Una vida 'normal'
By Alex-Wind
Tiempo de partida... 8 de Febrero, Martes, 10:30 p.m.
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CAPÍTULO 1
¿POR QUÉ ASÍ?
Alguien iba detrás de mí, quería algo que me pertenecía... no, no era 'algo' sino era a 'algien'... ¿Quién? ¿Quién puede 'pertenecerme'...? Un momento, ¿ALGUIEN perteneciéndome a MÍ? Me di media vuelta, había una mujer con ropas que sólo había visto en documentales de antiguas civilizaciones frente a mí... con una especie de espada cubierta de sangre en su mano derecha, no podía verle la cara y según sabía, ella quería matarme. La arma que tenía en su mano era mía... yo estaba cansada, herida (por culpa de aquella persona frente a mí) y con pocas probabilidades de huir de ese lugar, algo me decía que no podía escapar, tenía que enfrentar a esa mujer y darle fin a lo que yo tenía con ella... lo que significaba que tenía que defender a aquella 'persona' que de algún modo me 'pertenecía'.
-Escúchame niña... ¡No permitiré que lo alejes de mí lado! ¡Me pertenece!—Yo... ¡¿Le quería quitar a un hombre! ¡¿En qué rayos yo habría de estar pensando para hacer ESO! ¡¿Y ESA mujer en qué rayos piensa! Es decir, creo que querer matarme solo por 'querer alejarlo de ella' es extremismo... y una GRAN desesperación por 'tener' a alguien... esa tipa estaba loca o muy urgida.
-¡¿De qué me hablas! Además, si él no quiere estar contigo es por una razón—Y no puedo imaginarme cual... si claro ¬.¬—Deberías dejarlo ir y ver si encuentras a alguien que pueda quererte como tú quieres, ahora... ¿Podemos terminar con esto? No me gusta pelear—En eso no mentía, a mí no me gustaba y me daba miedo el pelear, siempre trataba de 'arreglar' las cosas de una manera diplomática... tal vez era demasiado cobarde como para que lo admitiera.
-¡Cállate! ¡Tú no sabes nada! ¡Ambos estábamos muy bien juntos antes de que tú tuvieras que regresar y lo arruinaras todo!—De un modo u otro, eso me hacia sentir mal—Al fin había conocido la felicidad... había encontrado a alguien que me comprendía... ¡Pero tuviste que aparecer tú, tú y tu maldito pasado!
-Espera, cálmate. Podemos arreglar esto—La actitud de esta mujer me estaba asustando, me sentía culpable e insegura... son mencionar ella estaba armada y yo indefensa.
-Si... si podemos arreglar esto, me encargaré de ti 'niñita', tú eres una pobre niña tonta que jamás llegará a comprenderlo, nunca comprenderás sus sufrimientos, jamás podrás llegar a conocerlo tanto como lo conozco yo y, sobre todo, ¡olvida la idea de que tus sentimientos puedan corresponder los de él como verdaderamente se lo merece!
-¡Escúchame! ¡Tú no me conoces! ¡No sabes por lo que he pasado! ¡No sabes todo el dolor que he sentido por mi familia y amistades! ¡No creas que mi vida es tan linda y hermosa como has de creer! Yo también conozco lo que es el dolor, temor, sufrimiento... y también el odio...
Era verdad, sabía que la vida de nadie podía ser 'perfecta' en cualquier tipo, sin embargo, eso me hacía sentir triste, sola en cierto modo. Ella me reclamaba por alejar a ese ser tan especial para ella, pero, yo no tenía la culpa, nunca he tenido la intención de dañar a alguien de ese modo ya que no me parece el tratar de dañar a alguien a base del corazón.
-De cualquier modo, no sabes por lo que él y yo hemos pasado, jamás podrás comprender todo el dolor y soledad que hemos sentido a lo largo de toda nuestra vida.
-Tal vez no pueda entenderlo, pero... si él prefiere estar conmigo, deberías de respetar su decisión y dejarlo ser feliz en lugar de interferir con lo que él desea hacer—No sabía de 'quién' estábamos hablando, pero, me involucraba y sabía que había dado en el clavo.
-¡No digas estupideces!—De la nada apareció detrás de mí y alcancé a evitar que me partiera en dos alejándome lo mejor que pude de ella... no lo hice lo suficientemente rápido, me hizo un largo corte en la espalda—Pensaré en lo que dijiste después de acabar contigo, esta charla es completamente inútil—Iba a matarme, de seguro lo haría.
-¡Detente!—Escuché no muy lejos de donde nos encontrábamos ambas, era el sujeto por el que ella deseaba mi muerte... tampoco podía ver su rostro—Por favor... no le hagas daño, haz lo que quieras conmigo, pero, a ella déjala...
-Esto no es lo que quiero—Comenzó a murmurar— ¡Haré que de verdad me ames y no me importa lo que tenga que hacer para lograrlo!—No estaba muy lejos de mí, tomó fuertemente su espada y me atravesó con ella.
Abrí mis ojos y al mismo tiempo me senté de golpe en mi cama, mi respiración estaba agitada, parte de mi piel se encontraba húmeda por el sudor en mi frente y mi madre me miraba con la duda en su vista a causa de mi repentino 'despertar'.
-¿Estás bien? Ya tienes que ir a la escuela—Ahí me di cuenta de que mi corazón latía muy rápido, respiré un par de veces y le contesté que me encontraba bien y que había tenido un sueño muy extraño... solo se soltó riendo.
Mi padre me llevaba a la escuela... como todos los días... nada relevante. Casi nunca hablábamos acerca de nada puesto que no teníamos nada bueno que decirnos. Me dejó frente a la puerta de la escuela y me despedí de él, casi siempre llegaba tarde y ese día no fue la excepción así que sin compañía me dirigí a mi salón. En el transcurso del camino me encontré con mi mejor amigo, lo saludé y me acompañó a mi aula correspondiente. Nada relevante. El día pasaba como si nada, de hecho... no pasaba nada. Hacía lo mismo que hacía todos los días, me sentaba a prestar la mayor atención que podía a la clase, resolvía los problemas que nos ponían, trataba de memorizar y 'aprender' todo lo que pudiera y así no reprobar en los exámenes, cada vez que se terminaba un módulo me repetía a mi misma: "Solo una clase más... solo una más". Platicaba con mis amistades, bromeábamos entre nosotros, era un buen día.
Después de los primeros cuatro módulos la chicharra (ya que el timbre no sonaba a timbre, sino a una molesta y chillona chicharra) sonó anunciando que el receso había comenzado, salí de mi aula y me dirigí 'al lugar de siempre'; al entrar a la escuela a simple vista te puedes topar con un pasillo en el cual está el 'periódico mural' y al salir de él a la derecha hay varias bancas en las cuales te puedes sentar, ahí siempre me encontraba con mis amistades. Siempre me estaba con Bety, Abi y Rafa, nunca hacíamos nada bueno, a menos de que estuviéramos pasándonos alguna tarea no hecha, platicando cualquier cosa que nos ocurría o discutiendo entre nosotros (aquí lo más 'normal' y consecutivo sería que discutiéramos Rafa y yo), de ahí en adelante sólo nos sentábamos a hacer uno que otro comentario y esperar a que la chicharra sonara de nuevo para entrar a nuestras respectivas clases (los cuatro estábamos en diferentes salones).
