Alzó los ojos hacia el cielo nocturno que lo cubría a él y a todos esa noche. Se preguntó qué escribirían, qué dirían de ese cielo allí mismo todos los maricones poetas y soñadores que habían pasado, y pasaban sus vidas enteras describiéndolo y halagándolo con tanta pasión. En aquellos momentos, donde la luna parecía haberse escondido tras nubes oscuras, el cielo era un eco, un reflejo fiel de lo que sucedía debajo del mismo. Donde él se encontraba ahora parado.

No había sido difícil. No había sido fácil. Todo había simplemente sucedido, y él y todos creía, se habían sencillamente dejado llevar por la corriente de aquella ola de sangre, guerra y dolor.

¿Cómo podría alguien haber detenido todo aquello? ¿Quién? ¿San Potter y compañía? Siempre le había odiado. Por una cosa u otra, siempre tenía una justificación para hacerlo, y sino, no importaba. Aún así, más odiaba a los que habían esperado de él un halo de luz blanca rodeándolo mientras ganaba la guerra por sí solo y le crecían dos jodidas alas angelicales tras su espalda mientras tanto. El rayado no podría haber previsto esto. No podría haberlo sabido. Y de ser así, ¿Qué hubiese podido hacer? ¿Qué diferencia a lo que ahora de seguro estaba haciendo -defendiendo sus amigos e intentando matar al Señor Oscuro- podría haber existido?

Un rayo de luz verde iluminó sus ojos grises mientras volvía a descenderlos hacia su alrededor.

Ni siquiera él mismo se consideraba un mortífago, incluso a pesar que la marca en su antebrazo decía lo contrario. Tampoco se creía así mismo como uno de los buenos, teniendo en cuenta que una máscara plateada cubría su rostro, y una capucha negra junto con el resto de su túnica, cubría lo demás.

No había sido su decisión estar del lado en el que estaba. Su apellido había decidido por él, ni siquiera su padre había tenido que convencerlo demasiado. No había razón. Draco siempre supo cual sería su destino. Claro que, eso no había impedido que le temblara la mano metafórica, y literalmente hablando en muchas ocasiones.

Sintió como alguien tiraba de su túnica desde abajo, y como si fuese por simple inercia, acrecentó el descendimiento de su rostro hacia sus pies. Un rostro cubierto de tierra, no lo suficientemente sucio como para ocultar las facciones llenas de miedo y dolor, lo observaba. Sus ropas estaban tan o más mugrientas que su cara, lo que ponía en evidencia que se había arrastrado hasta la persona más cercana. Hacia él.

Los labios de aquel chico de no más de catorce años, se abrían y cerraban con cierta desesperación. Estaba gritándole, pero él no podía escucharle.

No solo porque tanto fuera como dentro de Hogwarts el caos reinaba, y los gritos de todos, tanto de terror como de aquellos que lanzaban hechizo tras hechizo decoraban su alrededor. Sino porque el ex-Slyherin estaba, pero no estaba allí. Como si estuviese viendo todo aquello desde un plano superior, desde el más allá. ¿No le habían matado ya? ¿No había estado suficientemente tiempo parado sin hacer nada como para que uno de los suyos o de los otros decidieran acabar con él?

Un nuevo tirón, esta vez más fuerte, logró que pestañeara por debajo de la máscara. Observó atentamente al castaño que continuaba gritándole, y Draco aumentó la presión de sus dientes contra los mismos. No estaba seguro, pero creía haber leído un: 'Mátame' a partir del movimiento de sus labios. Inhaló una gran porción de oxígeno por la nariz, y antes de poder siquiera exhalarla, un nuevo rayo de luz pasó frente a sus ojos, con la diferencia que esta vez pudo ver donde terminó golpeando.

Sintió como la cabeza del chico caía sobre sus pies, inerte.

