La presencia
Capítulo I
-Sigo creyendo que hay algo más en todo esto- pronunció el joven de ojos azules, mientras que, de brazos cruzados, miraba sus alrededores con desconfianza. Siendo un empresario con bastante experiencia, y con un puesto sumamente alto en una compañía trasnacional de su pertenencia, podía reconocer claramente cuándo un negocio era bueno, y cuándo había un engañado de por medio. Y, en este caso, le parecía que lo último había sucedido.
Por supuesto, a primera vista, no podía quejarse. Sus alrededores, aunque sumamente pequeños y estrechos para su gusto, eran bastante lujosos. Pisos de mármol blanco, perfectamente pulido. Techos altos y en aparente buena condición. Una gran sala de estar con comedor frente a un espacioso balcón con una magnífica y envidiable vista hacia la ciudad. Una cocina, quizás demasiado pequeña a su parecer, con implementos de acero inoxidable, lavavajillas automático, refrigerador de última generación, entre otros electrodomésticos de fácil uso. Una biblioteca tipo estudio, dos habitaciones y dos baños. Y muebles de la mejor calidad, con elegantes diseños. La decoración, ostentosa y al estilo europeo, era similar a la de su mansión. Todo esto, dentro de casi trescientos metros cuadrados.
Pero, como hombre de negocios, sabía muy bien que no todo se reducía a lo que sus ojos pudieran ver.
-Seto, solo mira este lugar. Es perfecto. No hay nada malo aquí- Sin embargo, esa otra persona ciertamente no podía ver más allá de las elegantes molduras en las paredes y la esplendorosa vista.
Su mirada azulada, después de analizar por otros pocos segundos los alrededores, se centró en el joven de exóticos cabellos tricolores, quien en ese momento se daba a la tarea de desempacar. La sala de estar, donde se encontraban ambos en ese momento, estaba atestada de cajas de diversos tamaños. Era esta una de las razones por las que jamás se había tomado la molestia de siquiera pensar en mudarse. A su parecer, además, la mansión en la que vivían era el hogar perfecto. Espacio, lujo… lo tenía todo.
Empero, Yami, su novio desde hace casi cinco años, no parecía pensar de la misma forma. Desde el momento en el que el joven de veinticuatro años se había mudado a la mansión, comenzó a quejarse, alegando que tanto espacio era innecesario, dándole al lugar una frialdad incómoda. Y aunque al principio él se había negado rotundamente ante las peticiones de Yami para mudarse a un lugar más pequeño y "acogedor", finalmente había aceptado con resignación.
Pero aún tenía sus dudas. Desde el momento en el que Yami le había mostrado las fotografías del "hogar perfecto", como lo denominó el joven, junto al precio que pedían por dicho apartamento, la desconfianza y la sospecha habían acudido a su mente. Un apartamento como ese, en una zona tan exclusiva, con un sistema de seguridad tan estricto, y en uno de los últimos pisos, podría fácilmente rebasar el millón y medio de dólares, acercándose a los dos millones. Y sin embargo, el precio inicial era de setecientos mil dólares. Y, según el anuncio que le había mostrado Yami, "se escuchaban ofertas". En ese instante había analizado dos opciones, o los vendedores tenían alguna clase de problema mental, o intentaban vender lo más rápido posible para escapar de la justicia por algún extraño delito. Fueron las únicas explicaciones que pudo crear. Ni siquiera su propio agente de bienes raíces encontró respuesta cuando le habló al respecto.
Y aunque inicialmente quiso negarse a siquiera visitar el lugar (tomando en cuenta además que trescientos metros cuadrados de espacio era excesivamente poco a su parecer), finalmente Yami logró convencerlo. El joven podía ser bastante persuasivo cuando así lo deseaba, quizás demasiado para su gusto.
-Yami, los anteriores dueños prácticamente nos rogaron para que compráramos esto. Creo que solo eso ya deja mucho que pensar- profirió. Ciertamente, la actitud de los vendedores no pareció normal. Parecían desesperados por deshacerse de ese lugar. Aún cuando procedieron a firmar el traspaso de la propiedad, pudo notar fácilmente cómo las manos de ambos temblaban. Aunque a primera vista la pareja de mediana edad parecería normal, sus actitudes levantarían la sospecha de cualquiera. O al menos de cualquiera excepto Yami, quien se dejó llevar desde el primer momento por la emoción de conseguir finalmente mudarse de aquella mansión. Además de que, curiosamente, ese lugar había cautivado al joven desde el principio. Era extraño de cierta forma, considerando que Yami siempre había tendido a razonar sus opciones antes de tomar una decisión. Pero esta vez, ni siquiera buscó otras opciones.
