Disclaimer: Hetalia no me pertenece, ustedes lo saben así que asdasd.

Advertencia: ¿ArthurxAlfred? Algo así...

Nota: El título es un asco y no tiene mucho que ver, espero que sí le encuentren coherencia... ni yo se la veo mucho.

Pérdida absoluta.

—Estoy cansado—. Soltó repentinamente. Estaba empapado de sudor y se estremecía ante el más mínimo contacto, aquella melodiosa voz resonaba en sus oídos angelicalmente, por más barbaridades que dijese, seguía siendo de alguna manera, agradable escucharle maldecir a él y al resto del mundo, hizo ademán de levantarse, pero de un empujón se vio otra vez tendido sobre el colchón deteriorado y manchado, sucio. Olía mal, desprendía un hedor a humedad insoportable pero había logrado acostumbrarse al fin, se acurrucó con su delgada sábana buscando calor en ella, aunque afuera hiciesen más de treinta grados de calor. Lo miró con desprecio y él sonrió, apreciaba aquél gesto, por lo menos se molestaba en verle como mínimo una vez al día, preguntándose si tenía lo necesario para pasarla relativamente, bien.

—Nadie pidió tu opinión, niño—. Escupió las palabras que escogió cuidadosamente al cabo de unos segundos, se acomodó el abrigo mirándose al espejo, se abrochó los tres primeros botones faltantes y contempló su apariencia, ahora se veía distinto. Había pasado mucho desde que se vio así, su cabello había crecido más y le daba cierto aspecto descuidado, que lo hacía realmente encantador.—Te he dicho que hables sólo cuando te lo pida.—. Volvió a hablar, esas palabras penetraban con fuerza sus oídos como si de clavos se tratase. La simple presencia de aquél rubio le abrumaba, pero le adoraba y él también le correspondía. Se situó sobre él, posó los labios sobre los del menor, abriéndose paso lentamente. Se separó de repente y procedió a mirarlo.

—Das lástima, América.—.

En su voz podía notarse todo rastro de burla, sarcasmo y desdén. La sonrisa se desvaneció tan rápido como pudo, la puerta se abrió de golpe dejando ver a un castaño de una altura considerablemente alta, poseía en su rostro una sonrisa bastante ancha, de oreja a oreja. En sus manos, llevaba una bolsa de color café que sonaba con cada paso que daba. El susodicho, se desplazó grácilmente a través de la habitación, ignorando completamente, a la joven nación, como si fuese algún mueble más, alguna pintura. Escuchó cómo ambos se carcajeaban y se daban suaves golpecitos en los hombros, sin dirigirle una mirada más, se retiraron de la habitación dando un portazo, estaba oscuro.

Su frágil y delgado cuerpo, parecía romperse con cada ruido que escuchaba, con cada paso que se acercaba incrementaba su angustia, sus dudas. Nuevamente aquél sonido tan familiar que normalmente, le alegraba. Susurró unos garabatos inaudibles, el aroma a alcohol inundaba sus sentidos, empezó a besarle el cuello y él sólo se dejaba hacer, hacía mucho ya había renunciado a su propia voluntad desde entonces.

Gracias por leer ^^