Capítulo 1

-Presidente Ootori, los inversionistas han llegado.- avisó una mujer de mediana edad a traves del intercomunicador.

-Acompáñalos a la sala de juntas. Estarémos ahí en un monento.

Yoshio Ootori se levantó de su asiento, detrás del escritorio. Sus hijos mayores, Yuuichi y Akito, imitaron su acción y esperaron a que pasara delante de ellos para seguirlo. Comenzaron a avanzar por un pasillo que iba directo al lugar de la reunión.

-¿A dónde demonios se metió Kyouya? Los inversionistas están aquí y ni siquiera ha llamado para avisar cuando llegará.

-Traté de localizarlo. No contesta el móvil, y al parecer no se encuentra en casa.- dijo Yuuichi.

-Me va a escuchar en cuanto lo vea.

Como si fuese un acto de magia, el menor de los hermanos les dio alcance en su trayecto. Portaba un ligero maletín negro de piel y había vestido su mejor traje de diseñador. Se colocó junto a su padre mientras caminaban.

-Vamos retrasados a la cita. No quiero escuchar nada de lo que tengas que decir en tu defensa.

-Afinaba detalles de mi proyecto. Lo presentaré durante la junta.

-Te había dicho que tu proyecto iba a esperar.

-Está terminado, pre aprobado por la mitad del Consejo, incluídos mis hermanos. ¿Por qué debo esperar para mostrarlo?

-Porque así lo he decidido. Punto.

-¡Es absurdo, padre!

-No es el momento ni el lugar para discutirlo. No voy a negociar contigo, no estás en condiciones de pedir alguna consideración. Y si no vas a aportar nada útil a esta reunión, puedes retirarte de una vez.

La mandíbula de Kyouya se contrajo debido a la furia, pero se esforzó en mantener la serenidad de su rostro. Llegaron a la sala de juntas. Yoshio entró, seguido de sus tres hijos varones. Los cuatro tomaron asiento en sus respectivos sitios.

-Ruego disculpen la demora, caballeros.- dijo el Presidente Ootori.

-Desde luego, Yoshio, viejo amigo. Estamos aquí para hacer negocios.- respondió un anciano de piel amarillenta.

-Debo suponer entonces que han tomado una decisión, ¿no es así, señor Xian?

-De hecho, tenemos nuestra propia propuesta.

-¡Adelante! Quisiera escucharlo.

-Nos dimos a la tarea de revisar los balances y las cifras del último trimestre. Las acciones de tu corporación bajaron un puntaje considerable en la Bolsa de valores.

-Nos estamos recuperando de esa pequeña baja.- respondió Yoshio, carraspeando un poco. Su mirada se desvió fugazmente a Kyouya. Estaba cargada de reproche.

-Es posible, pero comprenderás que no queremos arriesgar nuestro capital en algo que pudiera ser inestable.

-Sí, es comprensible, señor Xian. Pero, ¿a dónde pretende llegar?

-Por supuesto. Seré breve y claro.- declaró el anciano con una sonrísa cínica. -Mi oferta es de quinientos millones de dólares.

-¿Qué? Eso es apenas la mitad de lo que acordamos.

-Ya lo sé.

Los Ootori se intercambiaron miradas de desconcierto. No entendían aquella extraña proposición.

-Imagino que se trata de una ligera broma, señor Xian.

-No estoy bromeando. Carezco por completo de sentido del humor. Esa es mi oferta final.

-Me contengo en mi respuesta por los años que llevamos haciendo negocios. Si no eleva la cifra a la acordada con anterioridad, puede olvidarse de nuestro trato.

El veterano se levantó de su asiento, seguido de una numerosa escolta. Mostraba un semblante de superioridad justo antes de pasar cerca de Yoshio.

-Si cambias de opinión, sabes cómo encontrarme.- finalizó el señor Xian, lanzando frente al patriarca Ootori un ejemplar del Tokyo Times. Era la sección de sociales. En primera plana, circulaba una fotografía de Kyouya junto a una exuberante mujer de dudosa reputación. El encabezado citaba "Nueva conquista".

Yoshio comtempló la nota solo unos segundos. Tomó el papel en sus manos y comenzó a romperlo. Algunas gotas de sudor resbalaban por ambos lados de su frente.

-Yuuichi, Akito, déjenme a solas con su hermano.

