Disclaimer: Los personajes son de Meyer, la viñeta es mía.
Claim: Victoria/James.
Summary: Nunca fuí capaz de ver la felicidad, me sentía tan ciega. // Pensamientos de Victoria a la hora de ser convertida.
Notas: Mmm, la historia tiene alto contenido de tendencia autodestructiva. Lo dedico a Vrydeus y a Rosary Blacu.
Simplemente, no más.
Tic. Tac. Tic. Tac. Los segundos pasan y mi vida se escapa entre mis manos.
Los recuerdos se esfuman y sólo un pequeño vestigio de lo que soy y lo fui.
Tic. Tac. Tic. Tac. Quema. Duele. Sangro. Me marchito. Muero. Pero estoy tan viva.
Derrotada, fui derrotada por la vida.
Nunca fui capaz de ver la felicidad, me sentía tan ciega. Siente, siente las cicatrices de mi corazón, ¿acaso puedes?, ¿comprendes lo rota que estoy?
No soy tan mala como todos piensan, sólo estoy desmadejada. Estoy olvidada, soy frágil. Estoy derrotada, he sido vencida, no quiero más.
Y brotan lágrimas, lágrimas amargas y melancólicas. ¿Dónde quedó la ilusión?
La expulsé de mi corazón, la encerré en un lugar lejano y lancé la llave por un acantilado. No más esperanzas, no más ilusiones. Simplemente, no más.
Nada ocurre, vivo y muero. Sueño, pero nunca espero nada, porque en mi corazón no se permiten esperanzas.
La felicidad me parece una mentira, es un mito creado por los que no están repletos de angustia. Es una falsedad que nunca se cumplirá, ya no pienso esperar a que suceda. No pienso simplemente ver la vida pasar.
No quiero ver la vida pasar. No quiero vivir. Simplemente, no más.
Simplemente las lágrimas no me curan, sangrar ya no es un escape. Simplemente, no pienso esperar al príncipe que me rescate.
Y camino, sola y desertada. Las calles oscuras, el silencio sepulcral y luego, tú.
Te veo por primera vez, tus ojos rojos, tu cabello rubio ceniza y tu piel pálida. Pareces una simple aparición, mi tonta imaginación jugando de nuevo conmigo.
Tan rápido que no puedo parpadear, estás junto a mí y, de una manera enfermiza y estúpida, me alegro, porque eres peligroso y me darás lo que necesito. Muerte. Una palabra, seis letras y todos mis deseos acumulados en ella. Ven, mátame, que yo no tengo valor suficiente. Ven, mátame, que yo no puedo.
Y tus dientes atraviesan mi cuello y el fuego quema, y duele, y muero. Y soy feliz en esa oscuridad, donde parece que todo termina, pero apenas empieza.
Siento mis entrañas encogerse, el dolor es insoportable, las llamas no desaparecen y grito, grito porque entiendo qué demonios me hiciste. ¿Estoy muriendo, acaso? Al menos una parte de mí si lo hace. Los miedos, los monstruos, los dolores psicológicos, mis traumas y mis adicciones.
Me siento dormir, pero sufriendo el infierno. Y luego, despierto.
Me siento poderosa, siento que vivo de nuevo, siento que es una nueva oportunidad, me siento muerta pero sigo con vida, me siento libre, me siento feliz, siento que nací para esto. Soy yo, por fin.
Soy yo, simplemente, yo. Soy feliz, estoy feliz. Tú me dices que soy hermosa, me dices que soy felina, me dices que soy hábil, me dices que soy valiente. Y te creo, ¡te creo, maldita sea!
— ¿Estoy viva? —te pregunto, tú ríes y sacudes la cabeza —¿Muerta?
—Estás en la línea divisoria, no estás viviendo, pero no has muerto.
Me dices que es por siempre, existiré por siempre. Seré eterna, junto a ti. Y te beso, y sonríes contra mis labios.
—Eres todo lo que he estado esperando —decimos al unísono.
— ¿Cómo te llamas? —me preguntas y yo te respondo:
—Victoria.
Pones tus manos en mis caderas, y ardo en deseo. Y sé que estaré ardiendo, por siempre en mi propio infierno, pero algo en ti me calma y no puedo odiarte a pesar de que algunos de mis demonios me perseguirán eternamente, algo en ti me droga y me invita a intentar ser feliz.
No más soledad. Simplemente, no más.