—¿Sabes qué es mejor que asesinar a sangre fría? —la voz lánguida y algo agitada de Zabini llegó zumbante a sus oídos, mientras finalmente exhalaba aquel oxígeno pendiente, y volvía a enderezar su espalda. —Hacerlo y saber que eso es justamente lo que el otro deseaba.

No importaba que como él, la máscara cubriera el rostro de su compañero. Supo que Blaise estaría sonriendo con sadismo marcado en su sonrisa mientras observaba el cuerpo.

—¿Qué demonios esperas para moverte y hacer algo? ¡Estamos en medio de una jodida guerra! —le gritó. Evidentemente no le había reconocido, y no lo culpaba ya que para eso mismo llevaban el traje que vestían. También tenía buen punto. Le daría eso a favor.

Sin embargo, el rubio podía tener sus dilemas. Podía no querer estar allí en esos momentos. Podía ser demasiado cobarde en algunas situaciones, demasiado racional en otras, e impulsivo. Podía incluso quedarse parado en ese mismo lugar hasta que en verdad terminaran matándolo o dejándolo inconsciente. Podía no ser ni una cosa ni la otra. Ni un mortífago, ni un auror. Ni bueno ni malo. Podría a partir de ese día dejar de ser respetado o temido.

Pero era un Malfoy. Y por sobre todo era Draco. Y como tal, no recibiría órdenes de nadie a quien él considerara inferior. Nadie a quién él no quisiera seguir. Nadie quién quisiera joder con él. Blaise en esos momentos, no lo era.

Volvió a apretar con mayor fuerza sus dientes, casi lastimándose, antes de ladear su rostro unos centímetros y girarlo hacia su izquierda, donde Zabini, vestido igual, parecía un fiel reflejo de él.

El moreno pareció reconocerlo, porque Draco pudo observar como éste entrecerró levemente los ojos, y finalmente se enderezó, casi dando un paso hacia atrás. Supuso que su mirada glacial, tanto en intensidad como en color, era fácil de distinguir.

Sintió una leve electricidad recorrer las yemas de sus dedos, mientras estos sostenían su varita a un costado de su pierna. Su mente se decidía entre mandar a volar a Blaise o ignorarlo como a todos los demás.

Finalmente, volvió a girar su rostro, y formando una mueca inescrutable, pasó por encima del cuerpo, dejando atrás a un mortífago indeciso. Vacilante sin saber si acababa de despertar un compañero feroz o perder uno. ¿Qué diría si supiese que ni siquiera Malfoy sabía la respuesta a aquella problemática?

Por primera vez en su vida, no tenía hilos jalando de él. La pregunta del porqué ahora se asomaba en su mente, pero no quería preguntársela. Sabía que no tenía una respuesta. Irónico el momento para decidir ser una florcita rebelde. Pero el punto es que le estaba sucediendo. Podía sentir en el correr de sus venas la decisión que tomó sin pensar, y sin embargo, sin vacilar. Y aún así, ni siquiera estaba seguro de nada, ni de sus pensamientos, ni de sus movimientos.

A medida continuaba caminando, lentamente comenzaban a pegar contra él sus cuestionamientos y su propia conciencia. ¿Qué narices estaba haciendo? ¿Qué pensaba hacer? ¿Dónde iba?

No tenía tiempo ni interés en hacer una aproximación de cuantos cuerpos pasó por arriba después del que Blaise había asesinado. Pero el número sería algo que descompondría a más de uno. El polvo que la tierra levantaba a causa de los encantamientos, corridas y movimientos que todos allí hacían, fue algo que aprovechó para llegar a donde sea quería llegar vivo.

Sus pies se encargaron al menos de contestar su última pregunta, debido a que justo después de haber esquivado ágilmente un hechizo por parte de un alumno, dio un salto para entrar al castillo. Aprovechó que la puerta estaba abierta del todo, y dejaba un pequeño hueco entre la pared y esta, en donde se permitió tomar aire.

