Editado
Hola de nuevo!
Esta historia participa de la Ronda de Retos: ¡Cardcaptor Family! del foro "¡Libérate!" de SCC
Espero que les guste el escrito. Me costó bastante porque no sabía sobre que eje llevar la historia, tampoco sabía como comenzar y que explayar.
Pero una vez que eso se solucionó, vino la segunda parte que me frenó muchas veces. Mi compu anda muy mal, el cable del cargador no funciona bien y si se mueve un pelin se apaga. La gata que estoy cuidando en estos momentos no me ayudó en nada a que eso no sucediera. Pero al fin aquí esta!
Espero que les guste. Como siempre cualquier crítica que quieran darme será más que bienvenida.
Saludos!
Palabras: 1993
(Como el año que nací)
Amantes
Estaba despertando aún sin abrir sus ojos, sintiendo como una mano le acariciaba el cabello con suavidad. Sonrió al saber quién era que disfrutaba de ese contacto y abrió sus ojos para encontrarse con otros de color ámbar que se encontraban perdidos en sus pensamientos mirando a la nada, volviendo su movimiento algo mecánico. Como si estuviera sopesando alguna idea que lo atormentaba en ese momento.
Decidió sacarlo de ese lugar en su mente, comenzando a acariciarlo y notando como su piel se erizaba a su paso, mientras que al mismo tiempo su cuerpo despertaba una sensación de insatisfacción de tenerlo a su lado. Lo necesitaba con ella, y así se lo hizo saber.
-Syaoran- Fue lo único que salió de su boca al momento en que ambos alcanzaban la cumbre del clímax. Siempre les gustaba quedarse unidos por un buen rato, aunque el deseo sexual no volviera, aunque a veces sí, sintiendo como su miembro volvía a tomar forma dentro de ella. Era una de las sensaciones más placenteras.
Se miraban a los ojos sin decir una palabra, dejando que sus cuerpos bajen las revoluciones que tal acto les daba.
Pero instantáneamente la castaña comenzó a recordar que hoy era el último día que estarían juntos. Todos los meses Syaoran venía a Tomoeda a pasar 3 días con ella. Sabía que sus obligaciones y responsabilidades se encontraban en Hong Kong, y también se encontraban en ese lugar la familia de quien la acompañaba.
Si, Syaoran Li, heredero y ahora líder de Corporaciones Li a sus 30 años tenía una esposa y una hija esperándolo en Hong Kong. Una vida totalmente distopica a la que llevaba por 3 días cada que iba a la pequeña ciudad. Y eso le pesaba, le pesaba en el alma, que aunque sintieran un profundo amor entre ambos, él tenía una vida y una familia a la cual responder.
Sabía que no la amaba, sabía que amaba a su hija, sabía que su trabajo era su vida, sabía que la amaba a ella. Pero era inevitable el sentimiento de inseguridad que crecía en su interior cada último día que estaba con ella. Trataba de ser fuerte, de verdad que lo hacía. No quería pasarse llorando las últimas horas que se encontraba con él. Pero era inevitable, casi como una ceremonia.
Sus ojos destilaban tristeza, y las lágrimas caían a los costados de su rostro. La situación no era la que deseaba. Ni en sus más remotos sueños hubiera pensado que terminaría enamorada de un hombre casado, con una hija.
-Sakura, por favor no llores- Como un golpe volvió a la realidad para centrarse en el rostro que ocupaba toda su visión. La miraba preocupado, lastimado, culpable. Tantas emociones se reflejaban en sus ojos. La absorbía en su mundo interno, que aunque le diera paz, la atormentaba al mismo tiempo. Se encontraba a ella misma cayendo en un abismo que le producía placer y amor, pero al mismo tiempo terror, pánico, de que algún día llegaría el golpe final, el día en que ese ser amado decidiera dejar de jugar a los amantes, y decidiera seguir con su vida junto a su familia.
-Lo lamento- Alcanzó a decir con voz lastimera y entrecortada antes de empujarlo suavemente para que le diera su espacio. Pues cuando recordaba que todo no es más que una ilusión, el contacto se le hacía insoportable, quemaba, le causaba asco y repulsión, no por él, sino por ella. Pero bueno, también por él, por arrastrarla a esos sentimientos de agonía, de placer, de amor, de falsa y de ser un pequeño escalón que subía y bajaba siempre que él quería, como una muñeca a la cual olvidan por un mes, y al siguiente por 3 días era el juguete preferido. Porque así se sentía, usada.