Se apresuraron a tomar sus pertenencias e hicieron una reverencia antes de marcharse. Sabían el riesgo que corrían al permanecer un segundo más en aquella sala.

0*0*0

El sonido del reloj despertador le hizo abrir los ojos a duras penas. Haruhi Fujioka gimió con frustración, pero apartó las sábanas, sabiendo que debía levantarse de la cama forzosamente. Tenía una importante entrevista de trabajo.

Una vez hecha la cama, la chica fue a la cocina. Sirvió arroz en tres pequeños cuencos, aunque uno de ellos apenas contenía la mitad de su capacidad. Ella decidió que aquel precario desayuno sería el suyo. Llevo los recipientes hacia el altar familiar, haciendo con ello la ofrenda del día.

-Buenos días, mamá...papá.

Haruhi permaneció mirando la fotografía de su padre. Le resultaba aun muy difícil asimilar la pérdida. Su madre había fallecido cuando ella era tan solo una niñita. Ranka, su progenitor, la había criado solo, con gran esfuerzo y dedicación. Sin embargo, como la mayoría de las veces en la vida, nadie esperaba aquel ataque a su salud. Padeció cáncer un par de años. Haruhi estaba esperanzada en que se salvaría.

Durante una noche, un par de meses atras, Ranka se quedó dormido luego del doloroso tratamiento. No volvió a despertar. Eso devastó a la joven, quien había quedado completamente sola, con una deuda enorme en el hospital y sin un hogar estable. Aún no superaba del todo la etapa de duelo, pero sabía que debía hacer algo con su vida.

A pesar de las adversidades, Haruhi era una mujer brillante. Había terminado la carrera en Derecho hacía algunos meses. Una satisfacción personal lograda en medio de la lucha de su padre por sobrellevar su padecimiento. Él había creído en ella con firmeza y siempre le aseguraba que su futuro era prometedor. Ella quería pensar que tenía razón.

Haruhi se miraba en el espejo, no muy satisfecha con su imagen. Había vestido uno de sus pocos trajes sastres, compuesto por una falda gris pálido que apenas llegaba a sus rodillas y un saco a juego. Dudaba si combinarlo con una blusa blanca o azul, aunque finalmente se decidió por la segunda. No usaba maquillaje.

Su cabello era otro asunto que debía atender. Castaño y llegando tan solo a la altura de sus hombros, no resultaba sencillo encontrar una manera decente de peinarlo, por lo que solo colocó unas pinzas para sujetarlo por la mitad, detrás de su cabeza. Suspiró con cansancio, pensando que era lo mejor que podría lograr.

-Me voy. Denme suerte.- pidió la chica a los retratos de sus padres.

Tomó su bolso y documentos para desaparecer detrás de la puerta.

0*0*0

-¡Es totalmente inadmisible, Kyouya! Si tan solo mantuvieras tu vida privada detrás de cuatro paredes, nada de esto pasaría. ¡Es la tecera vez en este año! Tus constantes escándalos nos están costando una fortuna y el Consejo comienza a cuestionarme tu capacidad. ¡No tienes quince años, Kyouya! Y creo que ni siquiera dabas tantos problemas a esa edad. ¿Qué demonios pasa contigo?

El menor de los Ootori se mantuvo en silencio. No había dicho una sola palabra desde el inicio de la reprimenda, ni siquiera para defenderse o buscar clemencia. Eso enfureció más a su padre.

-Sé lo que estás pensando, muchacho. De seguro crees que cada quien debe meterse en sus propios asuntos. Pero te diré algo: el problema aquí es que tus excesos son la razón de que nadie confíe en tí. Un líder que no conoce los límites, que piensa únicamente en salir con una mujer diferente cada que le venga en gana e irse de juerga, no sirve en absoluto. Todos sabemos lo brillante que eres. Es la razón por la que aún te considero como mi posible sucesor, pero te lo advierto, una aparición más de esta clase en los medios y puedes olvidarte de todo.

Kyouya sólo asintió. Permanecía firme en callar. Yoshio suspiró frustrado.

-Escúchame, hijo. Encuentro bastante...saludable tu atracción por las mujeres. Me satisface, de hecho, pero no quiero que vuelvas de eso un modo de vida. Existen otro tipo de lugares, sitios discretos en donde cualquiera con varios ceros en su cuenta puede disfrutar de una agradable compañía. Si es eso lo que buscas, puedo darte buenas opciones.-

El joven cubrió sus labios con disimulo, aparentando un gesto pensativo, cuando en realidad sonreía con burla ante la sutil oferta de su padre a aquellos finos burdeles que solía frecuentar. Carraspeó antes de poder hablar.

