escucho nada, pero sé que alguien más gritó conmigo. Es extraño. Siento que en el fondo, mi agresor también es como yo. No lo oigo, y por eso temo cuando en sus pasos se siente la pena y la desesperación. Sé que mis heridas serán abiertas nuevamente, que sangrarán más y que pasará más tiempo antes de que él mismo me las vende, dejándome al borde de la inconsciencia. Otra vez. Se tardará más en aflojar mis cadenas y dejar que vuelva a tocar suelo.
Cuchillos, sólo cuchillos. Siempre cuchillos de acero y cortes limpios. Al principio peleé. Me ahueoné. O quizá habría sido igual de todas formas aunque me hubiese convertido en un traidor de mi pueblo. Tal vez es a esto a lo que se refería el Antonio cuando sacamos a los últimos españoles que quedaban en el sur "Sólo déjame darte un último consejo", dijo. "La mano que no puedes morder, bésala".
Porque más que los cortes, que el mismo agresor cerraba y más que la humillación de no saber qué es lo que está pasando, lo que duele es saber que ellos, quienes deberían protegerme, son quienes me entregaron. Y que lo que sufro yo, lo sufre mi pueblo en sus propias carnes, producto de hambre y pobreza.
Creo que ni nosotros conocemos el valor de nuestra propia sangre. Quizá nuestra condena fue nacer ricos. Recuerdo las riquezas de mis hermanos, en los tiempos en los que los lazos que nos unían eran más fuertes que los Tratados de Libre Comercio. Potosí, Ouro Preto, el Cerro Bolívar. La Pampa Argentina, el Gran Chaco. La extensa costa del Pacífico y mi propio cobre, y creo saber quiénes son los que están alrededor mío. Se me hace un nudo en la garganta y siento ganas de llorar.
Gracias por leer n.n