Siempre al sonar la chicharra Abi y Bety se iban por su lado y yo me iba con Rafa ya que nuestros salones estaban prácticamente juntos y nos quedaban de pasada, a veces discutíamos o comentábamos algo. Nada fuera de lo 'normal'.
De nuevo, las clases transcurrían como si nada, en el taller me sentaba junto a Rigo y a Lalo, los tres siempre platicábamos cosas 'extras' y a veces nos reprendían por eso, en fin, me la pasaba muy bien con ellos hasta que llegaba la hora de la salida, ahí a veces me iba con mi compañera Cinthia hasta que me encontraba a mis tres camaradas en el camino y me despedía de ella, me quedaba un rato charlando con ellos hasta que en mi reloj que marcaba la 1:48 p.m. (regularmente) y me despedía de ellos para hablarle a mi madre y decirle que ya viniera por mí (si no le hablaba ella se enojaba y me daba un sermón sobre... que ya no llegara tarde).
A veces Rafa me acompañaba, a veces todos nos despedíamos y nos íbamos por nuestra cuenta, a veces nos íbamos de uno por uno. Nada fuera de lo 'normal'.
Frente a la escuela había una papelería y enseguida de ella a la derecha había una calle que conducía hacia otra calle principal, yo me despedía de Rafa y me iba por aquella calle donde en varias ocasiones me encontraba con Rigo, él siempre hacía que una sonrisa apareciera en mi rostro, era muy gracioso y creo que nunca olvidaré sus comentarios sobre 'prostitutas' y 'las bebidas de piña con sombrillita' sin mencionar aquellos en donde se imaginaba a mi madre en estado de ebriedad (debo de aclarar que ella NO toma).
Llegamos a la esquina en donde se ve la calle principal y él se va a su casa mientras yo me quedo a esperar a mi madre la cual no tarda en llegar, me subo a la camioneta, le doy un beso en la mejilla (siempre quiere que lo haga) y en el camino le voy comentando cómo estuvo mi día y cómo me fue durante el transcurso de éste. Nada fuera de lo 'normal'.
Al llegar como cualquier cosa y regularmente me acuesto a dormir, últimamente se me ha dado mucho el dormir en las tardes y ya se ha vuelto casi una costumbre. Nada 'extraño'.
Alrededor de las 5:20 p.m., mi madre o mi hermana me despiertan (lo cual no me agrada en lo absoluto) para que me cambie y me ponga mi uniforme para ir al gimnasio cercano a mi casa y entrenar Tae-Kwon-Do, aquellas clases siempre me despertaron cuando estuve dormida y si me dolía la cabeza o algo, durante aquella hora en la que el profesor me traía en friega el dolor desaparecía casi por completo.
Aquel día nos tocaba practicar los pasos de combate y la defensa personal. Nada fuera de lo 'común'.
Al llegar me quitaba el uniforme y revisaba si tenía alguna tarea pendiente, a veces recibía la llamada de mi mejor amigo y charlábamos durante un rato, si no era así, me dedicaba a escuchar algo de música y pensar en cosas, terminaba la tarea y comía algo, unas horas después llegaba mi madre y me saludaba, después llegaba mi padre y a él también lo saludaba. Nada 'extraño' ocurría, todo era 'normal'.
Había perdido por completo la costumbre de dormir 'temprano' y siempre me acostaba a las once o doce de la noche a dormir, después nuevamente en la mañana mi madre me levantaba y se repetía lo mismo de todos los días. Nada relevante, nada fuera de lo 'común'.
Así era mi vida, común, simple, nada relevante, vivía como cualquier persona 'normal'.
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Un día, por cuestiones laborales, ninguno de mis padres pudo llevarme a casa después de la escuela y me tuve que ir caminando a ella, iba sola ya que el amigo que me acompañaba tenía que ir a la rondalla de la escuela (él era muy hábil con la guitarra). La escuela no estaba muy lejos de mi casa pero como no tenía ninguna prisa decidí irme por el camino largo, casi nunca pasaba por él y me dije a mi misma: "¿Por qué no?". Un horrible y a la vez costoso error.
Al ir caminando por la calle principal me di cuenta de que ésta poco a poco se estaba quedando prácticamente vacía, no pasaban carros, gente, ni siquiera una maldita bicicleta, nada. Comencé a inquietarme y apresuré el paso, en mi casa sólo se encontraba mi hermana menor. Estaba a dos calles de llegar a ella cuando escuché una suave y tranquila voz detrás de mí.
-¿A dónde vas con tanta prisa?—Un escalofrío recorrió mi cuerpo y mi corazón comenzó a latir con rapidez, un miedo extraño y desconocido estaba surgiendo en mí.
Me giré para ver quién me había llamado para darme cuenta de que no había nadie, completamente extrañada me di media vuelta y al hacerlo vi a un chico, no parecía tener más de veinte o quizás dieciocho años, tenía el cabello corto y me extrañé que éste fuera de un color morado oscuro, los rayos del sol hacían que sus ojos azules se vieran resplandecientes y se vestía de una manera muy extraña para mí, sus ropas negras eran de un estilo japonés, me pareció raro ver vestido a alguien así y más en ésta época, lo primero que se vino a mi mente fue un: "Este chico va a alguna fiesta de disfraces... creo" o "¿Qué no sabe que ya pasó halloween?".
-Me imagino que has recibido mis notas—Dijo con calma, ahí si me espanté, ¿él me había enviado aquellos mensajes que decían: "Te estoy observando", "Me pareces la indicada", "Eres más resistente y fuerte de lo que crees", "Pronto te buscaré", "Mi maestro concuerda conmigo o por lo menos eso me da a entender"? Siempre creí que se trataba de algún vecino o algún compañero que quería hacerme alguna broma pesada, nunca tomé en serio aquellos recados que aparecían en mi mochila o el algún lugar por el que yo pasaba cada mañana desde hacía un mes.
Sin darme cuenta él había tomado mi muñeca izquierda y me observaba con malicia, el miedo se apoderó de mí, había olvidado todo lo que había aprendido en las clases de defensa personal, ahora sólo intentaba soltarme lo mejor que podía, no gritaba, sentía que me habían quitado el habla, solo intentaba soltarme pero fracasaba miserablemente.
No sé qué ni cómo lo hizo, pero en un parpadeo yo estaba en el suelo con él arrodillado cerca de mí, no decía nada, intenté por todos los medios quitármelo de encima pero por más que lo intentaba no lo conseguía. Sólo recuerdo haber sentido una presión fuerte detrás de mi cuello y ahí perdí el conocimiento... todo eso sucedió a una calle de mi casa.
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Al despertar me encontré en un lugar completamente desconocido, estaba recostada en una especie de cama muy extraña y tanto mis brazos como piernas habían sido sujetados fuertemente a ella, varias máquinas se encontraban a mí alrededor y en todas ellas por lo menos había cinco o siete cuchillas de diferentes tamaños.
Me asusté de sobremanera y traté de recordar lo que había aprendido de la televisión pero nada se me venía a la mente, intenté levantarme, de alguna manera tratar de soltarme y escapar lejos de aquí, pero todos mis esfuerzos por liberarme eran completamente en vano. Comencé a llorar, sólo quería irme a mi casa, quería comer y dormirme en mi cálida y suave cama como lo hacía todos los santos días, quería hartarme de que mi hermana me hiciera la vida imposible, quería que alguien me lesionara durante los entrenamientos, quería... quería que esto fuese un sueño, no, una pesadilla y que me despertase pronto para que después me riera de esto y seguir con mi simple y cómoda vida, como todos los días.