No tuvo tiempo ni de pensar cuando algo lo golpeó con fiereza, al mismo tiempo que una punzada de dolor atacó el costado de su cintura, logrando que su espalda y nuca se golpearan fuertemente contra la pared. Apoyó su mano en donde el hechizo había golpeado, mientras entrecerraba ligeramente los ojos, entre dolor y enojo. No se sorprendió al sentir más dolor una vez hizo esto.

Ni tampoco cuando al levantar su mirada encontró a Longbottom apuntándole. El gordinflón idiota se había atrevido a lanzarle un hechizo. El mundo estaba jodidamente dado vuelta.

Malfoy logró apoyar la palma de su mano contra la pared, ayudándose así mismo a levantarse mientras el ex-Gryffindor terminaba de acercarse. El rubio casi sonríe burlón al notar como el pulso del castaño temblaba, logrando que la varita no pudiese mantenerse fija. Le hizo acordar a él mismo algunas semanas atrás cuando había estado en su lugar. Quien-no-debe-ser-nombrado lo había puesto a prueba para torturar a incontables muggles e incluso magos impuros y otros cuantos traidores. El famoso dilema de querer, pero no poder.

La diferencia entre Neville y Draco, es que su vida dependía de un hilo en el momento en el que el Lord Tenebroso se lo había ordenado, no tenía opción. Y Salazar sabía con cuanta fuerza había tenido que cerrar los ojos durante las noches para que las imágenes y los gritos no lo acosaran en sus sueños.

—¡No te m-muevas o te mataré mortífago, lo juro! —si bien su voz temblaba, el brillo decidido de Neville mostraba la valentía que como león conservaría de por vida.

Por su parte, Draco suspiró cansino y frunció sus labios. —Ustedes los leones no pierden oportunidad para demostrar cuan honorables son, ¿Verdad? —preguntó con fastidio y cierta repugnancia, enderezándose por completo, pero sintiendo aún esa punzada de dolor.

—¡He dicho que no te mu—no pudo terminar aquella frase, porque Draco había removido su máscara, y bajado su capucha. Se estaba asfixiando, y el dolor le exigía más aire en sus pulmones. Además de que su respiración no era efectivamente muy tranquila.

Su cabello platino caía rebelde sobre su frente, borrando el peinado que prolijamente él había realizado antes que todo empezara. Como si su viaje a Hogwarts de aquella noche junto a los demás mortífagos hubiese sido de lo más común.

Alzó sus ojos hacia Neville, y formó una sonrisa espléndidamente sarcástica, mezclada con una mueca que denotaba los restos de dolor, y que no terminó convirtiéndose en una carcajada porque el castaño se acercó a él lo suficiente como para apretar la punta de su varita en su pecho.

—Malfoy— susurró con desprecio, y Draco lejos de sentirse incómodo, alzó sus cejas enigmáticamente.

—Felicitaciones, eres muy inteligente. ¿Cómo es que no quedaste en Ravenclaw? —no era tiempo ni lugar de ironías, pero se las dejaba servidas en bandejas de plata.

—Todos siempre supimos que eras de este tipo de calaña, Malfoy—el castaño aumentó la presión de la varita contra él, y Draco cambió sus facciones burlonas por unas más serias.

—Podemos tener una preciosa charla de cómo logré satisfacer a todos, o puedes moverte de mi camino y joder a otro—sonrió con falsa amabilidad, dando un paso hacia el frente, al mismo tiempo que Neville algo confundido volvía a empujarlo hacia atrás.

—Estás demente si piensas que te dejaré ir. ¡E-Eres un mortífago! ¡Igual que todos los que vinieron a matarnos aquí! ¿Porqué piensas que dejaré que tú entre todos se vaya caminando tranquilamente? ¿Para poder ir a matar a otros? Demente es poco, Malfoy. —

"Mierda", pensó. "¿Justo ahora tenía que rebelarse aquel energúmeno?"

