ACLARACIONES PREVIAS

Bueno, aquí estoy otra vez. Podéis llamarame pesada todo lo que queráis, pero yo sigo con mi tema. Ésta historia va dedicada a tres personas:

1º- A Ghost Steve, por ser mi mayor lector y por animarme a escribir.

2º- A mi querido ALCAMJI, por darme ideas sobre los títulos (Aunque quiso llamar a ésta historia "Episodio V: Maléfica contraataca" :S Puedo juraros que es cierto)

3º-Y por último, a mi gran amiga Nuria, por aguantarme tan bien como me aguanta cuando me pongo pesada.

Gracias a todos vosotros por animarme a escribir y a publicar. Muchos besos

TheCursedPrincess91


Desde el ventanal, la joven miraba caer los blancos copos de nieve. Había empezado a nevar hacía poco tiempo, apenas unos minutos. En Lisieux nunca nevaba mucho.

Durante unos instantes, Aurora se permitió el lujo de dejar volar su mente hacia su patria, más al norte. Allí, en Glenhaven, donde el invierno era duro, más de lo que los lexoviens podían imaginar...

Sonrió con nostalgia al recordar el bosque, su bosque, todo cubierto por un manto blanco, tan brillante que a veces hasta cegaba. De pequeña, se pasaba los días jugando en la nieve. En el claro donde se ubicaba la cabaña, Rose hacía enormes muñecos, batallaba con bolas de nieve contra sus tías…

…Suspiró. Allí había sido feliz.

Ahora estaba en el castillo de Lisieux, pasando el invierno con sus padres y, dicho sea de paso, con su familia materna. Sus abuelos maternos habían insistido mucho para que su nieta, su única nieta, viniera a pasar una temporada con ellos…

-Aurora –dijo su padre interrumpiendo sus pensamientos- No deberías quedarte ahí. Podrías enfermar.

La joven se volvió hacia su padre y le sonrío forzadamente. Después se sentó junto a ellos, frente a la enorme chimenea.

Se preguntó a sí misma por enésima vez qué hacía allí, contemplando aburrida las llamas, en aquel lugar que no era su hogar. "Imbécil", se respondió también por enésima vez, "Deberías alegrarte de estar aquí. ¿No querías conocer a tu familia? ¡Ya lo estás haciendo! Tus padres te han llevado a ver por primera vez a tus abuelos y tú te quejas…No tienes remedio, Rose".

Aurora suspiró y miró en derredor. Sus padres mantenían una animada charla con sus abuelos. Pensó que debería unirse, participar, pero siguió callada.

Alguien hizo un chiste y los demás rieron a carcajadas. Aurora alzó la mirada y la posó en su familia. Sus padres eran los que más reían. Al verlos, la joven sonrió. Le gustaba verlos reír. Parecían tan jóvenes cuando lo hacían…

-Dios Mío, querida –dijo su abuela- Hacía mucho tiempo que no os veía reír…

-Bueno –respondió su padre con una sonrisa- Supongo que es porque ahora todos somos felices -se volvió a su hija- ¿No es cierto, Aurora?

Todas las miradas se centraron en ella. La joven tardó unos momentos en responder.

-S-Sí –dijo devolviéndoles a todos la sonrisa- Todos felices…

La sala quedó en silencio. Pasado un rato, su padre se dirigió a su abuelo:

-Hemos oído que éste verano habéis tenido "ciertos problemillas".

-¿Problemillas? –Respondió éste- ¡Ah! Sí, esa maldita revuelta…

Aurora aguzó el oído, extrañada.

-Éstos asquerosos villanos -continuó el anciano mirando a sus padres- Cuando les das la mano te toman el brazo. ¡¿Podéis creerlo?! ¡Tuvieron la osadía de echarme en cara que mis impuestos eran abusivos!

Aurora se sonrojó, pero no de vergüenza, sino de enojo. Su abuelo seguía echando pestes, mientras que su abuela asentía de vez en cuando. Sus padres la miraron con preocupación.

-…Que no podrán alimentarse, ¡y eso a mí qué me importa! ¡Que se saquen ellos solos las castañas del fuego! Sobrevivirán de alguna forma, digo yo. La chusma siempre se las arregla para vivir…

-Aurora –dijo Fleur, interrumpiendo a su padre- Cielo, ¿te encuentras bien?

La joven no contestó. Ya le estaba costando suficiente trabajo controlarse para, encima, responder con educación.

Su madre la levantó con cuidado y se la llevó hacia la puerta. Dijo algo (Aurora no escuchó qué era), y salió afuera con Aurora cogida de la mano.


-Menos mal que te he sacado de ahí. Estabas a punto de explotar…

-¡Claro que estaba a punto de explotar! –Saltó Aurora- ¡¿Cómo se atreven a tratar a su gente de esa forma?! Los… ¡Los tratan como si fueran escoria!

Fleur suspiró.

-Oye –dijo- Será mejor que no des esos gritos en el pasillo. Acompáñame.

Aurora la siguió hacia los establos. Allí las dos montaron en sus respectivos caballos. Salieron del castillo en silencio. Todavía nevaba.

-Respecto a mi padre –dijo Fleur pasado un rato- te ruego que lo disculpes. Tu abuelo siempre ha sido estricto, sí, pero también justo. Lo que pasa ahora es que está viejo. Le cuesta reconocer que con su subida de impuestos metió la pata. Sin embargo –añadió guiñándola un ojo- su medida no fue aprobada. Que gobierne Lisieux en nuestro nombre no le da derecho a dictar leyes por su cuenta. Tu padre simplemente ha sacado el tema para recordárselo…

-No es la subida de impuestos lo que me enfada –respondió Aurora- sino el desprecio con el que hablan de los campesinos. No me refiero a los abuelos, sino a los nobles en general. Ya has oído lo que dijo. ¡Es como si no los considerara humanos! Me indigna que piensen así…

Aurora no terminó la frase. A un lado del embarrado camino había una figura hecha un ovillo. Estaba completamente cubierta con una andrajosa capa negra. No se movía ni un ápice.

-Madre –dijo la joven señalando la figura.

Fleur no contestó. Desmontó y se le acercó lentamente. Aurora hizo lo propio. Con cuidado, la reina quitó la capa. Al ver el rostro de quien se escondía dentro, Fleur ahogó un grito. Aurora se acercó más para poder ver mejor.


Era una mujer. Era alta y muy delgada (prácticamente en los huesos). Su piel era pálida como la de un difunto. Su largo cabello era negro como el carbón (al igual que sus ojos) y sus facciones angulosas. Aurora contempló horrorizada y asqueada que su cuerpo estaba lleno de quemaduras. En su pecho tenía una gran herida a medio curar.

La mujer las miraba cansada, con resignación, sin decir ni hacer absolutamente nada. Fleur tenía los ojos como platos, sin dar crédito a lo que veía. Por su parte, la mirada de Aurora era una mezcla de compasión mezclada con asco y curiosidad.

Aquella mujer le era familiar. Aurora estaba segura de no conocerla de nada; sin embargo, había algo, un no sequé, que le resultaba conocido.

La joven miró otra vez a la desconocida y luego a su madre. Entonces Fleur abrió la boca para decir algo, pero en un principio no consiguió pronunciar nada.

-N-Neriah… -consiguió decir.