-Me veo en la necesidad de declinar tu gentil sugerencia, padre. Y te aseguro que no tendrás que volver a avergonzarte por mis actos. ¿Puedo retirarme?

-Adelante, vete.

Kyouya hizo una reverencia y salió de la sala de juntas. Caminó por el amplio pasillo que conducía a la recepción. La asistente de su padre le detuvo el paso.

-Joven Ootori, la chica está aquí de nuevo.

-¿Que chica?

-A la que atendió por teléfono ayer.

-Sea más específica. Recibo cientos de llamadas diarias.

La mujer lo miró, entrecerrando los ojos. El muchacho casi acababa con su poca paciencia.

-La señorita Fujioka, la que viene por el puesto en el departamento jurídico, la que ha citado ya dos veces esta semana. Esa chica.

-Cancela mis citas de hoy. Dale otra fecha.

-¿Está consciente en que le negará la entrevista por segunda vez en tan poco tiempo? Sería muy descortés.

-Cuando requiera de un juicio personal serás la primera a quien se lo solicite, mientras tanto, puedes reservarte tus opiniones.

Kyouya salió disparado hacia el elevador, el cual se abrió en cuanto pulsó el botón. Las puertas estaban a punto de cerrarse, pero un delicado brazo femenino las detuvo.

-Señor Ootori, permítame un segundo, por favor.

Una joven, aparentemente casi de su edad, se adentró junto a él en el ascensor.

-Señor, soy Haruhi Fujioka. Hemos hablado por teléfono. Me prometió una entrevista el día de hoy.

-Lo lamento, pero tengo una serie de asuntos que debo atender.

-No le tomará mucho tiempo, se lo aseguro. No se arrepentirá.

-Aprecio su tenacidad, señorita, pero debo irme ahora. Mi asistente le dará otra fecha para tener esa entrevista.

-Necesito el empleo. Le suplico que no me niegue la oportunidad.

-Le prometo que la tendrá, pero no hoy. Con su permiso.- finalizó saliendo del elevador. Se dirigió a la salida a paso rápido pero elegante.

Haruhi lo miró con indignación al alejarse. No iba a darse por vencida. No aceptaría un "no" como respuesta. Ascendió de nuevo al nivel en el que se encontraba el despacho de aquel hombre y se acercó a la asistente.

-El señor Ootori ha tenido que irse, pero me ha indicado que usted tendría la amabilidad de proporcionarme su dirección. Me recibirá en su casa esta tarde.

Lo había dicho con mucha seguridad, sin titubear ni un instante. La mujer la miró con insistencia, pero al no notar algo raro, negó con la cabeza mientras tomaba bolígrafo y papel.

0*0*0

Kyouya dehizo el nudo de su corbata y se desabotonó el primer par de botones mientras se desplomaba sobre un costoso sofá. Luego de la discusión con su padre, había ido a refugiarse al bar que frecuentaba desde hacía algunos años.

Se encontraba en una zona privada del lugar, apartada del bullicio y de las miradas curiosas que pudieran reconocerlo. Era su pequeño espacio personal. Bebía tranquilamente un poco de brandy, pensando en su situación actual, hasta que la puerta de la habitación se abrió.

-¿Llego a tiempo?- cuestionó Tamaki Suou, cerrando la puerta tras de sí.

Se despojó de su saco y corbata y los colocó sobre el respaldo del sofá que se encontraba frente a Kyouya, donde tomó asiento. Se sirvió brandy en una copa y dio solo un sorbo.

-Un mal día, ¿eh?- dijo el rubio al notar a su amigo tan pensativo.

-Pésimo. Xian Sheng nos jodió un negocio esta mañana.

-Xian es un viejo lobo. Me sorprende que tu familia siga haciendo tratos con él.

-No teníamos más opción. La Corporación no marcha bien últimamente.

-Tu proyecto podría ser la solución para atraer inversiones.

-Mi padre lo mandó al diablo.- respondió el joven Ootori masajeando el puente de la nariz con el pulgar e índice de la mano derecha.

-Te ves tenso, amigo. Y sé lo que sería mejor para relajarte.

-¡No, Tamaki! ¡No más! Estoy metido en este embrollo por culpa tuya.