Suspiró con pesadez, y bajó sus hombros, intentando calmar la voz en su cabeza que pedía a gritos que se deshiciera de él de cualquier modo.

—Me importa una mierda lo que pienses tú. Piensa por una vez en tu patética vida, y entiende que si quisiera haberte hecho daño a ti, o a tus amiguitos ya lo habría hecho. Vine como mortífago, te hablo como uno, pero no estoy actuando como tal. No he matado a nadie y dudo que tú lo hayas hecho. Si quieres que yo sea tu primero, me sentiré verdaderamente honrado. Sino, déjame ir, y detén a los que verdaderamente quieren dejarte sin nada. —

Neville pestañeó, completamente anonadado, y el rubio se preguntó cómo es que lo habían dejado entrar a Hogwarts cuando era obvio que le faltaban neuronas.

El sonido de gritos más agudos y en unísono logró que ambos dirigieran su atención a no más de unos cinco metros, en donde un grupo de tres encapuchados se encontraban acorralando a unos alumnos de no más de trece años, quienes con la varita en alto y todo, mucho no podían hacer contra sus enemigos.

Draco observó su alrededor, buscando con la mirada a alguien que los recatase heroicamente, pero o estaban lidiando con sus propios problemas, o estaban estúpidamente atontados como el que tenía frente a él.

—¡Mierda, Longbottom! ¡Con estúpidos como tú la guerra para los tuyos está más que perdida! —le espetó con rudeza, mientras le hacía a un lado con los labios fruncidos.

Cruzó nuevamente frente a las puertas de Hogwarts, y esquivó una vez más un rayo que pensó terminaría golpeándole, pero se detuvo para darle de lleno a alguien más allí fuera. Sus pies ágilmente saltaron trozos de lo que había sido la otra puerta que completaba el hueco de la entrada, y con la varita en alto, intentó primero distinguir a los alumnos en vano, para luego dirigir su atención a los mortífagos. Con las máscaras y vestimentas le sería imposible.

Se sentía como Potter al rescate. Ni siquiera se había detenido a pensar en las consecuencias de lo que estaba haciendo, ni de dónde había salido el impulso de evitar la muerte de esos idiotas que deberían haberse quedado en sus casas en vez de asistir al colegio en primer lugar.

Sin embargo no vaciló al llegar allí mismo, donde los mismos chicos que él había irónicamente corrido a defender, le miraban con los ojos demasiado abiertos para su propia salud una vez él terminó de situarse detrás de los tres mortífagos.

En el mismo momento en que uno de estos últimos al ver las expresiones de ellos comenzaba a girarse, muchas cosas pasaron al mismo tiempo.

Uno de los alumnos gritó nuevamente, queriendo llamar la atención de ese mismo encapuchado, lo que logró descolocar a todos los que estaban en medio de esa área, incluyéndole. El enmascarado del medio levantó la varita, y en consecuencia, Draco imitó el movimiento. Al mismo tiempo, probablemente, ambos entreabrieron sus labios para dictar el hechizo que saldría de sus varitas. El problema fue que alguien más que hasta ese momento no había entrado en escena, se había adelantado a aquella acción unos segundos antes.

—¡Flipendo! —gritó una voz femenina viniendo desde la izquierda de Draco.

El hechizo le dio de lleno al mortífago que había levantado la varita, y se llevó con él a otro más antes de caer ambos desplomados unos metros más allá. Sin embargo el último que quedaba se giró hacia el lugar en donde aquella voz había sonado y sin pensarlo, Draco agitó su varita.

—¡Unicortris! —la luz salió dirigida velozmente, para golpear a quien en algún momento pudo haber sido compañero de casa.

Uniéndosele a los otros, el cuerpo del mortífago cayó cerca de los dos anteriores, y Draco se enderezó, mientras se mantenía en silencio unos segundos repasando en su mente lo que acababa de hacer. Observó entonces un movimiento a su lado.

