El trance es profundo. Tus ojos pesan en demasía, pero finalmente logras abrirlos. El desgarrador replicar de los truenos consigue que los cristales de las ventanas vibren con intensidad, generando un sentimiento similar en tu interior. Te incorporas con lentitud, parpadeando repetidas veces ante la densa oscuridad que se ciñe a tu alrededor. Repentinamente, el vivo resplandor de un relámpago ilumina la totalidad del cuarto, resaltando la presencia de una sombría figura plantada bajo el umbral de la puerta. Tu corazón se encoge a causa del pánico, pero dada la considerable altura de aquel desconocido descartas que pueda tratarse del psicópata de Kanato, lo que te tranquiliza en gran medida. Lentamente, el eco de las pisadas llega hasta tus oídos, elevándose el volumen de manera paulatina. Harta de los misterios extiendes una de tus manos. No obstante, antes de que puedas alcanzar el interruptor de la pequeña lámpara, tu muñeca es interceptada. Permaneces inmóvil, en completo silencio, mientras aguardas por algún indicio que te permita dar con la identidad de quien tienes delante. Pasados unos cuantos segundos, su timbre de voz se eleva.
—Creo haberte dicho cientos, tal vez miles de veces, que eres mía...
Tus mejillas se sonrojan mientras caes en la cuenta de quién se trata.
—Subaru…—susurras al tiempo que tragas con dificultad—. No creí que fueras a regresar…
—¡¿Acaso tú no regresarías por lo que te pertenece?!
Sus nudillos colisionan violentamente contra la pared más próxima, desprendiéndose pequeños trozos de concreto en consecuencia. Desde que llegaste a la mansión, ese muchacho no ha dejado de reclamarte como suya, cual si te trataras de un mero objeto de colección De hecho, el comportamiento es el mismo por parte de cada uno de los Sakamaki, pero por algún extraño motivo, hay algo en su mirada escarlata que sensibiliza tu interior.
—Te vi esta tarde con Ayato, en los jardines. ¡¿Esa mordida es suya, verdad?!
Totalmente irritado aparta tu cabello, focalizándose en la pequeña marca violácea. Sus dedos recorren la extensión de tu cuello con suavidad traicionera. Conoces su temperamento y puedes predecir con facilidad lo que sucederá a continuación
—¡No quiero que te toque! —exclama, inmovilizándote contra la cama—. ¡No soporto que ninguno de ellos se te acerque, mucho menos que beban de ti!
—Yo...yo...—titubeas, incapaz de encontrar las palabras adecuadas.
—¡Calla y obedece! !No puede escapar de mí, no importa a dónde vayas!
—¡No soy ni de ti ni de nadie!
La frase abandona tu boca con tal ímpetu que Subaru permanece en silencio, liberándote de toda sujeción. El claro de luna que ingresa por la ventana ilumina su pálido rostro, dejando a la vista sus exquisitas facciones. Es sencillamente perfecto. Su penetrante mirada se clava en la tuya, como si fuera capaz de leer tus pensamientos. Lentamente sientes el peso de su cuerpo, acomodándose sobre tu figura. Tu corazón late con suma violencia al percibir su cálido aliento cerca de tu clavícula. Cierras los ojos con fuerza, esperando esa inminente intrusión en tu cuerpo y finalmente sucede. Un agudo alarido escapa de tu boca ni bien sus afilados colmillos rasgan tu piel. Su lengua lame indecorosamente al tiempo que extraños sonidos escapan de su garganta. Está tan sediento de ti que temes desfallecer en ese preciso momento.
—El aroma de tu sangre es tan obcseno...
Súbitamente, su boca cambia de ubicación, capturando tus labios. No puedes apartarlo de ti, y nada tiene que ver la consecuente debilidad que invade tu cuerpo.
—Su...baru...—suspiras entre beso y beso, entrelazando las manos en la región posterior de su cabeza.
Su respuesta es una ferviente arremetida contra tus caderas. Aún con todas esas prendas de por medio puedes sentir lo predispuesto que se encuentra. "¿Será su primera vez con una mujer?", te preguntas, dado que se trata del menor de los Sakamaki, pero su evidente experiencia te hace desistir.
Ahora es tu cuello el que recibe el impacto. Tu cuerpo se calienta al sentir sus largos dedos ascendiendo a lo largo de tu pierna, por debajo de tu corto camisón. Tu ropa interior es deslizada lentamente mientras la anticipación se agolpa en tus zonas más íntimas. Quieres sentirlo en su totalidad. Una hebilla es despojada de su sitio al tiempo que sonidos de fricción llenan el aire. Segundos más tarde el extremo de su erección presiona tu sexo, ingresando poco a poco. Gimes dado su considerable tamaño pero te amoldas rápidamente. Sus movimientos son lentos y sinuosos, no por ello menos profundos.
—E...eres mía...—suelta entre roncos quejidos, con los labios aún pegados a tu garganta—. Na...die va a...separarte...de mí...
Amas que te reclame, no puedes evitarlo. Densas lágrimas comienzan a agolparse entre tus pestañas mientras evocas escenas de tus primeros días allí, cuando solías observarlo, en secreto. Los jardines eran cómplices de tus actos ya que la mayor parte del tiempo lo hallabas rondando la enorme extensión, con aire taciturno. Cuando eso ocurría, morías por tocarlo de algún modo, transmitiéndole tu calor. Es increíble que ahora, seis meses más tarde, te encuentres sintiéndolo tan plenamente.
Su lengua deja un húmedo sendero a la altura de tu tráquea, intercalando el contacto con delicados besos. Tu cuerpo comienza a sacudirse dada la intensidad de tus sentimientos. No se trata de un simple encuentro carnal. Puedes percibir amor genuino entremezclándose con toda esa pasión enardecida. Subaru se ha apoderado de todo lo que eres.
Los suspiros llenan el aire, colapsando el tenue sonido de la lluvia, la cual comienza a mitigar. Tus dedos viajan por los sedosos mechones de su descolorido cabello, deleitándote con los dulces impulsos de sus caderas. El desenlace es inminente para ambos. Tus piernas rodean la parte baja de su anatomía, pegándolo más a tu cuerpo. Sus colmillos entran en acción nuevamente, perforando la parte media de tu clavícula. El agudo alarido que escapa de tu garganta da por concluido el encuentro. Tu joven amante se deja caer, a tu lado, resoplando con enojo.
—Cuando hablé de...alejarte del resto, fue en serio.
Mientras te observa fijamente, un delgado hilo de sangre desciende por la comisura de sus labios, más rojos e hinchados de lo habitual. Te encanta ser la única responsible de ello.
—Nadie volverá a tocarme, Subaru...Soy sólo tuya.
Tus palabras le sacan una sonrisa. Repentinamente, su mano aparta las sábanas, dispuesto a incorporarse. No obstante, la tenue presión que ejerces sobre su hombro lo detiene. Titubeas por unos cuantos segundos pero finalmente dejas escapar aquello que muere por salir de tu boca.
—No te vayas...por favor.
Su mirada se torna gentil mientras comienza a quitar todas las prendas que aún cubren su cuerpo. Posteriormente repite el procedimiento contigo, pegándote a su pecho.
—Te haré mía por toda la eternidad...
Un relámpago impacta a la distancia mientras la lluvia retoma su ritmo habitual. Ese vampiro es tu única perdición.