El joven en el que pensaba suspiró en ese momento, mientras se ponía en pie.
-Todo está en orden, Seto. Leí el documento del traspaso con cuidado. No hay nada sospechoso en esto- afirmó, acercándose al ojiazul, sus pasos resonando tenuemente sobre el piso de mármol.
Cuando estuvo cerca, enredó sus brazos alrededor del cuello del otro, sonriendo ligeramente.
-Quizás los anteriores dueños solo querían mudarse rápido… quizás el ambiente aquí, en medio de la ciudad, ya no les agradaba o algo parecido. Hay muchas posibles explicaciones- afirmó el menor de ambos.
-Toda persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario, ¿no es así?- Yami rió por algunos segundos ante esas palabras.
-Aprendes rápido- felicitó, acercándose para darle un corto beso en los labios al castaño. –Este lugar es perfecto. Además, si de verdad existe algo que no nos hayan dicho sobre el apartamento, tenemos treinta días para averiguarlo. Y si es así, simplemente los demandaremos por vicios ocultos. No hay nada de qué preocuparse- aseguró.
-Tienes una explicación legal para todo- respondió el ojiazul, rodeando con sus brazos la delgada cintura del joven.
-Por supuesto, después de todo… cuando me gradúe me pagarán por hacer exactamente eso- afirmó el menor, centrando sus ojos en los azules del más alto.
Carmesí. Un color poco común, pero completamente arrebatador. Fue el color de esos ojos lo que llamó su atención al inicio. Yami tenía diecinueve años en ese momento, él tenía veintitrés. El joven ojirubí trabajaba como asistente legal de su abogado. Fue de esa manera como lo conoció. Pero además de esos ojos, descubrió, conforme pasaban los días, que Yami poseía todo aquello que buscaba en una pareja. Un carácter fuerte, un orgullo que podría ser comparado al suyo propio. Y sin embargo, poseía además una lealtad incorruptible, y una gran nobleza de corazón. Eso sin mencionar, que el joven tenía un fuerte atractivo físico. Y aunque ambos no tuvieron un buen comienzo (al inicio se trataban el uno al otro como dos rivales), de alguna forma eso fue evolucionando. Y ahora, su relación con Yami se había convertido no solo en la más duradera, sino también en la más estable y satisfactoria que había tenido.
-Qué te parece si continuamos desempacando mañana…- comenzó a decir el menor, acercándose nuevamente para besar al ojiazul. Se mantuvo luego a una distancia corta, su respiración uniéndose a la del empresario. -… y le damos un buen uso a nuestra nueva habitación esta noche- susurró.
-¿Estás seduciéndome?- Yami sonrió ante la pregunta, sus ojos revelando claramente sus intenciones, las cuales fueron compartidas por el castaño sin objeción alguna, personificándose en un primer beso pasional y desesperado.
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El lugar permanecía en constante silencio. A su lado solo podía escuchar la respiración de su pareja, quien ya dormía profundamente.
Acercándose a él, y buscando su cercanía, terminó recostando la cabeza sobre el pecho del ojiazul. Movió sus piernas ligeramente, sintiendo cómo el semen resbalaba por sus muslos, recordándole de las actividades que previamente habían acontecido allí, en la que sería ahora su nueva habitación. Pero ni aún ese pensamiento logró arrebatarle la extraña sensación que lo había invadido desde el momento en el que entró a ese lugar del apartamento.
No había querido decirle nada al castaño, pensando que el sentimiento era solo un producto de su imaginación. Después de todo, estaba ahora en un lugar desconocido, nuevo para él. Era la primera noche que pasaba allí, en su nuevo hogar. Además, no quería que el ojiazul tomara sus palabras como quejas. No cuando había sido él quien insistió en mudarse a ese lugar, aún en contra de las sospechas y la indisposición de su pareja.
Pero esa sensación seguía allí, y por ello buscaba refugio en el empresario. No pretendía despertarlo, aunque así lo quisiera en ese momento. Solo quería que su cercanía apaciguara esa inseguridad que lo invadía.
Y sin embargo, después de pocos minutos, descubrió que ni aún el calor de esa persona podía calmar sus nervios.
Suspiró profundamente, intentando calmar los acelerados latidos de su corazón. Lentamente, alzó la mirada, observando la habitación entera, cubierta por un manto de oscuridad. Sus ojos examinaron cada rincón, distinguiendo entre las sombras la puerta blanca que dirigía al vestidor, el espejo que yacía sobre una gran cómoda de madera oscura, y la puerta de la salida, la cual estaba abierta.