-¡Vamos! No estarás refiriéndote a lo que publicaron en el diario, ¿o si?

-Precisamente.

Tamaki soltó una alegre carcajada mientras se golpeaba la rodilla. Kyouya acariciaba su sien, preguntándose por qué tenía a ese idiota como amigo.

-Perdóname, Kyouya. No podía contenerme. Es que resulta tan gracioso. Si tu padre y la prensa supieran que eres practicamente incapaz de sostener una conversasión que dure más de tres minutos con una mujer, y mucho menos acostarte con ellas, también reirían a carcajadas.

-No le encuentro la gracia.

-Todo el mundo te tiene como el peor playboy de estos días, cuando en realidad no le prestas atención a ninguna mujer.

-No me agrada ninguna de las chicas que me presentas. Es así de simple.

-Eso es porque no puedes sacarte a Noriko de la cabeza.

-Noriko es cosa del pasado, ya te lo había dicho.

-Sabes que no es verdad. Comparas con ella a cada mujer que te topas. Tienes que superarlo. Ya pasaron siete años.

-Deja de creer que lo sabes todo. Hace mucho que Noriko murió para mi. No insistas más en el tema.

-Solo trato de ayudarte. Eres mi mejor amigo desde la secundaria. Me preocupo por ti.

-Ya tengo una entrometida hermana mayor que se encarga de esa tarea. Gracias por mandar a la mierda el resto de mi día.- concluyó Kyouya, levantándose y tomando sus cosas para marcharse.

-¡Cielos, Kyouya! Vuelve aquí.

Pero era demasiado tarde. El joven Ootori ya había azotado la puerta al salir.

0*0*0

Justo cuando pensaba que no podía ser peor, el imbécil de Tamaki había puesto más sal a la herida. Era verdad, ya habían pasado poco más de siete años, pero para Kyouya era casi igual de doloroso que aquel día. El día en que Noriko Matsuya había salido de su vida.

Se habían conocido diez años atrás. El menor de los Ootori tenía dieciocho años. Acababa de terminar la preparatoria y pronto iniciaría la universidad. Noriko era la nueva asistente de su padre. Joven, hermosa y simpática. Kyouya no tardó en caer rendido ante sus encantos. Se enamoró de ella y fue correspondido.

Mantuvieron su romance en secreto, a sabiendas que los Ootori jamás aceptarían esa relación. Aun así, él se mantuvo fiel a sus sentimientos. Había llegado a amarla con locura, al grado de renunciar a todo lo que tenía con tal de estar a su lado. Y se lo hizo saber. Una noche, luego de tres años de relación, Kyouya le propuso matrimonio a Noriko.

Ella no se veía feliz. Rechazó la proposición de inmediato, sin argumento alguno. Eso desconcertó al muchacho, quien no dejo de insistir, hasta que un día, Noriko dio por terminado el noviazgo y se largó, sin más. Y desde entonces no había cabida para las mujeres en la vida de Kyouya.

Hacía un tiempo que Tamaki le presentaba a algunas de sus amigas. Chicas huecas con cuerpos envidiables. Vacías, frívolas. El joven Ootori había perdido el interés en encontrar una pareja, mucho menos si se trataba de ese tipo de damas. Terminaba comparándolas a todas con Noriko...y ninguna era suficiente.

Kyouya subió a su auto. Tenía bastantes problemas ya y traer de vuelta el pasado no ayudaría en nada. Volvería a dejar a Noriko Matsuya en el rincón más lejano de su mente.

0*0*0

-Debería irse a casa.- dijo el portero del edificio.

Haruhi miró fijamente a ese joven bajito, posiblemente un par de años menor que ella, como si hubiese dicho una tontería. La chica suspiró cansada.

-No voy a irme hasta hablar con el señor Ootori.

-Señorita, ya le dije que el señor Ootori suele llegar muy tarde la mayor parte de las veces. No pierda su tiempo.

-Es importante.

El muchacho negó con la cabeza y no agregó nada más. Volvió a sus actividades detrás de un mostrador. La joven permaneció en su asiento. Se encontraba en la recepción de un complejo de departamentos en una zona lujosa de la ciudad. El hogar de Kyouya Ootori.

El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, la noche llegaría pronto. Estaba hambrienta, cansada y adolorida, pero había decidido esperar un poco más. Se reclinó sobre su asiento y miró hacia la calle a través de los amplios cristales. Algo llamó su atención.

