Fic que lo basé en parte en una foto que encontré de Benedict como el Fantasma de la Ópera; nunca hizo del Fantasma, la foto es un montaje.

Pareja: Johnlock

Para: Mis locas, las que me aguantan que sea tan mala y les deje en intriga siempre con mis fics y mi querida Ana, a quien llamo la señora Freeman.

Toda la Verdad:

Alguien entró por la puerta de la consulta de John que se encontraba de espaldas a la puerta colocando papeles que tenía esparcidos por la mesa.

— ¿Es usted el doctor John Watson? – John aún no se había dado la vuelta y aún no sabía quién le hablaba.

— Si – se giró y pudo ver de quien se trababa – usted es…

— Lo soy, pero ya no soy famoso – agachó su cabeza, desde el accidente había estado encerrado o poco salía de su piso, tenía media cara quemada y la llevaba tapada con una máscara que le cubría la parte quemada y había enfadado a su compañero que se había ido a trabajar de médico forense con la policía – vengo a proponerle que sea mi compañero para volver a los casos, su experiencia me vendría muy bien.

John miró a su visita, lo que le proponía le había dejado sin palabras, no sabía que responder. Cuando reaccionó de nuevo, miró a su visita de nuevo, tenía la cara medio quemada y se notaba porque llevaba se había quitado la máscara que ahora tenía en la mano.

— ¿Qué dice? – Preguntó mirando a John con ganas de que aceptara – le pagaré un dinero por cada caso resuelto y le daré un sitio mejor para dormir del actual.

— Tendría que pensármelo Sherlock – John en verdad quería aceptar, necesitaba irse de aquella vida y empezar una nueva, no podía mirar a Sherlock sin fijarse en la cara – si me cuentas como te quemaste y dejaste de ser tan famoso puede que te ayude a resurgir.

Sherlock sabía que debía contarle todo, que debía ser franco con él, solo quería a John como compañero porque todo el mundo le recomendaba a él como médico y eso era lo que necesitaba, alguien que supiera de medicina.

Se llevó la mano al brazo y lo notó aún dolorido, el caso que había tenido solo para ir calentando le había dejado huella. Le había dejado muchos moratones, todavía no estaba preparado para lo que había recibido.

Miró a Watson que le miraba impaciente por la historia, así que suspiró y tocó la máscara antes de hablar sobre lo que John quería oir.

— Te contaré todo, desde el principio si hace falta – John se excusó un momento, fue a la cocina y preparó té porque sabía que la historia iría para largo. Cuando regresó con el té y con las pocas pastas que le quedaban, le tendió al menor de los Holmes una taza y dos terrones de azúcar, y dejó que empezara a contarle – soy el único asesor consultor del mundo, yo inventé el puesto. Pues como al principio lo hacía solo, me cansé y busqué un compañero entre los graduados de último curso de forense. Así descubrí a Anderson, fue mi compañero tres años hasta que me pasó lo de la cara – miró la máscara y luego a Watson – de vez en cuando Anderson y yo nos acostábamos, pero eso no importaba nada en absoluto, la historia va más allá del sexo con mi compañero.

John escuchaba la historia atentamente, le parecía interesante todo lo que el menor de los Holmes le contaba. John le dijo mediante gestos que continuara la historia, quería saberlo todo.

— Ambos trabajamos codo con codo, él me ayudaba en temas científicos y así fui ganando fama que ya tenía de antes – Sherlock miró a John, este pudo ver mejor como el detective tenía la cara quemada y se entristeció, ya que un ser tan bello estuviera ahora así – la señora Hudson, mi casera y si usted decide venir conmigo a trabajar, será también su casera; una señora que desde mi punto de vista es una de las personas más amables y cariñosas de todo Londres, descubrió que de vez en cuando Anderson y yo nos acostábamos. A mí que lo supiera no me importó, pero sé que a Anderson sí, porque hacía poco había empezado a salir con una chica y la cosa iba funcionando – Sherlock se levantó, necesitaba pasear hasta la ventana donde se quedó mirando hacia abajo – así que un día, quedamos ambos fuera de casa para que me presentara a la iba a ser su futura esposa.

La historia se estaba poniendo interesante, pero Watson ya quería saber cuándo y cómo había pasado lo que hizo que se quemara para siempre media cara y cuando su fama se marchito.

— John no quiero aburrirle con mi historia – John dejó la taza en la mesa y miró a Sherlock, este torció la cabeza y miró a los ojos del médico – será mejor que nos tomemos un descanso.

— Usted no me aburre, al contrario. Si se hiciera un blog con su historia sería muy popular – Sherlock sonrió, su sonrisa era algo extraña porque al tener media cara quemada le hacía serlo – siga por favor.

— Esta bien, seguiré, si usted me lo pide – Sherlock cogió aire y luego lo soltó, cuando se vio preparado reanudó lo que estaba contando – cuando aquel día nos despedimos hasta la noche, él se quedó con su prometida y yo fui al piso, el piso estaba en llamas, no sé cómo, pero entré, sabía que la señora Hudson a esa hora estaba en él, estaba…

Sherlock no pudo continuar, se le notaba dolorido, esa parte era la que siempre recordaría ya que era la parte en la que le pasó lo de la cara. John miró como el detective se derrumbaba y se entristeció.