Alguien lo miraba en ese momento. Podía sentirlo. Y aunque sus ojos no lograban detectar nada más que las sombras de los objetos inertes, una pequeña voz en un rincón de su mente le anunciaba un peligro invisible.
Su respiración comenzó a acelerarse, y sus ojos desesperados continuaron buscando esa mirada que sabía que se posaba en él en ese instante. Desde que había entrado a la habitación, pudo sentir esa presencia, la cual le heló todo el cuerpo. Pero aun cuando la luz estuvo encendida, mientras Seto y él tenían relaciones, no había podido ver nada fuera de lo común. No había nadie más allí que ellos dos. Además, Seto no pareció haber notado absolutamente nada, por lo que intentó convencerse de que su imaginación le jugaba una cruel broma.
Pero con cada segundo que transcurría, su mente iba aceptando el hecho de que aquello, aunque así lo deseara, no era una jugarreta.
Y entonces, frente a su horrorizada mirada, la puerta abierta comenzó a moverse con inquietante lentitud.
Cerró sus ojos fuertemente, intentando despertar de aquella alucinación.
Sin embargo, el sonido que comenzó a emitir la puerta al ser cerrada, le aseguró que sus ojos no lo engañaban.
-Es el viento… solo el viento- susurró entre tartamudeos, atreviéndose a mirar nuevamente hacia el lugar de donde provenía el ruido. La puerta seguía moviéndose, a una velocidad lenta y constante, como si alguien la empujara con calma. –La puerta del balcón seguramente está abierta… es solo el viento- Continuó intentando convencerse con sus palabras inseguras, pero no pudo hacer nada para calmar sus nervios, y su respiración agitada.
Y fue en ese momento, que observó cómo la puerta fue cerrada de un solo azote, que resonó profusamente por el lugar e hizo eco en su mente.
Como primera reacción, dio un salto en la cama, antes de acurrucarse aún más contra su pareja, quien se había movido ligeramente ante aquel fuerte golpe, sin despertar. Esa acción por parte del ojiazul le aseguró al joven que aquello no fue una alucinación producto de su mente.
Pero lo único que pudo hacer, fue cerrar sus ojos y mantenerse inmóvil. Aunque desde ese momento hasta cuando finalmente pudo entregarse al sueño, su corazón continuó latiendo con rapidez.
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Tres días habían transcurrido desde que se mudaron a ese apartamento. Para su alivio, la extraña sensación que lo había invadido la primera noche había mermado. Como había sospechado, todo había sido causado por el cambio producido ante la mudanza. Después de haber vivido por mucho tiempo en una mansión donde había varios sirvientes caminando de un lado a otro, el permanecer en un apartamento mucho más pequeño, y solamente junto a su pareja, era un cambio muy significativo. Quizás solo debía adaptarse a esa nueva privacidad, y a la soledad que inundaba el lugar cada vez que volvía de la universidad, antes de que Seto regresara del trabajo.
Aunque hasta el momento, no había tenido problema alguno estando solo en el apartamento. Inmiscuido en sus estudios, pasaba las horas sin preocupación alguna, leyendo las aterrantes cantidades de páginas que debía leer por semana, y repasando cada nuevo concepto que había aprendido durante las lecciones en la universidad. Además, durante esos últimos días, había estado preparándose para una importante práctica que tendría ese día.
-Así que… ¿qué te parece la vida aquí, Seto?- preguntó, intentando iniciar una conversación con su pareja, quien leía la sección de negocios en el periódico de forma apresurada, mientras tomaba su ya típica taza de café negro. Quería aprovechar ese momento, pues eran pocas las ocasiones en las que veía al ojiazul en la mañana. Normalmente, el empresario salía a trabajar desde horas muy tempranas.
-Muy poco espacio- fue la corta y casi tajante respuesta. Pero el joven ojirubí ni siquiera se inmutó. Ya conocía el carácter de su novio, y sabía que en las mañanas casi nunca estaba de buen humor.
-Yo creo que es acogedor. Además, tenemos privacidad- argumentó, poco antes de comer un pedazo de la tostada con mantequilla que tenía en la mano.
-Claro… y de hecho he sido obligado a aprender cómo preparar mi propio café- Rió ligeramente, cuando escuchó esas palabras que curiosamente parecieron una queja, lo cual no era común escuchar de parte del castaño.