Pero no era, ni iba a ser así.
Al instante escuché unos pasos aproximarse por un pasillo oscuro y húmedo, eran dos, el chico que me había encontrado cerca de mi casa y a otro que tenía el rostro cubierto.
Toda la habitación parecía sentir el aura de ambos y al instante todo se puso tenso, mas los personajes aparentaban no sentir nada. Se acercaron a mí y me miraron con interés, mientras yo temblaba de miedo.
-¿Es ella?—Preguntó el que tenía el rostro cubierto con voz grave y un tono de decepción.
-Si maestro, créame, resistirá la operación, le he estado observando y tiene un 'algo' que la hace diferente a los demás, quizás aún no se da cuenta de ello, yo me tardé bastante en notarlo—Respondió con calma el muchacho.
¿Dijo 'operación'? ¡¿Qué demonios tenían planeado hacer conmigo!
-Necesitas aprender a hacer los cortes de 3 milímetros de profundidad y no tienes que desperdiciar tus habilidades, aunque por más que buscamos a alguien resistente todos mueren en la operación porque son débiles y no soportan el dolor, ¿qué te hace pensar que esta ningen puede tolerarlo?—Yo solo los miraba con miedo, no dejaba de preguntarme que era lo que harían conmigo, en mi mente cruzó el que si iba a sufrir, que por favor me matasen en ese momento.
-Descuide no sucederá.
-¿Estás seguro?—Un mirada dudosa pareció en los ojos del otro.
-Completamente—Me iban a operar, ¡pero si yo no tenía nada! ¿Qué iban a hacerme? Dios, por favor que me suelten.
-Entonces iniciaremos de inmediato, recuerda todo lo que te enseñé, ésta no se te tiene que ir, si ella muere habrás fracasado en tu prueba y te mataré, no serás merecedor de mis técnicas—Declaraba el aparente 'maestro' mientras se colocaba unos guantes en sus frías y también huesudas manos, lo mismo hacía su 'alumno' y ambos se acercaban a mí, el chico tomó mi rostro y lo examinó, yo de inmediato me resistí e intentaba mover la única parte libre de mi cuerpo que tenía pero sabía que no podía hacer nada.
-Si te sigues moviendo te cortaré la cabeza—Amenazó el chico y me detuve, ¿qué sería peor? ¿Qué me cortaran la cabeza de una vez o que me quedara a aquella operación que me iban hacer?
-¡¿Maho cuántas veces te lo he dicho! ¡Con los pacientes así no se debe de preguntar!—Al instante jaló una palanca y mi cabeza fue sujetada a la cama, acercaron una luces muy intensas y el chico que se llamaba Maho tomó un bisturí y lo acercó a mi frente.
A partir de ahí solo sentía dolor...
Sentía el dolor de los cortes que hacían en mi frente, sentía como la sangre caía hacia el suelo y no sólo eso, podía sentir como todo tipo de dolores pasados tanto físicos como mentales regresaban sin consideración alguna hacia mí.
Escuché como el maestro le daba pequeñas recomendaciones al alumno pero más de la mitad de lo que comentaban no lo entendía, comenzaba a perder el conocimiento pero lo único que me mantenía despierta era el intenso dolor que se me era aplicado.
Era tanto el dolor que quería morir... ¡Quería que me mataran de una maldita vez!
Pero no lo hicieron.
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Cuando desperté vi que estaba en el suelo acostaba bocabajo completamente rodeada por nieve, solo traía puesto el uniforme deportivo de la escuela y sentía que me congelaba, aparte un horrible dolor de cabeza me agobiaba y al tocar mi frente me di cuenta de que estaba vendada, retiré mi mano y al verla estaba manchada con mucha sangre. En parte quería morir y en parte no, ya no quería sentir aquel horrible dolor y ese maldito frío en el cuerpo, pero, aparte, no quería irme sin despedirme de las personas que más apreciaba, así que comencé a caminar sin rumbo alguno preguntándome dónde demonios me encontraba, nunca había estado en un lugar y situación así y no tenía idea de lo que podría hacer.
No sé cuánto tiempo pasó que dejé de sentir tanto mis piernas como brazos y caí al suelo, no tenía energía para seguir caminando y pensé en que moriría en aquel lugar, sola, adolorida y con un odio profundo por los que me hicieron esto.
Cerré mis ojos con intención de dormir y no despertar nunca más pero en ese instante pude sentir como unos cálidos brazos me levantaban poco a poco y me cubrían con algo igual de cálido, lo primero que vino a mi mente fue una cobija, no estaba en condiciones de razonar por completo, ese alguien me tomaba en brazos y me llevaba a algún lugar, no había abierto mis ojos y me daba mucha pereza el hacerlo, de hecho, no me habría importado morir así, entre aquellos cálidos y protectores brazos que me rodeaban.
Me sentía muy cansada, y con el pensamiento de que la próxima vez que mirara cualquier cosa me encontraría en el cielo o en el infierno, me dormí con tranquilidad.
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-¿Se recuperará?
-Eso espero, para que haya sobrevivido a lo que le hicieron debió de haber sido muy fuerte, aunque ya han pasado tres días...
Yo no conocía esas voces, aunque sentí como si ya había escuchado varias veces antes una de ellas, pero estaba tan cansada y adolorida que no me molesté en razonar, sólo me quedé recostada sintiendo una gran decepción por no estar muerta, podía sentir dolor, podía respirar un aroma de... ¿Rosas? No me molesté en preguntar, podía sentir como estaba recostada en una cama suave sin nada que me atase a ella y podía sentir a dos presencias algo 'extrañas' en la habitación en la que me encontraba. Quería saber quienes estaban en la habitación, quería saber cómo eran, eran dos hombres, no podía definir su edad pero en ese momento creí que lo mejor y más considerado de mi parte era que por lo menos les agradeciera el que cuidaran de mí.
Así que muy pesadamente abrí con lentitud mis ojos y me vi dentro del cuarto de un joven muy ordenado, y al intentar girar mi cabeza un dolor más intenso llegó evitando que la girara e hiciera un pequeño quejido.
-¿Estás despierta?—Uno de ellos se acercó y preguntó con dulce voz, se acercó más y pude ver su rostro, en ese momento según yo ya estaba muerta... bien muerta y estaba en el cielo.
El chico que había hablado era verdaderamente encantador, tenía el cabello rojo largo lo cual hacía que resaltaran sus hermosos ojos verdes, en su cara había un lindo semblante de preocupación e incluso un uniforme escolar lo hacían ver como un verdadero e inigualable ángel... a mi parecer sólo le faltaban las alas.
-Eh... ¿Sucede algo?—Noté que tanto mis ojos como mi boca se encontraban abiertos... eh... estaban muy abiertos...
-N-No... Nada...—Dije en tono de disculpa, me sentía muy tonta.
-Dime, ¿te sientes bien?—A decir verdad la pregunta me pareció bastante estúpida, ¿qué demonios no me ha visto, o qué?
-No—Respondí secamente. No comprendo porqué a veces las personas hacen preguntas muy estúpidas y sin sentido, si de plano me ve que estoy sangrando o cualquier cosa y todavía se atreve a preguntar si estoy bien... ¡Está más que claro que no lo estoy!
-Entonces... ¿Te puedes poner de pie, no, discúlpame, creo que te estoy pidiendo demasiado.
