Les dejo un relato breve sobre la pareja Severus-Hermione. Aviso de que el contenido es muy erótico.
.
.
.
Estoy sola, sentada en uno de los pasillos más oscuros de las mazmorras de Hogwarts, con la cabeza apoyada en las rodillas. Estoy llorando en voz alta, pero no me importa, sé que no va a venir nadie. Es Agosto y el castillo está desierto, a excepción de Filch, y este no me preocupa, le he visto salir hacia Hogsmeade hace un rato y, como siempre, tardará en volver. Todo está oscuro y silencioso, pero no me importa, no es a eso a lo que le tengo miedo, al fin y al cabo crecí en este castillo y nada de lo que hay aquí puede hacerme daño. No ahora que el Señor Oscuro ha sido derrotado. Es lo de fuera lo que me da miedo.
Mi mente no puede dejar de dar vueltas a los acontecimientos de las últimas horas. Los veo en mi cabeza en forma de película fotográfica. Ron me invita a salir a cenar. Ron se declara. Ron me pide matrimonio. Yo acepto. Vuelvo a casa de trabajar. Ron no está. Voy a Hogsmeade. Le veo en la taberna. Le veo besando a otra chica. Entro. Le tiro el anillo a la cara. Voy corriendo a Hogwarts. Espero a que Filch salga. Me cuelo. Me siento a llorar como una idiota escondida en el único sitio donde sé que nadie vendrá a buscarme. ¿Cómo he podido ser tan estúpida? Tan cegada, solo quería que alguien me desease, que alguien me mirase de esa manera que se miran las personas que se quieren. Elegí a Ron, como pude haber elegido a cualquier otro. Pensar que todo lo que habíamos pasado nos había unido de una manera especial, pensar que, como él había sido mi amor de niña, ahora toda esa pasión seguiría estando ahí... pensar eso había sido un error. No estábamos destinados a ser nada más que amigos, y si ahora estoy llorando, en gran parte es culpa mía, por haber forzado la situación. Debería haberme dado cuenta de que si estaba con él era por que era lo correcto, lo que se esperaba de mí, por no estar sola. Pero él no me deseaba, me quería, sí, pero como a una hermana. Y yo tampoco le amaba a él. He sido la persona más estúpida del universo. Pero aún soy joven, aún puedo volver a enamorarme.
Oigo pasos en el corredor, me asusto. Filch no puede ser, no he oído las puertas del castillo. Al instante ceso mi llanto y me sumo en silencio, pegándome aún más a la pared. No me interesa quien pueda ser, ni lo que pueda estar buscando. Por mí como si es un ladrón. Toda esa parte de mí valiente y decidida se quedó en Hogsmeade hace una hora. Ahora mismo solo quiero estar sola, que nadie me moleste, que me dejen desahogarme a gusto. Pero oigo los pasos acercarse. Están cada vez más cerca. Me debato entre salir corriendo o quedarme donde estoy. Finalmente opto por esta última opción. Si es un mago podría lanzarme un hechizo mientras huyo y mi situación no sería demasiado favorable. Así que me encojo contra la pared, deseando que en medio de la oscuridad no me vea, no me sienta. Pero debe haberme oído antes, porque los pasos se paran justo enfrente de donde estoy sentada. En medio de la oscuridad siento que el dueño de los misteriosos pasos me tiende una mano. No le veo, pero sé quien es. Reconozco su perfume, su olor a mandrágora, y lavanda, y más ingredientes de las pociones que nos enseñó a hacer a lo largo de los seis cursos que él impartió clase de ello. Él también sabe quien soy yo. No sé si porque puede leerme el pensamiento o porque me ha visto entrar corriendo en el castillo, pero lo sabe.
Siento su mano deslizarse por mi cara, secando mis lágrimas. Siento su cara cerca de la mía, su aliento rozándome a apenas unos centímetros. No sé que me está pasando. No lo pienso, le beso. Siento sus labios presionando contra los míos. Noto como los van abriendo, como su lengua los recorre y penetra en mi boca, dando pasión al beso. Su mano izquierda agarra mi cintura, mientras que la derecha se enreda en mi pelo. Mis manos hacen un recorrido por su pecho, desabotonando cada botón de su camisa. Noto como se excita en cada movimiento que hago. Sus labios se separan de los míos mientras me quita el jersey que llevo puesto y, cuando vuelven a mí, empiezan a dejar besos por todo mi cuello, descendiendo lentamente hasta mis pechos. Sus labios juegan en ellos mientras sus manos se deshacen hábilmente del sujetador. Me siento pletórica, no puedo evitar gemir suavemente. Me deshago de mis pantalones, y junto con ellos va mi ropa interior. Me quedo completamente desnuda, a su merced. Y él lo sabe. Me empuja hacia la pared, y puedo sentir su excitación.
Siento sus besos en el cuello, sus manos recorriendo mi cuerpo desnudo, hasta que encuentran el lugar idóneo donde se quieren quedar. Gimo al sentirle dentro, pero no es eso todo lo que quiero. Trato de llegar hasta sus pantalones, pero los centímetros que nos separan parecen un mundo y el placer no me deja llegar a realizar la tarea. Por suerte él parece darse cuenta de mis intenciones y grito muy fuerte cuando le noto plenamente dentro de mí. Le rodeo con mis piernas, con la espalda pegada a la pared, acompasando sus movimientos a mis movimientos. No puedo dejar de jadear y gritar, y busco sus labios con desesperación. Es una sensación increíble, como si él me completase por dentro y me hiciese olvidar todos los problemas en mi vida. Por eso siento miedo cuando terminamos. Porque ahora el se irá, y esto quedará como que nunca ha pasado. Solo dos desconocidos en la oscuridad. Pero yo no quiero olvidar, no quiero fingir que no ha pasado. Así que haciendo acopio de valor susurro las primeras palabras de la noche. "No te vayas" le digo. A lo que él me responde abrazando mi cuerpo, con el beso más dulce que nadie me haya dado.