-Y contrario a ti… yo realmente estoy disfrutando de esta independencia. No es tan malo hacer la cama o preparar la cena, ¿sabes?- Por supuesto, él provenía de una familia de clase media, por lo que siempre estuvo acostumbrado a la vida normal. A su parecer, el tener sirvientes que hicieran todo por él, era algo bastante incómodo.
-Hn- Un apacible silencio se extendió entonces. Yami se concentró en terminar de comer la tostada, y tomar el jugo de naranja que se encontraba en un vaso de vidrio. Mientras tanto, el empresario terminó de leer. Y, dejando la taza vacía de café sobre la mesa, se levantó, dispuesto a irse. El ojirubí, al ver sus acciones, también abandonó su lugar, con la intención de despedirse del castaño.
-¿Hay algo importante hoy?- preguntó el ojiazul, cuando notó que el menor vestía de manera formal, con un traje azul marino, una camisa blanca y una corbata gris. Y aunque cuando lo conoció vestía de esa forma, ahora sabía que el joven prefería usar atuendos más casuales.
-Simulación de juicio… soy el juez esta vez- respondió el ojirubí, acercándose al castaño y abrazándolo por el cuello.
-Pobres almas infortunadas… hoy correrá sangre- murmuró el empresario, causando que su pareja riera durante varios segundos. A pesar de su trato generalmente amable, sabía que Yami podía ser sumamente intimidante cuando así lo deseaba. Además de que el joven se tomaba muy enserio el estudio. Por lo que ambos aspectos combinados, realmente podían ser descritos por esas palabras que había pronunciado.
-Y lo dice el empresario más temido de todo Japón- contestó el más bajo.
-Tengo una reputación que mantener- fue la afirmación del ojiazul. Yami simplemente suspiró humorado, acercándose segundos después hasta besar cortamente a su pareja.
-La cena es a las nueve- anunció. Normalmente cenaban tarde, pues el castaño llegaba muy entrada la noche.
-No podré llegar. Hoy tengo mucho trabajo- El semblante del ojirubí decayó inmediatamente.
-¿A qué hora regresarás?- preguntó, un extraño presentimiento apoderándose de su mente.
-No lo sé… pero no me esperes despierto. No creo regresar antes de la medianoche- Pero al ver que el joven estaba dispuesto a quejarse, habló nuevamente. –Yami, ya habíamos acordado sobre esto- El aludido suspiró con resignación ante esas palabras. Sí, era verdad, ambos habían llegado a un acuerdo. Al inicio de su relación las llegadas sumamente tardías del ojiazul fueron objeto de discusión, al punto de que el ojirubí amenazó con finalizar la relación si la situación no cambiaba.
Fue de esa forma como finalmente habían llegado a un mutuo acuerdo. O quizás, no realmente mutuo, puesto que el arreglo a esa situación fue causado por la amenaza de Yami y no por su propia voluntad. En ese caso se presentó la imposición de la decisión de la parte más fuerte, la cual sorprendente… era Yami, aunque le costara admitirlo. Pero cedió fácilmente ante las pretensiones del joven, pues no estaba dispuesto a perderlo.
De esa forma, acordaron que él no trabajaría los fines de semana, a cambio de poder llegar tarde los demás días. Un pequeño sacrificio, que estuvo dispuesto a dar si con eso lograba mantener al joven a su lado.
-Debí establecer mejor mis pretensiones- murmuró el ojirubí. –Está bien, no tengo más opción- cedió finalmente, alejándose del castaño. –Pero tendrás tu celular encendido, ¿cierto?- preguntó.
-Lo tendré… pero llama solo si es una emergencia- advirtió el empresario. –Y no, llamarme para tener sexo telefónico no es una emergencia, Yami- agregó, cuando miró la sonrisa que comenzaba a asomarse a las facciones del menor.
-Solo fue una vez… y no escuché que te quejaras- argumentó el ojirubí. Pero luego, cediendo nuevamente, se acercó y volvió a besar al ojiazul, en forma de despedida. –Que te diviertas- susurró, antes de volver a tomar asiento en la silla del desayunador.
Y aunque esta vez cedió con facilidad, aún no se sentía del todo cómodo con la idea de pasar casi toda la noche solo en ese apartamento.
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Abrió la puerta, suspirando profundamente al entrar al lugar. Su mano se dirigió de inmediato hacia el interruptor que se encontraba cerca de la entrada, encendiendo de esa forma la luz de la sala. Las cajas ya no abarrotaban el lugar. Ahora el orden hacía ver el lujo de aquella estancia. Y aunque el lugar era ciertamente más reducido en espacio que la mansión, no podía más que sentirse sumamente satisfecho de estar allí.