No respondí y cerré mis ojos, necesitaba descansar, dormir, estar en ese estado del sueño en donde no sientes absolutamente nada y quedarme ahí un buen rato. Hasta que recordé la presencia de alguien más aparte de aquel ángel (quién aún estaba cerca), pero lo raro fue que sentía como si yo ya conociera aquella esencia.
Pero antes de que preguntase cualquier otra cosa...
-¿Podrías decirme tu nombre?— ¡Necesitaba saberlo!
-¿Mi nombre?... es Suuichi—No conocía a ningún Suuichi.
-¿Quién es el que está junto a la ventana, me duele mucho mi cabeza y no puedo girarla para poder verlo... por favor—Abrí mis ojos y me topé con una linda sonrisa, Suuichi se había sentado en la que seguramente era su cama y miró hacia la ventana sin dejar de sonreír.
-Es Hiei—Dijo ahora mirándome.
-Eh... si, gracias—Hiei... Hiei... nunca había conocido a alguien que se llamara Hiei o Suuichi.
Me sorprendió el que no hayan preguntado por mi nombre o cualquier cosa sobre mí y de hecho no me molesté en decírselos, sólo traté de acomodarme mejor en la almohada (lo cual dolió bastante) y volver a conciliar el sueño, no pasó mucho rato para que me durmiera.
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Cuando me desperté (de nuevo) la cabeza ya no me dolía tanto.
Me vi generalmente y encontré que traía otras ropas puestas, creo que era una pijama de camisa y pantalón verde... si, era un verde jade claro; ya al poder girar mi cabeza vi una nueva mañana que se asomaba por la ventana, me sentía mucho mejor, aunque junto con ella solo podía ver a un individuo en la habitación, el chico Minei (creo que así se llamaba, soy pésima para recordar nombres) vestía unos pantalones negros, camisa de color azul no muy oscuro, una cinta blanca estaba en su frente, parecía tener la misma altura que yo (1.60 cm) y me miraba de una manera seria y atravesadora; estaba recostado en la pared bajo / junto a la ventana y no me dejaba de mirar, ¿qué se suponía que le dijera? ¿Debería de darle las gracias? ¿Un "buenos días"? ¿Por lo menos decirle "hola"? Me dio pereza y le dije un:
-¿Dónde está Suuichi?—Sus ojos se abrieron graciosamente mostrando una cara de: '¿Ah?'.
Al instante la puerta se abrió y Suuichi (curiosamente el único nombre que no olvidé) entraba con una bandeja con lo que parecía un plato de avena y algunas galletas, sonrió al vernos y dejó la bandeja en mi-... en SU cama, Minei me miró no muy amistosamente... eso me incomodó.
-Me alegra ver que te sientes mejor, pero creo que debo de cambiarte los vendajes y limpiarte la herida, come algo y después lo haré, ¿si?—Miré el plato tibio y no me pude evitar una sonrisa, pero una pregunta surgió en mi mente.
-¿Cuánto tiempo he estado dormida?—Suuichi me miró con tranquilidad y se dispuso a responder a mi duda.
-Una semana ha pasado desde que despertaste, ya si contamos todo, has estado en mi casa una semana y tres días—Abrí grandes mis ojos y me quedé sorprendida al escuchar el tiempo mencionado, ¡¿una semana y tres días! ¡Simplemente no lo podía creer! ¡Sabía que yo podía dormir durante momentos muy prolongados pero esto ya era demasiado!
-¡¿Qué!
-No te preocupes, lo bueno es que no estás muerta, dinos tu nombre por favor—Intenté calmar un poco mi expresión y miré a Suuichi, este sonreía tratando de crear un ambiente tranquilo y pacífico... y para mi mala suerte lo estaba consiguiendo.
-Alex—Dije y giré mi rostro, no quería ver tanta felicidad frente a mí.
-Bueno... volveré en un momento, tengo que ir por el desayuno de Hiei y el mío—Lo último lo dijo en un susurro y no pude el evitar reír un poco, el chico de negro que NO se llamaba Minei, se llamaba Hiei, HI-EI, solo soltó un gruñido y giró su vista... no me esperaba eso. Esto ya no era tan 'normal' según yo.
Decidí esperar a Suuichi y que los tres comiéramos juntos, a pesar de que me moría de hambre quise esperarlos.
-¿Qué esperas?—Sip, hasta ahora con su 'linda' actitud... no podía esperar que se comportara igual de lindo como Suuichi.
-A Suuichi... me gustaría comer con ustedes— ¿Qué, no quería verme así de grosera y espontánea como él.
-Hn—Pude ver en su cara una expresión muy graciosa de molestia, me reí por dentro y Suuichi no tardó en hacer su aparición, parecía que desde el otro lado de la puerta nos escuchaba para encontrar el momento justo y entrar.
-Bien, es hora de desayunar—Se acercó a Hiei y al sentarse en el suelo junto a él le dio un plato con la misma avena que me había dado a mí, los miré por un rato y después puse toda mi atención en lo que tenía enfrente, deliciosa avena y unas exquisitas galletas para comer.
Yo no acostumbraba el comer rápido, pero esta vez era tanta mi hambre que en pocos minutos la avena y las galletas habían desaparecido de sus platos correspondientes.
Mi sentido común me indicaba que por lo menos debía de darles las gracias... pero lo mejor que pude hacer fue guardar silencio y dedicarme a observarlos.
-¿Sucede algo?—Me preguntó Suuichi mientras se levantaba y recogía los platos vacíos.
-Eh... no nada—Era definitivo, a cada momento que pasaba con ellos me sentía más y más estúpida.
Suuichi fue a dejar los platos a la cocina y durante el tiempo que me dejó con Hiei (traté de ya no olvidar su nombre) no pude evitar el sentir su maldita mirada penetrante, aparte de sentir que me atravesaba, esa mirada me ponía muy nerviosa. Para mi suerte entró Suuichi al poco rato con vendajes limpios, una bolsita con algodón y una botella de alcohol... ¡¿ALCOHOL!
-Haber... no te muevas—Iba a tocar mi cabeza pero detuve sus manos con las mías.
-¿Me va a doler mucho?—De que me iba a cambiar los vendajes iba a hacerlo, pero prefería saber si iba a usar el alcohol de una vez para prepararme a sentir dolor... eh... mucho dolor.
-Quizás, no puedo asegurarte nada—Pasó un rato y solté sus manos con resignación, lo miré con temor y sujeté las sábanas de la cama, en eso Suuichi tomó mi nuca y le quitó un seguro para aflojar los vendajes y comenzar a retirarlos.
Varias punzadas de dolor me atacaban constantemente, apretaba con fuerza las sabanas y al ir observando los vendajes que iban cayendo a la cama vi como en ciertas partes (para ser más específicos en mi frente) había muchos rastros de sangre ahora seca.
-¿Te duele mucho?—Con una toalla húmeda Suuichi limpiaba mi frente y retiraba la sangre que había en ella, no tenía ninguna herida en mi cuerpo, parecía que el único corte que habían hecho lo hicieron en mi frente ya que ahí era en donde sentía algo de ardor. Cuando terminó tomó un pedazo de algodón... ¡Y le puso alcohol!
-Por favor con eso no—Supliqué sin dejar de mirar aquella horrible sustancia con ganas de llorar.
-Es solo para desinfectar, creo que la mayoría de las heridas ya han cicatrizado, pero tengo que asegurarme de que estén limpias para colocarte los vendajes.
-¿No tienes otra cosa?—Pregunté esperanzada.
-Tengo otra cosa pero te arderá más con ella—Mierda.