En donde anteriormente habían estado los alumnos que de seguro habían salido corriendo, una cabellera enmarañada, completamente desaliñada y castaña contorneaba el rostro femenino y algo sucio aquí y allá que ahora lo enfrentaba en su lugar.

El Slytherin la observó casi perplejo, no le había reconocido la voz al escucharla nombrar aquel hechizo, por lo que no sabía que había sido a ella a quien literalmente, había salvado. Le daba igual en realidad sea quien hubiese sido, pero aún así, salvar a Granger era un paso muy agigantado de lo que hubiese hecho una hora atrás.

—¿Malfoy?¿Q-Qué haces? —preguntó con los ojos desorbitados, claramente sin poder lo que sus ojos estaban mirando. El rubio temió que le pidiera pellizcarla para cerciorarse de que no estaba soñando.

Frunció sin embargo levemente los labios. Si cada vez que alguien lo viese esa noche actuaría de la misma forma, se largaría de allí y mandaría a freír a todos.

— Agradéceme luego y métete en tus asuntos mientras tanto, Granger. —contestó con acidez, mientras cuadraba los hombros y pasaba por su lado para luego desviar su mirada a sus costados, cerciorándose de que nada le impediría colarse por el pasillo más cercano.

Jodida Granger. Siempre jodiéndole la paciencia. Estaban en el medio de la guerra y debía cuestionarle. Una empollona sabelotodo que, justamente siempre quería saberlo todo.

En el momento en el que iba a dar un paso más, un dolor punzante, profundo, le atacó en su antebrazo. No tuvo que temer de ningún hechizo, porque bien conocía él lo que le estaba sucediendo.

Tuvo que apoyar su hombro contra la pared de la esquina en la que se encontraba, y apretar sus dientes para reprimir un gemido de dolor. Le ardía como fuego mismo. Voldemort les estaba llamando. Les estaba incentivando con esa llamada. Quería ganar. Debía ganar. Les estaba ordenando ganar.

—Maldita sea—susurró entre dientes, mientras apoyaba su nuca contra la pared y cerraba sus ojos con fuerza. ¿Cómo esperaba que pudiesen pelear los mortífagos si el dolor era tan insoportable?

—¿E-Estás herido? —

Draco bruscamente giró su rostro para encontrar una vez más el de Hermione mirándole extrañamente preocupada y desconfiada al mismo tiempo. Su movimiento la alteró o asustó, provocando que ella diera dos pasos hacia atrás. Lo segundo en sus ojos lo entendía, no confiaba en él y él no quería su estúpida confianza tampoco. Lo primero sencillamente le dio ganas de empujarla ahí mismo.

Lentamente, y como si se hubiese posado hielo sobre su antebrazo, el ardor comenzó a desvanecer, y pudo volver a abrir del todo sus ojos ya que se habían encontrado entrecerrados intentando tolerar el mismo. Exhaló aire entre sus dientes, y al encontrarse justo en una esquina, aprovechó para apoyar ambas manos en cada pared adyacente a él, y poder pararse nuevamente.

Desde el rabillo del ojo pudo ver un movimiento vacilante por parte de la Gryffindor, de querer acercarse más no lo hizo. Lo cual agradeció, no quería que le tocara ni tocarle. Le seguía pareciendo patética, insufrible y una simple ratón de biblioteca.

Una vez pudo apoyar su espalda contra la pared, con los labios fruncidos y gotas de transpiración cayendo por su frente, se dispuso a caminar pero Granger se interpuso en su camino, de manera casi impulsiva a su forma de verlo.

—Un momento Malfoy, no te vas de aquí hasta que no me digas q-que está sucediendo— Sus palabras fueron emitidas con cierta rapidez y agitación, pero con la misma fastidiosa determinación de siempre.