Pero eso no evitaba que el extraño nerviosismo se asomara a su mente. Desde esa primera noche un sentimiento de inseguridad lo había invadido, y aunque había disminuido considerablemente, aún estaba presente. A pesar de que nada fuera de lo común había sucedido después de ese evento, la atmósfera del lugar parecía más pesada.
Quizás fue por esa razón que intentó llegar lo más tarde posible a ese lugar, saliendo con sus amigos y su hermano después de la universidad. Habían ido al cine, y después a cenar. Y ahora, según podía constatar en su reloj, eran las ocho y media de la noche.
Traía el saco y la corbata en una mano, pues queriendo deshacerse de la formalidad, se los había quitado tan pronto salió de las clases, las cuales sobra mencionar, habían transcurrido de maravilla.
Ambos objetos los dejó sobre el sillón de la sala, junto al maletín donde yacían sus libros universitarios.
Y, bostezando en el camino, se dirigió a la cocina, dispuesto a prepararse una taza de chocolate caliente.
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Después de tomar un baño rápido, y de asegurarse de que la puerta del balcón estuviera cerrada, se había sentado sobre la cama, enredándose entre las sábanas. La taza de chocolate yacía sobre la mesita de noche a su lado derecho. Y, sobre su regazo, reposaba un libro abierto de Derecho Procesal Penal, en cuyas letras estaba absorto en ese momento.
El silencio reinaba en el lugar. Y la oscuridad de la noche era apaciguada por la lámpara de bronce encendida, la cual yacía al lado de la taza de chocolate caliente, y de un reloj despertador cuyos grandes números rojos indicaban que eran las once y cincuenta y ocho de la noche.
Al lado del joven, en la cama, yacía un celular de color negro, de moderna apariencia. Estaba allí, pues de alguna forma eso le brindaba tranquilidad a su dueño, quien sin embargo, al estar perdido en su lectura, no había notado siquiera el paso del tiempo.
-Hace frío…- susurró de repente, intentando cubrirse más con las sábanas. La temperatura de la habitación había bajado, produciéndole escalofríos.
Después de colocar de mejor manera las cobijas sobre su cuerpo, dejó el libro sobre su regazo, y tomó la taza que había sido olvidada. Aunque tan pronto tomó un sorbo de aquel líquido, notó que éste no ayudaría ya a calentarlo. El chocolate estaba frío.
-Medianoche… no lo había notado- murmuró al mirar el reloj, mientras volvía a colocar la taza sobre la mesita.
Pero antes de que pudiera dejar el objeto allí, un fuerte golpe que provino de fuera de la habitación lo sobresaltó. De inmediato, dejó caer la taza, la cual cayó al piso sin quebrarse, pero regando todo su contenido.
-Ah… maldición- susurró, mirando el líquido resbalando por el suelo. –Seguramente es Seto- Se aseguró a sí mismo segundos después. Fue la primera y única opción que acudió a su mente, y sobra que decir que también era la más lógica. Y aunque no había esperado al ojiazul tan pronto, considerando lo que él le había dicho esa mañana, no quiso cuestionar la situación. Al contrario, la llegada del castaño siempre era motivo de alivio y alegría. Y aún más estando allí, solo a tan altas horas de la noche.
Por ello, con la intención de recibir a su novio, y de paso traer un paño para limpiar el desorden que había causado, se levantó de la cama, siseando ligeramente cuando el frío tocó su cuerpo de forma directa. La temperatura había bajado de forma extrañamente rápida, aunque al inicio de la noche el clima se había mostrado cálido. Y ahora, su camisa blanca y los pantalones cortos azules no ayudaban a alejar el frío. Quizás era mejor cambiarse, y optar por algo más cálido para pasar el resto de la noche.
Sin embargo, tan pronto se hubo levantado, la luz de la lámpara se extinguió por completo, dejando a su paso una intensa oscuridad.
A pesar de que por mínimos segundos se sobresaltó considerablemente, pronto razonó que solo había sido un típico apagón de luz. Se dijo a sí mismo que no debía preocuparse, pues seguramente la electricidad volvería en unos cuantos minutos.
Pero entonces, lo sintió. Una ligera brisa que pasó a su lado, y le heló por completo la sangre.
De inmediato miró hacia su lado izquierdo, pero entre la oscuridad no pudo distinguir nada. Intentó calmarse a sí mismo. De seguro era solo su imaginación. Se había levantado con rapidez y eso causó la brisa. Eso debía ser. No iba a dejarse llevar por las emociones. Él era una persona racional, no permitiría que su imaginación volara a sitios donde no debía.