Tragué saliva y bajé la mirada para sentir como humedecía mi frente con el maldito alcohol, en varias zonas de la frente sus efectos no se hicieron del rogar para notarse, creo que en verdad cicatricé en la mayoría ya que de alguna manera, quizás pudo haber sido peor; solté algunas lágrimas, no podía evitarlo, me dolía bastante, no podían esperar que resistiera tanto... aunque aún no tenía conocimiento de la herida que tenía.
-¿Qué me hicieron en la frente? ¿Es muy grande el corte?—Quería saber si me habían sacado parte del cerebro o algo así, no tenía ni idea de lo que me habían hecho, quizás sólo me quisieron para cortar aquellos tres milímetros para practicar o algo así.
-¿No sabes lo que te hicieron?—Su tono de voz parecía muy sorprendido y extrañado.
-No, yo no quería... yo ahora debería de estar en mi casa, ¡ese maldito me llevó a no sé dónde y me hizo esto!—Exclamé sintiendo muchas ganas de llorar con fuerza a causa de la rabia, era verdad, ¡yo en ese momento debería de estar en la escuela, seguramente durmiéndome en la clase de historia... quizás en la de español!
-O sea que... ¿No fue por tu voluntad?
-No, ¿por qué habría de serlo?—Sentí como mi voz se quebraba.
-¿Podrías decirnos que fue lo que sucedió?—Preguntó mientras se sentaba en la silla de su escritorio y me miraba, voltee a ver al niño de negro (Hiei) y también me miraba con el mismo interés que Suuichi lo hacía, ambos parecían sorprendidos.
No teniendo otra opción o más bien queriendo sacármelo del pecho les conté todo lo que había pasado, o por lo menos lo que recordaba. No fue fácil, en especial aquella escena en donde sentí como el bisturí de aquel joven travesaba mi piel...
Un momento de silencio apareció al final de mi conferencia.
-Después Hiei te encontró entre la nieve y te trajo conmigo, perdiste mucha sangre, pero al final todo salió bien—Un momento... ¡¿Él era el de los brazos cálidos y protectores! Nuevamente me sentí muy tonta y avergonzada. Otro silencio incómodo llegó de nuevo al cuarto—Según lo que nos relataste eres solo una simple ningen—Eso de 'simple' no me agradó pero por ser Suuichi lo pasé por alto, y lo de ningen... me sonaba raro.
-Eh... ¿Qué quieres decir con eso de 'ningen'?
-¿Eres una ningen no?— ¿Para qué demonios me preguntaban? ¿Qué creía que era un espía del gobierno, una admiradora suya traumada o un monstruo que quería matarlos, o qué?
No hice caso a eso y me sentí muy mal por dentro preguntándome cómo estarían mis familiares y amigos, no me habían visto en más de una semana y no sé como se encontrarán ahora.
-Mientes—El niño de negro (se llamaba HIEI) había hablado y me miraba con severidad.
-¿Qué?— ¿Cómo que mentía? ¡Estaba diciendo la verdad!
-Mientes. Tu esencia y aroma no es el de un ningen común, ¡¿eres mitad youkai verdad!
-¡¿QUÉ!—Ok, ahí en verdad que creí que el niño de negro tenía un sentido de la percepción, muy, muy, muy, pero MUY malo, ¡¿cómo se podía imaginar que YO era mitad youkai! Había leído algo sobre ellos en un libro donde venían seres sobrenaturales y por eso tenía conocimiento de varios seres de esa categoría, pero... ¡¿Una youkai!— ¡Yo soy una humana! ¡Toda mi vida he estado en el Ningenkai!— en el libro se mencionaban los nombres de los tres mundos— ¡¿Crees que si hubiera sido mitad youkai por lo menos no me habría defendido de mejor manera ante aquel maldito que me hizo esto!
-¡No es verdad! ¡Fuiste en busca de un cirujano al Makai para que te implantara un Jagan pero apenas pudiste resistir la operación y como no quiso encargarse de ti te dejó abandonada cerca del territorio de las koorimes! ¡Pensó que quizás alguna te encontraría y de alguna manera te llevaría de regreso a tu hogar!
No respondí y me quedé mirándolo fijamente tratando de analizar lo que había dicho: '¡Fuiste en busca de un cirujano al Makai para que te implantara un Jagan...!'. Tardé en asimilar aquellas palabras y me puse de pie, entre tambaleo y tambaleo logré llegar al cuarto de baño y enfrente de un espejo comencé a quitarme (creo que más bien a arrancarme) con desesperación las vendas lo mejor y más rápido que pude. Hiei y Suuichi estaban detrás de mí mirándome con seriedad.
Cuando faltaba solo una vuelta para descubrirme la frente me detuve y miré mejor el espejo, noté que mi mano temblaba, tenía miedo, ¿por qué, siempre quise tener aventuras, misiones, que me pasaran todo tipo de cosas extrañas igual que a los personajes que salían en el televisor. Pero cuando tuve exactamente lo que quería... quise dejarlo. Sujeté con firmeza la venda y tiré de ella dejando al descubierto mi frente y en segundos apareció en ella un tercer ojo cuya iris era de color violeta, me quedé mirando el espejo durante un buen rato sin parpadear casi nada, no sabía si reír o llorar, agradecer lo que me habían hecho o matarme por ello. No sabía qué hacer.
-Hiei no creo que nos esté mintiendo—No hacía caso a sus palabras ni me molestaba en analizar lo que decían, ¡¡¡tenía un maldito ojo en la frente!
-Pero su esencia... Kurama es casi igual a la mía— ¿Kurama? No iba a preguntar.
-Lo sé... pero si le transplantaron un tercer ojo, ¿por qué no agregarle esencia demoníaca?— ¿Qué? ¿Esencia demoníaca?
-¿Por qué habrían de hacer eso?
-Un ningen no es tan fuerte para soportar el transplante de un Jagan, eso tú lo sabes muy bien.
-Hn.
Terminaron de discutir y yo caí al suelo con la mirada baja, ¡¿qué iba a hacer de ahora en adelante con un ojo en la frente! ¡Y no sólo un ojo! ¡Un Jagan!
-¿Te encuentras bien?— ¡¿Qué clase de pregunta estúpida era esa!
-¡Por supuesto que no! ¡¡¡Yo no quería tener esto en la frente!... por lo menos no así...—Necesitaba pensar, quizás podría ocultar el Jagan, con algo en la frente... una cinta, tal vez un sombrero, pero no tendría que quitármela por nada del mundo, una vez puesta, no volvería a quitármela el resto de mi vida, tendría que darle una buena excusa a todos.
-Vamos Alex... no es tan malo.
-¿Puedes decirme que va a ser de mí a partir de ahora?—Solo se me quedó mirando tratando de encontrar una respuesta a ello—Yo tenía una vida... quizás demasiado simple y común pero era una vida... mi vida... esto... no hará que ninguno de mis planes cambie, ¿verdad?
-Eso ya depende de ti, ahora que tienes un Jagan bajo tu control debes aprender a manipularlo, hace cuatro noches estabas levitando en mi cuarto y un aura negra estaba alrededor de ti, casi lo quemas todo—Sólo pensé un: 'No fue mi intención'.
-¿Podría quedarme un poco más aquí? Aún... aún no creo poder ver a mis padres—Los había recordado a último momento, pero si ellos hablan con esa 'naturalidad' sobre mi Jagan... quizás puedan ayudarme en algo.
