CAPÍTULO 1.
— Padre, ¿puedo saber quién es ese invitado tan especial como para que Thor y yo tengamos que asistir?
Apenas tenía dieciséis años cuando todo comenzó, cuando un joven Loki de pelo corto, más inexperto, más impulsivo y más inseguro caminaba detrás de su padre con cierta prisa, intrigado.
— Se trata de la hija de un viejo amigo. Ha quedado huérfana y he pedido que la traigan hasta Asgard. —Respondió Odín a su pregunta.
— ¿Se va a quedar aquí? ¿Es guapa? —Thor parecía desde lejos el más entusiasmado de los dos.
— De ella depende quedarse aquí, hijo.
Los guardias abrieron la puerta y allí estaba. Una chica de quince años que, para su edad, parecía más madura físicamente que cualquier otra chica que los dos hermanos hubiesen conocido. Su melena era lo que más destacaba en ella, roja como el mismísimo fuego; ojos azules, piel blanca… Pese a lo desaliñada que estaba, se veía hermosa.
— Tú debes de ser Lara, ¿verdad? —Incluso Odín, que era un hombre temido y respetado, podía mostrar un tono cálido cuándo la situación lo requería. — Tienes los ojos de tu padre, de eso no cabe duda. —Levantó la mano para reposarla en la cabeza de la muchacha, quien se encogió como un cachorro asustado, y aquello fue suficiente para que retirara la mano. — Discúlpame, no quería incomodarte… Debes estar agotada del viaje, aquí se encargarán de cuidarte, ¿de acuerdo? Cuando descanses me gustaría hablar contigo.
Lo que en un principio parecía que solo serían unas horas se convirtieron en días. El estado en el que llegó la muchacha resultaba tan deplorable que, además de curar sus heridas, se ocuparon de su terrible estado de inanición, hasta que, poco a poco, empezó a recuperarse con bastante esfuerzo, en especial de Frigga, cuyo empeño por sacar delante a Lara fue más que destacable entre todos.
Lo que al principio parecía ser algo tedioso para el menor de los hermanos, se convirtió en curiosidad. Siempre fue más listo que Thor, así que no le costó demasiado increpar a la pelirroja en una de sus escapadas.
— ¿Te han dado permiso para salir sin un guardia? —Si las miradas matasen, en ese momento tendrían que empezar a cavar su tumba. — Creo que no nos han presentado, —Con rapidez suficiente, logró interponerse entre ella y el camino que parecía estar siguiendo, a la par que tendía mi mano derecha con una seguridad que, para ese entonces, no tenía—. He oído algunos rumores sobre ti.
Aquellos ojos azules se fijaron en la mano y subieron hasta hacer contacto con los ajenos, por fin cambiaba esa expresión de animal rabioso, salvaje. Era cansancio lo que veía en ellos.
— ¿Qué nos apostamos a que no quiero escuchar ninguno de ellos?
Fue la primera vez que Loki escuchaba su voz, dulce y suave como una caricia, tan femenina que no podía imaginarse algo más encantador. Con un timbre como aquel, cualquier cosa que dijera parecería una melodía.
— Vaya, veo que hablas.
— También se hacer otras cosas, como quitarme del medio a niñatos prepotentes que no me dejan caminar. ¿Quieres que lo probemos?
Antes de que hubiese terminado de hablar ya intentaba hacerle a un lado, pero semejante carácter no hizo más que acrecentar la insaciable curiosidad del chico.
— ¿Sabes? Te pareces a mí.
La chica rodó los ojos con hastío mientras se giraba por propia voluntad hacia él, cruzándose de brazos.
— Sí, en el color de pelo, probablemente.
— Los dos nos sentimos solos —Tomé su mano con tanta confianza que se preguntó as a si mismo porque no le cruzó la cara en ese instante. Más aún cuando besó su dorso—. Soy Loki, Dios del Engaño, hijo de Odín y príncipe de Asgard. Encantado.
Pudo notar en sus dedos como temblaba, no de nervios, no de vergüenza. Era miedo. En ese instante temía haberla asustado.
— Yo… Soy Lara —Apartó su mirada a un lado—. No deberías estar hablando conmigo.
Se marchaba, se había dado media vuelta para seguir con su camino y no supo si fue el miedo a que no volvieran a hablar, pero le agarró del brazo, tiró de ella y… Bueno, quizás fue un fisgón, pero se adentré en su mente haciendo uso de su telepatía, la cual no es que tuviera dominada precisamente. Quería ver que era lo que atormentaba de esa forma a aquel ser aparentemente tan frágil.
Era la primera vez que hacía algo así, o al menos sin planearlo. Era extraño, podía ver a una mujer adulta con un cabello rubio como el trigo. Estaba cansada, agotada, pero aquella sonrisa al ver a la que supuso que se trataba de Lara, esa sonrisa maternal, hacía brillar a esa mujer. Escuchaba unos gritos a lo lejos, "bruja". La pequeña se abrazaba a su madre en busca de protección.
"Todo saldrá bien". Como si de una película se tratase, sin que yo pudiera hacer nada más que observar, contempló como se las llevaban a las dos a la fuerza hasta el centro de un pueblo. Las amarraron a un poste de madera y… Las hicieron arder. Entre gritos de dolor, la vida de aquella pobre humana se desvaneció, mientras que la más joven se retorcía en sí misma, pidiendo clemencia, sin entender qué pecado tan terrible era el que habían cometido.
Tortura, humillaciones, abusos… Todo aquello fue suficiente como para que su estómago se revolviera y quisiera vomitar. Y para cuando quiso darse cuenta había vuelto a la realidad. No fue hasta ese momento que se dio cuenta de que sus mejillas se encontraban húmedas, un contraste curioso con aquellas pequeñas llamas que empezaban a emanar de la piel de la chica. Quiso disculparse.
Pero no pudo.
— No vuelvas a hacer eso… ¡Ni se te ocurra volver a tocarme, ¿me oyes?!
Su mirada cargada de odio le atravesó como una espada hundiéndose en su pecho, ¿cómo iba a pedir que se quedase después de aquello?
No volvió a verla por palacio. Tampoco se atrevió a preguntar por ella. Había rechazado la invitación de Odín de aceptar Asgard como su nuevo hogar y…
Como si de un fantasma se tratase, no volvería a saber de ella. No hasta que pasara un tiempo.