Además, Seto estaba allí. Nada malo podría suceder.
Un nuevo golpe se escuchó, proveniente de lo que, a su parecer, era la sala. Ahora lo que sintió, fue preocupación. ¿Estaba Seto bien?
Iba a dar el primer paso para salir de allí, cuando una melodía resonó por el lugar, haciéndole mirar hacia la cama con profunda confusión e incipiente terror. La luz azul de su celular lograba iluminar apenas un reducido espacio. El tono de esa melodía estaba dispuesto para una sola persona, y las letras en la pantalla comprobaron la identidad de quien llamaba, revelando claramente su nombre.
Seto.
Otro fuerte golpe retumbó en sus oídos. Solo que esta vez, no creyó que el sonido proviniera de la sala, sino del pasillo, a una distancia cada vez más cercana. Su cuerpo automáticamente se lanzó sobre el celular, respondiendo la llamada con manos temblorosas. Los nervios comenzaban a nublarle sus pensamientos, y el miedo crecía. ¿Por qué lo llamaría Seto, si estaba en el pasillo? Esa pregunta fue terriblemente tormentosa. Y aún más, fue el reconocer la voz de su novio, al otro lado del teléfono.
-Yami… ¿Yami, estás ahí?-
-Seto- El nombre fue pronunciado con dificultad. Su respiración de pronto comenzaba a acelerarse.
-¿Está todo bien? Te escuchas…- interrumpió de inmediato el castaño, al haber escuchado claramente el temblor en la voz de su pareja.
-Seto, ¿dónde estás?- Esta vez fue el ojirubí quien interrumpió, su voz tornándose cada vez más desesperada.
-En mi oficina, ¿en dónde más? Yami, ¿está todo bien?- La preocupación fue obvia, manifestándose a través de la pregunta insistente del ojiazul.
Pero antes de que el joven pudiera contestar, un nuevo golpe lo sobresaltó. Esta vez, identificó el sonido como el de alguien al golpear fuertemente la pared. Consecuentemente, fue el horror el que se presentó, cuando al golpe le siguió un ruido que paralizó por completo al ojirubí.
El sonido de pasos, insistentes, que se acercaban cada vez más.
-¿Yami? ¿Yami? ¡Yami, contesta!- La terrible revelación de que quien caminaba por el pasillo no era Seto, hizo que por unos cuantos momentos su voz se extinguiera. El temblor en sus manos aumentó, provocando que casi soltara el teléfono celular.
Pero ni siquiera la voz de su novio al otro lado del teléfono, logró disminuir de sus sentidos el sonido de esos constantes pasos, fuertes, como el estruendo de una marcha fúnebre.
-Hay alguien en el apartamento- Su voz regresó, teñida por el miedo y la desesperación. -¡Seto, hay alguien en el apartamento!- exclamó. En otras circunstancias, quizás se habría mostrado más calmado, y hasta habría buscado algo con qué defenderse. Pero al estar allí, en ese lugar que le causaba ese extraño sentimiento, no podía hacer más que sucumbir ante las emociones, y ante el temor de que alguien estuviera allí, con claras malas intenciones.
-¿Qué dices?- La urgencia fue notoria en la voz del ojiazul, al igual que la preocupación.
-Creí que eras tú. Escuché golpes… y ahora caminan en el pasillo. Seto, hay alguien allí… y sabe que estoy aquí- No supo por qué estaba tan seguro de eso último. Pero los pasos firmes, que se escuchaban cada vez más cerca, parecieron sustentar sus palabras.
-Yami… escúchame… cierra… erta con llave y…- La señal comenzó a fallar, llevándose consigo el poco consuelo que transmitía la voz del ojiazul.
-Seto… ¡Seto! ¡Seto!- exclamó en baja voz, no queriendo que lo que fuera que estuviera en el pasillo lo escuchara.
Pero el sonido al otro lado de la línea enmudeció por completo.
Y fue exactamente en ese momento, que un fuerte golpe se volvió a escuchar, congelando su cuerpo e inmovilizándolo.
El golpe había sido contra la puerta de la habitación, la cual se abrió de un solo azote.
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Sin importarle su propia seguridad, entró primero al apartamento, seguido de dos de los guardias que formaban parte del cuerpo de seguridad del edificio. Tardó unos momentos en entrar, pues extrañamente la puerta principal estaba cerrada con llave. Al respecto no supo si sentir alivio o aún más preocupación. En su mente aún escuchaba la voz aterrada de su pareja. Nunca había escuchado ese tono. Yami era una persona que siempre se mantenía en control de sus emociones. De hecho, le sorprendió que el menor se escuchara tan atemorizado, cuando sabía que tenía un carácter fuerte, que en otra ocasión lo habría llevado a enfrentarse a quien fuera que hubiera osado entrar a su hogar.