-Descuida, mi madre estará de viaje por un largo tiempo y te puedes quedar todo el que quieras, mientras, Hiei te mostrará como utilizar el Jagan, no podemos dejar que el Reikai te encuentre teniendo tanto poder a tu disposición y menos sin que puedas controlarlo—En mi rostro al igual que en el de Hiei apareció una expresión de: '¡¿What...!', si él sabía como manipular el tercer ojo y me enseñaba a usarlo estaba bien... ¡Pero sólo cuando estaba Suuichi presente!
-¿Por qué habría de hacerlo?—Declamó el niño de negro de inmediato.
-¿Conoces a alguien más que tenga un Jagan y sepa utilizarlo? Hiei, en algún momento podría salirse de control y-
¡PASH!
Todo se me nubló por un momento y sólo escuché como si algo chocara contra otra cosa, mi vista volvió y vi como Suuichi estaba en el suelo, mirándome, había chocado contra la pared.
-¿Qué pasó?—Pregunté extrañada.
-Me convenciste—Decía el niño de negro mientras ayudaba a Suuichi a ponerse de pie.
-Un momento... ¿Ustedes no son ningens?—Guardaron silencio mientras se veían el uno al otro.
-No te hagas la tonta, eres mitad youkai— ¡¿Qué demonios se traía ese tipo de negro!... aunque ahora que lo veo bien... parece ser mayor que yo.
-¡Claro que no! ¡Nunca he estado en el Makai para tu información!
-Espera, ¿estás diciendo que eres una completa ningen?— ¿Qué eran retrasados mentales, o qué?
-¿Qué creen que he tratado de decirles todo este tiempo?
-No te creo.
-Tengo una familia en el Ningenkai, amigos, maestros... ¡Todos son ningens!
-Eso... debemos de responderlo en la tarde, tengo que irme, los dejaré durante un tiempo—Decía Suuichi mientras se dirigía a su armario.
-¡¿Por qué!—Gritamos Hiei y yo al mismo tiempo mientras nos mirábamos con... eh... creo que con cara de: '¡¿Por qué!'.
-Porque me tengo que ir a la escuela, serán solo unas horas.
-¿Por qué no te puedes quedar?
-Hiei porque tengo clases y debes de entrenarla para que esté lista.
-¿Y cuándo lo estará?
-Cuando aprenda a dominar esta cosa—Le dije con frialdad mientras Suuichi nos sacaba del cuarto de baño para ponerse su uniforme.
-¿Cuánto te tardarás?—Preguntó el niño de negro mientras esperábamos en la habitación de Suuichi.
-¿Cuál es la prisa? ¿Ya se quieren deshacer de mí? Si quieren ya me voy, no tengo porque estarlos incomodando tanto—Dije con 'ese' tono de voz que a veces tenía.
-Descuida, Hiei quiere enseñarte—Dijo Suuichi desde el baño, Hiei rápidamente dijo un: "¡No es verdad!" u.ú
-¿Cuánto te tardarás?—Preguntó nuevamente.
-No lo sé, necesito que me enseñes pronto, no quiero lastimar a nadie.
-¿En serio? No lo sabía—Dijo mostrándome una quemadura que se encontraba a lo largo de su brazo izquierdo, creo que era de primer grado.
-¿Qué te pasó ahí?
-¿Recuerdas cuando dijo Kurama que levitaste y casi quemas su cuarto?— ¿Kurama? Antes de que pudiera responderle Suuichi había salido... ¡Y se veía encantadoramente lindo!
-Volveré en la tarde, Hiei por favor muéstrale la casa— ¡¿Ah!
-¡Pero-...!
-¡Voy tarde!—Sólo escuché como se cerraba la puerta detrás de mí.
Me regresé al baño y me miré en el espejo, era de verdad... tenía un ojo de verdad en la frente, no, no era un simple ojo, era un Jagan...
-¿Qué haces?—Hiei estaba apoyado en la pared con los brazos cruzados y me había sorprendido tratando de ver si el ojo parpadeaba por su cuenta.
-Eh... no, nada .U
-Toma esto—Se había quitado la cinta que cubría su frente y me la había lanzado... ¡Él también tenía un ojo en su frente y era idéntico al mío!— ¿Qué?—Me le había quedado mirando con la boca abierta ahora que me fijaba.
-¿Q-?... ¿Me la das?—Si él también tenía uno de seguro sabía como controlarlo, por eso Suuichi había dicho que él me enseñaría.
-No es de una tela común y corriente, si te cubres la frente con cualquier cosa no se bloqueará la energía que despide el Jagan, eres principiante y como no puedes controlarlo en su totalidad tarde o temprano terminarás matando a alguien—Tragué saliva mientras me imaginaba yo matando a alguien, Hiei se había dado media vuelta y salía del cuarto de baño.
-¿Y tú por qué la usas?— ¡Quería atraparlo en su propio juego!
-Precaución...—Dijo sin voltear a verme antes de salir por completo. Eso realmente no me lo esperaba y menos de el tal Hiei.
Me quedé durante un buen rato mirando hacia donde el niño de negro se había ido, después me mojé un poco la cara y al secarme comencé a colocarme la cinta, me resultaba bastante cómoda una vez puesta, el sangrado se había detenido y ya no tenía que preocuparme por nada... bueno, por casi nada.
-¿Qué tanto haces? Tenemos cosas que hacer—De la nada había regresado (con una nueva cinta en su frente) y comenzaba a jalarme hacia la puerta, yo aún conservaba la cara de: '¡¿What!'.
-¡¿Qué!
-Tengo que mostrarte la casa y necesito que aprendas a usar tus habilidades lo más pronto posible.
-¿Por qué?
-¡Porque sino lo haces te aseguro que matarás a alguien!
-¿Qué tú cuando te lo implantaste mataste a varias personas, o qué?
-...si...
No dije nada, me sentí muy insensible y estúpida por haberle preguntado eso de aquella manera, me llevó a la planta baja y me indicó donde estaba la sala, después me llevó al cuarto de la madre de Suuichi (no entramos en él), me dijo dónde estaba el otro baño, la cocina, el ático, el cuarto de lavar, el patio trasero y... nos regresamos a la sala.
Se sentó en el sofá que aparentaba ser muy cómodo e hice lo mismo, me sentí aun más mal por lo que le había hecho... ¡¿Por qué mi maldita conciencia siempre me atormentaba de esa manera! Quizás Hiei no era tan malo como me lo imaginaba después de todo.
-Ven—Dijo mientras se levantaba y caminaba hacia la puerta principal, íbamos a salir.
-Espera.
-¿Ahora qué?
-No esperarás que salga así, ¿verdad? Por si no lo has notado... estoy en pijama.
-¿Y?
-¿Cómo que "Y"? ¡No puedo salir así! ¡Todo el mundo me mirará como a una loca que se salió de su casa en ropa para dormir!
-Maldita sea—Murmuró mientras volvía a subir por las escaleras, yo lo seguí y nos encontramos en el cuarto de Suuichi.
Abrió el closet y comenzó a sacar varias prendas de vestir, eran muy lindas, no podía dejar de imaginarme a Suuichi con ellas puestas...
-Elige algo y cámbiate— ¿Perdón?
-Eh, esa ropa es de 'hombre' y yo soy una 'mujer' por si no te has percatado.
-¿Y?— ¿Cómo alguien puede ser TAN desconsiderado con una dama?
-¡Qué no puedo ponerme eso!
-¡Si puedes!
-¡Claro que no!