-Sakura…-La voz de él era gruesa, sensible y autoritaria.
Desde que lo conoció en una junta de negocios de su empresa con Corporaciones Li para poder empezar a expandirse en el territorio japonés, la voz de él la atrajo desde el primer instante. Primero fue su presencia, su exquisito vestir, su rostro serio que casi no reflejaba ninguna emoción, sus ojos ámbar que la hipnotizaron desde el segundo en el que sus miradas se encontraron. Luego su voz, esa voz gruesa que le causó un escalofrió en toda la columna vertebral, sus bajos instintos despertaron sin aviso haciéndola sentir incomoda y deseosa. Al fin y al cabo, de santa no tenía mucho. Y por ultimo sus caricias, sus besos, su piel, su aroma, y todo lo que lo comprendía a él la embriagaron de formas que no supo relacionar con nada. Como el primer beso, luego de que las reuniones dieran fruto, salieron a festejar. De alguna forma, ebrios y felices tuvieron el primer contacto físico que no quedó solo en ese beso. Eso sí que no. Estaba ebria, en todos los sentidos, su cerebro no funcionaba acorde a la moral, su cuerpo pedía a gritos, que no pudo callar luego de probar el manjar que su sabor emitía en su boca, dulce, amargo por el alcohol, deseoso, húmedo y caliente. Fue una explosión de emociones y sensaciones estar con él la primera vez. Y valla que lo seguía siendo, cada día que volvía a sus brazos, el cuerpo podía más que la razón. Y todo este inicio había sido hace 3 años atrás.
-Estoy bien, solo… dame un respiro- Dijo tratando de centrarse y de no perecer ante la inaudita agonía que le provocaba. Como la agonía que sintió el día que se sincero con ella, mencionándole a su hija y su esposa. Ese día, calló por el precipicio en el que se encontraba cayendo desde hace 3 años. Tres benditos años, padeciendo todo ese torbellino de emociones que la dejaban completamente agotada. Podía sentir claramente como del amor, pasaba al odio, luego al placer, luego al asco, y así seguía en su círculo vicioso. A veces terminaba tan agotada que no podía conseguir concentrarse en su trabajo. Y lo único que la relajaba era el deporte.
-Háblame, por favor, no te lo guardes. No quiero que sufras sola.- Le dijo, y era todo lo que faltaba para hacerla explotar. Casi nunca se quejaba, trataba de calmarse y luego hablar desde un lugar más razonable que no fuera desde el dolor.
-¿No quieres que sufra sola?- Se dio media vuelta encarando el ser dueño de todo lo que sentía.
-Por favor Syaoran, sabes perfectamente que lo hago, lo hago cada uno de los benditos días desde hace 3 años. ¡3 MALDITOS AÑOS!- Grito a viva voz cuando su interior explotó, y solo observo el rostro de él que abría los ojos con sorpresa, ella nunca le había gritado, ni hecho alusión a lo que de verdad sentía. –No sabes lo que es vivir en la sombra, de llorar por cada rincón cuando recuerdo que tienes que volver con tu familia. Que tengo que esperar un mes para volver a verte. Que mis emociones me pasan factura bajando mi desempeño laboral. Que no puedo… dejar de sentirme usada… sucia- Dijo a lo ultimo casi siseando por el asco y rencor que le generaba toda la situación. –Y no es solo tu culpa, la culpa también es mía, ¡LO ADMITO!, yo soy la tonta que sigue esperándote, yo soy la loca amante de uno de los empresarios más importantes de Asia, yo soy la imbécil… la que se enamoró de alguien que ya tiene su vida formada.-Su voz subía y bajaba en volumen tratando de exponer todas sus emociones.