—Oh, nada malo Granger. Es sólo que este mediodía empezó una guerra de comida en el Gran Comedor, todos contra todos, deberías haber visto a McGonagall arriba de las mesas lanzando panecillos. Fue todo un espectáculo. Pero todo se fue por las ramas y terminó en una pequeña guerra. — Sonrió ampliamente, sin rastro de burla en sus facciones, mientras que la castaña a medida lo había escuchado, había dejado que sus dientes se apretaran más y más entre ellos.

En el momento en el que ella abrió la boca para seguramente imponerle que se deje de tonterías o lo mandaría al diablo, el rubio deshizo aquella sonrisa de su rostro, y plantó nuevamente aquella seriedad glacial y superior en su rostro. Se acercó bruscamente a ella, tanto que fue la castaña quien tuvo que dar otro paso hacia atrás para poder mirarlo a la cara, y por el simple hecho de obviamente no sentirse cómoda con la cercanía.

— ¿Qué demonios quieres, sabelotodo? Tus amigos deben estar muriendo en este preciso momento mientras te encuentras lidiando conmigo. No tengo tiempo para explicarte nada, y no eres nadie para pedirme explicaciones tampoco —

Hermione le observó con una mezcla de sentimientos, probablemente con proporciones demasiado iguales de cada uno como para determinarlos bien. Pero Draco supuso que el odio y la sorpresa eran los que más abundaban. Después de todo, lo que le había dicho era la verdad. No estaban en la mejor situación para que ella se detuviera a hacerla las diez preguntas más curiosas de todos los tiempos. Sin embargo la castaña como siempre no bajó la mirada, incluso a pesar de que los ojos grises del Slytherin se mantuvieron fijos en los suyos, penetrándolos.

Finalmente ella volvió a dar un paso atrás, y tragó saliva, manteniendo el contacto visual.

—Por tu bien, Malfoy, espero no arrepentirme de esto— Le dijo con cierta serenidad pero ferocidad al mismo tiempo, y se giró para retirarse, no sin antes dedicarle una sonrisa a Neville, e intercambiar miradas obviamente por él. Sin despegar su atención de Malfot hasta que tuvo que hacerlo obligadamente al salir del Castillo por el mismo lugar por el que él había entrado, la figura de la castaña desapareció.

Por su parte, Draco siguió sus movimientos hasta que la perdió de vista, dedicándose menos de dos segundos para recorrer su cuerpo en busca de alguna herida. Por simple curiosidad, ni siquiera por verdadera preocupación. Pura inercia, quizá. Ya que algo que jamás podría sentir por ella, era preocupación. O cualquier sentimiento de ese tipo. De hecho la persona que le preocupaba en verdad era su madre.

Aquel pensamiento le golpeó levemente, pero con rapidez alzó el mentón y con movimientos ágiles se enderezo una vez más, y lo despejó de su mente. No era tiempo ni lugar para debilidades. Estaba en contra de todos. Desde donde él lo veía, podía ser atacado por mortífagos y aurores al mismo tiempo. Le dedicó una mirada con una ceja en alto al estúpido Gryffindor que lo observaba esperando algún signo que pudiera justificar atacarlo. Aquello provocó en el rubio una sonrisa ladina, cargada de arrogancia y sarcasmo, para luego dirigirse a los pasillos con la varita en alto, dispuesto a defender lo que ni él sabía qué.


Hola!

Bueno, primero y principal, muchas gracias por leer (:

Segundo, quería explicar más o menos de qué va a tratar este pequeño fic. En realidad lo empecé a escribir hace mucho, y por un impulso, decidí publicarlo ahora.

Básicamente, voy a hacer una relación entre ellos dos que parta desde el odio/rencor al amor, de una forma muy lenta, paulatina. Personalmente no me gusta que pasen de uno a otro en dos capítulos nada más, ya que no sería muy realista.

Sin embargo de a poco voy a pulir la misma, y a los personajes, que hace mucho tiempo no escribo!

Cualquier crítica constructiva siempre es bienvenida :3

Un beso!