-¡Si no te cambias no saldremos! ¡Si no salimos te quedas sin entrenamiento! ¡Y sin entrenamiento matas a cualquiera así que tú decides!
Guardé silencio ante lo que había dicho, era verdad, aquí no estaba en posición de ser tan quisquillosa, tenía que conformarme con lo que tenía y... de todos modos era la ropa de Suuichi.
Logré encontrar un cómodo pantalón negro y una camisa de manga larga de un azul marino, me vi y... ¡Había pasado más de una semana sin bañarme! ¡No podía creerlo! ¡Necesitaba asearme y lo necesitaba AHORA! Guardé el resto de la ropa, me dirigí al cuarto de baño, si el niño de negro iba a esperar que me cambiara, ¿por qué no esperar a que me bañara? De todos modos, ¿qué más daba ya? Me bañé con toda la calma del mundo, ¿acaso era mi intención hacer enojar a Hiei? Me divertía la simple idea de hacerlo, no podía dejar de sonreír... haber si lo seguía haciendo después de que saliera... tuve que subirle la bastilla un poco al pantalón ya que me quedaba grande, maldita sea, había olvidado que mi cabello se rizaba después de bañarme y no tenía una plancha... sujeté mi cabello con una liga que traía conmigo y al salir el niño de negro me miraba sin ocultar su fastidio, de hecho, parecía mucho más que enfadado pero no me dijo nada, con una muda disculpa lo seguí mientras se encaminaba hacia la salida.
-¿A dónde vamos?—Pregunté siguiéndolo.
-De seguro el Reikai aún no sabe nada de ti, y si no queremos llamar mucho la atención por tus entrenamientos tendremos que irnos a otra parte... pero debo decirte que aún no te creo eso de que eres una ningen.
-Piensa lo que quieras, yo estoy segura de mis palabras...—Guardé silencio al reconocer la calle en donde me encontraba.
-¿Qué sucede?
-El centro...
-Si, estamos en el centro de la ciudad, ¿qué tiene eso de novedad?
-...que reconozco el camino para ir a mi casa...—Me quedé mirando el boulevard mientras varios autos lo cruzaban velozmente, me parecía tan increíble el hecho de que pudiera estar tan cerca de mi casa, amigos y mi familia y a la vez estar tan lejos de ellos.
-Tenemos que irnos—Hiei me jaló un poco y me giré para seguirlo, no conocía del todo bien la ciudad pero parte de ella me parecía familiar.
De pronto recordé que conmigo traía un celular, ¡si! ¡Podría llamar a mi madre y decirle que no se preocupara por mí! ¡Qué yo me encontraba perfectamente bien! Busqué entre mis ropas para recordar que esa ropa no era mía y por consecuencia no traía absolutamente nada, maldije a lo bajo, maldije en mi mente y estuve a punto de maldecirme por lo estúpida que fui al no haber pensado que de todos modos el celular no tendría la batería cargada ya que había permanecido prendido más de una semana.
Nunca me alejaba mucho de Hiei, a decir verdad tenía miedo de hacerlo, nos adentrábamos en el centro cada vez más y más, ese lugar no me gustaba mucho, había varios asaltos y asesinatos en ese lugar, me daba miedo.
-¿Qué-?—Voltee a verlo y me di cuenta de que había tomado su brazo, lo solté de inmediato y negué con la cabeza—Eres extraña, aunque una youkai no siempre está acostumbrada a lugares como estos y tendría miedo... igual que tú—Me miraba... ¡Hey! ¡Me estaba retando!
-Y un ningen tampoco, yo no acostumbro venir aquí muy seguido, no me gusta.
-Aún no me convences—Harta de que me confundiera, me paré justo frente a él y lo miré con seriedad, ¡quería y tenía que aclararle que yo-no-era-una-youkai!
-¡¿Porqué dices que soy una youkai! ¡Soy una ningen! ¡¿Qué puedo hacer para comprobarlo! ¡Sólo dímelo y lo haré!
-¡Tu sangre no es la de un ningen común! ¡Tu sangre...! Huele muy parecida a la mía...
Ambos guardamos silencio mientras nos mirábamos confusa e irritadamente, ¿cómo demonios yo, o sea, YO podría tener sangre parecida a la de...? Un momento, ¡ahí me estaba diciendo que él NO era un ningen! ¿En verdad era un ser sobrenatural? El Makai... ¿Acaso era un youkai?
-¿Si tuviera tu supuesta sangre porqué no puedo hacer lo mismo que tú haces?
-¿Hacer qué?
-Pues, según tú 'eres un youkai' ¿no? según estoy informada, podría moverme a velocidades sobrehumanas, saltar muy alto, tener mucha fuerza... no puedo hacerlo.
-¿Lo has intentado?—Ok, eso no lo había pensado.
Me sentí tan estúpida como antes, ¿si ya había visto lo que me hicieron por qué demonios no había intentado usar el tercer ojo? Sabía de antemano que en realidad era un Jagan por el color violeta de la iris, ¿por qué no había intentado usarlo?... me sentía estúpida.
-Pues... yo...
-No lo has hecho—Maldita sea.
-¡Bien! ¡No lo he hecho! ¡¿Contento!
-Je... eres rara...
-Que gracioso ¬.¬
-Cállate y sigue caminando—Me giró y comenzó a empujarme hacia no sé donde.
-¡¿Yo sé caminar sabías!—Me quejé mientras me soltaba y me colocaba junto a él, no necesitaba que me fuera empujando por todo el maldito camino.
Me hacía sentir como una niña, aunque comencé a fijarme en las personas que se nos quedaban viendo y no tardé mucho en comprender porque.
¿Alguna vez han visto a un chico de ojos rojos, con el cabello de tres colores diferentes (negro con un flequillo blanco y las puntas de los cabellos azules), vestido completamente de negro sin contar una bufanda y cinta blanca en su frente al igual que una joven que lo acompaña?
No tienen que responder.
Ahora ya sabía porque en el centro siempre había personas que se veían 'raras' y algo fuera de lo 'común'. Aunque al ir avanzando pude visualizar a algunos sujetos creo que algo parecidos a Hiei, no en como se vestían sino en el aura que desprendían, bueno, si se vestían de manera un poco eh... extravagante, ¡si! ¡Esa era la palabra! Tenían un estilo de rocker's muy (a mi parecer) ridículo y... no sé si se pintaban el cabello o que, porque los colores eran de unos no muy comunes, de hecho me parecía que entre los tres que iban había un diminuto arcoiris y ese hecho me dio risa al verlos pasar por las calles.
Pero uno se giró y me vio... eh... MUY feo...
De inmediato los tres cruzaron la calle y comenzaron a seguirnos, eh... Hiei seguía con su indiferencia y todo no me daba buena espina.
-Oye... ¿Hiei?
-Hn.
-Este... unos tipos nos siguen... y no creo que sea porque nos quieren pedir la hora...
-Vienen por mí.
-¿Por ti?
-Si, la semana pasada maté a su padre en el Makai—Ajá, y yo nací ayer.
-Ah...—Que lindo... si claro.
Llegamos a un callejón sin salida, a mí me parecía raro el entrar a uno... eh... no me gustaba el centro. Nos detuvimos justo donde terminaba y al girarme pude ver a aquellos tres tipos mirándonos con profundo odio.