Pero fue cuando la llamada se cortó, que el verdadero temor y la urgencia se presentaron. De inmediato abandonó el trabajo que estaba haciendo, y salió apresuradamente de su oficina, corriendo por primera vez dentro de los pasillos de su empresa. Y mientras manejaba por las calles a velocidad temeraria logró comunicarse con el personal de seguridad del edificio, quienes aunque manifestaron no haber visto a nadie sospechoso, se apersonaron al lugar, encontrando la puerta cerrada. Cuando él finalmente llegó, los había encontrado, listos para abrir la puerta a la fuerza. No había tenido tiempo de mirar su reloj, pero era casi seguro que había convertido un viaje de quince minutos en cinco.
Lo primero que hizo al entrar, fue buscar el interruptor para encender la luz. Al principio, la luz chispeó un par de veces, como si las bombillas de la lámpara de cristales sobre la sala estuvieran a punto de quemarse.
Sin embargo, pronto la luz se mantuvo fija, y le permitió ver sus alrededores.
A simple vista, no había nadie.
-¡Yami!- exclamó, ignorando a los dos guardias quienes se dirigieron a las distintas habitaciones, con arma en mano.
Él, por su parte, se dirigió hacia la habitación principal, sin siquiera mirar si los hombres lo seguían. Solo podía pensar en Yami en ese momento. La urgencia era demasiada, la necesidad de comprobar que su pareja estuviera a salvo. Ante las distintas emociones que se sacudían dentro de su pecho, el corazón latía acelerado y la respiración era entrecortada.
Pero, para su horror, descubrió pronto que la puerta de la habitación en la que creía estaba Yami, estaba cerrada con llave.
-¡Yami, abre la puerta!- gritó, golpeando con el puño la superficie blanca. Al no recibir respuesta, buscó las llaves que había guardado en el bolsillo del pantalón, después de abrir la puerta principal. No había notado que sus manos temblaban frenéticamente hasta ese momento. El verse allí, a un paso de Yami pero con un obstáculo de por medio, estaba haciendo que la desesperación le nublara el juicio. -¡Maldición!- exclamó, cuando sus manos no lograron tomar con firmeza la llave que buscaba. Solo lo logró después de varios intentos, y aún le costó meter la llave en la cerradura.
Finalmente, abrió la puerta de un solo golpe, buscando con la mirada a Yami. La lámpara de la mesita de noche estaba encendida, revelando un detalle que lo paralizó por unos segundos.
Yami no estaba ahí.
Iba a salir, y buscar en alguna otra habitación, cuando un sonido, similar a un sollozo, lo hizo detenerse y mirar hacia la puerta del vestidor.
Sus pasos lo guiaron hacia ahí. Y sin pensarlo dos veces abrió la puerta, revelando el largo vestidor. Encendió la luz, y buscó con la mirada a Yami.
No tuvo que buscar durante mucho tiempo, pues pudo ver una pequeña figura sentada al final del lugar. Su cabello no le dejó duda acerca de la identidad de la persona, e inmediatamente se acercó, arrodillándose cuando estuvo frente a él.
Pero al ver la condición del joven, perdió momentáneamente la voz y el control de sus acciones.
Yami estaba terriblemente pálido. Su cuerpo temblaba incesantemente, y tomaba aire a bocanadas. Ese fue el ruido que había confundido con un sollozo.
Los ojos carmesí, abiertos a más no poder, se centraban en el vacío.
-Yami- Cuando recuperó la voz dijo su nombre, e intentando llamar la atención del joven, colocó ambas manos sobre sus mejillas, retirándolas por un momento cuando la frialdad de la piel del ojirubí lo tomó por sorpresa. –Yami… Yami, ¿me escuchas?- Llamó insistentemente, pero no recibió respuesta. Su pareja parecía perdida en otro mundo, sus ojos desenfocados eran quizás la prueba más fehaciente. Sin darse por vencido, y con la preocupación carcomiendo sus adentros, comenzó a mover sus manos por el rostro del joven, acariciando sus mejillas y peinando sus rubios mechones. –Yami, mírame- ordenó, esta vez tomando la barbilla del joven y alzándola con la mano. –Yami, ¡mírame, maldita sea!- No pudo evitar exclamar ante la tremenda frustración que se acumuló en su mente, debido a la falta de respuesta del menor. –Yami, ya se terminó. Estoy aquí- intentó emplear palabras de consuelo, que también fueron producto de su desesperación. No entendía qué sucedía con su novio. Nunca antes lo había visto así. Y aunque costara admitirlo, lo atemorizaba.