-Sakura, por supuesto que lo sé. Yo también me siento culpable de todo lo que te genero. Sé que te amo, que eres la mujer que quisiera tener a mi lado. Que estés en mi vida no solo un par de días al mes, me gustaría que estuvieras cada una de esas mañanas conmigo por el resto de mi vida. He tratado de encontrar la solución. ¡Maldición! Te juro que lo intento, pero el consejo no me da alternativas, ni siquiera una breve esperanza de que pueda tratar de divorciarme sin armar un escándalo mundial. Además también está mi hija. No sé cómo encontrar el punto medio entre Yuuko y su madre en el caso milagroso de que pudiera divorciarme.- Vio como Syaoran se levantaba ofuscado de la cama, dando vueltas por el cuarto mientras se tomaba el cabello. A veces se lo revolvía, otras se tironeaba como tratando de sacar ideas en su mente.
Como un golpe en el pecho que la dejó sin aire por un momento sabía que la relación entre ellos no se podía concretar. Llevó sus manos al pecho como tratando de frenar el intenso dolor de su corazón que la ahogaba mientras las lagrimas fluían con más entusiasmo por su rostro.
-Creo que soporte bastante- Dijo casi en susurro, más para ella misma que para él. Pero la había escuchado. En el instante en que sus ojos se cruzaron una vez más su pecho empezó a doler aún más. ¿Cómo era posible cargar con tanto dolor y aún estar viva? –Yo…-dijo suavemente tratando de encontrar el valor en lo que estaba por decir. Le dolía, su pecho palpitaba fuertemente ante las palabras que estaba a punto de emitir. Su cuerpo vibraba por el vacio en el que se encontraba, su garganta se cerró, su cerebro pulsaba doliente en su cráneo en una lucha de sus neuronas tratando de encontrar sentido. El amor o el desasosiego que vendría. Volvió a centrarse en el rostro de Syaoran que lo miraba expectante a sus palabras. Abrió sus ojos con sorpresa como adivinando lo que estaba por decir, pero que la anatomía de ella se negaba.
-Por favor Sakura- Se acercó rápidamente a su lado tomando una de sus manos besándola por clemencia. Sí, pedía clemencia, mientras sus ojos comenzaban a picar. –Por favor… no lo digas, encontraré la forma. Por favor- Decía sintiendo como su pecho se estrujaba cual trapo de piso ante las palabras no pronunciadas, pero que se podían respirar. Sus lágrimas comenzaron a descender lentamente. Como si el poco orgullo que le quedaba como hombre, como Li, como persona, las frenaran. Estaba implorando, se había puesto de rodillas ante ella pidiendo que no lo dejara. Que no terminara, no quería que terminara. Para él apenas y habían comenzado. No podía dejarle el sabor amargo de ser un objeto. –Te amo, por favor- Se escuchó decir con voz extraña.
-Syaoran… No podemos seguir así, no hay forma de que continuemos con esto. Estoy cansada. También te amo, no hay dudas de eso. Pero ¿De qué vale amarte si cada vez que te vas termino sintiéndome la peor basura del planeta? ¿De qué vale amarnos, si no podemos estar juntos?- En un uso de razón pudo emitir las palabras que tanto le costaban. –Quiero… Quiero que terminemos con esto.- Le dijo cerrando los ojos. Se sentía morir de dolor, se sentía asfixiada, afligida, débil, vulnerable. De pronto el calor que transmitía las manos de él se esfumó y escucho unos ruidos. Abrió los ojos para encontrarse al castaño vistiéndose rápidamente mientras trataba de limpiar las lágrimas que caían sin cesar en sus ojos. Estaba eufórico, también se sentía asfixiado de los sentimientos que lo abrumaban. Trataba de irse lo más rápido posible tratando de no escuchar los sollozos que la castaña emitía.
Cuando terminó la vio en la cama, tan frágil, hermosa, aún con sus ojos rojos e hinchados. Su mano cubría su boca y lo miraba con los ojos abiertos.
-La próxima vez que nos veamos… Va a ser para pedirte matrimonio. Voy a volver. Te lo juro por mi vida, por mi orgullo, por mi apellido... Por mi hija- Le dijo enojado y tratando de calmarse. Iba a encontrar la solución, así le resultara quedar en la calle. –Te amo Sakura Kinomoto- y cerró la puerta.
-Te amo Xiao Lang Li- soltó la castaña al aire.