-Quédate aquí—Me susurró Hiei para avanzas algunos pasos frente a mí y encaraba a esos sujetos. Yo era el tipo de persona la cual detestaba las peleas, yo a las peleas físicas no les entraba. Un momento, ¿qué tal si le hacían algo a Hiei? Ellos eran tres, eran muy, muy, MUY grandes, y... ¡Hiei estaba en desventaja! Él era sólo uno y... eh... era mucho más pequeño que cualquiera de los tres sujetos sin mencionar que entre ellos de seguro le cuadruplicaban el tamaño. Comenzó a darme mucho miedo.
-¿Hiei?
-No te metas, esto lo arreglo yo— ¡Bien! ¡Como quieras!... bueno, si en verdad era un youkai va a poder defenderse... pero... ¿En verdad era uno? Me asombraba el simple hecho de que lo fuera.
-¿Problemas con tu novia infeliz?— ¡¿Novia! ¡¿Quién demonios se creía ese idiota!
-Ella no es mi novia estúpido, ¿vienen a arreglar esto de una vez, o a quedarse parados como imbéciles todo el día?—Huy, ese comentario los hizo enojar.
-Perfecto, pagarás por lo de nuestro padre—Terminó de decir el de en medio, entonces si había matado a su padre... ahora, ¿lo había hecho en el Makai o con una arma de alta potencia?
De seguro eran hermanos, su parentesco físico ayudaba a ello aunque vestían con tres colores específicos y sus tamaños parecían de escalerita (del más chico al más grande), el aparente mayor vestía de color azul marino, mientras que el de en medio de verde y el más chico de un rojo infantil. A pesar de que sus facciones faciales eran muy grotescas en cierto modo los tres parecían graciosos al estar juntos. Pero todo lo gracioso desapareció cuando los tres se transformaron en unos demonios horribles con cuernos, cabello largo y descuidado, colmillos gigantes... unos youkais... ellos se le echaron encima (literalmente) a Hiei. Hiei los esquivó con facilidad, me asombré porque nunca había visto a alguien saltar tan alto, pero al parecer los otros youkais no eran tan débiles y el mayor logró darle un golpe en el estomago lo que provocó que cayera al suelo.
-¡Hiei!—Oh, oh, mala, no, pésima idea.
Al escuchar mi grito los tres voltearon y al verme una sonrisa maliciosa apareció en su rostro... maldita sea.
-Yo me encargaré de ella—Dijo el más chico mientras se acercaba más y más a mí.
De nuevo tuve miedo, ¿ahora qué iba a suceder? Confiaba en que... bueno, no confiaba por completo, pero esperaba que Hiei pudiera contra todos ellos, que los mataría o que por lo menos los ahuyentaría pero... ¡De seguro se confió! ¡El maldito se confió y por eso le pasó eso y ahora la que iba a pagar por todo era yo!
-Veamos... ¿Qué podríamos hacer contigo?—Dijo el maldito que tenía frente a mí y tomaba mi muñeca derecha, de nuevo intenté soltarme pero no lograba nada, aunque pude notar que mi fuerza física había aumentado considerablemente... me enfrentaba a youkais, demonios de verdad.
-¡Suéltame!— ¿Por qué le ordenaba lo que obviamente no iba a hacer?
Vi de reojo a Hiei para ver como con descaro recibía los golpes de los hermanos sin dejar de mirarme con una maldita sonrisa en su rostro, ¡los golpes no le afectaban en nada! ¡El maldito quería ver como reaccionaba yo ante esta situación! ¡Se estaba dejando golpear a propósito! Quería que yo hiciese algo al respecto... ¡¿Pero qué y cómo!
-Tal vez podría matarte lentamente... quizás te coma como lo haremos con tu amigo después de matarlo a golpes... ¿Qué es esto? Huele a...—Vio la cinta que tenía en mi frente y de un tirón la arrancó, mi Jagan hizo su aparición— ¿Cómo conseguiste esta tela?—Preguntó el idiota mientras yo sentía como 'algo' recorría mi cuerpo.
-Suéltame—Dije a lo bajo.
-¿Qué?
-¡QUÉ ME SUELTES!—Al instante una onda de poder espiritual (que curiosamente provenía de mí) lanzó al demonio a lo lejos y éste chocó junto al hermano de en medio.
-¿Qué demo-?
No los dejé terminar, avancé hacia ellos y dando un salto le di una patada en la cara al mayor, los entrenamientos en el gimnasio estaban ayudando bastante, sentí como un golpe se acercaba a mi por la espalda, no sé cómo, pero me giré y lo vi todo en cámara lenta, yo me movía con naturalidad e incluso con rapidez y lo demás estaba casi inmóvil. Como si fuese lo más fácil del mundo me moví hacia un lado del hermano de en medio y le propicié una patada en el estómago que hizo que al chocar con la pared se hiciese un agujero.
Me quedé fascinada por lo que hice y a causa de eso me atraparon.
-¡Te tengo!—El menor me sujetaba por detrás, maldito.
-¡Suéltala!—Al fin el maldito niño de negro (acá Hiei) decidió hacer su aparición y golpeó al sujeto para que me dejase.
-¡¿Por qué hiciste eso!
-¿Hacer qué? Te dije que no te metieras, aunque de todos modos—Fue interrumpido por el mayor que intentaba golpearlo mas él sacó su katana y le cortó un brazo—Iba a dejarte a uno para que practicaras un poco.
-¡Pero si yo no sé utilizar esta cosa!—Dije señalando mi Jagan.
-¿Con que ya crees en los youkais supuesta 'ningen'? ¿Qué acabas de hacer hace un momento? ¿Eh? ¡Anda dilo!
En un segundo todos los demonios habían sido muertos por la katana de Hiei.
-No tenías que hacerlo de esa manera, mira lo que pasó—Le dije mostrándole mi cinta ahora rota.
-¿Qué has aprendido a utilizar?
-¡Nada! ¡No sé como manejar esto! ¡Sólo...! ¡Sólo pasó!
-Maldita sea—Había tomado una piedra y me la había lanzado, de nuevo lo vi todo en cámara lenta y la esquivé con facilidad—Hay cosas que sólo se pueden aprender por uno mismo, el Jagan ahora es parte de ti, ¿acaso piensas mucho las cosas cuando vas a tomar algo con tu brazo? Sucede lo mismo con el Jagan, es como una parte más de tu cuerpo y no lo pensarás mucho para utilizarla si te sientes presionada o en verdad requieres hacerlo, no pienses en cómo, sólo úsalo—Wow, el niño de negro me sorprende.
-Bien ahora... ¿Qué haremos con esto y con aquello?—Dije señalando mi frente y después lo que quedó de los demonios, no podíamos salir así.
Solo me miró con completa indiferencia, me sentí un poco nerviosa, no solo por los cadáveres que se encontraban TAN cerca de mí, sino también por la mirada de Hiei, pero lo más extraño fue que sentí como si anteriormente ya hubiese sentido esa presión, 'eso' que se sentía al ser vista por los ojos de Hiei, yo lo reconocía todo... me parecía tan extraño.
-No soy tu niñero, ¿sabes? No tengo porque andarte cuidando de todo, si rompieron TU cinta ese ya es problema tuyo, y con lo que respecta a los cuerpos... ya vendrá alguien por ellos.
Metió sus manos en sus bolsillos y comenzó a caminar fuera del callejón, ¿qué podía hacer yo? ¿Salir como si nada y andar presumiendo mi tercer ojo a todo el mundo?
Oh, si... mi problema.
Esto ya no era tan 'normal'.
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Tiempo de llegada... 13 de Febrero del 2005, Domingo, 10:52 p.m.
