Aviso legal: Sailor Moon y todos sus personajes son © de Naoko Takeuchi.

Ecos de otras vidas

Prólogo

Por Dr Facer

Hace cinco meses.

Entre Jordania e Israel existe un extenso lago al que se le conoce como el Mar Muerto y se ha ganado este lúgubre nombre por una muy buena razón: sus aguas son tan saladas que fuera de bacterias y pequeñas algas sus aguas no albergan nada con vida. Aún así, sus olas son muy tranquilas y sus playas lugares soleados y pacíficos.

Pero esta noche sucederá algo que nos hará dudar si el mar muerto está en verdad tan muerto como se cree. John y Michael, un par de amigos ingleses, escogieron este lugar para pasar sus vacaciones y hoy a la media noche tienen pensado atravesar a nado el enorme lago salado. Los dos jóvenes saben que no es difícil, ya que es imposible que sus cuerpos se hundan, aunque también estaban conscientes de que podrían ahogarse si se cansaban durante el trayecto y ya no podían mantener el rostro fuera del agua por lo que, a fin de evitar ese problema, habían decidido realizar su aventura sobre sus tablas de surf.

—¿Listo?— Preguntó John al terminar de arreglar su traje y revisar su tabla.

—Por supuesto— contestó Michael—. De hecho, me preguntaba cuanto tendría que esperarte.

—Claro, como tú eres el señor perfecto...

—No seas delicado y ya no nos hagas perder tiempo— dijo Michael—, tenemos que apresurarnos antes de que alguien nos vea.

—¿Y quién nos va a ver? ¡Es medianoche!

Dejando la discusión a un lado, John y Michael se adentraron en las aguas del mar muerto y descubrieron que sus tablas se deslizaban con gran facilidad.

—¡Esto es genial!— Gritó John mientras se impulsaba con sus brazos—, ¡así debería ser el mar en todo el mundo!

—Eso lo dices porque eres un flojo— le respondió Michael—, oye, te apuesto unas cervezas a que yo llego al otro lado antes que tú.

—¡Acepto la apuesta; más te vale que luego no te eches para atrás!

—No hará falta... ¡Porque tú vas a perder!— Exclamó Michael que comenzó a dar brazadas con todas sus fuerzas, dejando a John bastante atrás

—¡Espera, eso no es justo!— Se quejó el pobre John mientras intentaba alcanzar a su compañero.

Los dos amigos continuaron con su juego hasta llegar al centro del enorme lago. Fue en este punto donde notaron que sus fuerzas se agotaban rápidamente y cada vez les costaba más avanzar. A pesar de eso no estaban preocupados, pues sabían que podían quedarse quietos el tiempo que quisieran sin temor a hundirse y por ello decidieron detenerse y descansar un poco. Durante el tiempo que los dos muchachos habían dedicado a nadar la luna se había ocultado detrás de densos nubarrones que sólo dejaban pasar tenues rayos de luz sumiendo el ambiente en una penumbra que era acompañada por el lastimoso aullar del frío viento mientras mecía las salinas aguas.

—No me gusta esto, hay algo extraño aquí— comentó John, mirando a su alrededor un poco asustado.

—Cálmate, tan solo está nublado y hace un poco de frío. ¿Acaso le tienes miedo a los fantasmas?

—¡No seas idiota, no hablo de eso!— Se quejó John—, ¿Qué no sientes algo diferente en el agua, una vibración extraña que viene desde abajo?

Michael no respondió y puso atención al movimiento de las olas. Sí, tenía que admitir que algo raro sucedía. El agua y las olas estaban... raras.

Repentinamente, el agua alrededor de los muchachos se quedó completamente en calma, podían ver pequeñas olas a lo lejos pero ninguna los alcanzaba, lo único que sentían era un extraño calor que se elevaba desde el fondo.

—¡Maldición!— Gritó John de repente—, ¡hay algo debajo de nosotros, me ha tocado la pierna!

—¡Cállate!— Ordenó Michael tratando de ocultar su miedo—, ya sabes que aquí no hay animales y además…

Michael nunca tuvo la oportunidad de terminar la frase, un resplandor que se encendió bajo ellos e iluminó todo el mar muerto como si el sol estuviera en sus profundidades acompañado de un rugido infernal que estremeció las aguas le quitaron las palabras de la boca. Para cuando los dos amigos reaccionaron ya era muy tarde. Una poderosa fuerza explotó desde el fondo del lago y lanzó a los desafortunados nadadores por los aires.

John y Michael pudieron ver durante su corto vuelo, antes de perderse para siempre, aquello que surgió del mar muerto: una enorme construcción de roca y metal que sólo habría podido surgir de los sueños de un dios enloquecido.

Al día siguiente nadie habló del extraño suceso en el mar muerto, parecía como si nadie hubiera visto nada y en caso contrario, cualquier posible testigo aparentemente ha decidido mantener en secreto la experiencia.