Hacía algunas horas, se había percatado de una pequeña figura sentada en las escaleras de acceso al edificio. Al principio creyó que se trataba de algun niño que vivía en la zona, pero aquella personita no se había movido ni un instante de su sitio. Haruhi se levantó para dirigirse a dicho punto.

Salió del complejo departamental y se encontró inmediatamente su objetivo: una niña que quizá apenas tendría seis años. Abrazaba sus diminutas rodillas, sosteniendo una maleta. Llevaba además una mochila rosa sobre la espalda.

-Hola- saludó Haruhi, sentándose sobre un escalón, junto a la pequeña. -¿Cuál es tu nombre?

La niña no respondió. La miró fijamente, parecía asustada.

-Tranquila. Solo quiero saber si puedo hacer algo por ti. ¿Te perdiste?

La chiquilla negó con la cabeza.

-¿Dónde están tus padres?

Los ojos de la pequeña mostraron una sombra de tristeza. Volvió a mover su cabeza en negativa.

-¿Cómo llegaste aquí?

La infante señaló la avenida llena de vehículos. Haruhi supuso que alguien la había trasladado en automóvil.

-Tal vez deba llamar a la policía.

Al escucharla, la niña se aferró a la ropa de la joven y negó enérgicamente. De sus labios salían unos lamentos de angustia.

-Alguien tiene que hacerse cargo de ti.

En ese momento, Haruhi pudo oir un sonido: el gruñido de un estómago. Miró a la pequeña, quien se presionaba la barriga con sus brazos.

-Tienes hambre, ¿eh?

La chiquilla asintió, mirando con ojos de cachorrito a aquella extraña adulta. La joven suspiró resignada. Ya había oscurecido y las farolas de la calle iluminaban el entorno.

-¿Por qué no vienes conmigo? No tengo mucho, pero al menos algo de comida y un techo donde pasar la noche. Mañana decidirémos qué hacer contigo.

Haruhi le ofreció su mano. La niña dudó un segundo pero terminó por sostener con timidez esa mano extendida.

0*0*0

Hacía varios meses que no sentía aquella paz al regresar a casa. Haruhi había destinado su poco capital en comprar algunas cosas para preparar una cena decente. Al ver a la niña comer con tanto entusiasmo, supo que había valido la pena. No pudo evitar sonreír.

La joven continuaba mirando a la pequeña. Le resultaba una criatura completamente adorable. Su cabello era oscuro, sujeto en dos coletitas con lindos moños. Su piel, blanca y delicada. Y unos enormes ojos castaños que le daban un aire de ternura.

-¿Ahora me dirás tu nombre? El mío es Haruhi.

La niña se limíto a mirarla un momento. Luego, se levantó de su asiento y buscó su mochila. La chica la observó hacer una desesperada búsqueda. Instantes más tarde, la chiquilla regresó a la mesa con un estuche. Lo abrió. Dentro, contenía decenas de figuras magnéticas con formas de letras. Comenzó a seleccionar. Colocó una "A", seguidas de una "K" y una "I".

-Tu nombre es Aki.

La pequeña asintió con energía, guardando las piezas en su estuche.

-Muy bien, Aki. Mañana resolverémos qué hacer contigo.

La jovencita se dirigió a guardar sus fichas. Después tomó su abriguito y sacó un trozo de papel de uno de los bolsillos. Se lo extendió a Haruhi.

-¿Qué es esto, Aki?

Se trataba de un sobre cerrado. En la parte trasera, con una delicada caligrafía, podía leerse "Para Kyouya Ootori". Haruhi miró con sorpresa a la niña, quien ya no le prestaba atención porque se había distraído con un cuaderno para iluminar.

La joven abrió el sobre y comenzó a leer el contenido de la carta. Sus grandes ojos se abrieron tanto como fue posible. La niña...Aki era hija de Kyouya Ootori.

0*0*0

¿Qué tal? Seguramente nadie me esperaba tan pronto. Cuando aún trabajaba en Resultados Inesperados, surgió la idea para este fic. La premisa está basada en uno de mis doramas favoritos, ¡Oh, my lady!, aunque con un trasfondo de mi propia cosecha, que espero les agrade.

Me despido, agradeciendo de antemano a quienes decidan apoyarme en esta nueva historia.

¡Hasta la próxima!