-Se… to- Suspiró con alivio, cuando finalmente escuchó su nombre ser pronunciado de forma entrecortada. Y finalmente, los ojos carmesí se movieron, enfocándose ambos en el rostro del ojiazul. –Seto- La pronunciación fue más firme esta vez.
No pudo evitar su siguiente acción, causada por el alivio. Se acercó y besó cortamente al joven, sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo cuando unió sus labios con los fríos de Yami.
-Estoy aquí- susurró, apenas separándose unos pocos milímetros. Su acelerado corazón comenzaba a calmarse, y los nervios comenzaban a sucumbir. Yami esta ahí, frente a él. Yami estaba bien. Al menos físicamente parecía estarlo.
-Seto… fue…- El joven intentó hablar, pero se detuvo. No podía decirlo. No podía describir lo que había visto.
-Señor Kaiba- El castaño miró hacia atrás encontrándose con los guardias de seguridad. –Ya revisamos cada habitación. No hay nadie- Uno de ellos habló, sin ganarse su completa atención, pues todos sus pensamientos se concentraban en Yami.
Finalmente, un movimiento por parte del menor. Los helados brazos, aún temblorosos, lo abrazaron por el cuello. De inmediato correspondió el abrazo, colocando el rostro contra el cabello tricolor del joven, pudiendo percibir de esa forma la suave fragancia a vainilla de este.
-Ya pasó- susurró, intentando calmar al ojirubí, quien continuaba temblando, aunque con menor intensidad.
No se atrevió a preguntarle al joven sobre lo sucedido. No era el momento correcto. Ahora lo único importante, era que Yami se encontraba bien.
Mientras eso acontecía, los guardias miraban la escena.
Por unos segundos, los ojos de ambos se encontraron.
Y un silencioso entendimiento sobrevino entre ellos.
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Magi: hola a todos! Magi ha regresado con un nuevo fic! Cuando debería de estar actualizando mis fics pendientes… ejem… bueno, si de algo sirve ya comencé a escribir el siguiente capítulo de El Violinista. Además, esto no lo escribí ahora, solamente lo edité. Este fic lo escribí desde principios de este año, la fecha exacta: el 26 de enero xD No lo había publicado porque realmente no estaba muy convencida. Es un fic de corte paranormal así que no estaba segura de si era un desastre. Pero ahora que lo volví a leer me pareció que estaba pasable. Según lo que recuerdo que tenía planeado para este fic, eran pocos capítulos. Quizás unos 5 o 6. No quiero involucrarme por el momento con fics muy largos.
Actualmente, además de estarme dedicando al nuevo capítulo de El Violinista, estoy escribiendo un nuevo one-shot SethxAtemu, aunque no sé si lo publicaré porque tengo algunas dudas. Tendré que verlo terminado para decidirme. Igualmente, tengo planeado retomar Mente Frágil. Ya comencé a escribir el nuevo capítulo, pero debo ser sincera y decir que me tomará algún tiempo terminarlo. Pero no pienso abandonar ese fic.
También, me gustaría saber si les interesaría leer una colección de drabbles, de prideshipping por supuesto. He escrito bastantes drabbles a lo largo de este año, de entre 100 y 200 palabras, pero no sé si subirlos o no. Realmente me gustan los drabbles porque puedo subir uno prácticamente cada semana, por lo que tendrían al menos una pequeña dosis de mis escritos a la semana, y así no me ausentaría por tanto tiempo. Pero veré qué opinan al respecto. Si les gusta la idea creo que empezaría a publicar los drabbles quizás a finales de esta semana; o el próximo lunes a más tardar. Igualmente, al ser escritos cortos, podría recibir sugerencias de ideas de todos ustedes para hacerlo más entretenido :)
Volviendo al fic, espero que les haya gustado. Es mi primer fic paranormal (aka de fantasmas) así que espero que no haya sido un completo desastre. En dos semanas termino el período en la universidad, y aunque solo me dan dos míseras semanas de vacaciones, intentaré aprovechar ese tiempo para escribir, y esperanzadamente, para terminar al menos uno de mis fics pendientes.
Espero sus comentarios respecto a este nuevo fic y los drabbles n.n
Gracias por leer!
Ja ne!
